miércoles, 4 de febrero de 2015

MI AMOR POR LOS DICCIONARIOS


En casa de mis padres había un DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ABREVIADO, con siete tomos de diez cm de ancho cada uno y sus dos apéndices.

Con dos cojones.

El sentido del humor de ESPASA-CALPE me marcó para siempre y muchas veces lo incorporé en momentos de crisis, como aquella vez que tuve una bronca con un novio peruano y después de estar gritándole casi dos horas, él me preguntó si ya había terminado, si estaba más tranquilita. Y le dije que sí, que mucho más y que podía darle gracias a Dios porque había usado para putearlo la versión abreviada del Espasa.

Los libros eran azules, pesados, con papel finito de ese de biblias y el lomo negro con adornos dorados que le daban un aire solemne de libro importante lleno de verdades.

Me encantaba hojearlo y ojearlo. Sentir sus hojas suaves con las yemas de mis dedos chicos. Cerraba mis párpados y jugaba a deslizar mi dedo índice por cualquier página, parándolo de pronto encima de cualquier cosa, abría los ojos  y entonces con precisión litúrgica, de esa que sólo los arzobispos y los niños saben imprimirle a cualquier gesto bobo, leía la definición.

Cosas de niños.
Jugar al diccionario.

Jugaba a desgastar mi digital paseando por Rusia, arrastrándola como un dedito transiberiano lleno de deportados, imaginando que un día si la policía me fichaba se admiraría por mi ausencia de huella, sin sospechar jamás que la perdí en un diccionario. 

Deslizaba mis ojos por aquellas ilustraciones en blanco y negro, por tantos pie de foto, por tantas descripciones de personas y lugares, tantísimas palabras,  tantas definiciones, abreviadas o no, que al final fue inevitable que nos encariñásemos mi Espasa y yo.

Allí aprendí la diferencia entre cíclope y clítoris, zutana y sotana, leí todos los sinónimos de fornicar y comprendí que Ansiedad, aunque también es sustantivo femenino singular, como Piedad y Soledad, no sirve para bautizar mujeres debido a  sus especiales singularidades.

Una vez, alguien se rió de mí cuando en la lista de los diez libros que más me habían marcado, yo incluí los siete tomos uno a uno. No dije nada de los apéndices para dejar sitio a otros tres libros normales.

Me jodió aquella burla, no tanto porque insinuaron que yo era tonta, más bien por el desprecio con que trataron a mis siete tomos de lomos dorados. 

De aquel cenutrio que se rió de ellos,  no recuerdo ni el nombre, la verdad.

Los otros tres, que completan la lista del TOP DIEZ de libros más amados, han cambiado con los años. Conforme he ido madurando,  han evolucionado mis gustos literarios, pero mi Espasa-Calpe S.A. completo y del tirón, sigue conservando el primer lugar en mi corazón, por orden alfabético y dentro de un pareado como acabáis de ver.

Por cierto, cenutrio significa hombre lerdo, zoquete o estúpido. Que yo sepa no existe la versión femenina del insulto, aunque también existen mujeres lerdas y estúpidas  hay que definirlas usando otras palabras.

Para eso sirven los diccionarios, para insultar con propiedad, para comprender lo que leemos, entender el mundo y ser más feliz o no.

Isabel Salas