Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Como soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.
jueves, 19 de junio de 2025
SIN SOL
domingo, 15 de junio de 2025
SONIDOS
domingo, 8 de junio de 2025
LA SEMANA
Soy una especialista en eso, en sacar sonrisas del sombrero mágico de dónde otros sacan conejos y palomas.
Y el alma tenía razón.
El siete se estiró como los cuellos de los dos millones de pollos que hay que matar para conseguir un kilo de orejas de pollo.
Mucho.
Mucha sangre, mucho dolor, muchas lágrimas de pollo y mías mezcladas y al final plumas por el suelo, tus canciones malditas que suenan en mi cabeza y tu horóscopo chino, que debe ser rata o algo que rime bien con cabrón por si tengo que escribirte un poema que salga bonito y digas gracias por bendecirme.
Que bien rimado está.
Muchísimas gracias. Aleluya. Amén.
Pero que pena que los dos millones de pollos ya no podrán oirte porque sus orejas ya no están.
Ni yo.
Ni esas luciérnagas del bote de cristal que estaban allí para ser lamparita pero nadie aguanta brillar tantos días y están dormidas o sordas o muertas y ya no vuelan ni bailan aunque venga en persona Juan Gabriel a cantarles, con Bisbal y con todas las otras encantadoras voces masculinas del panorama musical mundial.
Isabel Salas
miércoles, 4 de junio de 2025
LOS UNOS Y LOS DEMÁS.
Se va de su país, de su relación, de su trabajo. Y después de un tiempo vuelve a su relación, a su país, a su trabajo.
Son los amores de ida y vuelta. Los emigrantes retornados.
Los empleados pródigos.
Alguien mata una cabra y se hace una fiesta para celebrar ese regreso inesperado e improbable que en realidad era inevitable porque el dueño de los pies no sabía caminar hacia otro lado.
Hay otra gente que no sabe volver.
Se obligan así a permanecer en el nuevo país. O en el nuevo trabajo. O en el nuevo amor. Siempre están llenos de dudas, sin saber si están caminando o huyendo.
Aprenden que cuando regresar no es opción, el único camino es seguir adelante. Y cambian de dirección cuantas veces sea necesario.
Como el Lute, escogiendo a la bulla entre caminar o reventar, o andando el camino llorado del caminante de Machado.
Los que no se van. Los amantes de su patria chica. Los que adoran su pueblo y no lo cambian por nada.
Allí nacen y crecen
Se reproducen y mueren.
Felizmente adaptados o trágicamente amarrados, pero instalados para siempre en su ubicación mental y geográfica.
Estables como el uranio cuando está estable. Quietos por fuera y tal vez inquietos por dentro.
Me pregunto si los que regresaron desearían no haberlo hecho. Si los que se fueron, sueñan con la vida que habrían tenido quedándose y si los que permanecieron evitan mirar los aviones para que la pena de no haberse ido no los estrangule.
Me lo pregunto porque soy muy curiosa. Es un juego de la mente. Un invento chino. Un trivial sin quesitos, sin cabras muertas ni banquetes. Sin sonrisas ni respuestas.
Aunque tal vez con lágrimas.
Isabel Salas
viernes, 30 de mayo de 2025
MARIE TUSSAUD
Marie Tussaud es, sin duda, un personaje envuelto en una atmósfera oscura, fascinante y casi siniestra, que parece sacado de una novela gótica. Su vida estuvo atravesada por la proximidad a la muerte, no solo en sentido literal, haciendo máscaras de guillotinados y transportando posteriormente sus cabezas esculpidas por pueblos ingleses, sino también por el modo en que transformó la muerte en espectáculo, sin que eso le quitara seriedad a su arte.
Nacida en Estrasburgo en 1761 con el nombre de Marie Grosholtz, la vida de Madame Tussaud estuvo marcada desde el principio por el contraste entre el arte y la muerte. Su padre murió antes de que ella naciera, y su madre, viuda joven, entró a trabajar como ama de llaves para el doctor Philippe Curtius, un médico suizo con una extraña pasión: modelar figuras humanas en cera, no solo con fines médicos, sino también artísticos. Curtius no tardó en notar el talento de la niña, y la convirtió en su aprendiz. Juntos se trasladaron a París, donde Marie profundizó en su técnica y su formación rodeada rostros famosos.
En la corte de Versalles, Marie enseñó arte a la hermana de Luis XVI, y su habilidad para captar los detalles más sutiles de un rostro la hizo conocida y popular entre la élite el momento. Sin embargo los vientos de la Revolución Francesa transformaron su arte en algo mucho más oscuro. Cuando comenzó el reinado del terror, se le encomendó una tarea macabra: realizar máscaras mortuorias de las víctimas de la guillotina. Así, con manos expertas, modeló los rostros de Luis XVI, María Antonieta, Robespierre, Marat y tantos otros caídos en el caos.
