jueves, 7 de agosto de 2025

MUY, (JODIDAMENTE), LEJANA



…Y a lo mejor no es que estoy jodida porque estoy lejos,  y va a resultar que estoy lejos porque soy muy jodida.

Será porque nunca me gustaron las cosas que se suponía que me tenían que gustar ni creí en el Dios que me intentaron meter entre pecho y espalda, como cualquier bocadillo de mortadela barata. No me sale del alma aceptar las cosas que otros dan por hechas y raramente estoy de acuerdo con la mayoría.

A mis más de cincuenta, sigo queriendo hacer (pacíficamente) lo que me dé la gana, como cuando tenía catorce. No lo que se espera de mí, o lo que pretenden que acate por decisión popular o divina, sino simplemente lo que quiero yo, por mis razones (que tengo pereza de explicar) y no por mis cojones (que ni tengo ni quiero tener).

Y eso, amigo mío, tiene un gran costo.

Cuando digo costo, quiero decir que hay que abonar un precio muy alto, que se paga con dinero (por supuesto) y con otras muchas cosas que te desangran: tiempo de discusiones, paciencia para aguantar gilipollas sin fronteras, noches de no dormir o de dormir a saltos, lágrimas de rabia, de  desconsuelo, de soledades o de impotencia, temporadas de colapso mental involuntario y épocas de sangre fría donde escoges vacaciones cerebrales y te dedicas a ver todas las temporadas de la serie que le gusta a tus hijas, (en tres días), para poder saber qué es black mirror o cómo coño se come eso de que el naranja sea el nuevo negro y las cárceles femeninas se hayan convertido, por obra y gracia del octavo arte, en lugares interesantísimos llenos de pasión y aventuras mil.

Es como una multa que el mundo te pone por no quedarte en tu país, ni permanecer casada, ni con el peso ideal, ni perfectamente depilada,  ni en pareja, ni obedeciendo leyes, ni creyendo en alguno de los dioses que el mundo te ofrece para que puedas decir Amén (con fe) cuando te obligan a poner el culo y sabes que  no será sólo la puntita, sino el padre de todos los obeliscos.

Tienes que prepararte para irte muy lejos si quieres vivir así, pero no lejos geográficamente, que puede ayudar (o no, como diría el hombre de los labios suaves) sino lejos lejos, de forma que aún estando en medio de todo y de todos, mantengas siempre una distancia prudencial con lo que te rodea. Así conseguirás que pocas cosas te lleguen a tocar y pocas personas te puedan joder de verdad.

Simplificas.

Digamos que seleccionas con gran sabiduría qué o quiénes te importan y el resto ya no te resulta tan dañino. Has pagado el precio y cuando terminas de pagarlo tienes sólo una maleta con las pocas cosas que te interesan y unos cuantos amigos por los que darías con gusto lo poco que te sobró.

Ese lejos, donde estamos las personas jodidas que no comulgamos con ruedas de molino ni con hostias sagradas, se puede llamar de muchas maneras, algunos lo llaman paz, otros, libertad, otros, nirvana, algunos, Brasil.

Yo aún no sé cómo llamarlo pero sé que cada día me gusta más.

Sé que en ese lugar lejano no reina la felicidad como estado permanente y soberano, porque la felicidad no se rige por las leyes de la ubicación, es, (como decía Carlos Arniches en "La señorita de Trevelez")), un pájaro azul que se posa en un minuto de nuestras vidas y cuando levanta el vuelo, nadie sabe en que otro minuto se volverá a posar. El mío, anda siempre revoloteando por sabrá Dios dónde, pero sé que hasta que vuelva el puñetero y caprichoso pajarito, al menos, aquí lejos,  hay poca gente tocando los huevos.

Hay una relativa, y científica, tranquilidad, que es, sin duda, lo más parecido a una felicidad comprada en los chinos que conozco.

Isabel Salas



viernes, 1 de agosto de 2025

ARENA FRÍA


La arena de la playa quema. Durante el día el sol se mete en ella  y cada grano esconde una llamita.  Son fuegos que juegan a incendiar los pies.  Calor atrincherado en piedras diminutas, que pide piel a gritos para quemar.

