Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Como soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.
miércoles, 14 de abril de 2021
MUCHO PEOR
sábado, 10 de abril de 2021
QUESO RALLADO
domingo, 4 de abril de 2021
HABLAR Y AMAR
me llenas de palabras,
de caricias,
y por qué las dices.
que cosen cicatrices
y sabe ser gentil.
viernes, 2 de abril de 2021
ANÁLISIS de EL CANARIO Y LA MÁQUINA DE COSER
Cada vez estoy
más seguro de que los mejores escritores contemporáneos se encuentran
escondidos tras los nombres de “Independiente” o “Novel”, y cuando llegan a mis
manos joyas como la que compete a este análisis/crítica, esa seguridad se
transforma en orgullo de literato.
Antes de empezar
este análisis hay que aclarar algunos puntos. No soy un acostumbrado de los
cuentos, sino un lector más afín a las novelas, mientras más complejas y
entrelazadas mejor para su servidor; también rehuyo a las obras “realistas”, o
el mal llamado “No-fiction”, pues mi corazón siempre le ha pertenecido a la
Fantasía, la imaginación exacerbada de universos ajenos al nuestro. Es por esto
que me entrego como mero lector, ajeno tanto al género como al tipo de relato,
para analizar una obra que a mi parecer me ha revivido aquel gusto de infante
por las letras cortas.
“El Canario y la
Máquina de Coser” es un recopilado de cuentos y prosa poética, de la pluma de
nuestra amiga Isabel Salas, de escritos ya distantes en el tiempo
que se acumulaban lejos de la conciencia del mundo literario, solo para ojos de
su familia y amigos.
Uno podrá decir
que Latinoamérica es cuna de cuentistas grandiosos, y es cierto si
desempolvamos a Jorge Luis Borges, Julio Cortazar, Gabriel García Márquez, y mi
personal favorito Horacio Quiroga; pero pocos “nos” hemos molestado en mantener
esa flama encendida del Boom Latinoamericano. Varias veces he criticado la
falta de simbolismo, metáfora y alegoría, en lo que era nuestra bandera para el
mundo; y es por esto que choqué bastante al inicio con esta obra, pues pintaba
de realismo directo (y varios de sus cuentos lo hacen), pero me
enorgullece decir que me equivoqué en tan cerrada idea, y veo la luz que brilla
tras estas hojas.
Pero dejemos de
lado el tono rosa y emotivo, y hagamos un análisis objetivo como debe ser.
- Trama y Argumento.
Un cuento es muy
diferente a una novela. En las historias largas tratamos más los aspectos
internos de los personajes, su evolución y emociones; pero en el cuento no hay
tiempo ni líneas para algo tan complejo, en lugar de eso nos centramos en la
historia, el proceso y avance hacia un objetivo o enseñanza.
El primer punto
es la Trama, y le acompaña el Argumento. La mayoría (sí, la mayoría) de los
cuentos en este recopilado son de corte “corazón” (erótico, sexual, romántico,
despecho), en especial las prosas poéticas, que a nada están de llamarse poesía
de no ser por las estrictas normas del verso, y que la autora nombra de manera
exquisita “Pensaemas”. Con esto nos quitamos la idea de “obra infantil”, pues
la casi totalidad de estos escritos no tienen ni la mínima intención de hacer
dormir a los niños, y serán de particular gusto para los adultos que no suelen
contar sus vivencias personales, pues este libro lo hará por ellos.
Cuentos como
“Estrellas Chinas” que nos narran el avance a una noche anhelada, y el paso a
paso de una situación entre divertida y deliciosa. “Nadando en los poemas”, que
poco deja a la imaginación del que sabe de símbolos; “La última mariposa”, que
nos recuerda de amores distantes en años y kilómetros. Muchas obras distintas
con un mismo objetivo, hacer temblar al corazón.
