Algunas tristezas explotan como fuegos artificiales.
Asustan a los perros como los estruendos de fin de año, marcando el fin de algo, de la paciencia, de la capacidad de soportar desmanes o simplemente explotan porque todo explota a la temperatura adecuada. Transforman en furia la frustración, convierten la rabia en colores temblones y hacen que los ojos brillen con chispitas de luz.
Son peligrosas esas tristezas tan explosivas.
Algunas veces producen universos y ya se sabe que los universos, como otras cosas, los carga el diablo.
Isabel Salas