Pero de noche cuando el sol se va,  a la arena se le escurre el sol. Se le escapa el calor y en pocas horas  demuestra lo que es: pedacitos fríos de piedras muertas, heladas, machacadas... rotas.

Donde había calor no queda nada.
Como un animal muerto, la arena fría, deja de respirar. Ya no sonríe con los pies que vuelan por encima ni con los novios que llevan a las novias a mirar las olas.
Ya no. 

La arena helada se pone triste y llora.
Así me pasa a mí cuando te vas y te llevas las llamas que habitan mis granitos. También me quedo helada, sin sonreír y respirando poco. La arena tiene suerte. Sabe que en pocas horas se termina su muerte. El día llega y con él, su sol.
 
Yo no. Yo no tengo medida para medir mi noche. Sólo sé que te vas y que al irte me matas. Sé que la muerte es fría y dura lo que dura.
Horas, días o años para medir los daños de la falta de sol.

Isabel Salas



FOTO: Juliako Bernal                                  www.juliako.es




sábado, 26 de julio de 2025

DENTRO DEL COCHE

Ella sentía correr las lágrimas mientras caminaba hacia el coche, le daba vergüenza llorar por la calle y por eso no hacía ademán de limpiárselas, como si ignorándolas y evitando los gestos de manotazos que las apartarían, se hiciesen invisibles a los ojos curiosos de quienes se cruzaban con ella.
Miradas indiscretas.
Molestas.
De adivinos.

Entró dentro del auto y arrancó para alejarse de la escena ridícula. El chorro de aire acondicionado. La radio. Mirarse al espejo. Calmarse.

Que tonta había sido. 
Tantos años después y va él y la llama. 
Y ella tan imbécil va y atiende.
Años después de sólo comunicarse a través de abogados, de gestores de horarios para visitas y vacaciones de hijos, de mediadores y graduados sociales, él va y la llama y le dice hola.

No levanta la voz. 
No grita.
Le habla bonito con la voz suave de antes de los problemas y las peleas. Habla de cosas buenas que están pasando con los hijos, pregunta como está ella y la deja responder sin interrumpir, le cuenta del trabajo, del coche que se cala, del primo cura que parece que es gay y se sale de cura. Ya se ha curado dice...y se ríe.

Ella hace tanto tiempo que no escucha su voz sin discutir que está atontada, le extraña y casi espera que sea un truco para pedirle algo referente a los niños, cambiar el orden de algún festejo para organizar un viaje...algo así, pero no.
Él sigue hablando y conversando. Ríe de  nuevo y ella se sorprende bajando la guardia y entrando en el clima de cordialidad.

Él habla más que ella , pero de pronto en medio de una frase, ambos se ríen. El sonido de sus dos risas juntas es para ella  como un puñetazo.

Lo quiso tanto. Le dolió tanto todo.
La crisis, la otra crisis, los engaños, verlo salir de casa para ver a la otra, verlo volver, escuchar sus mentiras. Las peleas, los gritos, los reproches.

Y ahora la risa de ambos  se sale de las bocas, se mete por las ondas de la tecnología y hace que se revivan sin previo aviso todas las emociones contenidas,  supuestamente superadas y olvidadas.
La excusa boba, debo dejarte, la batería. Adiós.

Dentro del coche, una mujer llora.

Al otro lado de la ciudad,  en otro coche, un hombre serio mira la pantallita del teléfono. Llamadas realizadas, el nombre de ella. ¿Qué impulso raro lo inspiró a llamarla?Han hablado tan bien... han conversado como hacía años, todo estaba perfecto hasta que las risas se juntaron y él  se vio transportado al centro de otras risas de  hacía mucho tiempo.
Quiso parar pero no hizo falta que inventase una excusa. Por suerte la batería de ella se estaba terminando y ella se despidió.

