domingo, 27 de octubre de 2024

JORGE GARAVENTA, UN HOMBRE COMPROMETIDO

 

Pocas veces nos encontramos con personas que, sin pretenderlo, dejan una huella realmente profunda en nosotros, y menos aún conocemos gente cuyas palabras se transforman en guías para el compromiso profesional y humano. Así fue Jorge Garaventa, un psicólogo argentino que, como diría Sabina, "me mostró el camino" con su trabajo y su forma de ser. Y aunque no faltaron las bromas entre él y yo, por su nacionalidad y la mía, gallega de Málaga, afirmo, muy en serio, que su presencia y su enfoque lograron marcar el camino de muchas personas, y espero que de generaciones de jóvenes psicólogos también.

Con motivo de su 35 aniversario en la psicología, Jorge escribió una carta dirigida a sus "jóvenes colegas," un texto cargado de humildad y generosidad. En ella, compartía reflexiones profundas sobre el valor de la psicología y su dedicación, invitando a quienes se inician en esta disciplina a no solo formarse en conocimientos técnicos, sino a abrazar la profesión con vocación, ética y empatía. A través de su propia experiencia, habló de sacrificios, de momentos difíciles y del verdadero significado del ejercicio de la psicología, describiéndolo como "una de las aventuras más bellas" cuando se vive desde la vocación.

Conocí a Jorge en una ocasión en la que necesitaba su apoyo en un tema que él entendía bien: los efectos devastadores de los abusos que sufren los niños y las complejidades que enfrentan cuando su testimonio es puesto en duda en el sistema judicial. Acudí a él con la esperanza de obtener un documento claro y estructurado, que ayudara a comprender lo importante que es dar credibilidad a la palabra de un niño que denuncia un abuso, ya fuera físico, psicológico o verbal. Me había invitado a su consulta para hablar del asunto y puedo decir que conseguí mucho más de lo que esperaba. Esa tarde conocí a un hombre cuya calidez y generosidad desbordaban su rol profesional.

Recuerdo con claridad aquel momento. Jorge me escuchó atentamente, sin dejar de hacer contacto visual ni un solo segundo, y comprendió a la perfección la importancia de ese documento. Podría haberme ofrecido un aporte sencillo al resto de la documentación que estaba recopilando, pero, al entender la relevancia del tema, aceptó crear un texto más formal, de dos o tres páginas, con su firma y su voz, reflejando su experiencia y postura de experto. Él fue receptivo, educado y amable, y al despedirme me sentía profundamente conmovida y agradecida. Me quedó grabada la imagen de su consultorio: sus plantas en agua, el sillón cómodo, su sonrisa tan amable y sus gestos tan cordiales. Nos despedimos entre risas, cuando le hice ver que para mí, a partir de ese día, él encarnaba el "psicólogo perfecto." A pesar de mis reservas hacia la psicología, en persona, conquistada por su simpatía, solo pude agradecer y despedirme con cariño de alguien que, por encima de nuestras diferencias puntuales, acababa de recibirme como un gran hombre y un ser humano extraordinario.

Después de aquel encuentro en Buenos Aires, Jorge continuó interesándose por las causas de las que le había hablado en nuestro encuentro, preguntándome ocasionalmente cómo estaban las personas de las que le había contado. Se emocionaba con cada buena noticia y se entristecía con cada revés; su preocupación y empatía eran verdaderas, y su solidaridad, inquebrantable. Este psicólogo fue una gran inspiración no solo para mí, sino también para los niños y madres a quienes transmití su mensaje y apoyo. Él encarnaba en cada gesto las cualidades que compartió en su carta abierta: ética, responsabilidad, empatía y un compromiso profundo con la causa de los niños.

