lunes, 1 de febrero de 2021

SILENCIO



Deja de doler como una flor que agota su perfume y ya no huele a nada, sin alardes, sin ruidos, sin gritar que se acaba, sin llamar la atención. 

Así es el amor cuando se acaba, silencioso. 

El mío, al menos, es así, mientras ama y respira, canta, sueña en voz alta, piensa en poesías, pide atención y versos. Usa el pasado como escalera para alcanzar lo nuevo que aparece y tiene la mirada perdida en el futuro, en los planes de hacer el resto del camino juntos, en el propio camino y en los ojos que evitan que busque en otros ojos. 

Después, cuando lo están matando, se defiende, suplica, grita lo que siente, y llora. Se aleja, vuelve, se vuelve a ir, y de nuevo regresa pidiendo explicaciones, se desborda de todas las maneras, insulta, empuja y vuelve a regresar, sin miedo, sin vergüenza, sin pensar en mañana ni en ayer, sólo en los golpes que recibe y que no entiende. 

Ese proceso dura lo que dura, sin leyes que decidan lo que un amor puede sobrevivir y resistir o persistir. Y duele tanto. Duele tanto todo, que deseas que acabe como sea. Reúnes las fuerzas que le quedan a tu amor que agoniza y te acercas de nuevo a encajar nuevos golpes deseando que alguno sea fuerte y letal, definitivo, resolutivo, eficaz y mortal, y por fin, uno, cumple los requisitos y termina el trabajo. Y ni lo notas.

Tardas un tiempo en reaccionar y comprender que estás queriendo que camine un cadáver y el muerto no respira. Por asegurarte pones un espejito delante de la boca de la flor de tu amor y compruebas feliz que no hay aroma. 

Las flores muertas no perfuman el aire, ni lloran, ni padecen. El silencio es total. 

No hay nada más callado que una flor sin perfume. 

O tal vez sí, una mujer callada. 

Del libro TE CONTENGO
Isabel Salas

sábado, 16 de enero de 2021

BREVERÍA - JUSTICIA-


La vida suele, al final,
de una manera ejemplar
premiar al que más sufrió 
 y joder a quien jodió.

Isabel Salas


.

miércoles, 13 de enero de 2021

¿SOBERANÍA O AUTONOMÍA?

 

Aunque Soberanía y Autonomía son dos conceptos que en ciertos contextos casi se usan como sinónimos me ha parecido interesante analizarlos con más profundidad. La diferencia entre soberanía y autonomía no solo radica en su etimología, sino también en su significado práctico. Comprender esta distinción es crucial, especialmente cuando se analiza el propósito y la naturaleza de los llamados "movimientos de soberanía". 

Veamos primero la etimología y significado de "Soberanía: su origen es el latin, superanus, que significa "superior" o "por encima". Por tanto la soberanía implica tener autoridad suprema o el poder de regir sobre otros. Un soberano no busca manejarse solo, sino que asume la capacidad de decidir cómo deben comportarse los demás. Históricamente hemos visto cómo cualquier  rey soberano dictaba las reglas para sus súbditos, estableciendo su criterio como la norma a seguir.

En un contexto político más moderno, la soberanía a menudo está asociada con los estados-nación y su capacidad de gobernarse sin interferencias externas, regulando tanto su propio comportamiento como el de quienes están bajo su dominio, que al final somos los ciudadanos o súbditos del estado como antes éramos los súbditos del rey, osea, estamos sometidos, aunque a día de hoy ese sometimiento se justifique desde la democracia con el voto que legitima a los legisladores.

A diferencia de soberanía, la palabra autonomía proviene del griego autonomos (autos = "uno mismo" y nomos = "ley"), que significa literalmente "darse a sí mismo la ley". Por lo tanto,  la autonomía se refiere a la capacidad de una persona o entidad para regirse únicamente por sus propias normas, sin intervención externa, persona autónoma no busca imponer sus reglas a otros, sino simplemente vivir según sus propias normas.

La autonomía no solo implica independencia de control externo, sino también una responsabilidad inherente: quien es autónomo asume las consecuencias de sus decisiones y vive en coherencia con ellas. Esto es lo que más se parece al libre albedrío otorgado por nuestro Creador.

La autonomía se enfoca en la independencia personal, en el deseo de manejarse solo sin depender de otros, a diferencia de la soberanía implica la autoridad sobre otros. En esencia, la autonomía es un acto de independencia personal y responsabilidad, mientras que la soberanía es un acto de dominio y autoridad.