Pero no solo
encontramos roces a nuestro deseo, también encontramos relatos que pueden ser
confundidos con literatura para niños, pero con enseñanzas que los más adultos
agradecerán. Relatos como “El Canario y la Máquina de Coser”, que le da el
nombre al libro, y abre con una moraleja que a su servidor le hacía falta
escuchar. “Muerte Instantánea” y “Siempre el primero”, historias que aunque
cortas, nos hacen sentir en el alma una lágrima corriendo, y un agradecimiento
con la autora. Son estos relatos los que me hicieron recuperar la esperanza del
simbolismo perdido, la mayoría impregnados con metáforas fáciles de entender, y
que recomendaré ampliamente para los que inician en este mundo de moralejas.
Pero el tema, las distintas tramas cortas, y los muy bien enlazados argumentos no son lo que más me llamó la atención, ni de lejos lo que más hace a su autora tan reconocida en tan poco tiempo. Es su estilo.
- Estilo Narrativo.
El Estilo
Narrativo es una característica que se suele tomar muy a la ligera, pues bien
se dice “prefiero mi arte a tu arte”, y el “cómo” se escribe suele ser gusto de
cada quien. Pero hubo un tiempo donde el estilo era vital, en especial durante
los tantos Romanticismos de Europa, cuando los escritores se unían bajo
estandartes, y en lugar de nombres recordamos épocas o lugares. Hoy en día los
autores pecamos de soberbia, y cada uno de nosotros tiene “su arte”, siendo el
estilo propiedad intelectual incluso; esto nos ha obligado a dejar el “Estilo
Narrativo” de lado, pues a los miles de estilos distintos es imposible
clasificar, y preferimos temas o formas.
Pero no aquí,
porque es el Estilo de Isabel Salas lo que levanta su obra por sobre todas las
demás.
En términos
técnicos, la autora usa un Narrador en segunda persona, participativo, algunas
veces en forma de recuerdo, y otras en forma de charla. El lenguaje es
coloquial, quizá el más coloquial, familiar e informal que jamás haya leído.
Sencillo de entender, y más participativo que demostrativo, ayuda tanto a
lectores como no lectores para explicar su argumento.
Ahora regresemos
al tono rosa de su servidor. ¿Recuerdan esa sensación cuando están con un amigo
o amiga, disfrutando un café caliente en una fría tarde de invierno, sentados a
la mesa de su sitio favorito?, ¿recuerdan esas charlas de café sobre
situaciones divertidas o acusadoras, de lo que compete el día o sucedió el
anterior, riendo o llorando, dando imaginación al relato de su amigo e incluso ahogándose
con un sorbo mal temporizado con una ocasional risa?. Espero que sí, porque
esto es lo que sentí cuando leí a Isabel Salas.
El estilo
narrativo de la autora es único, porque al fin encontramos en esta generación,
después de tanto rebuscar en los autores contemporáneos, una narración como la
cuenta un amigo. Una cosa es un escritor que carezca de educación literaria y
crea que escribir con su mal vocabulario es darse a entender, y otra una
persona, que con alma literaria, en efecto se de a entender con un lenguaje tan
común como amistoso.
Véase a su
servidor, un ajeno completo de los cuentos y aversivo de la literatura
realista, que ha leído todos y cada uno de estos escritos con una casi
inexistente fantasía, sentado casi sintiendo a la autora de frente, relatándole
una graciosa anécdota de su pasado, mientras un leve estornudo me hizo reir con
el café en la nariz. Si esto hizo con un crítico de su género, podrán
imaginarse lo que hará por los ansiosos de una obra similar a las cortas
latinas de la década pasada.
- Simbolismo.
Es difícil hablar
de simbolismos cuando se trata de literatura realista, en especial en cuentos y
prosas, algunas eróticas, que prefieren dejar todo al descubierto, y poco les
importa jugar con la imaginación del lector. Pero hay algunas obras, muy pocas,
contadas; que Isabel maneja con exquisita metáfora, y moraleja sublime.