En su carta, Jorge alentaba a los nuevos psicólogos a superar los retos iniciales, a perseverar en los momentos difíciles y a recordar siempre la importancia de su rol en la vida de otros. Subrayaba la necesidad de una formación constante y de cuidarse a uno mismo, mencionando el trípode de terapia personal, supervisión y formación continua como herramientas fundamentales para enfrentar las complejidades de la profesión. Con sencillez, relató cómo él mismo había tenido que asumir trabajos adicionales al inicio de su carrera, demostrando así que ser psicólogo va mucho más allá de la teoría; es un ejercicio de vida, de pasión y de dedicación absoluta.

Este hombre era, en sus palabras y en sus acciones, el prototipo del buen psicólogo, un ser humano completo cuyas continuas atenciones hicieron que, en un periodo difícil de mi vida, todo fuera un poco más cálido, un poco más amable. Me siento bien al escribir este texto ahora que murió, porque le dije las mismas cosas cuando estaba vivo. Su vida y su obra nos dejan una lección invaluable: ser psicólogo es, como bien demostraba él, más allá del título y de la técnica, una vocación que exige un compromiso profundo con el bienestar y la dignidad de quienes buscan ayuda. Jorge era la prueba de que la verdadera riqueza de esta profesión está en la humanidad que entregamos, en la empatía que brindamos y en la compasión que compartimos.

Hoy, recordarlo es también un llamado a quienes inician su camino en la psicología. Recordar a Jorge Garaventa es recordar que, a pesar de las dificultades, la psicología es una profesión generosa y noble cuando se abraza con el corazón y la ética como bandera. Así como él compartió su experiencia en su carta, comparto este recuerdo en homenaje a un hombre que, sin buscarlo, me reconcilió con una disciplina con la que siempre he sido muy crítica.

Gracias, Jorge, por el ejemplo y por el legado. Y gracias, Yanina, por darme su contacto y hacer posible ese inolvidable encuentro.


 Isabel Salas

miércoles, 23 de octubre de 2024

CONTAR NUESTRA HISTORIA

Rara vez nos detenemos a pensar en las raíces profundas que nos sostienen y en los caminos que recorrieron nuestros familiares más cercanos o más lejanos para que llegáramos hasta aquí. Nos encontramos atrapados en un ritmo acelerado, en el cual las historias familiares —esas que conforman el tejido de nuestra identidad— quedan relegadas a un segundo plano. Sin embargo, ¿qué pasaría si dedicáramos tiempo a explorar y a escribir nuestra historia familiar, o, más bien, la historia de nuestra familia dentro de la Historia con mayúscula?

Un taller de narrativa familiar es un espacio que permite esta exploración profunda, transformando recuerdos y relatos en un legado tangible y enriquecedor. Un taller de este tipo no solo ofrece la oportunidad de preservar recuerdos; es también un proceso emocional que nos permite reconciliarnos con el pasado, fortalecer los lazos familiares y, en última instancia, disfrutar de la alegría de contar nuestra historia. En este artículo exploraremos las grandes alegrías y los beneficios de participar en un taller de narrativa familiar como este, desde el legado emocional hasta el poder sanador de la reconciliación con el pasado y la conexión con las nuevas generaciones que encontrarán en nuestras palabras su propia voz.

Participar en un taller de narrativa familiar nos invita a redescubrir la riqueza de nuestras raíces. Nos recuerda que, más allá de los nombres y fechas en los árboles genealógicos, existen historias llenas de vivencias, desafíos y triunfos personales. Reconectar con nuestras raíces nos permite ver que somos parte de una cadena histórica mucho más grande que nosotros mismos, una cadena formada por quienes nos precedieron y cuyos esfuerzos y sacrificios han dado forma a la vida que tenemos hoy.

Al investigar y escribir sobre nuestros antepasados, descubrimos los valores y las costumbres que fueron importantes para ellos. ¿Qué tradiciones celebraban? ¿Qué valores los guiaban? Estos aspectos culturales y familiares que reconstruimos en el taller permiten que nos reconozcamos en sus experiencias y que comprendamos mejor quiénes somos. Reconectar con nuestras raíces nos da una mayor comprensión de nuestras decisiones, miedos y deseos, y nos ayuda a entender por qué ciertos valores siguen siendo importantes en nuestra familia. Esta exploración no solo fortalece nuestra identidad, sino que también nos hace sentir una conexión especial con quienes vinieron antes, creando un puente entre el pasado y el presente.