Estas máscaras se convertían en símbolos de victoria o de advertencia, expuestas públicamente como parte de la maquinaria revolucionaria. Cuando Curtius murió en 1794, Marie heredó su colección de figuras y un año después se casó con François Tussaud.
Según contó ella misma en sus memorias, en determinado fue arrestada por sospechas de simpatía monárquica pero con inteligencia y rápida reacción logró escapar de la muerte en 1802. Aprovechando una oportunidad de escapar del tumulto político, viajó a Inglaterra con su exposición de cera. seguramente no imaginó entonces que nunca volvería a Francia. Su destino quedó unido, irónicamente, a los rostros sin vida que moldeaba.
Durante más de tres décadas recorrió el Reino Unido con una muestra itinerante de “figuras célebres en cera” hasta que finalmente, en 1835, fundó un museo permanente en Londres que llevaría su nombre: Madame Tussauds. Allí, el público podía ver de cerca los rostros de reyes, generales, filósofos y criminales. Uno de los sectores más impactantes del museo fue la célebre Chamber of Horrors, donde se exhibían figuras de asesinos, verdugos y víctimas de la guillotina, muchas de ellas hechas con moldes reales por la propia Marie.
Su legado es ambivalente, entre lo histórico y lo morboso, lo artístico y lo macabro. Murió en 1850, a los 88 años, habiendo sido testigo y escultora de uno de los períodos más turbulentos de la historia europea. Su museo creció hasta convertirse con el tiempo en una franquicia global, con sedes hoy día en ciudades como Nueva York, Berlín o Tokio. Aunque hoy muestra celebridades del pop y del cine, su origen fue mucho más crudo y profundo: capturar la historia en el instante preciso en que el aliento acaba de detenerse, pero el rostro tal vez, aún habla.
Madame Tussaud moldeó la memoria colectiva de una época, congelada para siempre en la quietud translúcida de la cera. Pero lo más inquietante de ella no es lo que hizo, sino la aparente frialdad con la que lo hizo. Supongo que era una mujer práctica, meticulosa y aparentemente imperturbable, pues moldear con sus propias manos los rostros de María Antonieta recién decapitada o Robespierre desfigurado, y luego exhibirlos en una vitrina… no es algo que muchas personas podrían soportar.
Y sin embargo, lo hizo. Con gran empeño y precisión. Como si supiera que estaba conservando la historia, pero también alimentando el morbo popular. Como si hubiera entendido que la cera tiene el poder de detener el tiempo en cierto modo.
Además, ella sobrevivió en un mundo dominado por hombres, fundó un imperio sin tener herencia ni título, y se ganó su lugar a fuerza de talento, valentía y decisión. Una mezcla inquietante entre científica, artista, comerciante y narradora del horror.
Isabel Salas
jueves, 15 de mayo de 2025
APOCALIPSIS FISCAL
Mientras todo parece un decorado provisional nacido de la mente de un acumulador, el wifi es más estable cada día, pero la vida no.
Se ha convertido en el inventario poético de un universo emocional apagado, como si Disney se hubiese ido a vivir solo y sin calefacción a esa isla donde los famosos pasan hambre y nos divierten peleando por estupideces. Hay una épica tragedia contemporánea en nuestra alma confusa y a la RAE le da un colapso nervioso cada semana. En cada ojo. En los tres. En directo, mientras el fantasma de Sor Juana le acaricia el pelo y le dice: “shhh, déjalo fluir”.
Ya no hay dragones ni brujas. Las lagartijas presumen de ser las nietas de los dragones que no quemaron, y las actrices porno preparan ungüentos en sus calderos brujiles para aliviar los escozores. Buscan en sus brazos lunares estratégicos que les digan de qué linaje vienen, pero todos los lunares se asemejan y no parece tener mucho sentido indagar sobre esos detalles. Al fondo, el director grita que la próxima escena será sin condón.
El ministro de Hacienda también lo dijo ayer: ya no hay condones para todos, y las multas son una ruleta rusa. Todos podemos morir en cualquier momento, en cualquier semáforo. Cuando no llega el wifi, hay datos. ¡Qué alegría!
Solo la sospecha de haber elegido mal desde el principio le quita brillo a este fin de los tiempos tan bonito que nos toca vivir. Conozco a dos viejos cascarrabias que se pasan memes apocalípticos por WhatsApp. Los dos se alegran mucho de haber conocido la vida antes de internet, pero no comprenden que eso no se puede decir. Ofenden a los detectores de odio y eso no puede ser.
En la calle suena un canto de funeral con estructura de villancico demente, y algunos se empeñan en bailar porque son jóvenes y lo que el cuerpo pide es baile. La luz roja del semáforo ilumina los aros del malabarista. Los convierte en bocas de volcán, después la verde los transforma en pececitos de colores sin estanque. ¡Qué dura es la vida!
