sábado, 26 de julio de 2025

DENTRO DEL COCHE

Ella sentía correr las lágrimas mientras caminaba hacia el coche, le daba vergüenza llorar por la calle y por eso no hacía ademán de limpiárselas, como si ignorándolas y evitando los gestos de manotazos que las apartarían, se hiciesen invisibles a los ojos curiosos de quienes se cruzaban con ella.
Miradas indiscretas.
Molestas.
De adivinos.

Entró dentro del auto y arrancó para alejarse de la escena ridícula. El chorro de aire acondicionado. La radio. Mirarse al espejo. Calmarse.

Que tonta había sido. 
Tantos años después y va él y la llama. 
Y ella tan imbécil va y atiende.
Años después de sólo comunicarse a través de abogados, de gestores de horarios para visitas y vacaciones de hijos, de mediadores y graduados sociales, él va y la llama y le dice hola.

No levanta la voz. 
No grita.
Le habla bonito con la voz suave de antes de los problemas y las peleas. Habla de cosas buenas que están pasando con los hijos, pregunta como está ella y la deja responder sin interrumpir, le cuenta del trabajo, del coche que se cala, del primo cura que parece que es gay y se sale de cura. Ya se ha curado dice...y se ríe.

Ella hace tanto tiempo que no escucha su voz sin discutir que está atontada, le extraña y casi espera que sea un truco para pedirle algo referente a los niños, cambiar el orden de algún festejo para organizar un viaje...algo así, pero no.
Él sigue hablando y conversando. Ríe de  nuevo y ella se sorprende bajando la guardia y entrando en el clima de cordialidad.

Él habla más que ella , pero de pronto en medio de una frase, ambos se ríen. El sonido de sus dos risas juntas es para ella  como un puñetazo.

Lo quiso tanto. Le dolió tanto todo.
La crisis, la otra crisis, los engaños, verlo salir de casa para ver a la otra, verlo volver, escuchar sus mentiras. Las peleas, los gritos, los reproches.

Y ahora la risa de ambos  se sale de las bocas, se mete por las ondas de la tecnología y hace que se revivan sin previo aviso todas las emociones contenidas,  supuestamente superadas y olvidadas.
La excusa boba, debo dejarte, la batería. Adiós.

Dentro del coche, una mujer llora.

Al otro lado de la ciudad,  en otro coche, un hombre serio mira la pantallita del teléfono. Llamadas realizadas, el nombre de ella. ¿Qué impulso raro lo inspiró a llamarla?Han hablado tan bien... han conversado como hacía años, todo estaba perfecto hasta que las risas se juntaron y él  se vio transportado al centro de otras risas de  hacía mucho tiempo.
Quiso parar pero no hizo falta que inventase una excusa. Por suerte la batería de ella se estaba terminando y ella se despidió.

Y de pronto lo invade una ola de lágrimas y llora como lloran los hombres.
Con fuerza.
Con sorpresa.
Deja el teléfono y arranca.
El chorro de aire acondicionado. La radio. Mirarse al espejo.
Recomponerse.

Dentro del coche, un hombre llora.

Isabel Salas



lunes, 21 de julio de 2025

BOLA DE RULETA


A veces
 te quieres enamorar,
 y escoges entre todos los que ves,
de quién te enamoras.
De propósito,
porque es la hora,
porque tu alma pide hijos,
exige besos,
necesita cosas,
quiere dormir con alguien,
abrazadita,
y llora.


quieres de pronto ser de alguien, 
 o tener alguien
a quien llamar tuyo,
y te enamoras
con premeditación y alevosía.
Con decisión.

Lo haces
 del que está allí,
del primero que pasa,
de otro barco a la deriva 
como tú,
que está como tú,
queriendo lo mismo
buscando un amor que flote
al que agarrarse.

Y puede salir bien,
eso dicen,
 aunque a mí, la verdad,
siempre me salió mal.
Son amores aburridos, tristes,
grises.
Vomitivos, repugnantes,
sin sonido.
Submarinismo en un mar de barro.
Huelen a muerte
antes de nacer y son nocivos
para todos los tipos de salud,
peor que fumar,
o dejar de coger,
o parar de soñar.