Quizá el que más
me gustó fue el que dio nombre al recopilado. “El Canario y la Máquina de
Coser” es uno de los cuentos/fábula más hermosos que he leído, pues a ojos de
recuerdo de un niño, me hizo ver la lucha por cantar más alto, más fuerte, más
rápido.
Casi no procuro
cuentos de este tipo, y los que me conocen darán fe de ello con bibliotecas de
Poe y Lovecraft, con pluma fría en descriptivas y cálidas en emociones; pero
son cuentos como estos los que calientan la tinta, y reabren los ojos ante
enseñanzas que creíamos perdidas.
“Pérdida de
inocencia”, “superación”, “nostalgia”; son estos y muchos más temas los que
encontré escondidos entre las letras de esta obra, en metáforas tan familiares
como hermosas, cuyas lágrimas son testigos del toque al corazón de un servidor.
Con esto espero
haber dado una idea clara de lo que es “El Canario y la Máquina de Coser” de
Isabel Salas, una autora que se levanta, con un estilo único como todos los
escritores, que espero brille para las siguientes épocas.
Y un obligatorio
en mi biblioteca.
martes, 30 de marzo de 2021
PROSA Y POESÍA: ¿CÓMO NOS HACEN SENTIR?
La prosa y la poesía son dos formas de escribir que se relacionan con nuestras emociones de manera distinta. Cuando leemos prosa, como las obras de Stephen King o Frederick Forsyth, nos transportamos a otros mundos, pero primero a través del entendimiento racional. En sus novelas, cada palabra está cuidadosamente elegida para construir una imagen clara y detallada en nuestra mente. Nos adentramos en la atmósfera poco a poco: cada descripción, cada diálogo nos orienta y nos prepara para lo que va a suceder. La emoción surge después de que nuestro cerebro haya decodificado toda la información. Es como si el autor nos llevara de la mano a través de un paisaje, mostrándonos lo que él quiere que veamos antes de que podamos sentir miedo, tensión o alegría.
Piensa en un relato de Stephen King. Cuando describe una calle vacía y silenciosa en la oscuridad de la noche, nuestro cerebro sabe que algo va a pasar. Empezamos a detectar los elementos que nos indican peligro: la ausencia de ruido, la sombra que parece moverse, el crujido distante de unas ramas. Primero procesamos la escena en la mente y, solo después de entender lo que podría estar sucediendo, aparece el miedo. Sentimos la tensión porque entendemos que el personaje se encuentra en peligro. Nuestro corazón late más rápido, pero es una reacción a lo que el cerebro ya ha deducido. King usa la prosa para sembrar pistas y crear un ambiente que nuestra mente traduce en terror.
Lo mismo sucede con autores como Frederick Forsyth. En El día del Chacal, Forsyth construye la tensión poco a poco, a medida que nos va revelando cada detalle del plan del asesino. Sabemos que algo va a pasar y, mientras nuestra mente sigue cada movimiento del protagonista, la emoción crece en el fondo. La adrenalina no surge de inmediato, sino después de haber comprendido las intenciones del personaje y los obstáculos que enfrenta. La prosa aquí actúa como un mapa: nos muestra dónde estamos y hacia dónde vamos, antes de que lleguemos a la emoción.
Pero la poesía no funciona así. Cuando leemos un poema, las palabras no se esfuerzan en guiarnos por una secuencia lógica ni necesitan explicar cada imagen que evocan. Desde el primer verso, la emoción se instala en nosotros sin pedir permiso. No es necesario saber a quién se refiere o qué sucedió antes. La sensación de vacío, de pérdida o de amor desbordado simplemente surge, como si el poema hablara en un idioma que nuestro corazón ya conoce, pero que nuestra mente aún no alcanza a comprender. No necesitamos conocer la historia completa para sentir la profundidad de un dolor o la inmensidad de un deseo. La poesía no nos describe situaciones; nos arroja a ellas de golpe, dejándonos envueltos en un torbellino de sensaciones.
