miércoles, 21 de julio de 2021

SOÑAREMOS


Todo de ti me quema,
tocarte o alejarme, 
hablarte,
responderte,
ignorarte
o callarme.

Todo de ti me gusta,
mirarte o esconderme,
olerte,
conocerte,
escucharte
o admirarte.

Y por eso me escondo,
por temor a tus llamas,
y por eso te rondo
por si acaso me amas.
me miras,
o me llamas.

Y aún sabiendo que tú,
ignoras mi cariño,
y que soy un tabú
me quedaré un poquito,
cercana y en silencio,
feliz,
a tu ladito.

Después me alejaré,
seguirás tu camino.
Te irás, 
me marcharé,
buscarás tu destino.

Y los dos soñaremos
con el amor de fuego 
que pudiera haber sido.

Isabel Salas



miércoles, 7 de julio de 2021

VUELO LIBRE



Que triste debe ser vivir en modo bolero, amando sólo una vez y arrastrando orgullosamente esa maldición como un paraguas impenetrable, siempre abierto, que impide con su dulce y total renunciación que te calen las gotitas frescas de otros amores. 

Hace muchos años yo misma anduve cerquita del precipicio de los amores únicos, lloré hasta acabarse todas las lágrimas que mis ojos eran capaces de producir y después decidí que esa misma capacidad de amar seguiría intacta e inmortal porque era mía, no dependía de nadie más conservarla o cuidarla y menos aún de los hombres a los que yo pudiese llegar a amar, me correspondieran o no.

Era mi responsabilidad mantener la llama encendida y mi derecho invitar a otros a entrar en mi caverna a disfrutar del fuego eterno de la hoguera entrañable y así ha sido y así sigue siendo. Otros amores vinieron después de aquel y cada uno de ellos ha dejado marcas indelebles en mi sonrisa y en el brillo de mis ojos. 

Me gusta caminar así por la vida, sin paraguas y sin dudar de mi capacidad de volver a enamorarme, incluso cuando no me retribuyen el amor, me siento afortunada de poder reconocer las maripositas que nos vuelan por dentro ante la cercanía de los seres amados. Algunas llevan tantos años conmigo que hasta las conozco por el nombre, me sonríen y a veces, nos sentamos juntas a respirar rayitos de sol.

Hace unos días llegaron unas nuevas, se mezclaron con las de siempre y ya se han instalado. Parece que llegaron directamente desde un corazón clausurado que decidió cerrarse por derribo tras un desengaño. Estaban asustadas y tristes, pero ya están mejor, felices de haber llegado hasta mí, ansiosas por alborotarse cuando dentro de unos días llegue nuestro primer beso.

Yo también estoy un poquito impaciente, siempre lo fui,  me cuesta esperar cualquier cosa que deseo y los años no me han servido de mucho para mejorar en ese punto. Mientras llega el momento, admiraré  el vuelo incansable de mis mariposas, sus piruetas, los pasos de baile que parecen dar cuando varias de ellas se enredan en alguna coreografía improvisada o cuando se elevan  por encima del bien y del mal y se dejan caer como flechas de colores al encuentro del blanco perfecto, en caída libre.

Así es como más me gustan, saltando en vuelo libre, como lo hago yo, como lo hice tantas veces y como lo volveré a hacer cuando llegue el momento de abrazarme a tu abrazo.

Isabel Salas








domingo, 4 de julio de 2021

DOLORES


Dolores Castillo siempre tuvo una relación extraña con su propio nombre. Por un lado, era el nombre heredado de su querida abuela materna, y eso la llenaba de orgullo delante de las otras nietas, pero por otro, detestaba la cara de extrañeza de los amigos extranjeros cuando comprendían el significado de la palabra y ella tenía que aclarar que en España, a las niñas, se les ponen esos nombres tan chocantes sin que nadie lo impida ni salga en su defensa.

En centenas de circunstancias diferentes había tenido que explicar que es costumbre, que como lo de los toros, es tradición y no se cuestiona, que son nombres de toda la vida y además, añadía, a las Dolores se las puede llamar Lola que es menos tétrico, o Lolita, que es mucho más sexy y evoca cinematográficamente esa imagen de puta jovencita con labios sensuales y pelo largo. Pero que ella, finalizaba, nunca quiso llamarse Lola ni Lolita. 