Los dos viejos ignoran que los comentarios sobre tiempos pasados se los guarda uno. Los demás estamos cada día más censados y censurados. Somos la imagen exacta del microfascismo cotidiano que nos vendieron como “responsabilidad cívica”. Los de la tercera edad ya están fuera de la ley. Los demás estamos dentro. Al fondo a la derecha. Bajando el escalón.¡Qué oscuro está! La luz no funciona.
“El fin de la humanidad” ya no suena épico. Ya no parece bíblico. Parece tan inminente como el fin de la guerra de Ucrania. Pero los mismos que sabotean la paz sabotean la alegría, el sol que nos alumbra y todo lo que se les cruce por delante.
En medio del Pacífico, una voz suena como una actualización de software que no se puede posponer. Por si acaso, alerta de tsunami. Todos atentos a ver hacia dónde corren los elefantes. Quien no tenga elefantes, que no se preocupe: puede mirar a los gatos. Los gatos son de poco correr hacia el monte. Si los ves largarse, vete con ellos.
“Decir la verdad” ya no es un acto heroico. Se ha convertido en una rutina agotadora. Los profetas de la nueva era fugaz tienen un trabajo muy mal pagado. Definitivamente no se puede vivir de los directos: los algoritmos te destrozan la esperanza.
Poca gente escribe para parecer lista. Alguna lo hace para no tener que morir antes de que cante el gallo. Estamos de acuerdo: el colapso no hay que explicarlo, pero podemos tratar de hacerlo más habitable.
Por ahora nadie nos impide respirar.
martes, 13 de mayo de 2025
AGRESIÓN
viernes, 2 de mayo de 2025
LA FOTO INVENTADA
Paseate por el momento, vívelo, siente las sensaciones que hubieras sentido si eso que estás imaginando hubiera pasado y cuando lo tengas todo perfecto, tírale una foto al momento. Guárdala con otros momentos en tu mente.Y espera, sigue con tus cosas.
Cuando pasen algunos años y te pongas a buscar entre los recuerdos la vas a encontrar. Tal vez para entonces tu mente vieja se habrá hecho un lío y no sabrá distinguir lo verdadero de lo inventado. Te llevarás una gran alegría al mirar esa foto. Sentirás de nuevo lo que experimentaste cuando viviste aquellas horas. Aquella temperatura, aquellos olores volverán a tu mente, escucharás el ruido de fondo y podrás tocar los colores.
Te sentirás de nuevo feliz con la misma felicidad que sentiste en aquel momento. Para eso son las fotos. para poder revivir instantes vividos. Dónde sea, dentro o fuera. Inventados o no.
Isabel Salas
lunes, 28 de abril de 2025
COHETES
Asustan a los perros como los estruendos de fin de año, marcando el fin de algo, de la paciencia, de la capacidad de soportar desmanes o simplemente explotan porque todo explota a la temperatura adecuada. Transforman en furia la frustración, convierten la rabia en colores temblones y hacen que los ojos brillen con chispitas de luz.
sábado, 19 de abril de 2025
TRIZAS DE COLORES
Era como una fiesta. Algo especial. Las tizas caras de escribir cosas raras, fuera de lo común. No sé vosotros, pero yo hasta hoy recuerdo como me impactó ver lamelibranquios escrito en verde claro. Lo que hasta ese día habían sido simples almejas y coquinas flotando en las paellas, se convirtieron en bichos guardados dentro de un caparazón con dos valvas laterales, generalmente simétricas, unidas por una bisagra y ligamentos. Supe que dichas valvas se cierran por acción de uno o dos músculos aductores.
Me pareció tan sexual lo de aquellos músculos. Erótico, salvaje. Pero no dije nada. En esa época yo creía que era una enferma mental obsesionada con imágenes pornográficas y que sólo yo veía que las almejas parecían órganos sexuales femeninos como los míos y que lo de valvas y vulvas también parecía la misma cosa. Una broma de un científico super salido. Con el tiempo también supe que mucha gente hizo esa relación entre lamelibranquios y mujeres.
Menos mal, me sentí más normal.
Menos sola.
Aprendí que las mujeres también tienen conchas bivalvas, que se se cierran cuando están enfadadas con sus hombres. Que el músculo que cierra la entrada en la vagina es el corazón, y cuando está hecho trizas se vuelve arisco. Y se te quitan las ganas de abrir tus caparazones bilabiales.
De abrir tus piernas.
De abrir tu boca.
Y te metes dentro de tu concha triste. Con tu pena negra. Y te preguntas si venden cajitas de trizas de colores para amenizar tanto disgusto.
¡Joder!
Tanto disgusto
Isabel Salas
sábado, 5 de abril de 2025
PROPÓSITO ALGORÍTMICO
Impacto tienen las bombas,
valor tienen los valientes.
No me pidas ser gurú
embalado por zambombas
mientras rechino los dientes
en la guerra de Mambrú.
No me pidas que te guíe.
No quiero salvar a nadie
ni impresionar ni enseñar.
No me exijas que confíe
ni que mi aura te irradie
al ayudarte a sanar.
