sábado, 9 de enero de 2021

LA LUNA Y EL CANARIO


Un poquito de humor
para no caer
en el desconsuelo,
ni en la desesperación  
ni al suelo.

Y un tantito de amor
que nos haga volar,
lo suficiente para creer 
que podemos sanar.

Lo bastante para crecer,
o criar a los hijos,
y crear los poemas que han de morir,
un día,
hayan vivido o no,
como tú
muriendo a cada rato
o como yo.

Jugar a hacer ruidito de rana,
curando heriditas
que sanen mañana.

 Conseguir ser capaz
las veces que haga falta
para lograr
ganar una medalla por tenaz.

Mirar los ojos
que nos miran sin miedo
y aprender a olvidar las traiciones de otros 
que sin dudarlo, 
nos hicieron llorar.

Ser pajarito,
sonreírle a la luna,
comerse el desespero,
tragarse el grito.

Ser agua de laguna,
o gota de rocío
y siempre siempre 
afinar,
para al final,
cantar bonito.


Isabel Salas

Del libro

TE CONTENGO





miércoles, 6 de enero de 2021

LA SELECCIONADORA




La profesora Hergueta aguarda en el pasillo a que la directora la atienda. El primer botón de la camisa abrochado, el pelo impecable, la ropa impoluta y el gesto adusto. Prefiere permanecer de pie aunque sabe que tal vez tenga que aguardar más de treinta minutos. Esperar en pie con los zapatos de tacón brillantes siempre le produce un cierto placer. Procura mantenerse lo más quieta posible, reparte el peso equitativamente entre ambas piernas y disfruta el dolor en las plantas de los pies y en los talones, que dicha posición le produce al cabo de pocos minutos. Por eso siempre llega antes de los horarios marcados.

Lleva en la mano  derecha un abultado sobre verdoso con las fichas completas de los alumnos seleccionados. Esta vez son quince, hay más niños que niñas, en otras ocasiones sucede a la inversa, pero ese es un detalle sin trascendencia ante lo que verdaderamente importa,  que es la calidad de los alumnos seleccionados y la veracidad de los datos aportados.

Todos los alumnos de la lista han sido cuidadosamente escogidos por ella durante dos agotadores años. El papel de la directora será mucho más sencillo, una vez que Hergueta le entregue el sobre, ella sólo deberá encaminarlo a la Secretaría Regional de Educación. Desconoce  cual es el criterio usado por la profesora Hergueta para seleccionar a unos alumnos y no a otros, y tampoco sabe exactamente para qué son elegidos.

Normalmente, cada dos o tres años recibe una llamada del Ministerio anticipándole que la Seleccionadora asignada a su centro le entregará un sobre verde en los próximos días, para lo cual debe marcar una cita.

Ignora que los alumnos y alumnas cuyos nombres aparecen en la selección que le van a entregar en pocos minutos, irán siendo eliminados a lo largo de los próximos años y todos ellos estarán muertos antes de cumplir los veinte. Fallecerán en diferentes accidentes, adolecerán inesperadamente de enfermedades raras e incurables, sufrirán infecciones comunes que se complicarán de forma inesperada o se suicidarán. Tampoco sabe que tras la puerta de su despacho, Hergueta acaba de sacar otro sobre del bolsillo interno de su chaqueta. Es un sobre mucho menor, negro, lacrado con varios sellos que garanticen su inviolabilidad. Dentro solo hay un nombre. Raramente los Seleccionadores entregan un sobre de estas características a los directores de los centros educativos donde están asignados. De hecho muchos directores nunca han visto ninguno, saben que existen pero se jubilan sin haber visto ninguno.

A lo largo de su dilatada trayectoria profesional de treinta años, es la segunda vez que Hergueta selecciona un alumno o alumna cuyo nombre termine en el sobre negro. Por tanto, a pesar de su carácter frío y sus emociones perfectamente controladas,  no consigue evitar que sus dedos tiemblen casi imperceptiblemente mientras comprueba por enésima vez la perfecta apariencia de los sellos y la opacidad del papel empleado. Todo impecable. Nadie podrá leer el nombre de la chica seleccionada hasta dentro de unas semanas en el Comité Nacional de seleccionadores, después de que el comité Regional lo remita para allá.