Muchos movimientos que se autodenominan "de soberanía" en realidad buscan desvincularse de sistemas externos para vivir bajo sus propias normas. Sin embargo, este objetivo, según lo que he ido analizando,  estaría más alineado con el concepto de autonomía que con el de soberanía. Si el propósito es desvincularse de un sistema y regirse según las propias reglas, lo correcto sería hablar de movimientos de autonomía ya que la soberanía, implicaría querer imponer un  criterio propio sobre otros, algo que generalmente no forma parte del objetivo de estos movimientos y que es lo que hacen los estados soberanos: imponer sus determinaciones a los hombres. 

Por otro lado, desde una perspectiva espiritual, la soberanía absoluta pertenece únicamente al Creador. Los movimientos que buscan autonomía están reclamando su libertad para obedecer lo que consideran principios superiores, no para gobernar sobre otros. El término "soberanía" suele asociarse con gobernantes, naciones o estados, lo que puede llevar a una interpretación incorrecta de los fines de estos movimientos, haciéndolos parecer autoritarios en lugar de independientes.

Para reflejar con mayor precisión el propósito de estos movimientos, tal vez sería mejor utilizar términos que destaquen su deseo de independencia personal bajo principios trascendentales, sin confundirlo con autoridad ni imposiciones sobre otros.

Algunas alternativas podrían ser, movimientos de autonomía ética, de libertad consciente o de autogobierno responsable por poner algunos ejemplos. Lo más relevante de esta reflexión es resaltar que soberanía y autonomía son conceptos distintos que no deben usarse como sinónimos. Llamar "movimientos de soberanía" a iniciativas que buscan independencia personal frente a sistemas externos puede ser un error conceptual. 

Por lo tanto, me despido con una reflexión: para movimientos que buscan desvincularse de un sistema y vivir bajo sus propias reglas, tal vez el término más adecuado no sería "movimiento de soberanía".

 

:: Isabel Ifei ::

sábado, 9 de enero de 2021

LA LUNA Y EL CANARIO


Un poquito de humor
para no caer
en el desconsuelo,
ni en la desesperación  
ni al suelo.

Y un tantito de amor
que nos haga volar,
lo suficiente para creer 
que podemos sanar.

Lo bastante para crecer,
o criar a los hijos,
y crear los poemas que han de morir,
un día,
hayan vivido o no,
como tú
muriendo a cada rato
o como yo.

Jugar a hacer ruidito de rana,
curando heriditas
que sanen mañana.

 Conseguir ser capaz
las veces que haga falta
para lograr
ganar una medalla por tenaz.

Mirar los ojos
que nos miran sin miedo
y aprender a olvidar las traiciones de otros 
que sin dudarlo, 
nos hicieron llorar.

Ser pajarito,
sonreírle a la luna,
comerse el desespero,
tragarse el grito.

Ser agua de laguna,
o gota de rocío
y siempre siempre 
afinar,
para al final,
cantar bonito.


Isabel Salas

Del libro

TE CONTENGO





miércoles, 6 de enero de 2021

LA SELECCIONADORA




La profesora Hergueta aguarda en el pasillo a que la directora la atienda. El primer botón de la camisa abrochado, el pelo impecable, la ropa impoluta y el gesto adusto. Prefiere permanecer de pie aunque sabe que tal vez tenga que aguardar más de treinta minutos. Esperar en pie con los zapatos de tacón brillantes siempre le produce un cierto placer. Procura mantenerse lo más quieta posible, reparte el peso equitativamente entre ambas piernas y disfruta el dolor en las plantas de los pies y en los talones, que dicha posición le produce al cabo de pocos minutos. Por eso siempre llega antes de los horarios marcados.

Lleva en la mano  derecha un abultado sobre verdoso con las fichas completas de los alumnos seleccionados. Esta vez son quince, hay más niños que niñas, en otras ocasiones sucede a la inversa, pero ese es un detalle sin trascendencia ante lo que verdaderamente importa,  que es la calidad de los alumnos seleccionados y la veracidad de los datos aportados.

Todos los alumnos de la lista han sido cuidadosamente escogidos por ella durante dos agotadores años. El papel de la directora será mucho más sencillo, una vez que Hergueta le entregue el sobre, ella sólo deberá encaminarlo a la Secretaría Regional de Educación. Desconoce  cual es el criterio usado por la profesora Hergueta para seleccionar a unos alumnos y no a otros, y tampoco sabe exactamente para qué son elegidos.

