Tenía un nombre,
unos padres, un trabajo con el que ganaba su dinero y amigos, muchos amigos. bastantes libros, una casa,
un coche, un par de perros y tres cajas con fotos de parientes muertos de los que nadie en la familia recordaba el nombre. No había nada extraordinario en su vida, ni en él, para quien sólo
juzga las cosas por las apariencias sin mirar la esencia.
Exactamente es eso que hacen la mayoría de las personas, quedarse con la primera impresión y pasar de largo cuando se cruzan con personas como él. Y es gracias a eso que las personas extraordinarias pueden pasar
desapercibidas para la gran masa.
Se mantienen seguros en tanto en cuanto el rebaño ignore que existen.
Isabel Salas