domingo, 30 de noviembre de 2014

CÉLINE Y YO


Siempre he leído mucho y de todo, desde libros considerados de calidad hasta cosas consideradas de quinta categoría pasando por el bote de champú que es una lectura muy inspiradora en ciertas horas.

Libros de aventuras para niños, para adolescentes, para adultos, prosa y poesía, pero hoy quiero hablar de uno en particular. No es una reseña, es simplemente hablaros de él.

El libro que en mis horas mas tristes siempre me hace reír y me acompaña.

Hasta hoy me sorprende recordar  lo mucho que me reí leyendo los dos primeros capítulos de Viaje al fin de la noche del escritor francés L. Ferdinand Céline, la primera vez que cayó en mis manos, y desde entonces lo he releído varias veces, la última hace unos seis años, y lejos de hacerme menos gracia, me hizo más gracia que nunca.Seguramente porque he vivido más y mi capacidad de comprensión se ha incrementado junto con mi capacidad de aguantar compresión también.

En él,  el protagonista se alista en el ejercito en una hora de arrebato etílico y a partir de ahí comienzan sus desgracias una atrás de otra.
Yo no he sido nunca de beber mucho pero también he hecho muchas cosas en el arrebato y las consecuencias de esas horas  de idiotez extrema se han convertido  en horas muy malas que se han arrastrado por años y años, como le pasa a Ferdinand Bardamu, que así se llama el infeliz héroe, que desde la mesa de un bar donde estaba de copas con un amigo, viaja hasta el fin de la noche , del pozo y de su puta madre, sin entender mucho dónde fue que la cagó exactamente para estar sufriendo tanto.

Eso digo yo, que impulso te lleva algunas veces a hacer lo que haces. Tal vez sea sadismo, pero a mí me consuela y me divierte ver esa sucesión de desastres encadenados que si bien no son paralelos a los desastres que me han pasado a mí, sí que me han servido para comparar.

En el libro hay escenas tremendas de la guerra de trincheras y  tan bien narradas y con un lenguaje tan crudo que  entran al mismo tiempo ganas de llorar y de reír. Llorar por lo dramático, reír porque cuando el drama aprieta es casi imposible  que no invada el lado de la comedia.
Y cuando eso pasa y el escritor sabe escribir, puedes verte soltando una carcajada al leer que un soldado se cabrea porque estaba hablando con un compañero y en medio de la frase le matan el amigo y  hay que ver lo que jode que te dejen con la palabra en la boca, y aunque sea porque se mueren, jode lo mismo.

Dejo claro que no he estado directamente  metida en ninguna guerra, he visto sin embargo de cerca varias caras de la violencia y entiendo el miedo. 
Céline tiene una capacidad absurda de llevarte de su mano  hasta verte en el medio de cualquier escena haciéndote al mismo tiempo protagonista y espectador. Eso para mí es una terapia, pues me permite experimentar sentimientos que conozco desde la piel de otra persona que no soy yo, a quien sin embargo le pasan cosas que puedo entender perfectamente porque se parecen mucho a las que yo he vivido, mirado desde cierto punto de vista que sólo  el vínculo que se crea entre quien escribe bien y quien lee bien, explica.

Más tarde, Ferdinand decide desertar haciéndose pasar por loco y esa parte me encanta.  ¿Quién no se hace el loco alguna vez para escapar de alguna situación insoportable? Yo desde luego me hago la loca estupendamente si hace falta y de nuevo comprendo esa salida rara para ver si dejan de joderme viva cuando parece que no hay compasión y la alternativa es hacerme la lista y decirle al cabrón que está jodiendo que se vaya a la mierda y allí pacíficamente encuentre un arbolito bien derecho y a ver si se ahorca un poquito en nombre de la humanidad.


Después de la guerra, de pasar por el  manicomio y de un noviazgo con una norteamericana, Lola, termina en un barco camino de África. Durante la travesía también la lía parda y acaban  queriéndolo matar. De nuevo se escapa pero no quiero contar los detalles para que os pique la curiosidad.