No soy el Hat Gepeté
rey de la ventriloquía,
creador de contenido,
autor del vacíate,
domador de la anarquía
y del saber engreído.
Soy una chispa divina,
el deseo de vivir
crecer, reír y soñar.
El gas de la gasolina,
el placer de reincidir
y del acto consumar.
Isabel Salas
miércoles, 2 de abril de 2025
HACIA LA INMORTALIDAD
Entre las más impactantes y conmovedoras formas de preservar la memoria de nuestros muertos ilustres, sin duda, se encuentra la tradición de las máscaras mortuorias, moldes del rostro de una persona fallecida que capturan, con exactitud casi perfecta, los rasgos últimos de quienes dejaron huella en la historia.
Estas máscaras no nacieron como arte por sí mismas, sino como herramientas de memoria. Ya en el Antiguo Egipto, los faraones eran enterrados con máscaras funerarias doradas, como la de Tutankamón que casi todos recordamos. Las máscara egipcias no eran moldeadas directamente sobre el rostro, pero sí representaban la trascendencia simbólica del difunto. Más adelante, en la Antigua Roma, practicaron la costumbre de conservar imagines maiorum, bustos de cera de los antepasados, usados en procesiones funerarias para honrar la genealogía.
Sin embargo, la técnica realista de la máscara mortuoria, realizada directamente sobre el rostro del difunto con yeso o cera, se popularizó en Europa a partir de la Edad Media, y alcanzó su auge durante los siglos XVIII y XIX, en pleno apogeo del pensamiento ilustrado, la ciencia anatómica y el arte neoclásico. Se usaban no solo como recuerdo, sino también como referencia para escultores y pintores, o incluso con fines médicos, antropológicos y científicos.
Entre las máscaras más célebres que se conservan están la de Dante Alighieri, cuyo rostro fue inmortalizado después de su muerte en 1321; la de Napoleón Bonaparte, moldeada poco después de su fallecimiento en 1821 en la isla de Santa Elena; y la de Ludwig van Beethoven, cuya máscara post mortem de 1827 refleja la profundidad de su semblante, marcada por la genialidad y el sufrimiento.
También figuran en este panteón inmóvil las máscaras de Friedrich Nietzsche, el filósofo del eterno retorno; la del poeta y grabador inglés William Blake, visionario del alma humana; o la de Blaise Pascal, matemático y pensador religioso. Incluso el rostro de María Antonieta, reina de Francia, fue preservado tras su ejecución mediante un molde realizado en secreto por la escultora Madame Tussaud, fundadora del célebre museo de cera.
En esta colección silenciosa también se encuentra Julio Verne, el padre de la ciencia ficción moderna. Tras su muerte el 24 de marzo de 1905, en la ciudad francesa de Amiens, el escultor Albert Roze, también oriundo de la región, fue el encargado de realizar su máscara mortuoria, capturando con precisión los rasgos del escritor que nos hizo viajar al centro de la Tierra, a la Luna y a lo largo de veinte mil leguas bajo el mar.
Dos años más tarde, en 1907, Roze creó una obra escultórica monumental para la tumba de Verne. La pieza, titulada “Vers l’immortalité et l’éternelle jeunesse” (Hacia la inmortalidad y la eterna juventud), representa al escritor emergiendo de su tumba, rompiendo la lápida con el torso desnudo y un brazo extendido hacia el cielo, como si rompiera la barrera entre la vida y la muerte o tal vez en su viaje entre el mundo material y el espiritual.
La escultura fue instalada en el Cimetière de la Madeleine, en Amiens, donde reposa Verne junto a su esposa Honorine. El monumento se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación literaria. La elección del título y la fuerza simbólica de la figura puede evocar para los cristianos la resurrección y para los no creyentes la inmortalidad de la obra literaria de Verne, pero definitivamente es una escultura impresionante que difícilmente nos deja indiferentes.
La tumba de Julio Verne, gracias a esta escultura deja de ser un simple lugar de descanso, para convertirse en una puerta abierta a la imaginación. Un recordatorio de que la muerte no es el final, sino el umbral hacia otra forma de presencia, en este caso, la que vive en las palabras, en los sueños, y en el rostro moldeado para no ser jamá olvidado.
Isabel Salas
lunes, 31 de marzo de 2025
MULTICULTURALIDAD IMPUESTA
La tan cacareada multiculturalidad, impuesta a Europa desde hace años como un valor que exalta la diversidad y promueve valores de inclusión, merece, sin duda, una segunda y una tercera revisión crítica que, a día de hoy, no está siendo permitida ni incentivada. Nos la han presentado como un avance moral, como el signo de una sociedad madura y tolerante, pero en la práctica se ha venido convirtiendo en un proceso de desintegración donde solo una de las partes, la europea de raíz cristiana, está siendo obligada a renunciar a su historia, sus comidas, sus tradiciones y su fe.
