sábado, 19 de octubre de 2024

NATALIDAD Y MADRES


Hoy en día, el debate sobre la natalidad y la maternidad parece estar atrapado entre dos extremos: por un lado la familia tradicional, históricamente defensora de la pareja heterosexual y autoproclamados pro-vida y por otro, las otras formas de familia que también buscan moldear la conversación sobre el derecho a la vida, al aborto, a los vientres subrogados y a la crianza. 

Sin embargo, al observar más de cerca al primer grupo, resulta evidente que los llamados "pro-vida" son en realidad pro-parto. Su cacareado y vehemente interés  en defender "la vida" parece centrarse únicamente en garantizar que los embarazos lleguen a término, sin preocuparse realmente por el posterior bienestar de los niños tras el nacimiento ni por las condiciones en las que serán criados. Su defensa se limita al nacimiento, dejando a las madres, muchas veces en situaciones de extrema vulnerabilidad, solas para enfrentar el enorme reto de la crianza e incentivándolas de formas a veces sutiles y otras brutales a que llevan sus embarazos a término y den a sus hijos en adopción. No hay una preocupación genuina por asegurar que estos niños crezcan en entornos adecuados, con acceso a una educación digna, salud o estabilidad emocional junto a sus madres. En lugar de garantizar una vida plena para el niño y su mamá, la agenda pro-vida a menudo se desvincula completamente de las responsabilidades que conlleva la crianza y pasa a ser así parte de los que parecen desear que haya muchos niños disponibles para abastecer el mercado de los que dicen desear hijos

Por otro lado, las "otras formas de familia," como las homosexuales o aquellas que no pueden concebir por medios naturales, por problemas de esterilidad o de salud o de estética o incluso por falta de tiempo,  también juegan un rol en este entramado de explotación de las madres, ya que dependen de que alguna mujer, por las razones que sean, renuncie a su hijo o se vea desposeída de él a la fuerza, para que otros puedan formar la familia que desean. En estos casos, el vínculo materno-filial es roto sin mayor consideración, por jueces, servicios sociales, trabajadores sociales, agencias de madres de alquiler etc priorizando los sueños de quienes buscan tener un hijo a cualquier costo. 

Así, mientras el sistema se presenta como defensor de la vida y el derecho a formar una familia, la realidad es que estos niños a menudo son usados tras nacer y ser separados de sus madres,  para satisfacer los deseos de otros, sin que se tenga en cuenta el impacto de separar a los bebés de sus madres. 

En ambos casos, lo que subyace es una instrumentalización de los niños, tratándolos como objetos para cumplir expectativas sociales o personales, sin respetar la necesidad de las madres y sus hijos a mantener el vínculo más fuerte de todos y sin ofrecer un apoyo real para quienes deciden llevar a cabo el embarazo.

Sin embargo, lo que está completamente ausente de esta discusión es la posibilidad más lógica y justa según la propia naturaleza: que las mujeres sean quienes decidan, de manera libre y autónoma, cuándo y cómo desean ser madres.

El control de la natalidad ha sido históricamente un medio de control sobre las mujeres. Desde tiempos inmemoriales, el sistema ha tratado de regular la natalidad no por respeto a la vida, sino por el control sobre la población, y lo ha hecho a través de los cuerpos de las mujeres. Se nos ha impuesto la maternidad como un deber social, una obligación biológica y hasta sagrada, y se nos ha negado, en muchos casos, la capacidad de decidir cuándo y bajo qué circunstancias queremos ser madres.

Pero ¿qué pasaría si las mujeres por primera vez en la historia consiguiéramos adquirir ese control? ¿Qué pasaría si solo concibiéramos hijos cuando lo decidimos? ¿Qué pasaría si solo se gestaran los hijos deseados por sus madres? la respuesta es simple y poderosa: si solo nacieran los hijos que realmente son deseados por sus madres, nadie más podría disponer de ellos.

Y el tan renombrado sistema patriarcal temblaría en su base.

Hoy, los hijos, tanto los  no deseados como los deseados, están en el centro de un sistema de poder que los utiliza como herramientas. Los hijos son usados como objetos de debate entre ideologías, como piezas que garantizan la perpetuación de estructuras sociales o como oportunidades para aquellos que, por diversas razones, no pueden tener hijos y buscan “disponer” de los de otras personas. Este sistema de control que intenta dictar cómo deben vivir las mujeres, que las amenaza con perder a sus hijos si denuncian a los progenitores por haberlas golpeado a ellas o a sus hijos y qué decisiones pueden tomar sobre sus cuerpos al plantearse llevar a término una gestación o no, no es nada más que una prolongación del control patriarcal sobre la vida misma.