Y de pronto lo invade una ola de lágrimas y llora como lloran los hombres.
Con fuerza.
Con sorpresa.
Deja el teléfono y arranca.
El chorro de aire acondicionado. La radio. Mirarse al espejo.
Recomponerse.

Dentro del coche, un hombre llora.

Isabel Salas



lunes, 21 de julio de 2025

BOLA DE RULETA


A veces
 te quieres enamorar,
 y escoges entre todos los que ves,
de quién te enamoras.
De propósito,
porque es la hora,
porque tu alma pide hijos,
exige besos,
necesita cosas,
quiere dormir con alguien,
abrazadita,
y llora.


quieres de pronto ser de alguien, 
 o tener alguien
a quien llamar tuyo,
y te enamoras
con premeditación y alevosía.
Con decisión.

Lo haces
 del que está allí,
del primero que pasa,
de otro barco a la deriva 
como tú,
que está como tú,
queriendo lo mismo
buscando un amor que flote
al que agarrarse.

Y puede salir bien,
eso dicen,
 aunque a mí, la verdad,
siempre me salió mal.
Son amores aburridos, tristes,
grises.
Vomitivos, repugnantes,
sin sonido.
Submarinismo en un mar de barro.
Huelen a muerte
antes de nacer y son nocivos
para todos los tipos de salud,
peor que fumar,
o dejar de coger,
o parar de soñar.

A mí, 
lo que me sale bien 
es enamorarme sin querer.
Enamorarme 
prestando resistencia.
Gota a gota,
como un suero maldito directo en la vena.

Con miedo.
Con ganas de matar,
de golpear.

Me sale bien
sentir a ratos rabia 
de quien me despierta cosas dormidas,
de quién derrite
sentimientos congelados,
y resucita
sensaciones muertas.

Con esos amores
siempre me sale bien,
respiro colores,
exhalo perfumes y risas.
Hay sensación de vértigo
pero no vomito.
La vida me respira y yo a ella,
ósmosis vital.
Mares limpios para nadar,
buceo a pulmón libre
atravesando peces.

Son amores de veras.
Verdades de intensidad variable,
 terremotos educados 
que te lo derrumban todo
con una sonrisa de magnitud diez
con derecho a tsunami.
Con vete al carajo
y vuelve rápido
que sin ti no es lo mismo.

Amores impremeditados,
con atenuantes,
con pimienta en la llaga,
risas raras,
miradas estiradas como hilos de cobre
ruido de bolita
saltando en la ruleta.

Felicidad,
fantasía, sueños,
sonrisas
y el susto constante,
permanente,
de morirte o borrarte
cuando se cumpla el plazo
de caducidad.

Isabel Salas

domingo, 13 de julio de 2025

CALIBRE NUEVE


Cuando me defiendo, 
me defiendo de todo con la misma fuerza.
Me defiendo de mí,
de ti,
de lo que se mueve,
de lo que siento malo con razón o sin ella, 
y de lo bueno,
de lo bueno raro que parece palo,
aunque no lo sea.

Sin orden ni pudor, 
sin concierto esquivador de golpes.
Sin razón.
Ataco lo que imagino 
y lo que existe.

Todo me sabe a malo y todo es peligroso.
Mi cabeza no piensa 
porque estar así es como estar dormido,
o tonto,
o peor, mucho peor,
dormido, 
triste y tonto.

Y cuando me defiendo de todo lo gris,
yo también me quedo gris
y es difícil quererme.
Lo sé.

Nunca he pedido que me quieran así.
Querer en blanco y negro no es algo que se pida.
Es algo que no pasa,
y si pasa,
el gris se pasa y vuelven los colores
 y todas las sonrisas.
 Pero eso es raro,
¿Quién va a querer amar de esa manera?
O mejor, 
¿Quién va a querer amarme así?

La manera existe, 
lo que no existe es quién la aplique en mí.
Nunca pasó,
y si pasó,
pasó tan lejos que no la sentí.

Así que normalmente,
 mi locura gris la limpio sola,
escribiendo
 hasta parar todo lo que se mueve,
o llorando 
lágrimas especiales 
calibre nueve.

