viernes, 10 de julio de 2020

DESDE LA LUNA



Que cansados deben de estar los de la luna de mirar la muralla china, o los plásticos de Almería (que ahora se llaman mar) o cualquier cosa de esas que dicen que se ven desde allí. Que lo mismo es mentira, como casi todo lo que nos cuentan de la luna y de otros asuntos menos lunares y tal vez es sólo un deseo perverfantil de presumir de que tenemos "algo"  más grande que los demás.  

A lo mejor cada país se saca un monumento, o lo que sea,  de la manga para poner ese ejemplo ridículo y dejarnos a los demás avergonzados porque nuestra pirámide o nuestro obelisco fálico, no alcanza esas magnitudes cosmológicas que permiten a los que van a la luna (si es que van) deleitarse admirando el tremendo murallón de la dinastía Qin o algo de parecido porte.

Yo también estoy cansada, no de la muralla china ni de ir a la Luna, lo mío es un cansancio más casero y menos interestelar. Un cansancio muy de andar por casa, muy (digamos) básico. Nacido del hastío que me provoca ver la cantidad de imbéciles que detecto, sin moverme del planeta, a plena luz del día o incluso de la noche. Esto es posible gracias a que algunos de estos miles de gilipollas brillan en lo oscuro como esos muñequitos de plástico que tanto me gustaban de niña.

Mi cansancio, a ratos,  lo abarca todo. Desde la agenda del nuevo orden mundial (que también se ve desde la luna) hasta esos abrelatas modernos que no sé usar pero me encanta comprar para  buscar el tutorial y tratar de abrir una lata de palmitos siguiendo unas instrucciones que no funcionan porque ese artefacto lo diseñó el diablo cuando se cansó de cargar pistolas.

Es decir, un cansancio universal, sin esperanza, de conductor que está derrapando en la curva y desiste de intentar enderezar el coche porque ya no hay remedio, el desastre es inminente y la muerte te espera vestida de novia. Un agotamiento espiritual que huele a sacristía y deja en la boca un gusto raro de caucho recalentado.

Cansancio de encontrar los poemas condecorados en los concursos literarios, llenos de palabras que hacen referencia a personajes míticos y tanto ayudan a que sus autores parezcan tan eruditos y premiables. Agotada de tener que poner cara de ajedrez, de póquer, de parchís, de corrección política, de yo no fui, ni soy, ni seré y de despedirme atentamente o sentarme en un rincón a mirar con curiosidad científica mis uñas hasta que la muerte me separe y me salve.

Cansada de los monosílabos, que  no se acentúen a veces y otras sí y de que las sartenes baratas arruinen mis tortillas. De los reyes del mundo y de las princesas del inframundo. De la humedad, del calor excesivo, del frío extremo, de las políticas de Monsanto, de los que dicen que los extranjeros violan más que los nacionales y se quedan tan tranquilos como si la estupidez fuera un derecho de cuna y no el resultado de la degeneración.

Un cansancio, en fin, que se vería desde la luna si alguien tuviera la gentileza de ir hasta allá y mirar hacia el lado correcto.

Isabel Salas












martes, 7 de julio de 2020

MIS LIBROS


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jueves, 11 de junio de 2020

MI ENEMIGO

  
Hay golpes secos 
que me hieren la carne
y otros mojados
que me ahogan el alma.

Gritos de guerra
rugidos de pelea
que me roban la calma.

Causas para empezar
y falta de razones,
 por mucho que las busques,
para agredir
o para golpear.

Ausencia de motivos hay, 
para seguir,
el bucle destructivo
que sin motivación,
no permite entender,
como el supuesto amor
ha llegado a este punto
de destrucción.

Hay horas de terror
para esconderme, asustada,
dentro de mí, 
en mis propias entrañas,
lejos del sol
que sirven de casita
de caracol.

Y otras de regresar, 
desde el fondo del pozo,
para tratar de nuevo
de comenzar

Minutos que se alargan
esperando que escampen
la tormenta de puños
las frases de puñal
y el huracán de sustos.

Y se acabe por fin,
la pesadilla,
y pares.

Y el silencio retorne
acallando tu ira
para poder
aceptar tus disculpas.