Ese día, ella  también esperará al otro lado de la puerta, y como hoy estará aguardando a que la inviten a entrar para hacer la defensa de la niña seleccionada, justificar su valía y conseguir convencer a los demás seleccionadores de que la alumna merece vivir. Martina Roché no sólo es una psicópata como los otros niños cuyos nombres y datos resguarda el sobre verde, ella es la peor de todos.

Así como un día Edurne Hergueta fue seleccionada por ser la más peligrosa sociópata de su escuela, hoy ella ha seleccionado a esa niña rara de mirada distante y gestos hoscos. Pretende pedir licencia y retirarse al Centro de Entrenamiento de donde salió hace treinta años, para educarla personalmente. Si todo sale como ella espera preparará personalmente a su sustituta. 

Hace décadas que el gobierno lleva a cabo esa discreta limpieza social de elementos potencialmente problemáticos y desde entonces han bajado considerablemente los índices de violencia y conflictos familiares o sociales.

La sociedad del siglo XXI no está dispuesta a permitir olas en sus mansa aguas y los Seleccionadores se encargan de extirpar de raíz el posible elemento perturbador. Para las personas comunes es difícil distinguir a los niños que eventualmente deben ser retirados de la sociedad, pero para Hergueta no.

Nadie reconoce a un psicópata mejor que otro psicópata.

La sociedad nunca debe sospechar que está sucediendo esta limpieza. La misión de los seleccionadores es decidir quién vive y quién muere, y entre los que deben morir, escoger al peor, al más cruel y despiadado para que viva. Por primera vez en treinta años de servicio, una pequeña lágrima pugna por nublar su mirada al imaginar el día en que otro Seleccionador guardó su propia ficha en un sobre negro como el que ella sostiene. Decididamente ha llegado la hora de retirarse.

Tendrá que usar toda su experiencia para transformar a Martina en un monstruo.


Isabel Salas

lunes, 21 de diciembre de 2020

REALIDAD



La realidad no es siempre bonita.

Demasiadas veces es fea, cruel y dolorosa y a mí me han tocado a veces realidades que no se las deseo a nadie, ni siquiera a la gente más cabrona que ha pasado por mi vida.

A menudo las cosas se complican  como consecuencia de nuestros propios errores, malas decisiones que cuando se desbocan en modo "dominó" nos sepultan bajo una cascada de catástrofes, pero otras veces son las decisiones de otros las que nos joden vivos, padres que traicionan y abandonan a nuestras madres y a nosotros de camino, maridos que vuelven a beber después de haberlo dejado supuestamente para siempre, hermanas prostitutas, sobrinos drogadictos, perros enfermos o madres incapaces que se preocupan más por inflarse las tetas con silicona que con lo que sus hijos necesitan.

Hay tantas maneras de sufrir a diferentes edades por nuestra culpa o por culpa de los demás que la lista es infinita.

No sé como podríamos evitar vivir esas experiencias o si se pueden evitar. Con el tiempo nos hacemos más cautelosos y meditamos más nuestras propias decisiones, pienso que, tal vez, si acumulamos sabiduría junto con los años podremos aprender a no ser nosotros mismos los arquitectos de nuestras desgracias.

Tal vez.

Sin embargo jamás podremos evitar que nuestra mascota enferme o que nuestro padre se vaya de putas y no regrese, especialmente cuando somos niños y ni sabemos que son putas o porqué le gustan más que nuestra madre.

Tampoco podremos evitar jamás que nuestros primos o nuestros amigos tomen decisiones equivocadas o nuestros hijos se metan en callejones oscuros sin salida. Todo eso sin que seamos malos hijos, malos hermanos, pésimos tíos o los peores padres o madres, simplemente no podemos evitar lo que otras personas deciden hacer con sus vidas aunque eso nos provoque sufrimiento y aprender a aceptarlo es muy lento y doloroso.

Ante esa realidad lo que sí cambia es como las personas se enfrentan a las circunstancias.