Letras saladas y lágrimas sin tildes,
las dos formas,
solas o combinadas,
que dejan mi sonrisa nueva 
y devuelven la vida 
los colores muertos.

Mis dos maneras de abrillantar los ojos,
y mirar lo que pasa,
lo que existe 
y lo que yo quisiera que existiera.

Mi manera mía de mirarlo todo,
con mis ojos míos.
 
Mi mirada mía llena de palabras brillantes
escritas con tinta calibre nueve, 
que por no pensar,
a todo 
se atreve.

Isabel Salas




miércoles, 2 de julio de 2025

LA SERPIENTE SIN CASCABEL




¿Quién le pone el cascabel al gato?
No sé.
Yo se lo pongo al coronel,
y al caballito 
del carrusel.
Le pongo un cascabel 
a la barquita
sin timonel.


Al gato no, que araña,

que me regaña por ser tacaña 
y  darle el cascabel
a la serpiente,
que vive en la cabaña del capitel.
Cerca de la montaña
del desnivel,
y estaba triste
sin cascabel.



Isabel Salas




sábado, 21 de junio de 2025

NOCHE Y AURORA


Al final del final de la tarde,
llega la noche,
la  negra noche llega,
y mi piel arde.

Arde de ardor de ganas de que llegues,
de ganas de ganarte,
de tenerte,
como un premio de tómbola.

De enredarte 
en mis manos y en mi pelo,
de sentir tu lengua dentro de mi boca
como un caramelo.

De contarte secretos
de adivinarte gustos 
y darte tres mil besos
que borren tus disgustos.

La noche en carne viva 
que se pone bonita,
que se viste de estrellas,
de caracolas,
de lava de volcán,
de trigo  y amapolas.

Mi preferida hora,
la que te trae a mí y te deja ser mío
hasta la aurora.

Isabel Salas


jueves, 19 de junio de 2025

SIN SOL


 Hoy 
quiero ser caracol.
Ni mulas ni canarios tienen cascarita
y yo quiero estar dentro.
Dentro de algo,
que sea casita
por un momento grato
y haga que se me olvide 
que me salí 
de ti.

Esconderme del sol.
 Escapar 
del control.
Huir de los horarios, quedarme calladita
y volver a mi centro.
A mí.

 Mi centro de comando.
 de control.
 De poder.
De poder sobre mí. 
De poder respirar y volver a vivir.
Centro de graves decisiones,
de gravedad.

Allí gravita 
la fuerza que preciso para no llorar
  y tratar de seguir,
continuar,
poder jugar y sonreir
sin ti.

Isabel Salas


domingo, 15 de junio de 2025

SONIDOS


Hay sonidos de noche estrellada, de olor a bizcocho recién hecho, de abrazo. Sonidos que rebasan la barrera del sonido y corren a la velocidad de la luz.
Ruidos especiales, fabricados especialmente para iluminar la oscuridad con su brillo bueno de felicidad en estado puro. Algunos huelen a sombra de árbol o tienen sabor a comida preferida.

Entre todos ellos, me gusta mucho el ruido del agua, ya sea haciendo olas en el mar o corriendo calle abajo cuando llueve haciendo  ríos después de bailar en mi tejado, también el de la voz de mis hijas diciendo mamá y el eco de mi nombre dentro de mi boca cuando el hombre que mejor me supo besar me llamaba aún estando cerquita y adentro.

Pocas cosas suenan mejor que el viento caliente de los días de verano o las acerolas maduras que caen en mi patio recordándome que no sea perezosa y que debo cogerlas antes de caer, me dicen que no es lo mismo coger que recoger y sonríen mientras susurran que están en su punto, perfectas para ser apreciadas, como la risa dos niños riéndose juntos, otro de mis barullos preferidos, mágico, vital, que huele a vida y suena igual de bien si eres uno de los dos niños o escuchas desde fuera. 

Todas las risas me gustan, todas ... y en todas estoy riéndome contigo.