Volver a pretender que te creo,
fingir que sé, 
 que lo lamentas
y de nuevo mentirme,
por no sentirme
la mujer mal amada
la que no supo ser protegida
y merecía
ser respetada.

Salir contigo
pasear de tu brazo
sonreír al andar
 mientras camino
lado a lado,
a la sombra,
de mi enemigo.

Isabel Salas




miércoles, 3 de junio de 2020

TU TOCAR


Todavía me cuesta entender, después de tantos años, el poder que tu piel tenía sobre la mía. Otras manos me han tocado, por encima o por debajo de la ropa, pero ninguna ha sabido tocarme como tú lo hacías. 

Aquel tocar que era palpar y tomar, acariciar y prender, atizar, despertar y explotar.

Aquel tocar que era mucho más que hacer contacto. 
Tu tocar.
Tu tocarme.

Aún puedo sentirlo en momentos como éste, cuando de pronto, yo misma me toco al arreglarme el pelo o acomodarme la ropa y algo me eriza la piel.

Mi corazón susurra tu nombre secreto y recuerdo cuando me decías que después de tanto tiempo tiempo tocándome, tocarme era tocarte a ti mismo. Me explicabas que ya no sentías aquella electricidad del inicio y, sin embargo, al no sentir diferencia entre tocar tu pierna o la mía eso me hacía más tuya.

Más tú.

Nunca lo entendí.

Hasta ahora, lejos en el tiempo, cuando me toco como  tú lo hacías, sin intención, sin pretender nada, como quien toca lo suyo, y cada célula te siente cerquita pues era así que me tocabas.

Como  tocamos nuestro propio cuerpo.

Pongo aquellas canciones que cantábamos en el coche y pienso en lo mucho que te quise sin saber muy bien, si aún te quiero.

Si aún me quieres.

Si has vuelto a tocar a alguien así.


Isabel Salas

jueves, 28 de mayo de 2020

AMOR-DAZADOS


En esta nueva realidad precaria,
en la que amordazados convivimos,
amamos, estudiamos y reñimos
perfumados con agua sanitaria.

Nuestra nueva consigna doctrinaria
es respetar las normas que cumplimos,
ciega obediencia con que repetimos
consignas de eficiencia lapidaria.

Los niños y las niñas son vectores
difusores de un virus con corona
que mata sin piedad a los mayores.

Mientras la gente (en casa) reflexiona
las máscaras se visten de colores
y el número de muertos conmociona.

Isabel Salas

miércoles, 13 de mayo de 2020

UN HOMBRE COMO TÚ


Un hombre caminaba despacito. Sin edad, sin prisa, sin destino ni objetivo. Iba pensando en sus cosas, sus cuentas, su auto, su corazón. Era un hombre deseoso, lleno de deseos sencillos. Deseaba dormir abrazado, deseaba una sonrisa al llegar a casa, un abrazo, un cómo estás. Un domingo feliz. 

Era un hombre cuidadoso. Cuidaba de su familia, de su casa, de su auto, de su perro. Cuidaba de sus cuentas, de sus deseos, cuidadosamente amarrados. Era un hombre con tiempo, tiempo para su trabajo, tiempo para su familia, tiempo para todos. Mucho tiempo. Tiempo para anhelar.


Era un hombre triste, triste con sus cosas, triste con su llegada a casa. Con sus domingos vacíos. Con una cama triste sin abrazos, un triste auto y su perro triste. Su triste edad, sus cuentas tristes y su triste corazón.


Era un hombre como tantos. Un hombre como mi vecino, como mi padre.Como tú, como tantos hombres tristes, que pasean despacio sus deseos sencillos, sin edad y sin prisa.


Isabel Salas










viernes, 8 de mayo de 2020

RAZONES DE SOBRA



Él, le explicó quinientas veces las mil razones por las que no podía amarla y Marta, lo comprendió. Cuando ella se alejó de él sin dar ninguna razón, Diego no lo entendió.

Parece que ninguna de sus mil razones lo convenció.