El debate público actual está estructurado a mi parecer con mucha perversión, para invisibilizar esta opción. Se nos coloca entre dos opciones: el modelo de la familia tradicional, que busca imponer la maternidad como un deber inalienable dentro de una pareja heterosexual, o el modelo propuesto por las "otras familias" que también usa a las madres para legitimar sus propios intereses. Pero nadie parece dispuesto a defender la  opción menos complicada y dañina: que las mujeres tengan la libertad plena de decidir ser madres cuando lo deseen, sin presiones sociales, religiosas, ni económicas y tengan la garantía de que nadie les quitará a sus hijos.

Esta opción, la de ser madre solo cuando se desea  serlo, debería ser vista no como una lucha por supuestos derechos individuales, sino como la única forma de libertad natural y ética de  realmente respetar  la vida y la dignidad de los seres humanos, tanto la de las madres como la de sus hijos y sus hijas, que al final, somos todos, pues tal  vez algunos nunca seamos  progenitores o progenitoras, pero  todos fuimos y somos hijos o hijas.

Cuando una mujer decide ser madre y lo hace libremente, en condiciones de amor, deseo y voluntad plena, la cosa cambia para la sociedad de la cual esa mujer forma parte. Si cada mujer decidiera cuándo y cómo tener hijos, tendríamos una sociedad donde cada hijo es un hijo deseado, concebido por decisión libre y consciente. Y en ese momento, desaparecería la necesidad de las batallas ideológicas que buscan apropiarse de los hijos y separarlos de sus madres. La maternidad dejaría de ser una obligación impuesta, dentro o fuera de los matrimonios y se convertiría en una experiencia genuinamente liberadora para las mujeres, con hijos que llegan al mundo desde el amor, no desde el control.

Algunos seguramente temen que esto afecte a quienes desean adoptar o a quienes no pueden concebir. Y es cierto, este cambio implicaría que las personas tendrían que lidiar con la realidad de que los hijos no son productos a disposición de quienes no pueden tenerlos biológicamente. Pero ¿no es acaso mayor que el falso  derecho de ser madre, la libertad de las mujeres de decidir cuando y cómo ser madres? repito, Si solo los hijos deseados por sus madres fueran concebidos, la sociedad tendría que adaptarse a un nuevo modelo en el que las mujeres controlarían su maternidad de manera plena y con ello la natalidad que siempre ha estado en manos masculinas.

La maternidad, como concepto, ha sido históricamente ensalzada, pero al mismo tiempo las madres han sido vilipendiadas. Esto es una triste realidad que vivimos a diario. Mientras se glorifica la idea de la maternidad como algo puro y sagrado, las madres reales, que cargan con el peso de la crianza y las expectativas sociales, son marginadas, juzgadas y controladas. Sus cuerpos criticados, sus ojeras motivo de burla, sus gritos cuando las obligan a separarse de sus bebés recién nacidos en los hospitales, silenciados por la complicidad de quienes negocian con ellos. Esto no debe continuar. Es  hora de replantearnos todos cómo vemos la maternidad, no debemos permitir que  siga siendo un sacrificio ni una imposición, sino  una elección consciente y libre de cada mujer.

El sistema debe dejar de dictar cómo y cuándo debemos ser madres. Si las mujeres pudiéramos conquistar completamente el poder sobre nuestra capacidad de procreación, podríamos liberarnos de las cadenas que nos atan a un sistema que  controla nuestras vidas a través de la natalidad. Basta recordar cuantas niñas son obligadas a casarse cada día o cuantas madres soportan malos tratos porque saben que si deciden romper el vínculo con el progenitor de sus hijos los puede perder para siempre. Cuantas mujeres se someten a situaciones insostenibles para no ser alejadas de sus hijos o ponen su cuerpo para protegerlos de los mayores abusos.

La maternidad debe ser una opción libre, decidida y deseada por las mujeres, no impuesta ni manipulada. Y cuando eso ocurra, si algún día ocurre, cuando las mujeres sean las únicas en decidir sobre su maternidad o no, desaparecerán muchas de las injusticias que hoy enfrentamos. Porque solo entonces, en un mundo donde los hijos sean deseados, respetaremos realmente la vida y el bienestar de todos y todas, hijos e hijas al fin, antes que nada en la vida.