Sucede porque la poesía utiliza las imágenes de una forma que no busca contextualizar ni detallar. Frases que mencionan el olor del café o el perfume de las rosas pueden transportarnos a momentos específicos de nuestra vida sin dar explicaciones. Esas palabras despiertan en nosotros recuerdos que parecían olvidados, sensaciones que creíamos dormidas. De repente, un simple verso puede evocar un lugar, una espera o incluso el dolor de una despedida. La poesía tiene el poder de tomar lo cotidiano y transformarlo en un disparador emocional, colocándonos en un estado donde todo es sentido antes de ser pensado.
A veces, un poema nos expone a realidades crudas, arrojándonos imágenes que no pretenden suavizar el impacto. Con muy pocas palabras, puede trazar el retrato completo de una vida marcada por el dolor, la desesperanza o la lucha constante. No necesita largas explicaciones para que sintamos el peso de esa existencia. Nos enfrenta a lo que es, sin adornos, y ese golpe nos obliga a reaccionar. La prosa, por su parte, habría necesitado construir con detalles minuciosos el contexto, la historia detrás de cada personaje y cada situación. La poesía, en cambio, comprime toda esa complejidad en unos pocos versos, transmitiéndonos todo en una explosión de significado.
La poesía también es capaz de capturar la intensidad de las emociones sin recurrir a explicaciones. Desde el primer verso, ya sentimos la lucha interna de quien quiere amar con todo su ser, pero al mismo tiempo teme perderlo todo. Un solo verso es suficiente para crear la sensación de estar en guerra con uno mismo, deseando con todas las fuerzas y, a la vez, sabiendo que ese deseo podría desgarrarlo todo. La prosa tardaría párrafos enteros en construir esa tensión interna, explorando cada detalle, cada contradicción del alma, pero la poesía lo hace en un instante, con una economía de palabras que sorprende por su precisión.
Además, la poesía tiene la capacidad de jugar con el tiempo y el espacio sin que el lector se pierda en la narrativa. Un poema puede hablar del regreso de un deseo o del renacimiento de un amor que creíamos extinto, y no necesitamos saber cuánto tiempo ha pasado ni qué ocurrió en el medio. La emoción se activa de inmediato, como un destello que ilumina de golpe el pasado y el presente. La prosa requeriría un recorrido detallado por esos eventos, mostrándonos cómo el protagonista cambió a lo largo de los años hasta volver a sentir lo mismo. La poesía, en cambio, elimina la necesidad de esas explicaciones y nos lanza directamente a la intensidad de ese sentimiento.
En resumen, la prosa construye un puente paso a paso: primero llegamos a un entendimiento racional y luego sentimos. Nos traslada a otros mundos a través de la lógica, y solo después nos entrega la emoción como una recompensa final. La poesía, en cambio, entra de lleno en el corazón y activa nuestros recuerdos, sensaciones y deseos con la fuerza de un impacto directo. No nos da tiempo de entender; simplemente nos transforma, nos cura y nos hace mejores con su magia.
Isabel Salas
domingo, 21 de marzo de 2021
TAN ASÍ
Hay una luna absurda hoy, casi llena, casi redonda.
viernes, 5 de marzo de 2021
PENTACABLE
lunes, 1 de marzo de 2021
NIEVE DE LANA
Algunos corazones, como el mío, tienen agujeros demasiado hondos.
Son agujeros llenos de vacío y precisamente por eso, nada los puede llenar. Se quedan allí para siempre, enquistados y tan llenos de nada, que parece que nunca otra cosa podrá llenarlos. Con el tiempo, he aprendido que el problema no es tener esos espacios pues todos tenemos algunos. El problema, en realidad, es qué hacer con ellos y con todas las cosas que te faltan.