Hay gente que detesta
los refranes, sin embargo, a mí, me encantan. Con algunos estoy de acuerdo y
con otros no, claro, pero siempre me gusta leerlos.
Conocí a un tipo que
decía detestarlos, en realidad eso no era sorprendente porque el pobre infeliz
lo detestaba todo. Creo que nunca conocí a nadie más rencoroso y capaz de
acumular tantos sentimientos negativos por todo. No le gustaba yo, por
supuesto, ni mi compañía ni nada mío.
No le gustaba mi
familia, ni la gente en general, empezando por su propia madre y terminando con
el resto de la humanidad. Aunque hay que reconocer que era completamente
democrático y justo jodiendo a la gente, a todos nos trataba igualmente mal y
de todos decía cosas terribles e inventaba calumnias sin pudor.
Se consideraba por
encima de todos y de todo.
Se tenía a sí mismo por
una especie de genio superior con el poder de herir sin que nadie pudiera
defenderse de sus arrebatos de ira, sus golpes o sus insultos. No respetaba las
promesas, ni la palabra dada, porque nadie merecía el esfuerzo de portarse
decentemente con él. Era un vil y mediocre maltratador y por supuesto bebía y usaba
drogas para hacer aún más detestable su compañía.
Hoy, después de muchos
años sin saber de él, supe que aún no se suicidó aunque era la amenaza
preferida con que asustaba sus hijos cuando intentaba manipularlos para que
hicieran lo que él deseaba. No me sorprendió porque jamás lo vi cumplir una
sola de sus promesas, así como no me llamó la atención saber que está solo, más solo
que jamás estuvo, que sigue bebiendo y que sigue odiando a la humanidad, posiblemente
más que nunca también, pues sus víctimas se fueron y ya no tiene a quien joder.
Está jodido, que no es
lo mismo que estar jodiendo como diría el gran Cela.
Un maltratador sin
víctimas es como un jardín sin flores o una noche sin estrellas, una cosa sin
sentido aunque, por supuesto, con explicación.
Tal vez él sí se sorprendería si leyera algunos refranes.
Lo ayudarían a entender
qué pasó con las estrellas y las flores y por qué los hijos y su mujer se
fueron. Por si acaso me lee, le recomiendo reflexionar sobre uno en particular:
QUIEN SIEMBRA VIENTOS,
RECOGE TEMPESTADES.
Isabel
Salas