Normalmente, cada dos o tres años recibe una llamada del Ministerio anticipándole que la Seleccionadora asignada a su centro le entregará un sobre verde en los próximos días, para lo cual debe marcar una cita.

Ignora que los alumnos y alumnas cuyos nombres aparecen en la selección que le van a entregar en pocos minutos, irán siendo eliminados a lo largo de los próximos años y todos ellos estarán muertos antes de cumplir los veinte. Fallecerán en diferentes accidentes, adolecerán inesperadamente de enfermedades raras e incurables, sufrirán infecciones comunes que se complicarán de forma inesperada o se suicidarán. Tampoco sabe que tras la puerta de su despacho, Hergueta acaba de sacar otro sobre del bolsillo interno de su chaqueta. Es un sobre mucho menor, negro, lacrado con varios sellos que garanticen su inviolabilidad. Dentro solo hay un nombre. Raramente los Seleccionadores entregan un sobre de estas características a los directores de los centros educativos donde están asignados. De hecho muchos directores nunca han visto ninguno, saben que existen pero se jubilan sin haber visto ninguno.

A lo largo de su dilatada trayectoria profesional de treinta años, es la segunda vez que Hergueta selecciona un alumno o alumna cuyo nombre termine en el sobre negro. Por tanto, a pesar de su carácter frío y sus emociones perfectamente controladas,  no consigue evitar que sus dedos tiemblen casi imperceptiblemente mientras comprueba por enésima vez la perfecta apariencia de los sellos y la opacidad del papel empleado. Todo impecable. Nadie podrá leer el nombre de la chica seleccionada hasta dentro de unas semanas en el Comité Nacional de seleccionadores, después de que el comité Regional lo remita para allá.

Ese día, ella  también esperará al otro lado de la puerta, y como hoy estará aguardando a que la inviten a entrar para hacer la defensa de la niña seleccionada, justificar su valía y conseguir convencer a los demás seleccionadores de que la alumna merece vivir. Martina Roché no sólo es una psicópata como los otros niños cuyos nombres y datos resguarda el sobre verde, ella es la peor de todos.

Así como un día Edurne Hergueta fue seleccionada por ser la más peligrosa sociópata de su escuela, hoy ella ha seleccionado a esa niña rara de mirada distante y gestos hoscos. Pretende pedir licencia y retirarse al Centro de Entrenamiento de donde salió hace treinta años, para educarla personalmente. Si todo sale como ella espera preparará personalmente a su sustituta. 

Hace décadas que el gobierno lleva a cabo esa discreta limpieza social de elementos potencialmente problemáticos y desde entonces han bajado considerablemente los índices de violencia y conflictos familiares o sociales.

La sociedad del siglo XXI no está dispuesta a permitir olas en sus mansa aguas y los Seleccionadores se encargan de extirpar de raíz el posible elemento perturbador. Para las personas comunes es difícil distinguir a los niños que eventualmente deben ser retirados de la sociedad, pero para Hergueta no.

Nadie reconoce a un psicópata mejor que otro psicópata.

La sociedad nunca debe sospechar que está sucediendo esta limpieza. La misión de los seleccionadores es decidir quién vive y quién muere, y entre los que deben morir, escoger al peor, al más cruel y despiadado para que viva. Por primera vez en treinta años de servicio, una pequeña lágrima pugna por nublar su mirada al imaginar el día en que otro Seleccionador guardó su propia ficha en un sobre negro como el que ella sostiene. Decididamente ha llegado la hora de retirarse.

Tendrá que usar toda su experiencia para transformar a Martina en un monstruo.


Isabel Salas

lunes, 21 de diciembre de 2020

REALIDAD



La realidad no es siempre bonita.

Demasiadas veces es fea, cruel y dolorosa y a mí me han tocado a veces realidades que no se las deseo a nadie, ni siquiera a la gente más cabrona que ha pasado por mi vida.

A menudo las cosas se complican  como consecuencia de nuestros propios errores, malas decisiones que cuando se desbocan en modo "dominó" nos sepultan bajo una cascada de catástrofes, pero otras veces son las decisiones de otros las que nos joden vivos, padres que traicionan y abandonan a nuestras madres y a nosotros de camino, maridos que vuelven a beber después de haberlo dejado supuestamente para siempre, hermanas prostitutas, sobrinos drogadictos, perros enfermos o madres incapaces que se preocupan más por inflarse las tetas con silicona que con lo que sus hijos necesitan.

Hay tantas maneras de sufrir a diferentes edades por nuestra culpa o por culpa de los demás que la lista es infinita.

