Hay miradas
que son hacia adentro.
Ausencias hay
que inundan nuestro centro.
Caricias apretadas
que abarcan,
más que abrazan,
el vacío de afuera
y el abismo
de dentro.
Los ojos
dejan de ser ventana
para ser muro.
Iris de porcelana
vagando sin moverse
por el vacío interno,
frío,
mío
y oscuro.
Isabel Salas