Lo más increíble es que a los pueblos de Europa no se les ha consultado si desean abrir sus puertas a costumbres ajenas, a religiones incompatibles con sus valores, o a normas de convivencia o vestimenta que desdibujan el alma cultural que los ha sostenido durante siglos. La multiculturalidad que se ha promovido no nace espontáneamente de una migración natural, ni del respeto mutuo ni mucho menos del diálogo sincero, sino desde el turbio propósito de una ingeniería social que evidentemente, parece buscar la disolución de lo que aún queda de identidad espiritual, cohesión familiar y conciencia histórica en las sociedades europeas de raíz cristiana.
Obviamente no estamos ante un fenómeno natural. Es política. Es proyecto. Y es, según muchos valoramos, peligroso.
El cristianismo, y esto hay que decirlo sin miedo, ha modelado las bases éticas de la civilización occidental. Ha dado a la humanidad principios como la dignidad individual, el valor del perdón, la defensa de la conciencia, la separación progresiva entre lo espiritual y lo temporal, y una cultura del amor que ha transformado lentamente los impulsos más brutales de la historia. Aunque se hayan cometido errores y aunque existan episodios oscuros como la Inquisición, el cristianismo ha sido capaz de evolucionar hacia una visión más elevada del ser humano, precisamente porque se sabe guiado por un mensaje que trasciende el poder y el tiempo: el mensaje de Cristo.
A menudo se trae a colación la Inquisición para descalificar esta herencia, por eso es necesario hablar con datos y contexto. La Inquisición española, en sus más de 350 años de existencia, produjo entre 3.000 y 5.000 ejecuciones. En toda Europa, las distintas inquisiciones no suman más de 50.000 muertes. No son cifras aceptables, y tristemente existen, pero sí deben ser puestas en su marco histórico: siglos de guerras religiosas, castigos civiles atroces, y sistemas judiciales embrionarios. La Iglesia, en muchos casos y aunque cueste creerlo, fue más garantista que los tribunales civiles. Además, la propia tradición cristiana produjo autocrítica, promovió la revisión, el perdón público, y todas las reformas profundas que nos han traído a la actualidad.
Ahora bien, comparemos esto con los sistemas legales y religiosos de raíz islámica que aún hoy, en pleno siglo XXI, se practican y no como excepción sino como norma: el matrimonio infantil, la lapidación por adulterio, la pena de muerte a homosexuales, la persecución de apóstatas y cristianos, el castigo corporal en la vía pública, y la absoluta subordinación de la mujer entre otros. Todo esto con sustento teológico y amparo estatal. Hay países donde aún hoy cualquier niña de 6 a 15 años puede ser entregada forzosamente en matrimonio, o donde un hombre puede golpear a su esposa o a la esposa de otro con 100 latigazos, por mandato divino. Países donde decir “soy cristiano” puede costarte la vida, y donde el Estado y la religión son uno solo.
Según la Lista Mundial de la Persecución 2025 publicada por la organización Puertas Abiertas, los siguientes países presentan los niveles más altos de persecución hacia los cristianos, incluyendo casos de violencia extrema y asesinatos debido a su fe: Corea del Norte, Somalia, Yemen Libia, Sudán, Eritrea, Nigeria, Pakistán, Irán y Afganistán. Aún no han incluido a Siria pero sabemos que allí la persecución a cristianos y a otros grupos está siendo feroz.
Concretamente en países como Irán, Arabia Saudita o Yemen, ser homosexual o renunciar al islam puede significar la ejecución pública. No estamos hablando de errores del pasado, sino de prácticas presentes, institucionales y sistemáticas, según los datos y estadísticas públicas que dispongo para sustentar mis afirmaciones.
Y, sin embargo, desde los micrófonos de Occidente, se nos repite que todas las culturas valen lo mismo. Que hay que respetar todas las opiniones y culturas. Que cuestionar estas prácticas es intolerancia y que oponerse a su entrada sin filtro es xenofobia. Que hablar, en resumen, contra la multiculturalidad es odio. Pero nadie está obligando al mundo islámico a aceptar nuestros valores en sus países. Nadie promueve multiculturalismo en Arabia Saudita o en Pakistán. Nadie defiende allí el “derecho a la diferencia”. Solo se le exige a Europa la adaptación forzosa, abrirse, callar, financiar y ceder.
Esta imposición constante debilita la conciencia colectiva, desarma la defensa espiritual de los pueblos, y somete a la sociedad a un relativismo destructor. No se trata de odiar al diferente, de hecho ni yo misma ni nadie de mi entorno ha expresado jamás odio, se trata sí, de defender con firmeza lo verdadero. Y hay verdades que no pueden negociarse y no todos los valores son iguales. No es lo mismo la compasión que la lapidación. Y para afirmar esto me remito a las palabras de Cristo, "quién esté libre de pecado que tire la primera piedra".