Veo, por un lado,  gente que se culpa a sí misma de todo,  todo el tiempo y por los siglos de los siglos. Por lo visto han leído en algún libro de auto-ayuda que todo lo que nos pasa es responsabilidad nuestra y se lo han creído. Gran error, muchas cosas no son culpa de nadie, acuérdate de los dinosaurios, les cayó el padre de todos los meteoritos encima, los mató a todos y ellos no creo que hubieran hecho nada para merecer ese destino cruel, la verdad. Esas chorradas de la auto-ayuda son a veces muy dañinas y en vez de ayudarte, terminan jodiéndote más.

Estas personas viven tristes y derrotadas, aplastadas por la culpa y siempre candidatas a las sectas, a las depresiones y a vivir tratando de dar pena

Por otro lado veo gente que intenta sobreponerse a los pesares, cogen los toros por los cuernos, por el rabo o por los huevos dependiendo de por dónde lo pueden agarrar, miran de frente lo que les cae encima y separan muy bien lo que es culpa de ellos o de alguien  y lo que es casualidad. No suelen vivir buscando culpables sino buscando soluciones, son personas con un gran sentido práctico y muchas veces hacen cosas increíblemente heroicas para salir de los agujeros donde ellos mismos se han metido o algún cabrón los ha empujado.

No es que estén siempre felices, pero saben sonreír, a pesar de los pesares, en los momentos en que buenamente se puede.

Y por otro lado hay gente también a la que observo con una mezcla de sorpresa y miedo. Son personas que para gestionar toda la realidad que no les gusta viven inventando realidades paralelas, idealizándolo  todo, sea para el lado bueno o para el malo.

Lo mismo pueden hablar con amorosa devoción del padre irresponsable que los abandonó o adoran a sus hermanos problemáticos, disculpándolos por todo como si en vez de ser canallas desalmados, cometiesen simples travesuras sin importancia, que pueden también demonizar a quien ellos consideran el perfecto buey expiatorio para cargarle todas las culpas del universo y así sentirse ellos libres de responsabilidad. 

Escogen voluntariamente vivir en el mundo de los colores inventados y nadie los baja del burro. He convivido con gente así, tanto con los que no quieren ver problemas en nada, insistiendo que son felices y afortunados "Peterpanes" sonrientes, como con los que ven problemas en todo y culpan a los demás de cada cosa errada que les sucede.

Tanto unos como otros han sido fuente de mucho sufrimiento.
Mucho.

Sigo aquí, pese a todo, y trato de aprender de todo y de todos, intento ver la realidad con los ojos bien abiertos y procuro responsabilizarme sólo de lo que honestamente creo que es culpa de mis decisiones infelices. Como dice el famoso Zombi de Pachuca, mi querido amigo Tonatiuh, qué es la vida sino la oportunidad de equivocarnos. 

Yo he metido la pata  de todas las maneras y algunas veces también, de casualidad, he acertado. Es cierto que pocas, pero sí, algunas cosas han salido bien y siempre he sido la primera sorprendida sin entender muy bien que lotería cósmica me había tocado.

Cuando otros tienen la culpa de las cosas que me hacen sufrir, lo veo claramente aunque no siempre lo disculpe y me cueste trabajo perdonar algunas cosas.

Por último entiendo que ante cosas que son inevitables no vale buscar responsabilidades sino soluciones pues los meteoritos existen y a veces nos caen encima. Es lo más difícil para mí, aceptar eso, me ha costado mucho entenderlo pero ya no tengo dudas, los meteoritos no son espejismos, son pedruscos de diferentes tamaños que caen donde les toca sin premeditación ni fatalismos.

Muchas personas me han preguntado en los últimos meses dónde busco inspiración o si lo que escribo es real y esta ha sido mi manera (rara) de responder: la realidad, tal y como yo la intento ver, es la mayor fuente de inspiración que conozco.

Basta tener el valor de mirarla de frente y saber ser honesto con uno mismo para que no nos falten el valor ni las palabras para hablar de ella, vivir en ella o escribir sobre ella.

