En esta nueva realidad precaria,
en la que amordazados convivimos,
amamos, estudiamos y reñimos
perfumados con agua sanitaria.
Nuestra nueva consigna doctrinaria
es respetar las normas que cumplimos,
ciega obediencia con que repetimos
consignas de eficiencia lapidaria.
Los niños y las niñas son vectores
difusores de un virus con corona
que mata sin piedad a los mayores.
Mientras la gente (en casa) reflexiona
las máscaras se visten de colores
y el número de muertos conmociona.
Isabel Salas