No es lo mismo el respeto a la conciencia que la pena de muerte por apostasía. En concreto, no es lo mismo el mensaje de Jesucristo que el de la Sharía. Y decirlo no es odio: es responsabilidad y sentido de la preservación de nuestra vida y nuestros principios.
Si Europa quiere sobrevivir como civilización viva, tiene que recordar lo que la hizo grande: su raíz cristiana, su ética de la libertad, su compasión estructurada en el bien, su amor por la verdad. No se trata de imponer esa visión a los demás, sino de dejar de pedir perdón por ella. Y de ejercer el derecho de admisión que todo pueblo libre debe tener sobre su cultura, su tierra y sus hijos. No se trata de rechazar al otro. Se trata de preguntarnos por qué solo nosotros debemos ceder. ¿Por qué debemos borrar nuestras cruces, silenciar nuestras campanas, dudar de nuestras raíces para que el otro se sienta cómodo en nuestra casa o en nuestras escuelas? ¿Por qué se exige respeto a culturas que no respetan, acogida a religiones que no acogen en sus lugares de origen, y sumisión a ideologías que no dialogan?
El cristianismo ha sido y, aún es, el alma de Europa. Le dio hospitales, universidades, arte, ciencia, una ética del perdón y de la conciencia. Hoy Europa se arrodilla, calla y paga. Europa se deshace porque la multiculturalidad que nos han impuesto no es encuentro entre iguales: es una rendición unilateral. No es convivencia: es una lenta amputación de nuestra identidad. Se nos prohíbe incluso pensarlo, discutirlo o escribirlo, y si lo hacemos fácilmente podemos ser injustamente acusados de intolerantes, de racistas o retrógrados.
Y sin embargo, decir la verdad no es odio y por mucho que lo repitan no lo será. Como dice un bello y sabio refrán africano, por mucho que el tronco flote, nunca será cocodrilo. El odio es un sentimiento muy difícil de detectar y de diagnosticar, pero es muy fácil callar la voz de quienes no aplauden las políticas impuestas cuando el que detenta el poder te puede acusar, juzgar y condenar por "crimen de odio".
Europa no necesita leyes sobre el odio. Necesita memoria. Necesita valor para mirar lo que ha sido y decidir si desea seguir existiendo. Porque si todo se acepta, si todo se iguala, si todo se impone menos lo nuestro, entonces nada queda. Y quien ya no sabe quién es, no puede defender nada, ni siquiera a sus hijos y su legado. Me amparo en el artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos y en el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, según el cual tengo derecho a expresar opiniones críticas, incluso si son polémicas, contrarias al discurso oficial o molestas para otros. Este texto no contiene, ni en su letra ni en su espíritu, ningún tipo de incitación al odio, a la violencia, a la discriminación o al desprecio hacia personas por su religión, raza, nacionalidad u origen cultural.
Al contrario, las observaciones aquí expuestas constituyen una crítica legítima y necesaria a ciertas políticas públicas, modelos ideológicos y prácticas institucionalizadas que afectan la identidad de las sociedades europeas de raíz cristiana.
Se habla aquí de hechos documentados, de experiencias colectivas y de un llamado urgente a la reflexión cultural profunda. No se ataca a individuos ni se menoscaba la dignidad de ninguna persona. Sin embargo, este texto defiende el derecho de todo pueblo —como lo han hecho históricamente otros— a conservar su identidad, proteger de forma serena sus raíces, y manifestar sus valores sin ser censurado, acusado ni obligado al silencio.
Isabel Salas
domingo, 23 de marzo de 2025
EL INFIERNO DETRÁS DEL LUJO
Cada día, modelos, influencers y hermosas chicas jóvenes son embaucadas con promesas de contratos millonarios pero muchas acaban atrapadas en un sistema de esclavitud disfrazado de glamour. No es un mito sino una red de poder, silencio y abuso.
En los rincones más oscuros del lujo internacional se esconde una realidad que muchos prefieren no ver, no sé si por preservar su sanidad mental, por cobardía o por miedo. Hay muchos lados desde los que podemos abordar el tema de la depravación, pues, por desgracia, sucede en todos lados y no es exclusiva de ningún país. Sin embargo para centrarnos en un punto en concreto voy a hacer un repaso de lo que he ido averiguando sobre cómo se manejan muchas de las agencias que ofrecen contratos de modelaje en Dubái y otros centros de poder económico del Golfo. Algunas de estas agencias no están llevando a las jóvenes a vivir un sueño, sino a sobrevivir una pesadilla. Lo que se promociona como una oportunidad de éxito y dinero fácil, puede terminar siendo una forma de esclavitud moderna disfrazada, aunque sea por un determinado periodo de tiempo.