No siempre es bonita, muchas veces es fea y debe ser eso lo que nos inspire a tratar de cambiarla. No idealizarla  ni odiarla. Luchar por cambiar nuestra propia realidad y por qué no, cambiar también la del mundo en la medida que podamos dejándolo un poco mejor de lo que lo encontramos. Así de sencillo y de ambicioso.

Así de utópico y así de posible.


Isabel Salas







sábado, 5 de diciembre de 2020

VÍNCULO MATERNO


El ligamen más puro,
el más indestructible
y potente conjuro.

Veraz e incorruptible
poderoso y tenaz
brillo sin claroscuro.

El vínculo materno,
unión imprescindible,
amor inextinguible
impoluto y eterno.

Ver brillar tu mirada
que confía en la mía,
y en perfecta armonía
servirnos de morada
descanso y alegría.

Abrazar tu manita
anidada en la mía
en plena sinfonía 
poderosa y bendita
de alma y biología.

Lazo fiel y amoroso
del nudo maternal
que nace, vive y crece
al amparo glorioso
del nexo umbilical.

Isabel Salas

martes, 1 de diciembre de 2020

MADRUGADA


Madrugada.

Nunca he sabido si a esas horas la calle está medio llena o medio vacía, casi dormida o casi despierta... si la bandera de la ciudad se está izando o si por fin, agotada, baja lenta y pringosa, buscando una cajita de madera que huela a cama limpia.

Metida en esos zapatos que se empeñan en hacer más jaleo que de costumbre, voy constatando, una vez más, como a esa hora los charcos brillan más que nunca y el gris es mucho más gris. Me acompañan a ratos algunos perros callejeros aburridos y curiosos, y me agrada esa compañía espontánea y desinteresada aunque no me siento capaz de demostrarlo para no crearles falsas expectativas a los perros sin casa.

Se mezclan varias cosas en mi mente y en mis oídos, el miedo de volver a casa sola, el disgusto  y la pena de encontrar personas durmiendo en la calle con el rostro escondido bajo cubiertas improvisadas, el eco de la charla recién compartida con conocidos, el ruido de hielo en los vasos, el portazo de miles de  casas donde nunca entraré y esa canción que no sale de mi cabeza por mucho que quiera concentrarme en lo que me rodea.

Definitivamente, las madrugadas no se hicieron para caminar sola y el paso se acelera deseoso por llegar a casa.

La luz se transforma al doblar una esquina y deja de ser cenicienta para mostrar unos tonos anaranjados que huelen a sol. Enseguida, los charcos bajan el volumen y la canción en la cabeza deja de brillar tan fuerte.

Un bulto en la acera se gira. 

Al moverse, la manta descubre unos ojos de hielo que me miran por un instante y enseguida vuelven a cerrarse con un portazo. Por un segundo creo escuchar la canción que baila en la mente de ese hombre que ya ha izado todas sus banderas y miro la botella que yace a su lado.

Completamente vacía.

Indiscutiblemente vacía.

Tan vacía como una calle de madrugada y tan llena de canciones y risas con amigos como cualquier fiesta medio llena o casi vacía.

Mi puerta se acerca. 

Tras alcanzarla y trasponerla, el portazo es inevitable pero inaudible para los charcos. Han dejado de brillar y ya no pueden escuchar puertas, taconazos ni corazones desbocados corriendo a casa asustados por la soledad de las madrugadas.

Mi cama me abraza y cierro mis ojos tratando de imaginar como se llama el hombre que me miró un segundo desde la acera. Me hubiera gustado decirle buenas noches o buenos días, pero fui cobarde.

Mi perra viene a decirme hola.

Por fin puedo acariciar algo en esta madrugada y me duermo con la mano apoyada en su cabecita negra.

En sus ojos suena mi canción.

Isabel Salas

martes, 17 de noviembre de 2020

AMORES A MEDIAS



Que pena dan las banderas a media asta y los amores a medias. Amores asustados que saben que el otro no está preparado para amar y ser amado con todas las canicas y todos los demonios.

Los demonios escondidos en el bolsillo de atrás se hacen los muertos un rato, un día, un mes o un año, y después salen uno a uno a saludar. Antes o después salen a asustar princesitas y príncipes azules y no son peligrosos, en realidad son sólo demonios y se puede razonar con ellos.
Pero las putas canicas son letales.
Resbalan.

