Al final del final de la tarde,
llega la noche,
la negra noche llega,
y mi piel arde.
Arde de ardor de ganas de que llegues,
de ganas de ganarte,
de tenerte,
como un premio de tómbola.
De enredarte
en mis manos y en mi pelo,
de sentir tu lengua dentro de mi boca
como un caramelo.
De contarte secretos
de adivinarte gustos
y darte tres mil besos
que borren tus disgustos.
La noche en carne viva
que se pone bonita,
que se pone bonita,
que se viste de estrellas,
de caracolas,
de lava de volcán,
de trigo y amapolas.
Mi preferida hora,
la que te trae a mí y te deja ser mío
hasta la aurora.
Isabel Salas