sábado, 1 de enero de 2022

CORAZÓN







Si tú eres  una partícula  y por azar del destino te ves obligado  a intercambiar tu momento lineal con otra partícula  y además  te interesa, por algún motivo  tuyo particular,  medir la intensidad de dicho intercambio,  según la Física, te hace falta una magnitud vectorial llamada Fuerza  para medir toda esa movida.


Por supuesto que a las partículas les importa una mierda  todo eso, pero a las personas  nos fascina andar midiéndolo todo y antes o después algún hijo de puta se pondrá a medir la magnitud vectorial de cualquier cosa y a tocar los  huevos intensamente a las pobres partículas.

Hay otra definición de fuerza que también me gusta mucho, dice que es todo  agente capaz de modificar la cantidad de movimiento o la forma de los materiales. Por ejemplo, tú estás pacíficamente  viendo la televisión en tu sofá  y llegan a tu puerta unos mormones con su biblia y sus corbatas a sacarte del reposo y a meterte susto con la llegada del fin de los tiempos.

Pierdes la forma de sentado, te pones en movimiento y vuelves  minutos después, endemoniado, a  intentar  pillarle el hilo al  anuncio maldito que ni se entiende que está vendiendo de tan complejamente que fue elaborado.

Pues eso se puede decir de dos maneras, o bien que los mormones te han jodido, o bien que eres un material  modificado  en su forma y su movimiento por una fuerza.
Mucho más fino.
Mas cultural.

Estar jodido por un mormón nunca será lo mismo que estar elegantemente modificado por un agente.
Te pongas como te pongas.

En este universo existen muchas fuerzas. Las que me gustan más de toda la vida son las fuerzas gravitacionales. Las amo. Cuando me enteré que existían me dormía en pánico imaginando que pasaría si algo fallase y de pronto la gravedad se apagase.
¿ Flotaríamos?
¿ Se escucharía algún  chasquido?
Las tejitas de las casas, los tomates de la tienda, nosotros y nuestras madres, que nos cogerían de la mano, los perros, los coches...todos a flotar.

Los niños hay que ver que imaginación tienen.
Yo me preguntaba como reaccionarían los pájaros al ver su espacio invadido por todos los demás.
El agua flotando.
Las estrellas y los caballitos de mar  flotando entre zanahorias y autobuses, camino del espacio infinito. Que susto sería.
Que miedo por Dios.
Por suerte  nunca pasó y aquí seguimos todos felices sin flotar.
Algunos más felices que otros, eso es verdad, pero todos en el suelo.

Las otras fuerzas que existen no es que me caigan mal, es que no me atraen tanto. Comprendo que si eres un imán de nevera, no podrás imaginar tu existencia sin el electromagnetismo y otras tonterías, pero yo a lo que voy es a las fuerzas que necesito cada día para ser yo.
Para sujetarme a mí misma dentro de mí y no salir de mi reposado interior convertida en agente modificador  que lo modifique todo a hostias.

Esas fuerzas que no se miden en Newton.
Las que uso para no volverme loca ante tantas injusticias y no convertirme en uno de esos chalados que se lían a tiros desde la torre.
Los científicos estudian poco esas fuerzas, pero deberían prestarles más atención.
Deberían venderlas por kilos.
Para poder ir a la tienda y pedir tres manojos de fuerzas frescas para no tener que salir reventando capullos.

Me preocupa mucho  que un día esas fuerzas fallen, como cuando era niña temía que se jodiese la gravedad.

Veo como día a día, por fugaces momentos de pánico creo que ya no tengo.
Me invade la ira y una furia ciega se apodera de mí.

Veo como a los fuertes se nos pide más y más mientras la ayuda que se nos deniega va destinada a débiles llorones que saben hacer más ruido que nosotros. Especialistas en  llamar la atención mientras  lo ensucian todo con sus mocos depresivos.
Cobardes sin escrúpulos que amenazan continuamente con suicidarse si son desatendidos sus caprichos.
Los típicos chantajistas  emocionales, que nunca tienen freno, nunca tienen bastante y siempre están necesitando algo.

Y siempre lo consiguen.
Porque siempre hay alguien cerca que no quiere cargar con la culpa del suicidio del débil.
Porque saben dar pena y consiguen ser el centro atención.
Lo quieren todo.
Lo roban todo.
Lo exigen todo.
Y yo estoy cansada.
Cansada de entender que ellos necesitan más que yo.
Cansada de ponerme en el lugar de los que priorizan salvar a un suicida antes que salvarme a mí, porque tienen miedo de la culpa o porque tienen asco de que les salpique la sangre.
Cansada de decir no importa, lo comprendo.
Cansada de ser fuerte.

 ¿Dónde se buscan las fuerzas que amarran mi cordura?
Ya dije hace días que no me quedaban tripas para fabricar más carne de corazón.
Pero no fue bastante.

Hoy saqué mis arterias y mis venas.
Las dejé secar y fabriqué unas cuerdas. 
No para tejer un corazón improvisado, de esos que parecen corazones normales llenos de fuerzas que evitan la locura.
Llamé a una araña amiga que un día me ayudó a fabricar una tela de penas de araña y le dije que me tejiese a mí dentro del corazón. Me miró raro, pero entendió que hablaba en serio cuando miró en mis ojos y vio el abismo.

Es una artista.
Ahora  no necesitaré ningún esfuerzo.
Es imposible salir de esta madeja para matar a nadie.
Los suicidas están a salvo.
Los locos.
Los mormones.

Y yo también.

Isabel Salas