Uno de los aspectos más significativos de nuestro taller es la oportunidad de crear un legado duradero. Escribir la historia de nuestra familia es una forma de dejar un rastro tangible para las generaciones futuras. En muchos casos, las historias familiares son transmitidas oralmente, y aunque este método tiene su encanto, también está sujeto al olvido o la pérdida de detalles con el paso del tiempo.

Al crear un legado escrito, estamos preservando para nuestros hijos, nietos y generaciones futuras los recuerdos y enseñanzas que han sido importantes en nuestra familia. Un taller como este da la estructura y el espacio para organizar y plasmar estas historias, de modo que no se pierdan. No importa si el relato es un breve cuento o un extenso testimonio, el legado que estamos construyendo será un punto de referencia para futuras generaciones, quienes podrán entender y conectar con su historia familiar.

Este legado escrito también tiene el potencial de convertirse en una fuente de inspiración para quienes lo lean. Saber que nuestros antepasados enfrentaron desafíos, resistieron y lograron construir una vida puede infundir fuerza y esperanza en momentos difíciles. A través de este taller, cada historia personal se convierte en una lección para el futuro, en una inspiración para que nuestros descendientes sigan adelante, independientemente de los obstáculos que enfrenten.

Explorar nuestra historia familiar no siempre es sencillo; es común encontrarnos con relatos dolorosos o difíciles de procesar. Sin embargo, uno de los beneficios más profundos de un taller de narrativa familiar es la oportunidad de reconciliarnos con el pasado. A veces, las historias familiares están llenas de pérdidas, fracasos o decisiones incomprendidas que han dejado heridas emocionales. Al escribir sobre estos eventos, tenemos la oportunidad de comprender mejor las circunstancias que rodearon esos momentos.

El proceso de escribir sobre el pasado nos permite ver a nuestros familiares con ojos más comprensivos, reconociendo sus vulnerabilidades y sus limitaciones. Entender las razones detrás de sus decisiones, incluso aquellas que pueden habernos afectado negativamente, nos da la posibilidad de perdonar y sanar. Este proceso de reconciliación es terapéutico, ya que nos permite dejar ir resentimientos acumulados, entendiendo que nuestros antepasados hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían en ese momento.

Además, al reconciliarnos con el pasado, también estamos construyendo una relación más saludable con nosotros mismos. Sanar heridas familiares nos libera de patrones negativos que podemos haber heredado y nos da la libertad de vivir nuestras vidas con una mayor paz y entendimiento. Nuestro taller brinda la oportunidad de ubicar nuestra historia en un contexto más amplio, conectándola con eventos históricos que han moldeado el mundo. La migración, la guerra, los cambios sociales y políticos son fuerzas que han impactado la vida de muchas familias, y entender cómo estos eventos afectaron a nuestros antepasados enriquece enormemente nuestra percepción de su historia.

Los participantes reciben la guía para investigar el contexto histórico en el que sus familiares vivieron y emigraron, considerando aspectos como quién era el presidente en ese momento, qué reformas o leyes de inmigración estaban en vigor y qué circunstancias sociales y económicas influenciaron sus decisiones. Esta contextualización agrega profundidad a la narrativa familiar y ayuda a los participantes a comprender que las decisiones y experiencias de sus antepasados estuvieron influenciadas por fuerzas mucho mayores, lo que agrega un nivel de complejidad y realismo a sus historias.

Esta perspectiva nos hace ver a nuestros familiares no solo como individuos, sino como parte de un proceso histórico que afectó a millones de personas. Nos ayuda a desarrollar empatía y aprecio por las decisiones que tomaron, incluso aquellas que pudieron parecer difíciles o dolorosas. Al comprender nuestra historia en este contexto, nuestras historias familiares dejan de ser solo relatos personales y se convierten en piezas de una historia más amplia, dándonos un sentido de pertenencia a la historia global.

