A veces, una llamada de buenas noches se extiende y se desliza noche adentro. La aurora llega sin que el saludo se haya realizado convirtiéndolo en buenos días con olor de estrellas. Dos voces, que en lo oscuro, estiran horas, confidencias y preguntas.
Dos corazones que se reúnen sin prisa.
Dos corazones que se reúnen sin prisa.
Cuando eso pasa, los ojos se cierran, el alma se ríe y la luna comprensiva intenta demorarse, retrasa su partida para dar un tiempo extra a los dos naúfragos haciéndose cómplice de un brote de pasión.
Se convierte en barquito y le pide a los gatos que le cuenten historias de niñas que sueñan un día conocer el amor y atravesar la noche esperando un saludo: Descansa, ya es de día. Buenas noches.
Todos sonríen al cerrar los ojos, la luna, el gato, el hombre y la mujer. Todos menos la niña que los abre feliz al nuevo día después de haber soñado con amores futuros que hablan al oído la noche entera.
Isabel Salas