Isabel Salas 

domingo, 8 de junio de 2025

LA SEMANA

Dijiste una semana. 

Una semana llena de horas divididas en días que en un primer momento me parecieron eternos, pero aún así me preparé. Imaginé que sin ti, serían siete noches tristes y siete tristes días con sus tristes tardes casi imposibles de soportar, pero me obligué a sonreír y confiar. 

Soy una especialista en eso, en sacar sonrisas del sombrero mágico de dónde otros sacan conejos y palomas.

Así que saqué una y me la puse. 

Me preparé para esperar a que pasaran esos siete días, sabiendo en el fondo de mi alma que era mentira y no regresarías. Aún así me dispuse a contarlos uno a uno, a mano.

Y el alma tenía razón.

El siete se estiró como los cuellos de los dos millones de pollos que hay que matar para conseguir un kilo de orejas de pollo.

Mucho.

Mucha sangre, mucho dolor, muchas lágrimas de pollo y mías mezcladas y al final plumas por el suelo, tus canciones malditas que suenan en mi cabeza y tu horóscopo chino, que  debe ser rata o algo que rime bien con cabrón por si tengo que escribirte un poema que salga bonito y digas gracias por bendecirme.


Que bien rimado está.
Muchísimas gracias. Aleluya. Amén.

Pero que pena que los dos millones de pollos ya no podrán oirte porque sus orejas ya no están.
Ni yo.

Ni esas luciérnagas del bote de cristal que estaban allí para ser lamparita pero nadie aguanta brillar tantos días y están dormidas o sordas o muertas y ya no vuelan ni bailan aunque venga en persona Juan Gabriel a cantarles, con Bisbal y con todas las otras encantadoras voces masculinas del panorama musical mundial.

Isabel Salas




miércoles, 4 de junio de 2025

LOS UNOS Y LOS DEMÁS.

 
 
 
Hay gente que se va.
Se va de su país, de su relación, de su trabajo. Y después de un tiempo vuelve a su relación, a su país, a su trabajo.
Son los amores de ida y vuelta. Los emigrantes retornados.
Los empleados pródigos.
Alguien mata una cabra y se hace una fiesta para celebrar ese regreso inesperado e improbable que en realidad era inevitable porque el dueño de los pies no sabía caminar hacia otro lado.

Hay otra gente que no sabe volver.
Se obligan así a permanecer en el nuevo país. O en el nuevo trabajo. O en el nuevo amor. Siempre están llenos de dudas, sin saber si están caminando o huyendo.
Aprenden que cuando regresar no es opción, el único camino es seguir adelante. Y cambian de dirección cuantas veces sea necesario.
Como el Lute, escogiendo a la bulla entre caminar o reventar, o andando el camino llorado del caminante de Machado.


Están también los que permanecen.
Los que no se van. Los amantes de su patria chica. Los que adoran su pueblo y no lo cambian por nada.
Allí nacen y crecen
Se reproducen y mueren.
Felizmente adaptados o trágicamente amarrados, pero instalados para siempre en su ubicación mental y geográfica.
Estables como el uranio cuando está estable. Quietos por fuera y tal vez inquietos por dentro.
 
Me pregunto si los que regresaron desearían no haberlo hecho. Si los que se fueron, sueñan con la vida que habrían tenido quedándose y si los que permanecieron evitan mirar los aviones para que la pena de no haberse ido no los estrangule.

Me lo pregunto porque soy muy curiosa. Es un juego de la mente. Un invento chino. Un trivial sin quesitos, sin cabras muertas ni banquetes. Sin sonrisas ni respuestas.
Aunque tal vez con lágrimas.

Isabel  Salas



viernes, 30 de mayo de 2025

MARIE TUSSAUD

 


Marie Tussaud es, sin duda, un personaje envuelto en una atmósfera oscura, fascinante y casi siniestra, que parece sacado de una novela gótica. Su vida estuvo atravesada por la proximidad a la muerte, no solo en sentido literal, haciendo máscaras de guillotinados y transportando posteriormente sus cabezas esculpidas por pueblos ingleses, sino también por el modo en que transformó la muerte en espectáculo, sin que eso le quitara seriedad a su arte.