Hay testimonios, muchos de ellos silenciados o enterrados, que describen con precisión lo que ocurre tras esas puertas doradas. No se trata solo de prostitución de lujo. Estamos hablando de prácticas profundamente degradantes: zoofilia forzada, ingesta de desechos corporales, rituales de humillación absoluta y contratos que incluyen cláusulas de confidencialidad diseñadas para callar el horror que viven estas mujeres. A esto se suman las amenazas, las coacciones y el miedo. Las chicas son llevadas hasta allá con promesas falsas o con una idea muy distinta de lo que realmente se les exigirá. A veces son menores de edad. Otras veces, simplemente son mujeres jóvenes que vienen de entornos donde la necesidad, la ilusión o la ambición les impiden imaginar el infierno al que están a punto de entrar.
Y lo más repugnante no es sólo lo que se les hace, sino cómo se las trata después. Porque el sistema está tan bien montado que consigue, como en otros casos, que la víctima se convierta en sospechosa. “Seguro que sabía lo que hacía”, dicen algunos. “Se vendió por dinero.” Así, la culpa cambia de lugar. Y los verdaderos responsables —jeques, oligarcas, proxenetas o magnates— quedan impunes, blindados por el poder, el dinero y la indiferencia. Esto no debe sorprendernos, ya sabemos el tipo de minifalda que usan las violadas para provocar a los pobres violadores en los oscuros callejones.
Sin embargo estas redes, de las que estamos hablando hoy, a diferencia de otras que trabajan clandestinamente, funcionan a plena luz y ante nuestra vista. No son marginales, están conectadas con las grandes esferas del poder global y operan bajo nombres de empresas legales, utilizan influencers, modelos famosas, promotores de lujo y hasta algunos medios de comunicación que les hacen el juego. Porque eso también forma parte del silencio: los medios masivos no cubren estos casos. No profundizan, no investigan, no denuncian. No porque no puedan, sino porque saben que no deben hacerlo si no quieren poner en jaque a los mismos intereses que sostienen el statu quo internacional y porque en la industria del entretenimiento, la moda, el turismo o el espectáculo, el dinero manda y la verdad molesta y nadie se anima a ponerle el cascabel al gato.
Podría decir que a estas alturas ya nada me asombra o simplemente callarme, pero observo un colapso ético tan grande en todo esto que no consigo mantenerme al margen. Ante un panorama que nos aturde con tanta degradación mi conclusión es que hay que comprometerse, cada uno desde su humilde lugar, y mi lugar es este, mi blog. La perversidad de lo que estoy analizando va mucho más allá del hecho en sí. ¿Qué tipo de civilización permite que se abuse, degrade y silencie a mujeres —muchas veces niñas— a cambio de un puñado de billetes y una falsa promesa de fama? ¿Qué sociedad normaliza estos abusos porque ocurren lejos, en palacios imposibles, entre lujos que parecen de otro mundo?
Quizás un día llegue la hora de mirar sin filtros y de no callar más. Y tal vez en ese momento los que dirijan los grandes medios encuentren el valor para exponer lo que ocurre aunque incomode. Porque no hay nada más obsceno que la complicidad disfrazada de indiferencia. Y porque la dignidad no debería tener precio, ni excusas, ni contratos de silencio.
Isabel Salas
domingo, 16 de marzo de 2025
AMO A UN POETA
Abordaré hoy un asunto muy peliagudo, complicadísimo y delicado. Es uno de esos temas en los que cualquier mujer usaría la típica frase de la amiga, a la que le pasa tal o cual cosa, y en los que quienes la escuchan aceptan lo de la amiga sabiendo que es mentira, así como saben que todo lo que venga después de esa introducción, será verdad. Una verdad que al disfrazarse de mentira coge fuerza de puño y golpea como sólo las verdades saben.
Todo fue bien hasta que una noche unas amigas me hablaron de un poeta de pelo negro y versos de colores que según ellas era la dulzura hecha poema y amor convertido en letras plateadas que brillaban con la luz de los rayos de luna llena. Me acerqué curiosa y descuidada, segura de que mi escudo protector funcionaría y me mantendría a salvo. Incauta y torpe no vi que me estaba acercando demasiado y demasiadas veces. No noté tampoco la frecuencia cada vez mayor con que lo buscaba y trataba de llamar su atención ni percibí la tristeza infinita que me invadía los días en que él no me miraba porque al hablarme disipaba todas nubes y el cielo se llenaba de soles bailarines.
Los días fueron pasando y cuando quise darme cuenta ya estaba completamente enamorada. Ni poco ni muchito, toneladas de amor desesperado, desgarrando mis entrañas mientras mi obsesión por sus letras me impedía percatarme del tamaño del problema.
A las pocas semanas los estropicios eran evidentes, empecé a hablar en rima y a suspirar entre lágrimas ante cualquier flor o cualquier estrella. Lo observaba todo atentamente por breves instantes y enseguida salía volando del local. Atravesaba rauda los cielos árticos o antárticos deseando llevarle a mi poeta aquellas impresiones lo más frescas posible para que él las transformase en poemas con perfume de nieve recién cortada.
Nunca se vio una musa más intrépida.
