jueves, 27 de febrero de 2020

CORONAVIRUS



A aquella falsa moneda,
de la que hablaba la copla,
que de mano en mano iba,
y a quien todos repelían
de Carpi a Constantinopla,
le salió un competidor
más rechazado que ella,
pues además de infractor
que no respeta fronteras
es causante de estupor,
de miedo, de descontrol
de fiebre, tos y dolor.

Fue coronado en Wuhan,
fiscalizado en Japón, 
confinado en un crucero,
y estornudado por Juan,
escondido en un rincón.

Analizado en Seúl
y llevado por Raúl
de La Scala de Milán
hasta la bella Dezful.

Coronavirus lo llaman. 
Lo comparan al Goliat
abatido por David,
mientras derrotarlo traman.
Aunque en esta situación
para vencer al Covid,
más que honda y puntería,
necesitamos unión.

Consenso, ponderación
y evitar la tontería
de esconder la realidad
alimentar la traición,
maquillando la verdad
o atizar la algarabía
de esta gran tribulación.

Mascarillas, alcoholes,
nuevos datos, pesadillas.
Ansiedad, conspiraciones.

Perfil de los afectados,
temor por los infectados,
llanto por los fallecidos.

Miedo por el porvenir, 
tristeza por lo perdido
y esa esperanza feroz
de que el sentido común
nos haga sobrevivir
y nos ayude a entender
que somos todos hermanos
y la Tierra
es nuestro nido.

Isabel Salas






domingo, 9 de febrero de 2020

SIN TÚ


Tú y yo sin tú, 
es sólo yo.

Un yo solito
que se sienta delante de tu espacio
y no sabe que hacer.

Si decir tu nombre 
envuelto en un grito
y dejar que se arrastre despacio 
hasta donde estés.
O esperar la hora 
en que lo que siento
pare de doler.

Tú y yo sin tú
es un yo sin aire.

Tan uno, tan sin ganas, 
tan sin saber qué hablar
ni qué decir.

Tan casa sin ventanas,
tan loco por amar
tan sin saber decir adiós 
ni cómo concluir.

Y tan sin tú,
tan yo sin ti.
Tan incapaz,
tan infeliz.

Isabel Salas


lunes, 3 de febrero de 2020

A SALVO





Tenía un nombre, unos padres, un trabajo con el que ganaba su dinero y amigos, muchos amigos. bastantes libros, una casa, un coche, un par de perros y tres cajas con fotos de parientes muertos de los que nadie en la familia recordaba el nombre. No había nada extraordinario en su vida, ni en él, para quien sólo juzga las cosas por las apariencias sin mirar la esencia. 

Exactamente es eso que hacen la mayoría de las personas, quedarse con la primera impresión y pasar de largo cuando se cruzan con personas como él.  Y es gracias a eso que las personas extraordinarias pueden pasar desapercibidas para la gran masa. 

Se mantienen seguros en tanto en cuanto el rebaño ignore que existen.

Isabel Salas