Participar en nuestro taller puede ser una experiencia profundamente enriquecedora para las relaciones familiares actuales. A medida que investigamos y escribimos sobre nuestras historias, nos encontramos con un deseo natural de compartir estos descubrimientos con nuestros familiares, lo que nos permite establecer conexiones y conversaciones significativas. Algunas familias incluso deciden participar juntas en estos talleres, compartiendo recuerdos y colaborando en la creación de su historia familiar. Esta experiencia compartida puede fortalecer los lazos familiares, promoviendo el entendimiento y la comunicación. Hablar sobre nuestras historias y recordar juntos nos permite ver a nuestros familiares bajo una nueva luz y comprender mejor los desafíos y sacrificios que cada uno ha enfrentado.

Además, compartir las historias familiares ayuda a que las generaciones más jóvenes se sientan más conectadas con sus raíces y comprendan el sacrificio y la resiliencia de sus ancestros. La experiencia se convierte en un puente entre generaciones, transmitiendo valores y lecciones que pueden fortalecer a las familias y crear una identidad compartida.

Finalmente, un taller como éste también es una oportunidad para disfrutar de la creatividad y la expresión personal. Escribir sobre nuestras familias nos permite explorar el lenguaje, experimentar con la narrativa y descubrir nuestra propia voz como escritores. La narrativa familiar es única, ya que nos permite escribir desde el corazón, con autenticidad y honestidad.

El proceso creativo de escribir sobre nuestra historia es en sí mismo una experiencia gratificante. Nos permite expresar nuestras emociones y revivir recuerdos, dándoles vida en palabras. La alegría de crear algo que podemos compartir y que puede perdurar en el tiempo es un regalo en sí mismo, y cada participante en el taller puede experimentar la satisfacción de ver su historia cobrar forma en el papel.

Para quienes han querido explorar la escritura pero no se han atrevido, un taller de narrativa familiar es una excelente oportunidad para comenzar, ya que la historia de la familia es un tema cercano y profundamente significativo. No importa si eres un escritor experimentado o un principiante; o sólo te interesa este desafío como parte del legado que sueñas dejar a tus nietos, contar la historia de tu familia es un proceso enriquecedor y creativo, que te permitirá expresarte y descubrirte.

Un taller de narrativa familiar ofrece una experiencia transformadora en la que podemos redescubrir nuestras raíces, construir un legado duradero, reconciliarnos con el pasado y expresar nuestra creatividad. Es una oportunidad para hacer de nuestra historia una parte de la Historia, al tiempo que sanamos y fortalecemos nuestros lazos familiares. Al final, las alegrías y los beneficios de un taller de este tipo van mucho más allá de las palabras escritas. Yo misma he tenido la oportunidad de emigrar y sé lo que es recomenzar en otro país, con otro idioma, otra moneda y todos esos productos del mercado mirándome como si no me conocieran.

Si te animas, será un placer acompañarte en ese proceso.
Un abrazo

Isabel Salas.

sábado, 19 de octubre de 2024

NATALIDAD Y MADRES


Hoy en día, el debate sobre la natalidad y la maternidad parece estar atrapado entre dos extremos: por un lado la familia tradicional, históricamente defensora de la pareja heterosexual y autoproclamados pro-vida y por otro, las otras formas de familia que también buscan moldear la conversación sobre el derecho a la vida, al aborto, a los vientres subrogados y a la crianza. 