A mí, 
lo que me sale bien 
es enamorarme sin querer.
Enamorarme 
prestando resistencia.
Gota a gota,
como un suero maldito directo en la vena.

Con miedo.
Con ganas de matar,
de golpear.

Me sale bien
sentir a ratos rabia 
de quien me despierta cosas dormidas,
de quién derrite
sentimientos congelados,
y resucita
sensaciones muertas.

Con esos amores
siempre me sale bien,
respiro colores,
exhalo perfumes y risas.
Hay sensación de vértigo
pero no vomito.
La vida me respira y yo a ella,
ósmosis vital.
Mares limpios para nadar,
buceo a pulmón libre
atravesando peces.

Son amores de veras.
Verdades de intensidad variable,
 terremotos educados 
que te lo derrumban todo
con una sonrisa de magnitud diez
con derecho a tsunami.
Con vete al carajo
y vuelve rápido
que sin ti no es lo mismo.

Amores impremeditados,
con atenuantes,
con pimienta en la llaga,
risas raras,
miradas estiradas como hilos de cobre
ruido de bolita
saltando en la ruleta.

Felicidad,
fantasía, sueños,
sonrisas
y el susto constante,
permanente,
de morirte o borrarte
cuando se cumpla el plazo
de caducidad.

Isabel Salas

domingo, 13 de julio de 2025

CALIBRE NUEVE


Cuando me defiendo, 
me defiendo de todo con la misma fuerza.
Me defiendo de mí,
de ti,
de lo que se mueve,
de lo que siento malo con razón o sin ella, 
y de lo bueno,
de lo bueno raro que parece palo,
aunque no lo sea.

Sin orden ni pudor, 
sin concierto esquivador de golpes.
Sin razón.
Ataco lo que imagino 
y lo que existe.

Todo me sabe a malo y todo es peligroso.
Mi cabeza no piensa 
porque estar así es como estar dormido,
o tonto,
o peor, mucho peor,
dormido, 
triste y tonto.

Y cuando me defiendo de todo lo gris,
yo también me quedo gris
y es difícil quererme.
Lo sé.

Nunca he pedido que me quieran así.
Querer en blanco y negro no es algo que se pida.
Es algo que no pasa,
y si pasa,
el gris se pasa y vuelven los colores
 y todas las sonrisas.
 Pero eso es raro,
¿Quién va a querer amar de esa manera?
O mejor, 
¿Quién va a querer amarme así?

La manera existe, 
lo que no existe es quién la aplique en mí.
Nunca pasó,
y si pasó,
pasó tan lejos que no la sentí.

Así que normalmente,
 mi locura gris la limpio sola,
escribiendo
 hasta parar todo lo que se mueve,
o llorando 
lágrimas especiales 
calibre nueve.

Letras saladas y lágrimas sin tildes,
las dos formas,
solas o combinadas,
que dejan mi sonrisa nueva 
y devuelven la vida 
los colores muertos.

Mis dos maneras de abrillantar los ojos,
y mirar lo que pasa,
lo que existe 
y lo que yo quisiera que existiera.

Mi manera mía de mirarlo todo,
con mis ojos míos.
 
Mi mirada mía llena de palabras brillantes
escritas con tinta calibre nueve, 
que por no pensar,
a todo 
se atreve.

Isabel Salas




miércoles, 2 de julio de 2025

LA SERPIENTE SIN CASCABEL




¿Quién le pone el cascabel al gato?
No sé.
Yo se lo pongo al coronel,
y al caballito 
del carrusel.
Le pongo un cascabel 
a la barquita
sin timonel.


Al gato no, que araña,

que me regaña por ser tacaña 
y  darle el cascabel
a la serpiente,
que vive en la cabaña del capitel.
Cerca de la montaña
del desnivel,
y estaba triste
sin cascabel.



Isabel Salas