No sé como podríamos evitar vivir esas experiencias o si se pueden evitar. Con el tiempo nos hacemos más cautelosos y meditamos más nuestras propias decisiones, pienso que, tal vez, si acumulamos sabiduría junto con los años podremos aprender a no ser nosotros mismos los arquitectos de nuestras desgracias.

Tal vez.

Sin embargo jamás podremos evitar que nuestra mascota enferme o que nuestro padre se vaya de putas y no regrese, especialmente cuando somos niños y ni sabemos que son putas o porqué le gustan más que nuestra madre.

Tampoco podremos evitar jamás que nuestros primos o nuestros amigos tomen decisiones equivocadas o nuestros hijos se metan en callejones oscuros sin salida. Todo eso sin que seamos malos hijos, malos hermanos, pésimos tíos o los peores padres o madres, simplemente no podemos evitar lo que otras personas deciden hacer con sus vidas aunque eso nos provoque sufrimiento y aprender a aceptarlo es muy lento y doloroso.

Ante esa realidad lo que sí cambia es como las personas se enfrentan a las circunstancias.

Veo, por un lado,  gente que se culpa a sí misma de todo,  todo el tiempo y por los siglos de los siglos. Por lo visto han leído en algún libro de auto-ayuda que todo lo que nos pasa es responsabilidad nuestra y se lo han creído. Gran error, muchas cosas no son culpa de nadie, acuérdate de los dinosaurios, les cayó el padre de todos los meteoritos encima, los mató a todos y ellos no creo que hubieran hecho nada para merecer ese destino cruel, la verdad. Esas chorradas de la auto-ayuda son a veces muy dañinas y en vez de ayudarte, terminan jodiéndote más.

Estas personas viven tristes y derrotadas, aplastadas por la culpa y siempre candidatas a las sectas, a las depresiones y a vivir tratando de dar pena

Por otro lado veo gente que intenta sobreponerse a los pesares, cogen los toros por los cuernos, por el rabo o por los huevos dependiendo de por dónde lo pueden agarrar, miran de frente lo que les cae encima y separan muy bien lo que es culpa de ellos o de alguien  y lo que es casualidad. No suelen vivir buscando culpables sino buscando soluciones, son personas con un gran sentido práctico y muchas veces hacen cosas increíblemente heroicas para salir de los agujeros donde ellos mismos se han metido o algún cabrón los ha empujado.

No es que estén siempre felices, pero saben sonreír, a pesar de los pesares, en los momentos en que buenamente se puede.

Y por otro lado hay gente también a la que observo con una mezcla de sorpresa y miedo. Son personas que para gestionar toda la realidad que no les gusta viven inventando realidades paralelas, idealizándolo  todo, sea para el lado bueno o para el malo.

Lo mismo pueden hablar con amorosa devoción del padre irresponsable que los abandonó o adoran a sus hermanos problemáticos, disculpándolos por todo como si en vez de ser canallas desalmados, cometiesen simples travesuras sin importancia, que pueden también demonizar a quien ellos consideran el perfecto buey expiatorio para cargarle todas las culpas del universo y así sentirse ellos libres de responsabilidad. 

Escogen voluntariamente vivir en el mundo de los colores inventados y nadie los baja del burro. He convivido con gente así, tanto con los que no quieren ver problemas en nada, insistiendo que son felices y afortunados "Peterpanes" sonrientes, como con los que ven problemas en todo y culpan a los demás de cada cosa errada que les sucede.

Tanto unos como otros han sido fuente de mucho sufrimiento.
Mucho.

Sigo aquí, pese a todo, y trato de aprender de todo y de todos, intento ver la realidad con los ojos bien abiertos y procuro responsabilizarme sólo de lo que honestamente creo que es culpa de mis decisiones infelices. Como dice el famoso Zombi de Pachuca, mi querido amigo Tonatiuh, qué es la vida sino la oportunidad de equivocarnos. 

Yo he metido la pata  de todas las maneras y algunas veces también, de casualidad, he acertado. Es cierto que pocas, pero sí, algunas cosas han salido bien y siempre he sido la primera sorprendida sin entender muy bien que lotería cósmica me había tocado.

Cuando otros tienen la culpa de las cosas que me hacen sufrir, lo veo claramente aunque no siempre lo disculpe y me cueste trabajo perdonar algunas cosas.