Sin embargo, al observar más de cerca al primer grupo, resulta evidente que los llamados "pro-vida" son en realidad pro-parto. Su cacareado y vehemente interés  en defender "la vida" parece centrarse únicamente en garantizar que los embarazos lleguen a término, sin preocuparse realmente por el posterior bienestar de los niños tras el nacimiento ni por las condiciones en las que serán criados. Su defensa se limita al nacimiento, dejando a las madres, muchas veces en situaciones de extrema vulnerabilidad, solas para enfrentar el enorme reto de la crianza e incentivándolas de formas a veces sutiles y otras brutales a que llevan sus embarazos a término y den a sus hijos en adopción. No hay una preocupación genuina por asegurar que estos niños crezcan en entornos adecuados, con acceso a una educación digna, salud o estabilidad emocional junto a sus madres. En lugar de garantizar una vida plena para el niño y su mamá, la agenda pro-vida a menudo se desvincula completamente de las responsabilidades que conlleva la crianza y pasa a ser así parte de los que parecen desear que haya muchos niños disponibles para abastecer el mercado de los que dicen desear hijos

Por otro lado, las "otras formas de familia," como las homosexuales o aquellas que no pueden concebir por medios naturales, por problemas de esterilidad o de salud o de estética o incluso por falta de tiempo,  también juegan un rol en este entramado de explotación de las madres, ya que dependen de que alguna mujer, por las razones que sean, renuncie a su hijo o se vea desposeída de él a la fuerza, para que otros puedan formar la familia que desean. En estos casos, el vínculo materno-filial es roto sin mayor consideración, por jueces, servicios sociales, trabajadores sociales, agencias de madres de alquiler etc priorizando los sueños de quienes buscan tener un hijo a cualquier costo. 

Así, mientras el sistema se presenta como defensor de la vida y el derecho a formar una familia, la realidad es que estos niños a menudo son usados tras nacer y ser separados de sus madres,  para satisfacer los deseos de otros, sin que se tenga en cuenta el impacto de separar a los bebés de sus madres. 

En ambos casos, lo que subyace es una instrumentalización de los niños, tratándolos como objetos para cumplir expectativas sociales o personales, sin respetar la necesidad de las madres y sus hijos a mantener el vínculo más fuerte de todos y sin ofrecer un apoyo real para quienes deciden llevar a cabo el embarazo.

Sin embargo, lo que está completamente ausente de esta discusión es la posibilidad más lógica y justa según la propia naturaleza: que las mujeres sean quienes decidan, de manera libre y autónoma, cuándo y cómo desean ser madres.

El control de la natalidad ha sido históricamente un medio de control sobre las mujeres. Desde tiempos inmemoriales, el sistema ha tratado de regular la natalidad no por respeto a la vida, sino por el control sobre la población, y lo ha hecho a través de los cuerpos de las mujeres. Se nos ha impuesto la maternidad como un deber social, una obligación biológica y hasta sagrada, y se nos ha negado, en muchos casos, la capacidad de decidir cuándo y bajo qué circunstancias queremos ser madres.

Pero ¿qué pasaría si las mujeres por primera vez en la historia consiguiéramos adquirir ese control? ¿Qué pasaría si solo concibiéramos hijos cuando lo decidimos? ¿Qué pasaría si solo se gestaran los hijos deseados por sus madres? la respuesta es simple y poderosa: si solo nacieran los hijos que realmente son deseados por sus madres, nadie más podría disponer de ellos.

Y el tan renombrado sistema patriarcal temblaría en su base.

Hoy, los hijos, tanto los  no deseados como los deseados, están en el centro de un sistema de poder que los utiliza como herramientas. Los hijos son usados como objetos de debate entre ideologías, como piezas que garantizan la perpetuación de estructuras sociales o como oportunidades para aquellos que, por diversas razones, no pueden tener hijos y buscan “disponer” de los de otras personas. Este sistema de control que intenta dictar cómo deben vivir las mujeres, que las amenaza con perder a sus hijos si denuncian a los progenitores por haberlas golpeado a ellas o a sus hijos y qué decisiones pueden tomar sobre sus cuerpos al plantearse llevar a término una gestación o no, no es nada más que una prolongación del control patriarcal sobre la vida misma.

El debate público actual está estructurado a mi parecer con mucha perversión, para invisibilizar esta opción. Se nos coloca entre dos opciones: el modelo de la familia tradicional, que busca imponer la maternidad como un deber inalienable dentro de una pareja heterosexual, o el modelo propuesto por las "otras familias" que también usa a las madres para legitimar sus propios intereses. Pero nadie parece dispuesto a defender la  opción menos complicada y dañina: que las mujeres tengan la libertad plena de decidir ser madres cuando lo deseen, sin presiones sociales, religiosas, ni económicas y tengan la garantía de que nadie les quitará a sus hijos.

