Podría decirte que no eres tú, que soy yo.
Decirte que
nada hay en ti que me impida quererte, que eres un hombre magnífico en
todos los sentidos y que cualquier mujer estaría orgullosa de compartir
su vida contigo. Podría decirte, incluso, que hay algo en mí que me
impide quererte, que debo ser idiota porque otra explicación no tiene
que yo deje pasar esta oportunidad de oro que la vida me regala
trayéndote hasta mí.
Podría
decirlo y parecería verdad, pero una verdad hueca, simplemente una
cascarita de verdad, frágil y llena de eco, pues la verdad maciza es que yo
no tengo la culpa de no amarte y no sé por qué no puedo decirte que
simplemente no te quiero sin temor, a que con más de cuarenta años,
reacciones como un niño llorón y trates de hacer que yo me sienta mal
por herir tus sentimientos.
Creo que si aún no aprendiste a gestionar la realidad tienes un gran
problema y se nota de lejos que estás acostumbrado a que tu mamaita y
tus ex novias te adornen las verdades para que no sufra ese corazoncillo
blandengue que tienes. Ese músculo tan
poco apto para ir por el mundo como va un adulto, enfrentando las
contrariedades de la vida sin hacer pucheros y sin poner cara de niño
abandonado imitador del gato de Shrek.
Si
yo fuera una ONG para pretendientes descartados te diría todo eso, y juraría que la culpa no es tuya, pero
como no lo soy, he decidido decirte la verdad y que es mejor que
sufras del tirón todo el dolor de verte rechazado en un instante a que
yo tenga que estar fingiendo que te quiero el resto del verano mientras
sufro yo por tener que aguantarte.
Mejor
dejarlo ahora que como aquel que dice acabamos de llegar y aún tenemos
tiempo de pasar el resto de las vacaciones con alguien con quien
tengamos más afinidades.
Tú búscate una Disney girl que necesite que le hablen de amor antes de
meterse en una cama para no sentirse una perdida con las culpabilidades
consabidas, que a mí me duele la cabeza de escuchar tus tonterías románticas y empalagosas cuando
los dos sabemos que dentro de unos meses ni sabremos quien somos, ni de
donde venimos ni adónde vamos.
Esas dudas eternas que inventaron los
griegos y así nos va.
Yo me buscaré un hombre que hable menos y haga más, menos llorón, más risueño y sobre todo que me guste y me deje loca. pero no loca por correr en dirección contraria como me dejas tú.
Espero haberme explicado bien y que no queden dudas: La razón principal para no quererte, eres tú.
Y mejor no darle más vueltas.
No soy yo, eres tú.
Y tus circunstancias.
Aunque tienes unos dientes preciosos. Eso sí.
Isabel Salas