sábado, 31 de octubre de 2020

CARDIOCONTRATO

Yo no firmé ningún contrato,

francés, social,

español ni global.


No prometí jamás

obedecer cualquier mandato

papal, imperativo ni legal.


Nunca acepté, sumisa,

que ninguna justicia decidiera 

estimulada por falaz premisa

o disfrazada de letal niñera 

quién velará el descanso de mi hija.

 

Aclaremos, 

de forma bien concisa,

que desde el mismo instante en que naciera,

es carne de mi carne 

y pez de mi pecera.


No hay nadie autorizado  a decidir

en este mundo cruel, por ella ni por mí

cómo, cuándo, por qué

dónde, cuánto o con quién, 

ha de vivir, puede dormir

qué canciones cantar,

que libros estudiar

qué series ver

ni cuál idioma deberá elegir

para hablar con su gata

cantar, enamorar,

hacer listas de compras 

o soñar,


El único contrato que entendemos

es el amor que ambas nos tenemos,

y la jurisdicción  que respetamos

se ciñe a la cardíaca región

que palpita al unísono en las dos.


Músculo hueco de vital función

al que todos llamamos corazón.


Isabel Salas