Esta opción, la de ser madre solo cuando se desea  serlo, debería ser vista no como una lucha por supuestos derechos individuales, sino como la única forma de libertad natural y ética de  realmente respetar  la vida y la dignidad de los seres humanos, tanto la de las madres como la de sus hijos y sus hijas, que al final, somos todos, pues tal  vez algunos nunca seamos  progenitores o progenitoras, pero  todos fuimos y somos hijos o hijas.

Cuando una mujer decide ser madre y lo hace libremente, en condiciones de amor, deseo y voluntad plena, la cosa cambia para la sociedad de la cual esa mujer forma parte. Si cada mujer decidiera cuándo y cómo tener hijos, tendríamos una sociedad donde cada hijo es un hijo deseado, concebido por decisión libre y consciente. Y en ese momento, desaparecería la necesidad de las batallas ideológicas que buscan apropiarse de los hijos y separarlos de sus madres. La maternidad dejaría de ser una obligación impuesta, dentro o fuera de los matrimonios y se convertiría en una experiencia genuinamente liberadora para las mujeres, con hijos que llegan al mundo desde el amor, no desde el control.

Algunos seguramente temen que esto afecte a quienes desean adoptar o a quienes no pueden concebir. Y es cierto, este cambio implicaría que las personas tendrían que lidiar con la realidad de que los hijos no son productos a disposición de quienes no pueden tenerlos biológicamente. Pero ¿no es acaso mayor que el falso  derecho de ser madre, la libertad de las mujeres de decidir cuando y cómo ser madres? repito, Si solo los hijos deseados por sus madres fueran concebidos, la sociedad tendría que adaptarse a un nuevo modelo en el que las mujeres controlarían su maternidad de manera plena y con ello la natalidad que siempre ha estado en manos masculinas.

La maternidad, como concepto, ha sido históricamente ensalzada, pero al mismo tiempo las madres han sido vilipendiadas. Esto es una triste realidad que vivimos a diario. Mientras se glorifica la idea de la maternidad como algo puro y sagrado, las madres reales, que cargan con el peso de la crianza y las expectativas sociales, son marginadas, juzgadas y controladas. Sus cuerpos criticados, sus ojeras motivo de burla, sus gritos cuando las obligan a separarse de sus bebés recién nacidos en los hospitales, silenciados por la complicidad de quienes negocian con ellos. Esto no debe continuar. Es  hora de replantearnos todos cómo vemos la maternidad, no debemos permitir que  siga siendo un sacrificio ni una imposición, sino  una elección consciente y libre de cada mujer.

El sistema debe dejar de dictar cómo y cuándo debemos ser madres. Si las mujeres pudiéramos conquistar completamente el poder sobre nuestra capacidad de procreación, podríamos liberarnos de las cadenas que nos atan a un sistema que  controla nuestras vidas a través de la natalidad. Basta recordar cuantas niñas son obligadas a casarse cada día o cuantas madres soportan malos tratos porque saben que si deciden romper el vínculo con el progenitor de sus hijos los puede perder para siempre. Cuantas mujeres se someten a situaciones insostenibles para no ser alejadas de sus hijos o ponen su cuerpo para protegerlos de los mayores abusos.

La maternidad debe ser una opción libre, decidida y deseada por las mujeres, no impuesta ni manipulada. Y cuando eso ocurra, si algún día ocurre, cuando las mujeres sean las únicas en decidir sobre su maternidad o no, desaparecerán muchas de las injusticias que hoy enfrentamos. Porque solo entonces, en un mundo donde los hijos sean deseados, respetaremos realmente la vida y el bienestar de todos y todas, hijos e hijas al fin, antes que nada en la vida.