Nuestra Dolores había decidido asumir el nombre y vestirlo con gallarda entereza, sin paliativos ni eufemismos, incluso podríamos decir que con una cierta dosis de amnesia y se negó a admitir que podría venir acompañado de una especie de profecía negra de la que le sería imposible huir.

La vida le demostró lo contrario.

No había manera de escapar a la sucesión de desdichas que siempre la acompañaba. Sus ojos se fueron pareciendo cada vez más a los de su abuela, ojerosos y tristes. Lloró lágrimas de amor, de desconsuelo, de carencias materiales y de todo cuanto pueda explicar un llanto amargo  e interminable.

Tras varias relaciones rotas sufriendo malos tratos y tristezas varias, se conformó con una vida sin pareja y decidió ser madre soltera, entre otras cosas para prevenir un litigio por custodia o cualquier desgracia de las que las separaciones les traían a sus amigas mejor bautizadas.

Después de cuarenta horas de parto tuvo una hermosa niña. Estaba agotada, realmente exhausta y al mismo tiempo, feliz como desde hacía años no se sentía. Cuando el médico le preguntó como iba a llamarse la nena, se sintió renovada y cercana a aquella niña valiente que un día ella misma había sido, la que se negó a aceptar la maldición del nombre y nunca quiso ser la "lolita" de nadie. Sin dudarlo un segundo, inspirada por esa rebeldía que siempre la hizo desafiar al destino respondió: Orgasmos Castillo.

Sin perder la sonrisa y el brillo renacido en sus ojos tomó a su bebé en brazos y la acunó con ternura.

- Tú si vas a divertirte hija mía.

Isabel Salas

jueves, 1 de julio de 2021

AGRESIÓN


Mis maneras se tienen que vestir de Domingo para disfrazar el miedo porque es la única manera que conocen de sobrevivir. 

Tal vez, mi memoria aún cree en el agua bendita y en sus ilimitados poderes de protección y,  por eso, cuando tengo mucho miedo y siento que nada puedo hacer para evitar los golpes, mi corazón invoca la imagen y el olor de una piedra de pila bautismal. Se encarama hasta el borde frío y mira adentro calculando la temperatura del agua y la distancia del salto, casi siempre proporcional al volumen de los gritos que me asustan o a la arista de las palabras con que intentan herirme. Después se lanza a nadar en ese líquido, perfumado con la santidad de todos los ángeles, mientras mis ojos adoptan su mirada nublada de Día Sagrado para observar los ojos que me asustan, a través del velo protector del acuario bendito.

Mi boca, mis gestos, mi sudor y el temblor de mi sangre se disfrazan con su vestimenta más dominguera y yo me concentro en ese aroma de piedra mojada, que me recuerda el de las lágrimas que intento tragar. 

Sal, sangre y silencio. El dolor que mis propias uñas producen en las palmas de mis manos para que yo me pueda concentrar en un dolor físico que me distraiga del otro, se va haciendo cada vez más  fuerte, deja de ser incorpóreo y se materializa poco a poco en una piedrecita que guardo en secreto entre los pliegues de mi alma hasta que el temporal pasa.

Los gritos cesan, la agresión termina, quien me estaba torturando se aleja, y entonces, con cuidado, saco mi piedra, estudio su color, admiro su suavidad, envidio su belleza, bendigo a Rubén Darío aunque sé que no era un gran admirador de las mujeres que escribían, (no soy rencorosa), y dejo de temblar.

Mi corazón se aleja de la pila y regresa a mi pecho. Me acerco entonces, al estanque de peces de colores que mantengo escondido en mi jardín secreto. Allí podría gritar, llorar, desesperarme, levantar mi puño al cielo sin que nadie lo impidiera ni temor a represalias, pero no quiero asustar a mis  peces.

Con dulzura me acerco al borde y suavemente, con extrema delicadeza, dejo caer mi nueva piedra. Se junta, así, a tantas otras que, desde el fondo, sonriendo, acompañan la bellísima coreografía de mis amigos de colores.

Isabel Salas