Por último entiendo que ante cosas que son inevitables no vale buscar responsabilidades sino soluciones pues los meteoritos existen y a veces nos caen encima. Es lo más difícil para mí, aceptar eso, me ha costado mucho entenderlo pero ya no tengo dudas, los meteoritos no son espejismos, son pedruscos de diferentes tamaños que caen donde les toca sin premeditación ni fatalismos.

Muchas personas me han preguntado en los últimos meses dónde busco inspiración o si lo que escribo es real y esta ha sido mi manera (rara) de responder: la realidad, tal y como yo la intento ver, es la mayor fuente de inspiración que conozco.

Basta tener el valor de mirarla de frente y saber ser honesto con uno mismo para que no nos falten el valor ni las palabras para hablar de ella, vivir en ella o escribir sobre ella.

No siempre es bonita, muchas veces es fea y debe ser eso lo que nos inspire a tratar de cambiarla. No idealizarla  ni odiarla. Luchar por cambiar nuestra propia realidad y por qué no, cambiar también la del mundo en la medida que podamos dejándolo un poco mejor de lo que lo encontramos. Así de sencillo y de ambicioso.

Así de utópico y así de posible.


Isabel Salas







sábado, 5 de diciembre de 2020

VÍNCULO MATERNO


El ligamen más puro,
el más indestructible
y potente conjuro.

Veraz e incorruptible
poderoso y tenaz
brillo sin claroscuro.

El vínculo materno,
unión imprescindible,
amor inextinguible
impoluto y eterno.

Ver brillar tu mirada
que confía en la mía,
y en perfecta armonía
servirnos de morada
descanso y alegría.

Abrazar tu manita
anidada en la mía
en plena sinfonía 
poderosa y bendita
de alma y biología.

Lazo fiel y amoroso
del nudo maternal
que nace, vive y crece
al amparo glorioso
del nexo umbilical.

Isabel Salas

martes, 1 de diciembre de 2020

MADRUGADA


Madrugada.

Nunca he sabido si a esas horas la calle está medio llena o medio vacía, casi dormida o casi despierta... si la bandera de la ciudad se está izando o si por fin, agotada, baja lenta y pringosa, buscando una cajita de madera que huela a cama limpia.

Metida en esos zapatos que se empeñan en hacer más jaleo que de costumbre, voy constatando, una vez más, como a esa hora los charcos brillan más que nunca y el gris es mucho más gris. Me acompañan a ratos algunos perros callejeros aburridos y curiosos, y me agrada esa compañía espontánea y desinteresada aunque no me siento capaz de demostrarlo para no crearles falsas expectativas a los perros sin casa.

Se mezclan varias cosas en mi mente y en mis oídos, el miedo de volver a casa sola, el disgusto  y la pena de encontrar personas durmiendo en la calle con el rostro escondido bajo cubiertas improvisadas, el eco de la charla recién compartida con conocidos, el ruido de hielo en los vasos, el portazo de miles de  casas donde nunca entraré y esa canción que no sale de mi cabeza por mucho que quiera concentrarme en lo que me rodea.

Definitivamente, las madrugadas no se hicieron para caminar sola y el paso se acelera deseoso por llegar a casa.

La luz se transforma al doblar una esquina y deja de ser cenicienta para mostrar unos tonos anaranjados que huelen a sol. Enseguida, los charcos bajan el volumen y la canción en la cabeza deja de brillar tan fuerte.

Un bulto en la acera se gira. 

Al moverse, la manta descubre unos ojos de hielo que me miran por un instante y enseguida vuelven a cerrarse con un portazo. Por un segundo creo escuchar la canción que baila en la mente de ese hombre que ya ha izado todas sus banderas y miro la botella que yace a su lado.

Completamente vacía.

Indiscutiblemente vacía.

Tan vacía como una calle de madrugada y tan llena de canciones y risas con amigos como cualquier fiesta medio llena o casi vacía.

Mi puerta se acerca. 

Tras alcanzarla y trasponerla, el portazo es inevitable pero inaudible para los charcos. Han dejado de brillar y ya no pueden escuchar puertas, taconazos ni corazones desbocados corriendo a casa asustados por la soledad de las madrugadas.

Mi cama me abraza y cierro mis ojos tratando de imaginar como se llama el hombre que me miró un segundo desde la acera. Me hubiera gustado decirle buenas noches o buenos días, pero fui cobarde.

Mi perra viene a decirme hola.

Por fin puedo acariciar algo en esta madrugada y me duermo con la mano apoyada en su cabecita negra.

En sus ojos suena mi canción.

Isabel Salas