A tus asas
se le caen las tazas.
Las dejan
ir como hojas de otoño cargadas con todos los tonos del café con leche y
después esperan que les des unas palmaditas en sus espaldas de asas y le digas,
muy bien, así se hace, no naciste para soportar todo el peso del universo,
nadie puede obligarte a ser el asa de una taza cargada con todos los pesares y
todas las tristezas. Hiciste bien. Te quiero igual, dormirás en la caja sagrada
de las asas anarquistas esperando el príncipe azul que con un beso te convierta
en ranita.
Ese día,
iremos a nadar.
Isabel Salas