Nacida en Estrasburgo en 1761 con el nombre de Marie Grosholtz, la vida de Madame Tussaud estuvo marcada desde el principio por el contraste entre el arte y la muerte. Su padre murió antes de que ella naciera, y su madre, viuda joven, entró a trabajar como ama de llaves para el doctor Philippe Curtius, un médico suizo con una extraña pasión: modelar figuras humanas en cera, no solo con fines médicos, sino también artísticos. Curtius no tardó en notar el talento de la niña, y la convirtió en su aprendiz. Juntos se trasladaron a París, donde Marie profundizó en su técnica y  su formación rodeada rostros famosos.

En la corte de Versalles, Marie enseñó arte a la hermana de Luis XVI, y su habilidad para captar los detalles más sutiles de un rostro la hizo conocida y popular entre la élite el momento. Sin embargo los vientos de la Revolución Francesa transformaron su arte en algo mucho más oscuro. Cuando comenzó el reinado del terror, se le encomendó una tarea macabra: realizar máscaras mortuorias de las víctimas de la guillotina. Así, con manos expertas, modeló los rostros de Luis XVI, María Antonieta, Robespierre, Marat y tantos otros caídos en el caos.

Estas máscaras se convertían en símbolos de victoria o de advertencia, expuestas públicamente como parte de la maquinaria revolucionaria. Cuando Curtius murió en 1794, Marie heredó su colección de figuras y un año después se casó con François Tussaud.

Según contó ella misma en sus memorias, en determinado fue arrestada por sospechas de simpatía monárquica pero con inteligencia y rápida reacción logró escapar de la muerte en 1802. Aprovechando una oportunidad de escapar del tumulto político, viajó a Inglaterra con su exposición de cera. seguramente no imaginó entonces que nunca volvería a Francia. Su destino quedó unido, irónicamente, a los rostros sin vida que moldeaba.

Durante más de tres décadas recorrió el Reino Unido con una muestra itinerante de “figuras célebres en cera” hasta que finalmente, en 1835, fundó un museo permanente en Londres que llevaría su nombre: Madame Tussauds. Allí, el público podía ver de cerca los rostros de reyes, generales, filósofos y criminales. Uno de los sectores más impactantes del museo fue la célebre Chamber of Horrors, donde se exhibían figuras de asesinos, verdugos y víctimas de la guillotina, muchas de ellas hechas con moldes reales por la propia Marie.

Su legado es ambivalente, entre lo histórico y lo morboso, lo artístico y lo macabro. Murió en 1850, a los 88 años, habiendo sido testigo y escultora de uno de los períodos más turbulentos de la historia europea. Su museo creció hasta convertirse con el tiempo en una franquicia global, con sedes hoy día en ciudades como Nueva York, Berlín o Tokio. Aunque hoy muestra  celebridades del pop y del cine, su origen fue mucho más crudo y profundo: capturar la historia en el instante preciso en que el aliento acaba de detenerse, pero el rostro tal vez, aún habla.

Madame Tussaud moldeó la memoria colectiva de una época, congelada para siempre en la quietud translúcida de la cera. Pero lo más inquietante de ella no es lo que hizo, sino la aparente frialdad con la que lo hizo. Supongo que  era una mujer práctica, meticulosa y aparentemente imperturbable, pues moldear con sus propias manos los rostros de María Antonieta recién decapitada o Robespierre desfigurado, y luego exhibirlos en una vitrina… no es algo que muchas personas podrían soportar.

Y sin embargo, lo hizo. Con gran empeño y precisión. Como si supiera que estaba conservando la historia, pero también alimentando el morbo popular. Como si hubiera entendido que la cera tiene el poder  de detener el tiempo en cierto modo.

Además, ella sobrevivió en un mundo dominado por hombres, fundó un imperio sin tener herencia ni título, y se ganó su lugar a fuerza de talento, valentía y decisión. Una mezcla inquietante entre científica, artista, comerciante y narradora del horror.