Es hora de poner esta opción sobre la mesa, de hacerla parte del debate público y de luchar para que sea reconocida como la alternativa más humana para todas las mujeres y para la sociedad en su conjunto. Conocemos los miles de estudios que hablan del apego, de la necesidad que tenemos cuando bebés de estar al lado de madres felices y tranquilas para un perfecto desarrollo, pero no se tienen para nada en cuenta en la practica.

Sé que estamos muy lejos de tomar en serio una propuesta así y que muchos dirán que es un disparate o una locura, no importa, es una opción a considerar que abre posibilidades muy interesantes que habrían de propiciar grandes cambios muy beneficiosos para todos los niños y niñas por nacer.

Por tanto, ahí la dejo, y ojalá realmente provoque una nueva discusión sobre la verdadera labor más antigua  del mundo: ser madre. Un trabajo que se inicia en el momento de la concepción y que solo termina con la muerte. Ya que mientras viva una mujer que ha parido, ella será la madre de sus hijos, vivan estos o no, los tenga cerca o lejos. Se los dejen criar en paz o se los arranquen para beneficio de otros.


Isabel Salas

martes, 8 de octubre de 2024

ORGASMOS CLIMÁTICOS

 
Cualquier cosa explicada por el diccionario adquiere un tono festivo que siempre me hace mucha gracia, veamos el caso del orgasmo  que también se puede llamar clímax. Resulta que viene del griego y significa  «escalera» o «subida» y no tiene nada que ver con el tiempo lluvioso o las tormentas tropicales. Aunque clima se parezca mucho a climax es pura casualidad y no hay que perder el tiempo intentando hallar paralelismos como pasa entre otras palabras que suenan parecido y terminan siendo de misma familia como tender, atender y entender,  ni tampoco aunque todos sepamos que en los días de lluvia y  frescos entran más ganas de subir escaleras. No tiene nada que ver. Una simple coincidencia.
 
El caso es que está definido como la descarga repentina de la tensión sexual acumulada, durante el ciclo de la respuesta sexual. Esto está bien. No es que vayamos acumulando tensión sexual a lo loco y de pronto nos de una descarga, eso no. Tiene que ser acumulada durante el ciclo de respuesta sexual, que supongo que será cuando te dejas toquetear voluntariamente y entonces sí se acumula la tensión sexual hasta que repentinamente descarga. Algunas veces es tan repentino que no te da tiempo a acumular tu parte y te cabreas bastante pero eso es otro punto diferente. De todo ese proceso de acumulación de tensiones, resultan unas contracciones musculares rítmicas en la región pélvica que caracterizan el placer sexual.
 
Francamente, si un día llegan los extraterrestres a la tierra y se leen un diccionario, no les van a entrar muchas ganas que digamos de sufrir esos trastornos.¿Cómo van a entender ellos que esas contracciones rítmicas dan tanto gustito si no se detalla  mejor? No está bien explicado. Sinceramente. Más abajo dice que todo este fenómeno es igualmente experimentado por machos y hembras, y que todo el proceso es controlado por el sistema nervioso involuntario o autónomo. Eso sí. Cuantas veces alguien dice a lo largo del proceso o incluso días después que fue sin querer... totalmente involuntario, que se escapó, que estaba borracho o que  no entendió bien y cuando quiso darse cuenta ya estaba siendo sacudido por sus  contracciones musculares rítmicas en la región pélvica sin comerlo ni beberlo. Muchísimas veces.

Estas contracciones además, a menudo, vienen asociadas a otras acciones involuntarias que incluyen espasmos musculares en múltiples áreas del cuerpo, por ejemplo se te pone una pierna dura como una lanza y ni te duele ni sabes  como es posible que eso pase pues es como si la pierna fuera de un atleta olímpico. Otras veces aparece una sensación de euforia generalizada y, frecuentemente, se exteriorizan movimientos del cuerpo y  vocalizaciones.
 
