A mí,
que me gustan tanto los colores,
se me pone a veces
un nudo en la garganta
que me hace respirar
en blanco y negro.
Son las cosas que no digo.
Las que nunca diré.
No por vergüenza o por miedo.
Simplemente
porque no hay camino para sacarlas
y se van quedando detenidas,
atoradas
retenidas.
Yo pensaba que eran como piedras,
pesos muertos
que no demandaban más que fuerza
para acarrearlas cuando me muevo.
Besos muertos...
pesos muertos.
Pero no.
Están vivas y comen.
Comen colores.