 

Isabel Salas

jueves, 15 de mayo de 2025

APOCALIPSIS FISCAL


 

Mientras todo parece un decorado provisional nacido de la mente de un acumulador, el wifi es más estable cada día, pero la vida no.

Se ha convertido en el inventario poético de un universo emocional apagado, como si Disney se hubiese ido a vivir solo y sin calefacción a esa isla donde los famosos pasan hambre y nos divierten peleando por estupideces. Hay una épica tragedia contemporánea en nuestra alma confusa y a la RAE le da un colapso nervioso cada semana. En cada ojo. En los tres. En directo, mientras el fantasma de Sor Juana le acaricia el pelo y le dice: “shhh, déjalo fluir”.

Ya no hay dragones ni brujas. Las lagartijas presumen de ser las nietas de los dragones que no quemaron, y las actrices porno preparan ungüentos en sus calderos brujiles para aliviar los escozores. Buscan en sus brazos lunares estratégicos que les digan de qué linaje vienen, pero todos los lunares se asemejan y no parece tener mucho sentido indagar sobre esos detalles. Al fondo, el director grita que la próxima escena será sin condón.

El ministro de Hacienda también lo dijo ayer: ya no hay condones para todos, y las multas son una ruleta rusa. Todos podemos morir en cualquier momento, en cualquier semáforo. Cuando no llega el wifi, hay datos. ¡Qué alegría!

Solo la sospecha de haber elegido mal desde el principio le quita brillo a este fin de los tiempos tan bonito que nos toca vivir. Conozco a dos viejos cascarrabias que se pasan memes apocalípticos por WhatsApp. Los dos se alegran mucho de haber conocido la vida antes de internet, pero no comprenden que eso no se puede decir.  Ofenden a los detectores de odio y eso no puede ser.  

En la calle suena un canto de funeral con estructura de villancico demente, y algunos se empeñan en bailar porque son jóvenes y lo que el cuerpo pide es baile. La luz roja del semáforo ilumina los aros del malabarista. Los convierte en bocas de volcán, después la verde los transforma en pececitos de colores sin estanque. ¡Qué dura es la vida!

Los dos viejos ignoran que los comentarios sobre tiempos pasados se los guarda uno. Los demás estamos cada día más censados y censurados. Somos la imagen exacta del microfascismo cotidiano que nos vendieron como “responsabilidad cívica”. Los de la tercera edad ya están fuera de la ley. Los demás estamos dentro. Al fondo a la derecha. Bajando el escalón.¡Qué oscuro está! La luz no funciona.

“El fin de la humanidad” ya no suena épico. Ya no parece bíblico. Parece tan inminente como el fin de la guerra de Ucrania. Pero los mismos que sabotean la paz sabotean la alegría, el sol que nos alumbra y todo lo que se les cruce por delante.

En medio del Pacífico, una voz suena como una actualización de software que no se puede posponer. Por si acaso, alerta de tsunami. Todos atentos a ver hacia dónde corren los elefantes. Quien no tenga elefantes, que no se preocupe: puede mirar a los gatos. Los gatos son de poco correr hacia el monte. Si los ves largarse, vete con ellos.

“Decir la verdad” ya no es un acto heroico. Se ha convertido en una rutina agotadora. Los profetas de la nueva era fugaz tienen un trabajo muy mal pagado. Definitivamente no se puede vivir de los directos: los algoritmos te destrozan la esperanza.

Poca gente escribe para parecer lista. Alguna lo hace para no tener que morir antes de que cante el gallo. Estamos de acuerdo: el colapso no hay que explicarlo, pero podemos tratar de hacerlo más habitable.

Por ahora nadie nos impide respirar.

Isabel Salas

martes, 13 de mayo de 2025

AGRESIÓN


Mis maneras se tienen que vestir de Domingo para disfrazar el miedo porque es la única manera que conocen de sobrevivir. 

