viernes, 25 de marzo de 2022

EFECTO DOMINÓ

Tengo tantas heridas,
tan vivas,
tan mal cerradas,
tan queriendo sangrar como si fueran nuevas,
tan inconformadas.

Tantas heridas
que aún respiran, cuando nadie las mira,
por sus agujeritos de heridas,
que son como sus bocas
por las que gritan cosas 
que me asustan.

Tantas heridas tengo, 
tantas,
dispuestas a joder, que si me empujan,
o me presionan,
o me impresionan 
me hacen contener los gritos 
que quiero gritar,
y alguna se abre,
es un desastre.

El efecto dominó
hace que se abran todas,
o la mitad,
 o algunas.

Tal vez sólo unas cuantas,
 pero eso basta
para ser una fuente de dolor infinito.
Tan inconmensurable,
tan horrible, 
que dejo de ser mujer con heridas
por segundos eternos
y soy sólo la herida,
sin mujer.

Después, con mucha calma
y la eximia pericia hija de la costumbre,
busco la aguja de coser niñas tristes
y cierro
una a una, con cariño,
esas puertas sangrantes invisibles
con un punto de cruz.

Lo coso todo.
Lo dejo todo limpio,
desinfectado,
para seguir mañana a los ojos del mundo
caminando, mirando, sonriendo,
pareciendo ante todo,
 restaurada,
curada.

Isabel Salas


jueves, 10 de marzo de 2022

LA CAMISETA





Me dijeron hace unas horas que preguntas por mí, que quieres saber como me van las cosas desde que mis cosas ya no son las tuyas ni las tuyas mías. Sé, que curioso, pasas por mi puerta conduciendo despacio, mirando de reojo a ver qué ves, si me ves o te veo. 

Lo sé sin verte porque aún te siento y sin que mis ojos lo confirmen, mi corazón sabe cuando estás rondando. Mis ojos, mi sangre y mis pulmones que se ponen pequeños y no recuerdan como se respira.

No me gusta que vengas, la verdad, prefiero saberte lejos, que pongas gasolina en alguna gasolinera lejos de mi calle, o compres tu fruta en el mercado de la plaza, pero también sé que nunca te importó demasiado lo que yo prefería y no será ahora, que después de terminar, le des valor a lo que yo quiero o dejo de querer.

Hace unos días, me arreglé para salir a la calle; tenía que comprar pan y llevarle unas medicinas a Sandra. Estaba casi abriendo la puerta cuando me vino a la cabeza la certeza total de que si la abría del todo te vería pasando, así que no la abrí, me quedé dentro, quieta, casi estatua, imaginando el trayecto de tu coche hasta que giró la esquina.

Se me quitaron las ganas de salir, y me ocupé arreglando cajones, doblando ropas y descartando prendas sin uso que iban camino de convertirse en reliquias. 

En el tercer cajón de la cómoda, justo al lado del camisón de reserva, ese que compré por si un día necesito pasar unos días en el hospital, estaba tu camiseta verde.

Allí estaba, mirándome con sus ojos de camiseta, la cabrona. 

No me gustó su mirada, no me gustó encontrarla allí y si te soy franca, tampoco me gustó nunca ese tono exacto de verde, así que dejándome llevar por la necesidad imperiosa de ejercer mi derecho a la defensa propia, la saqué del cajón ignorando sus gritos, la llevé a la cocina y encima de la encimera, con el cuidado de los rituales mágicos, la corté. 

Tardé unos minutos. 
No es fácil cortar tela vieja pero después de un rato tenía un montón de jirones verdes del mismo color que tus ojos. 

Habrá quien no lo entienda porque hay gente muy insensible para estas cosas, pero sé que también habrá quien sepa lo importante que es dejar espacio libre al lado de los camisones de reserva en los terceros cajones de las cómodas del mundo. Y si para eso hay que tomar medidas drásticas... pues se toman, como se toma tequila con limón o se desmenuzan colores de ojos o se toma la justicia de la mano cuando la pillamos desprevenida y la cortamos por lo sano.

Isabel Salas


viernes, 4 de marzo de 2022

HACIA ADENTRO


Hay miradas
que son hacia adentro.

Ausencias hay
que inundan nuestro centro.

Caricias apretadas
que abarcan, 
más que abrazan,
el vacío de afuera
y el abismo
de dentro.

Los ojos
dejan de ser ventana 
para ser muro.

Iris de porcelana
vagando sin moverse
por el vacío interno,
frío,
mío
y oscuro.

Isabel Salas


martes, 1 de marzo de 2022

MOMENTOS FUGACES




Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Cómo soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.

Como los dinosaurios, que tuvieron su tiempo, dominaron el mundo y ya se fueron. Más rápido de lo que una palomita de maíz intergaláctica hace "pop", con sus cuellos largos y sus dientes que daban miedo, sus preocupaciones y sus planes de dinosaurios. Nos dejaron sus huesos  para que pudiésemos inventar los dragones y meterlos en nuestros cuentos. Como un juego. Un guiño que dobla el tiempo y nos hace compartir una fantasía con ellos. Comparo mi vida con otras cosas que necesitan tiempo y espacio para  desarrollarse y me entra vértigo, pues no sé en que me  habré convertido cuando se termine la mía, si es que me convierto en algo.

...Si es que consigo ser algo. O apenas alguien. 

Estoy viviendo mi tiempo y ocupando un espacio. Mi tiempo de amar, de dormir, de comer, de llorar. Mi espacio en tu corazón, en tus brazos. Mi espacio interior, que es sólo mío. Mi espacio exterior, dónde invado a todos, mi espacio en la vida de los que me aman, los que piensan en mí como madre, como mujer, como hija. Tengo mi espacio de amiga. Mi espacio de amante, mi espacio en tus pensamientos, que me piensan. En tu corazón que me ama. En tu cama.

Un día juntaré todos mis momentos y todos mis espacios, haré un paquete compacto y me iré por donde vine. Más rápida que un dinosaurio. Más efímera que la explosión de una palomita de maíz. Más fugaz que tus pensamientos que me piensan y me despiensan. Me iré convertida en sombra, en juego de luces, en besos que tu mente evocará y sentirás de nuevo mi lengua fresca tocando la tuya. 

Pensé dejar unos huesos bien limpitos para que otros inventen seres mitológicos con ellos un día, en otro tiempo, pero al final me he decidido por dejar mis letras y mis palabras.

Mis cuentos y mis momentos. Contados y llorados, sudados...besados. Quién sabe un día alguien los encuentra y se ríe imaginando quien fue la estrella que escribió sobre ella misma antes de seguir su camino. Como un guiño nuevo, para seguir  jugando en otro tiempo y en otro momento.

Isabel Salas