Cuando me vine de España a Brasil no me quisieron matar en el avión, dejemos eso claro, yo soy buenecita.

Sobrevive al viaje y se instala en las colonias. Esa parte del libro nos describe la vida en las colonias de una forma muy crítica. Hay mucho que criticar con tanto imbécil  que se cree superior, la típica casta de  enchufados amantes de la burocracia, su prepotencia al tratar a los africanos etc...

Es patética esa sociedad que enseña, y de nuevo  tan parecida a lo que he vivido yo en Brasil, donde cinco pelagatos se han colocado en  la cima de la pirámide social y son tan ridículos y mala gente  como esos franceses degenerados que  Céline retrata en su libro. 

Aquí ellos mismos se auto denominan como integrantes de las "familias tradicionales", y creo que eso quiere decir que llegaron antes que otros y se colocaron mejor. Descendientes de pobres emigrantes que sólo traían hambre en sus barrigas pero que hoy pertenecen a una especie de aristocracia local que da asco.

Insolidarios, inmorales y canallas como los franceses de las colonias descritos en ese libro. Así que de nuevo entiendo de lo que habla, no es muy graciosa esa parte, más bien da ganas de llorar al ver como  se parecen los hijos de puta estén donde estén y vengan de donde vengan.
Llorar y vomitar.

Unos pocos pisando a muchos, pagando sueldos de mierda y organizando tómbolas de caridad para recochinearse y darle ese toque cruel a la explotación del hombre por al hombre.

En el libro le pasan muchas cosas,  enferma, se lo llevan preso,  llega  a un estado cercano a la esclavitud y al final  sale de África y se da una vuelta por  EEUU. Allí encuentra a  su ex novia, aquella Lola de la primera parte y también se hace amigo de una puta que no recuerdo como se llama.

No se adapta a los norteamericanos y termina volviendo a Francia y ejerciendo la medicina. Yo todavía no me he ido ni sé si me iré de aquí o si regresaré a mi país, así que no puedo ver tantos paralelismos con lo que conozco en esta parte.
Entiendo las sensaciones  pero ya está.

Esta parte del regreso es la más triste.
Te ríes poco.

Trabaja como médico pero siente verdadero asco por sus pacientes, y no es rechazo por la enfermedad, es rechazo por las personas.
Repugnancia, desprecio...ha visto lo peor del ser humano en las trincheras, en los manicomios, en los barcos, en las colonias  y en tantos sitios que sus ojos ya están saturados.

Sus ojos, su corazón, su alma, su cerebro.

Está hasta los mismísimos huevos de todo. Se queda aislado en su pozo de amargura y desde allí va sobreviviendo como puede.

No me identifico con ese sentimiento, hay gente que no me gusta pero hay muchos que me gustan. Aún así trato de entender como se siente Ferdinand, aislado en ese  fondo de la oscuridad de la negra noche...y puedo imaginar su dolor. Es la parte de libro en que más se llora. Al menos yo, que soy de esa gente que llora con los libros con las películas y con los anuncios cuando llega la parte de llorar.

No sé si a alguien le va a entrar ganas de leer este libro,  después de leer todo esto pero desde luego yo lo recomiendo.
Te hace sentir con INTENSIDAD.

No voy a decir que es muy bonito, porque seria ridículo, es una obra de arte total y absoluta. Nadie diría que ese cuadro de EL GRITO es muy bonito, pero todos nos sensibilizamos ante  ese grito de colores pintado con tanto talento.

Pues lo mismo, si yo fuera editor colocaría ese cuadro en la portada, para que se entendiese de que va el libro. Como cuando ponen una pierna de mujer con una liga para decir que el libro es sensual.

La vida de su autor también fue muy aventurera y dicen que el libro es en parte autobiográfico. Yo no sé cuanto hay de verdad y de inventado en lo que él escribió, sé que me llegó  y me transportó a su mundo.

Me enseñó  mucho sobre el ser humano y sobre mí misma y creo que para eso se escriben libros. Para eso y para muchas cosas más y éste libro merece todas las penas que se pasan leyéndolo.

Isabel Salas