Isabel Salas

domingo, 3 de mayo de 2020

TRAICIÓN


En el colegio aprendí, asépticamente, que el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid fue el resultado de una acumulación de tensiones políticas y sociales derivadas de la ocupación francesa en España, que había comenzado en 1807 con el Tratado de Fontainebleau. Este tratado permitía a las tropas de Napoleón Bonaparte atravesar el territorio español para invadir Portugal, aliado de Gran Bretaña. Sin embargo, el verdadero plan de Napoleón era controlar toda la Península Ibérica y nuestras autoridades, obviamente, o se hicieron las tontas o lo eran o tal vez unas traidoras como tantas que a lo largo de la historia han permitido invasiones en su tierra por intereses contrarios a los del pueblo.

Resumiendo, para quien no tenga fresca la historieta, la crisis política que se vivía  en España en aquellos días, se profundizó cuando el rey Carlos IV abdicó en su hijo, Fernando VII, tras el Motín de Aranjuez en marzo de 1808. Pese al cambio de monarca, Napoleón ya había comenzado a imponer su influencia en el país y convocó a ambos reyes a Bayona, donde forzó sus abdicaciones en favor de su hermano José Bonaparte.

Mientras tanto, en Madrid, el repudio popular contra la presencia de las tropas francesas aumentaba. El 2 de mayo de 1808, al enterarse de que el infante Francisco de Paula, último miembro de la familia real que quedaba en la capital, iba a ser trasladado a Francia, los madrileños se congregaron frente al Palacio Real. Al grito de "¡Traición!" se desató una revuelta espontánea, en la que civiles, armados con lo que tenían a mano, se enfrentaron a las tropas francesas.

Hasta que punto esta gente se levantó espontáneamente o fueron atizados por otros, eso no lo sé. Lo que sí parece seguro y contrastable es que general Joachim Murat, comandante de las tropas francesas, respondió con una represión brutal. La resistencia popular fue sofocada en pocas horas, y al día siguiente, el 3 de mayo, se ordenaron fusilamientos masivos, inmortalizados por Francisco de Goya en su célebre cuadro "Los fusilamientos del 3 de mayo". Un cuadro que desde que yo era chica siempre me puso los pelos del alma de punta. Intentando adivinar los nombres de esos hombres, tratando de imaginar que gritaron mientras los empujaban para matarlos y otros detalles que mi mente de niña quería adivinar entre miedo y reverencia.

Desafortunadamente, en las fuentes históricas disponibles no especifican la edad ni los nombres exactos de la mayoría de los fusilados de aquellos días en Madrid, aunque todos son recordados como símbolos de la resistencia de los españoles a la ocupación francesa y si indignación a la traición de los reyes.

Eran  civiles o militares como los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, que lucharon en el parque de artillería de Monteleón. Entre ellos, los más conocidos son los cuarenta y cuatro condenados que fueron ejecutados en la madrugada del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío, en la escena  inmortalizada en el cuadro  de Goya.

De estos, se han identificado algunos nombres a través de investigaciones históricas, como la del historiador Luis Miguel Aparisi, quien confirmó diez de las víctimas. Entre los fusilados está Francisco Gallego y Dávila, un sacerdote que aparece también representado en el cuadro.  Otros nombres son los de Anselmo Ramírez de Arellano, funcionario de Hacienda, José Reyes, Antonio Méndez y Manuel Rubio, albañiles que lucharon desde su andamio y los de Juan Antonio Serapio y Antonio Martínez.

El resto de los fusilados siguen siendo anónimos, aunque la investigación histórica continúa. Sus cuerpos fueron abandonados por orden de Murat y luego enterrados de manera clandestina en el cementerio de la Florida. Conocemos algunos de sus rostros e ignoramos los nombres de casi todos. Todos ellos, con su acto de extremo heroísmo, marcaron el inicio de la Guerra de Independencia Española contra los franceses, que duraría hasta 1814.

Me pregunto qué pasaría si España fuera invadida de nuevo. Si de nuevo las autoridades nos traicionasen, qué sucedería. No haría falta un pintor para inmortalizar nada porque hoy todos tienen teléfonos móviles y la gente lo graba todo, sin embargo valientes que estén dispuestos a resistir una invasión siempre hacen falta. Seguimos teniendo sacerdotes, albañiles y empleados de hacienda, pero ¿tendríamos hoy el mismo valor y determinación que aquellos héroes anónimos del 2 de mayo para levantarnos ante una injusticia o traición similar?

 

Isabel Salas