Es hora de poner esta opción sobre la mesa, de hacerla parte del debate público y de luchar para que sea reconocida como la alternativa más humana para todas las mujeres y para la sociedad en su conjunto. Conocemos los miles de estudios que hablan del apego, de la necesidad que tenemos cuando bebés de estar al lado de madres felices y tranquilas para un perfecto desarrollo, pero no se tienen para nada en cuenta en la practica.

Sé que estamos muy lejos de tomar en serio una propuesta así y que muchos dirán que es un disparate o una locura, no importa, es una opción a considerar que abre posibilidades muy interesantes que habrían de propiciar grandes cambios muy beneficiosos para todos los niños y niñas por nacer.

Por tanto, ahí la dejo, y ojalá realmente provoque una nueva discusión sobre la verdadera labor más antigua  del mundo: ser madre. Un trabajo que se inicia en el momento de la concepción y que solo termina con la muerte. Ya que mientras viva una mujer que ha parido, ella será la madre de sus hijos, vivan estos o no, los tenga cerca o lejos. Se los dejen criar en paz o se los arranquen para beneficio de otros.


Isabel Salas

martes, 8 de octubre de 2024

ORGASMOS CLIMÁTICOS

 
Cualquier cosa explicada por el diccionario adquiere un tono festivo que siempre me hace mucha gracia, veamos el caso del orgasmo  que también se puede llamar clímax. Resulta que viene del griego y significa  «escalera» o «subida» y no tiene nada que ver con el tiempo lluvioso o las tormentas tropicales. Aunque clima se parezca mucho a climax es pura casualidad y no hay que perder el tiempo intentando hallar paralelismos como pasa entre otras palabras que suenan parecido y terminan siendo de misma familia como tender, atender y entender,  ni tampoco aunque todos sepamos que en los días de lluvia y  frescos entran más ganas de subir escaleras. No tiene nada que ver. Una simple coincidencia.
 
El caso es que está definido como la descarga repentina de la tensión sexual acumulada, durante el ciclo de la respuesta sexual. Esto está bien. No es que vayamos acumulando tensión sexual a lo loco y de pronto nos de una descarga, eso no. Tiene que ser acumulada durante el ciclo de respuesta sexual, que supongo que será cuando te dejas toquetear voluntariamente y entonces sí se acumula la tensión sexual hasta que repentinamente descarga. Algunas veces es tan repentino que no te da tiempo a acumular tu parte y te cabreas bastante pero eso es otro punto diferente. De todo ese proceso de acumulación de tensiones, resultan unas contracciones musculares rítmicas en la región pélvica que caracterizan el placer sexual.
 
Francamente, si un día llegan los extraterrestres a la tierra y se leen un diccionario, no les van a entrar muchas ganas que digamos de sufrir esos trastornos.¿Cómo van a entender ellos que esas contracciones rítmicas dan tanto gustito si no se detalla  mejor? No está bien explicado. Sinceramente. Más abajo dice que todo este fenómeno es igualmente experimentado por machos y hembras, y que todo el proceso es controlado por el sistema nervioso involuntario o autónomo. Eso sí. Cuantas veces alguien dice a lo largo del proceso o incluso días después que fue sin querer... totalmente involuntario, que se escapó, que estaba borracho o que  no entendió bien y cuando quiso darse cuenta ya estaba siendo sacudido por sus  contracciones musculares rítmicas en la región pélvica sin comerlo ni beberlo. Muchísimas veces.

Estas contracciones además, a menudo, vienen asociadas a otras acciones involuntarias que incluyen espasmos musculares en múltiples áreas del cuerpo, por ejemplo se te pone una pierna dura como una lanza y ni te duele ni sabes  como es posible que eso pase pues es como si la pierna fuera de un atleta olímpico. Otras veces aparece una sensación de euforia generalizada y, frecuentemente, se exteriorizan movimientos del cuerpo y  vocalizaciones.
 
Sí. Eso dice la definición, yo también me quedé pensativa en esa parte de las vocalizaciones. No explica muy bien si son la emisión de las vocales o decir cosas sin ton ni son o rezar, que hay gente que reza en esa hora que lo sé yo, o recitar un artículo de la constitución que te aprendiste para unas oposiciones. No lo especifica. Se queda una duda. Los extraterrestres a estas alturas ya estarían  alucinados y con miedo de que los pretendiésemos escalar, pero entonces llega la parte buena, explica que seguido de todo este festival llega el período de después del orgasmo (conocido como periodo refractario) y que suele ser una experiencia relajante, gracias a la liberación de unas neurohormonas llamadas oxitocina y prolactina, que tampoco tienen nada que ver con lactancia ni con tocino, ni mucho menos con velocidad o los productos lácteos, ni  tampoco con la Vía Láctea.
 