Es lo que tiene esconder las canicas... que terminas olvidando donde las pusiste, cuantas tienes o lo mucho que resbalan. Crees que son como los demonios.

Y no.
Son canicas.
Y son mortales.


Isabel Salas

domingo, 15 de noviembre de 2020

LONDRES


 

Todo lo malo pasa y llega lo bueno. Son ciclos que se cierran y etapas que se terminan, sean dulces o amargas. Tanto unas cuánto otras nos parecen a veces interminables, pero siempre se acaban y eso es la vida en definitiva, una sucesión de acontecimientos, enseñanzas, sabores y sinsabores.



martes, 10 de noviembre de 2020

MERCEDES



Mercedes tenía todo lo que él siempre había buscado en su mujer ideal. Sus modales, su inteligencia, su sentido del humor, su sonrisa y todas sus demás cualidades dejaban a Diego encantado y a cada instante, más sorprendido.

Conforme los días pasaban, él admiraba la manera perfecta como ella encajaba en su vida, en sus amigos y en sus horas. Disfrutaban conversando, paseando, discutiendo sobre asuntos de actualidad o cocinando juntos. Por tanto, decidió alejarse de ella sin dudarlo y con una gran dosis de urgencia, pues su único defecto la hacía insoportable: ella era demasiado real. Él no estaba dispuesto a abandonar la fantasía inalcanzable de su amor imposible para sumergirse en las aguas inciertas de la realidad.

Ella lo comprendió.

Lamentó por unos días la cobardía de Diego y después de llorar hasta cansarse se compró un nuevo y precioso color de pelo. La cajita venía llena de explicaciones e instrucciones sobre su uso. Ella las ignoró como había hecho desde el día que compró su primer tinte o abrió su boca para su primer beso

Siempre había renunciado a hacer el test en una zona de la piel antes de embadurnarse el cabello con el nuevo tono, como recomiendan los fabricantes, o de lanzarse de alma abierta a los brazos de un nuevo amor, como recomiendan los resentidos.

Mercedes se deleitaba en la espera de media hora, que sabía imprescindible para un buen resultado, mientras el producto misterioso hacía efecto en sus madejas. El perfume del cosmético dejaba su rastro tras ella mientras preparaba un café y se cortaba las uñas. Disfrutaba de esa atmósfera coqueta de los olores de salón de belleza y futuro que la dejaban siempre feliz. 

Adoraba la ducha posterior cuando los restos de tinte corrían piel abajo convirtiendo el agua sobre su cuerpo blanco en una mezcla preciosa de espuma y suaves colores inesperados que la acariciaban y le hacían cosquillas.

Cuando el pelo se secaba se miraba al espejo fijamente durante algunos minutos, tratando de reconocerse en su nuevo visual y después sí tomaba el envase con mucha atención. Miraba detenidamente a la mujer de la cajita, la modelo preciosa que lucía un color parecido al suyo en la melena.

Dedicaba unos momentos a pensar si ella también se habría enamorado de alguien como Diego o como Juan el primo de Laura, que freía las patatas sin pelarlas, o como Carlos, el que ordenaba los calcetines por colores.  Elucubraba, si al igual que ella, había sido rechazada por hombres que no tenían espacio en su corazón para ella.

Se preguntaba si aquella linda mujer también tendría hijos, si ella también hacía palomitas para ver una serie en internet, o si soñaba con unas vacaciones en Santorino, subiendo aquellas empinadas cuestas con su amor de la mano y unas sandalias de turista calzadas en pies de uñas  perfectas.

Seguro que sí. Cuando soltaba la cajita y se pintaba los labios, para salir a la calle, se sentía de vuelta a la realidad, recuperada, sanada y sonriente.

La sonrisa de pelo nuevo se parece mucho a la que sonríen los soñadores que escogen vivir en vez de soñar, y para Mercedes, no había casi nada tan verdadero y tangible como un precioso color de pelo recién estrenado para endulzar la espera de los besos nuevos que habrían de llegar.

Los besos, como los colores, existen.
... y están ahí para los valientes

Isabel Salas