Me deslicé por cráteres abiertos para observar la sangre del planeta corriendo por las venas ardientes de los volcanes y amparada en mi inmortalidad me dejé picar por los venenos de cientos de arañas y serpientes para describirle a mi amor las mil formas de agonía más espectaculares.
Hice tantos méritos que pronto fui su preferida. Las otras musas se fueron retirando aburridas buscando otros artistas, pues él sólo tenía oídos para mí. Las mujeres mortales disputaban celosas quien de entre ellas era la inspiradora de aquellos versos bellos y en desacuerdo discutían hasta el agotamiento mientras yo era feliz con mi amado escritor, su blanca piel y sus negros cabellos.
Él me esperaba ansioso cada noche y yo ansiosa corría a susurrar en su corazón las palabras más amorosamente pronunciadas jamás por ninguna musa para cualquier hombre y todo estuvo bien hasta que el segundo mal me acometió.
No me bastaba amar.
No.
También los celos se adueñaron de mí y comencé a sufrir cada vez que me iba, sospechando de todas las almas femeninas mortales o inmortales. Dejé de demorarme respirando las flores para besar a mi poeta con perfume de vida y poder regresar más rápido. Dejé de revolcarme en la arena del desierto para llevarle la piel ardiente del deseo animal y me convertí en una musa común llena de prisas y ansiedades que ya no le servía para nada.
Empezaron así las discusiones.
Cortas al principio y demoradas más tarde, hasta hacerse eternas. Él bebía, yo lloraba, él me aseguraba que yo era la única y yo le exigía pruebas de fidelidad. Él me juraba amor suplicándome confianza mientras yo lo atormentaba de todas las maneras conocidas, le robé el sueño, lo dejé inservible, arrugado, irritado, con el miedo feroz en su pecho instalado.
Entramos en la fase del odio.
Lo dejé sin virilidad.
Sinceramente no podía comprender como las cosas habían ido degenerando hasta llegar a aquel punto y una mañana partí exasperada. No lo hacía para alejarme de él definitivamente sino para tratar de encontrar una solución a tamaño tormento que bien me diese paz para seguir amando a aquel despojo, o bien arrancase de a mí aquella obsesión y me permitiese retomar mi vida de musa frívola y coqueta sin ningún sonrojo.
Me informé con otras musas y todas me indicaron el mismo camino: debía subir la montaña Melt´s y allí pedir consejo y orientación al más veterano asesor de musas enamoradas, El Sabio Ahmed, famoso erudito que en muchas cuestiones trascendentales había aportado la correcta solución tanto en días pasados como en actuales.
Llegué a su presencia llena de esperanza y agradecida comprobé que él no me apremiaba de ninguna manera, sin interrumpirme me dejó hablar, llorar y contarle con detalle cada uno de los episodios que yo consideraba imprescindibles para una perfecta comprensión del drama que hasta allí me llevaba envuelta en roja llama.
Él me miró con total comprensión.
Me habían dicho que era un varón de pocas palabras que cuando hablaba lo hacía con voz muy firme y que muchas veces respondía el dilema que le era presentado con una frase mágica que llevaba escondida en los pliegues el germen de la respuesta que necesitaba el visitante.
- Dime como te sientes con todo esto.
Y yo sin mucho reflexionar, respondí con total sinceridad.
- Estúpida.
Tanta conversación,tanto llanto y frustración para que al final en eso se resumiese todo. Casi estaba a punto de irme cuando él habló de nuevo.
- Cualquier estúpido puede amar, pero para confiar hay que estar loco.
Comprendí que tenía razón, con toda justicia lo llamaban Sabio. Cualquier mujer llegando a este punto recularía, pero yo no soy una mujer, soy una musa y estaba ante un dilema vital: desamarrar mi cordura para poder vivir mi amor con plenitud, confiando de alma abierta en mi poeta o mantenerme en el camino racional de la musa tradicional y alejarme de ese amor exigente que requería ese último paso más allá del estricto cumplimiento del deber para el que había sido creada.
Miré al Sabio Ahmed suplicante. Mi decisión no era fácil y él lo adivinaba , yo no sabía que hacer pero el anciano, con un gesto elegante, señaló dos copas que estaban servidas en una mesa cerca de donde nos encontrábamos.
- Permite que el destino decida por ti. En una copa tienes el licor de la locura y en la otra el que te dará la paz que tanto ansías, acércate, toma una , bebe y sal de aquí, tus pasos estarán guiados por el destino que escojas al beber y yo estaré feliz de haberte servido.
Cuando salí de allí dos minutos después, yo era la musa desquiciada que soy hoy. Gracias a eso mi poeta dejó de ser un escritor más y ahora es un genio.
Tiene una de las musas más loca de la historia, y como mis hermanas que bebieron antes que yo la copa del Sabio Ahmed, descubrí pasado un tiempo, que aquel sabio desgraciado me engañó.
En sus licores solo hay locura y jamás una musa encontró la paz después de visitarlo.
Isabel Salas
Del libro NAVAJA DE LLAVERO