Sí. Eso dice la definición, yo también me quedé pensativa en esa parte de las vocalizaciones. No explica muy bien si son la emisión de las vocales o decir cosas sin ton ni son o rezar, que hay gente que reza en esa hora que lo sé yo, o recitar un artículo de la constitución que te aprendiste para unas oposiciones. No lo especifica. Se queda una duda. Los extraterrestres a estas alturas ya estarían  alucinados y con miedo de que los pretendiésemos escalar, pero entonces llega la parte buena, explica que seguido de todo este festival llega el período de después del orgasmo (conocido como periodo refractario) y que suele ser una experiencia relajante, gracias a la liberación de unas neurohormonas llamadas oxitocina y prolactina, que tampoco tienen nada que ver con lactancia ni con tocino, ni mucho menos con velocidad o los productos lácteos, ni  tampoco con la Vía Láctea.
 
Nada, pura casualidad, si alguien mientras está refractando dice que ve estrellas, es cosa de la prolactina que te deja zen, que por cierto es una escuela de budismo. Y es así que se pronuncia en japonés la palabra china Chan, que a su vez deriva del sánscrito y significa meditación.
 
Por eso hay que meditar mucho y pensárselo muy bien antes de ponerse  a tener orgasmos y a vocalizar. Está super claro y otro día vamos a analizar la palabra eyacular que también es graciosísima.

Isabel Salas

LA PRINCESA TRISTE


La princesa está triste,

aburrida, cansada,

infeliz, fatigada

perdiz desangelada.

 

El mar está sin sol, 

el jardín sin estrellas,

el viento sin farol,

y el agua sin doncellas.

 

La noche sin rubor, 

el fuego sin palabras, 

la rosa sin lector

y las risas macabras.

 

La princesa no sabe

en qué se equivocó.

Más desastre no cabe.

Ningún sueño cumplió.

 

 Cambió tinder por flores

fresas por siliconas, 

certezas por rumores

y canciones ramplonas.

 

Un sin fin de idioteces 

y malas decisiones.

Varios ruidos sin nueces

y muchas decepciones.


Isabel Salas

martes, 1 de octubre de 2024

INSTRUCCIONES PARA MI MUERTE



Ha muerto alguien.

Se le acabó la vida, se murió como moriré yo. 
Me gustaría tener fuerzas para yo misma cerrar mis ojos por última vez. Aunque mis otros músculos ya no consigan ni respirar, espero obtener ese último triunfo.

Si no lo consigo espero que haya cerca una mano amiga que sin asco y con cariño me los cierre dulcemente. Enseguida recibir una caricia, tal vez un beso antes de que el frío me invada. Y para finalizar un paño sobre mi rostro. Un paño que impida que los que me amaron sientan el dolor de mirar mi carne vacía. No quiero que me miren sin expresión, sin poder sonreírles.

Debe ser por eso que se les tapa el rostro a los muertos, porque no soportamos mirar a quienes queremos sin poder reconocerlos. Espero que en esa hora , mis seres amados sepan cuanto los he querido y no necesiten buscar en mi cara de muerte respuestas imposibles.

Lo del paño es importante. Imagino un paño de colores, alegre y suave. Es la ultima gentileza que se hace con las personas. A veces me he preguntado si los torturadores han cubierto con un paño a sus víctimas. Si después de matar al torturado en esas cárceles políticas, alguien se acuerda de la decencia y les concede ese último pudor.
Yo, si consigo morir de muerte morida y no de muerte matada , creo que el detalle del paño está resuelto en mi caso. La caricia tal vez sea más difícil de conseguir y el beso casi imposible.

Pero como estaré muerta tal vez no importe.
Ni siquiera importa leer estas instrucciones.

Importan las sonrisas que daré hoy y mañana. 

Importan los besos que tengo en mi boca para repartir, dar y conseguir otros.

Importa despedirse aunque sea jugando.
Importa haber vivido.
Estar viviendo.
Vivir

Y sobre todo me importa dejar en mis personas amadas, la seguridad de haber sido parte de los motivos para irme feliz.


Isabel  Salas

@El canario y la máquina de coser
@ Isabel Salas