Nada, pura casualidad, si alguien mientras está refractando dice que ve estrellas, es cosa de la prolactina que te deja zen, que por cierto es una escuela de budismo. Y es así que se pronuncia en japonés la palabra china Chan, que a su vez deriva del sánscrito y significa meditación.
 
Por eso hay que meditar mucho y pensárselo muy bien antes de ponerse  a tener orgasmos y a vocalizar. Está super claro y otro día vamos a analizar la palabra eyacular que también es graciosísima.

Isabel Salas

LA PRINCESA TRISTE


La princesa está triste,

aburrida, cansada,

infeliz, fatigada

perdiz desangelada.

 

El mar está sin sol, 

el jardín sin estrellas,

el viento sin farol,

y el agua sin doncellas.

 

La noche sin rubor, 

el fuego sin palabras, 

la rosa sin lector

y las risas macabras.

 

La princesa no sabe

en qué se equivocó.

Más desastre no cabe.

Ningún sueño cumplió.

 

 Cambió tinder por flores

fresas por siliconas, 

certezas por rumores

y canciones ramplonas.

 

Un sin fin de idioteces 

y malas decisiones.

Varios ruidos sin nueces

y muchas decepciones.


Isabel Salas

martes, 1 de octubre de 2024

INSTRUCCIONES PARA MI MUERTE



Ha muerto alguien.

Se le acabó la vida, se murió como moriré yo. 
Me gustaría tener fuerzas para yo misma cerrar mis ojos por última vez. Aunque mis otros músculos ya no consigan ni respirar, espero obtener ese último triunfo.

Si no lo consigo espero que haya cerca una mano amiga que sin asco y con cariño me los cierre dulcemente. Enseguida recibir una caricia, tal vez un beso antes de que el frío me invada. Y para finalizar un paño sobre mi rostro. Un paño que impida que los que me amaron sientan el dolor de mirar mi carne vacía. No quiero que me miren sin expresión, sin poder sonreírles.

Debe ser por eso que se les tapa el rostro a los muertos, porque no soportamos mirar a quienes queremos sin poder reconocerlos. Espero que en esa hora , mis seres amados sepan cuanto los he querido y no necesiten buscar en mi cara de muerte respuestas imposibles.

Lo del paño es importante. Imagino un paño de colores, alegre y suave. Es la ultima gentileza que se hace con las personas. A veces me he preguntado si los torturadores han cubierto con un paño a sus víctimas. Si después de matar al torturado en esas cárceles políticas, alguien se acuerda de la decencia y les concede ese último pudor.
Yo, si consigo morir de muerte morida y no de muerte matada , creo que el detalle del paño está resuelto en mi caso. La caricia tal vez sea más difícil de conseguir y el beso casi imposible.

Pero como estaré muerta tal vez no importe.
Ni siquiera importa leer estas instrucciones.

Importan las sonrisas que daré hoy y mañana. 

Importan los besos que tengo en mi boca para repartir, dar y conseguir otros.

Importa despedirse aunque sea jugando.
Importa haber vivido.
Estar viviendo.
Vivir

Y sobre todo me importa dejar en mis personas amadas, la seguridad de haber sido parte de los motivos para irme feliz.


Isabel  Salas

@El canario y la máquina de coser
@ Isabel Salas




domingo, 29 de septiembre de 2024

AGUA Y CALOR



Me gustan mucho las tardes así como ésta, fresquitas, nubladas, que colocan una luz de noche anticipada a las seis de la tarde. Por lo que sea, a mí me dan paz. Todo lo que tenga agua me gusta, para beberla, para bañarme o para sentirla encima de mí esperando en las nubes a que sea la hora de caer.

La lluvia en el trópico es un rito ancestral que envuelve al cielo y a la tierra, en cierto modo me parece al mismo tiempo intensa y mágica vestida con una solemnidad casi litúrgica. Antes de caer, un viento fuerte nos avisa a todos de su inminente llegada, alertándonos para que busquemos donde meternos. Lo hace con autoridad no exenta de un cierto toque lúdico, mientras aúlla entre las calles despeinando árboles y mujeres, levantando faldas, metiendo tierra en los ojos y asustando a los perros. En la ciudad, en pocos segundos todos corren a guarecerse, regresan a sus casas si están cerca o se refugian en los comercios y en las iglesias. 

