lunes, 27 de enero de 2020

ALICIA EN EL PAÍS DE LOS SUEÑOS





Hace mucho tiempo alguien hizo soñar a Alicia, y ella, soñó.


Dócilmente, sin resistencia, como aquella otra niña del mismo nombre que persiguiendo un conejo cayó en el mundo de las maravillas, nuestra Alicia se dejó abrazar mágicamente por una ilusión bonita que, aunque irreal, la hizo feliz, le puso estrellas en los ojitos, le recordó sensaciones vividas en otras vidas y le permitió conjugar el verbo anhelar en cada suspiro de su alma enamorada.


Algo mágico e increíble se le ofrecía como concreto y posible, alguien le dijo ven, ven con total confianza, nada temas, soy de verdad, nunca miento, soy tu cura y tú la mía, contigo la noche oscura, se pierde en la lejanía.

Y ella, que se había olvidado de lo que era amanecer escuchando, alborozado, el latir del corazón del ser amado, se lo creyó. Extendió sus brazos, abrió su sonrisa y se lanzó al abismo con su vestido azul de luna y tul.

Sintió que por fin había llegado su momento, que el amor de los libros de amor que nada en las canciones románticas con sus aletas de luna, ese que desde niña había deseado encontrar frente a frente, por fin, se materializaba delante de ella y decidió vivirlo en plenitud, sin barreras, sin dudar de nada a pesar del miedo inicial que la hizo pensar en desistir de aquella perfección tan exageradamente perfecta que la hacía temer, a ratos, que fuese un espejismo.

Como tantas Alicias, antes y después de ella, dejó que los deseos nublaran su razón, y puso la música bien alta para dejar de escuchar la vocecita que sin cesar le decía que no , que aquello era mentira, que era un juego cruel, un oasis intangible, inmaterial e imposible.

Y como tantas veces pasa en las películas de terror, cuando más confiada estaba, y más segura de que aquel bello amor, era suyo y para siempre, la ilusión se rompió, la cortina de la realidad se hizo densa y él, su adorado compañero, simplemente se fue con otra y la dejó.

El viento tronchó la flor y Alicia, se despertó.

Isabel Salas