Tal vez, mi memoria aún cree en el agua bendita y en sus ilimitados poderes de protección y,  por eso, cuando tengo mucho miedo y siento que nada puedo hacer para evitar los golpes, mi corazón invoca la imagen y el olor de una piedra de pila bautismal. Se encarama hasta el borde frío y mira adentro calculando la temperatura del agua y la distancia del salto, casi siempre proporcional al volumen de los gritos que me asustan o a la arista de las palabras con que intentan herirme. Después se lanza a nadar en ese líquido, perfumado con la santidad de todos los ángeles, mientras mis ojos adoptan su mirada nublada de Día Sagrado para observar los ojos que me asustan, a través del velo protector del acuario bendito.

Mi boca, mis gestos, mi sudor y el temblor de mi sangre se disfrazan con su vestimenta más dominguera y yo me concentro en ese aroma de piedra mojada, que me recuerda el de las lágrimas que intento tragar. 

Sal, sangre y silencio. El dolor que mis propias uñas producen en las palmas de mis manos para que yo me pueda concentrar en un dolor físico que me distraiga del otro, se va haciendo cada vez más  fuerte, deja de ser incorpóreo y se materializa poco a poco en una piedrecita que guardo en secreto entre los pliegues de mi alma hasta que el temporal pasa.

Los gritos cesan, la agresión termina, quien me estaba torturando se aleja, y entonces, con cuidado, saco mi piedra, estudio su color, admiro su suavidad, envidio su belleza, bendigo a Rubén Darío aunque sé que no era un gran admirador de las mujeres que escribían, (no soy rencorosa), y dejo de temblar.

Mi corazón se aleja de la pila y regresa a mi pecho. Me acerco entonces, al estanque de peces de colores que mantengo escondido en mi jardín secreto. Allí podría gritar, llorar, desesperarme, levantar mi puño al cielo sin que nadie lo impidiera ni temor a represalias, pero no quiero asustar a mis  peces.

Con dulzura me acerco al borde y suavemente, con extrema delicadeza, dejo caer mi nueva piedra. Se junta, así, a tantas otras que, desde el fondo, sonriendo, acompañan la bellísima coreografía de mis amigos de colores.

Isabel Salas

viernes, 2 de mayo de 2025

LA FOTO INVENTADA


Piensa en algo que no pasó pero que te habría encantado que hubiera pasado. Piensa fuerte, recréalo en tu mente, ponle los colores, la temperatura, la hora ideal. Puedes ponerle hasta olores o ruidos. Sin miedo.

Paseate por el momento, vívelo, siente las sensaciones que hubieras sentido si eso que estás imaginando hubiera pasado y cuando lo tengas todo perfecto, tírale una foto al momento. Guárdala con otros momentos en tu mente.Y espera, sigue con tus cosas. 

Cuando pasen algunos años y te pongas a buscar entre los recuerdos la vas a encontrar. Tal vez para entonces tu mente vieja se habrá hecho un lío y no sabrá distinguir lo verdadero de lo inventado. Te llevarás una gran alegría al mirar esa foto. Sentirás de nuevo lo que experimentaste cuando viviste aquellas horas. Aquella temperatura, aquellos olores volverán a tu mente, escucharás el ruido de fondo y podrás tocar los colores.

Te sentirás de nuevo feliz con la misma felicidad que sentiste en aquel momento. Para eso son las fotos. para poder revivir instantes vividos. Dónde sea, dentro o fuera. Inventados o no.



Isabel  Salas




lunes, 28 de abril de 2025

COHETES


Algunas tristezas explotan como fuegos artificiales. 

Asustan a los perros como los estruendos de fin de año, marcando el fin de algo, de la paciencia, de la capacidad de soportar desmanes o simplemente explotan porque todo explota a la temperatura adecuada. Transforman en furia la frustración, convierten la rabia en colores temblones y hacen que los ojos brillen con chispitas de luz. 

Son peligrosas esas tristezas tan explosivas.

Algunas veces producen universos y ya se sabe que los universos, como otras cosas, los carga el diablo.

Isabel Salas