Cuando llegué a Brasil hace muchos años, no sabía interpretar esas señales, vivía en Campinas, una ciudad cuyo nombre siempre sale de mis labios endulzado con la sonrisa de los bellos recuerdos. No corría, no me escondía, si me pillaba en la calle me quedaba parada escuchando el viento, embobada con su fuerza y la lluvia descargaba encima de mí  dejándome empapada en segundos. 

Al contrario de lo que sucede en el hemisferio norte, aquí normalmente, llueve en verano, por las tardes o las noches y la lluvia no está fría.

El olor a tierra mojada es inevitable, aunque estés en una ciudad porque las poblaciones están rodeadas de tierra y hay parques y otros espacios naturales por todos lados, es muy agradable y poético. Miles de canciones o poemas se han inspirado en ese aroma, pero a mí lo que me gusta hasta hoy, cuando hablamos de lluvia, es el olor de asfalto mojado.

Alfalto caliente mojado.

Me despierta todos los sentidos notar el calor que se desprende de las calles que han pasado el día entero al sol. Durante los primeros cuarenta segundos de lluvia, todo ese calor empieza a evaporarse y sube desde el suelo acariciando las piernas mojadas.

Al llegar a la cintura ya no es tan intenso, se ha vuelto templado, y es así que llega al cuello. Templado y mojado, te sujeta por los hombros y te hace tener constancia de tu tamaño, de tu altura, de tu peso y de tu propio calor antes de meterse por debajo del cabello y enredarse en él, jugando e impregnándolo de su aroma. 

Cuando llega a la nariz, el perfume del asfalto ya no quema, huele a calles , a coches, a gente buscando trabajo o amor, a niños con mochilas, a carrito de helados, a zapatos de baile, a tu propia piel, a tu propio pelo y a tu sudor mojado.

A veces después de todo ese recorrido, se desliza hasta los labios y te besa. Un beso caliente y mojado.

Me gustan todas esas sensaciones. Son gratis, son espontaneas y por mucho que las experimente no me cansan, como otras cosas que me dejaron de gustar después de haberme gustado tanto que incluso llegué a creer que sería imposible vivir sin ellas. 

Se puede vivir sin muchas cosas, lo he aprendido conforme mi lista de prioridades año a año se ha ido acortando. Será por eso que tardes como ésta me gustan tanto. Oscurecen  las seis de la tarde, me traen olores gratos de niños con mochila y zapatos de baile,  y sobre todo me recuerdan, con su beso,  que hay cosas que nos gustan para siempre y otras que dejan de gustarnos.

Como tú.
Que cada segundo que pasa me gustas menos.

Isabel Salas
Del libro NAVAJA DE LLAVERO



VANESA ACOSTA

 

La  escritura de Vanesa Acosta transita entre lo etéreo y lo tangible, ofreciendo una experiencia sensorial que nos atrapa y desconcierta a la vez. A través de un lenguaje preciso y una manipulación deliberada de la estructura, Vanesa recorta y airea los versos  despejando la niebla que oculta esas verdades que sólo los poetas conocen. Con cada poema, nos adentra en una realidad filtrada por su mirada, donde cada palabra  rasga la superficie de lo aparente para revelar un fragmento de la verdad.

Existe un magnetismo casi incómodo en la forma en que nos obliga a observar lo que nunca habíamos pensado mirar de cerca, pero lo hace con tal sutileza que termina desarmando al lector convirtiéndolo en cómplice de su universo poético.

Sus imágenes nos arrastran a territorios ambiguos y profundamente íntimos: “enjuago con sus lágrimas mis regalos” o “retuerce las sombras” son solo algunas muestras de cómo Vanesa manipula el lenguaje, dotándolo de una resonancia casi física. La precisión de sus cortes y el ritmo intrincado de sus encabalgamientos crean un flujo que seduce y confunde a la vez, logrando un equilibrio que pocos poetas alcanzan con tanta elegancia.

La contundente firmeza de su sermón de sal, se convierte en el velo que nos descubre la textura oculta de las cosas.

Yo pude leerla y la disfruté mucho, espero que te guste tanto como a mí y, como yo,  consigas sen tir la.💙

Isabel Salas

 

Este es el email de Vanesa para entrar en contacto con ella Vanesaacosta1973@gmail.com

jueves, 19 de septiembre de 2024

ROTO COMO NUEVO


Cómo podía imaginarme 
que las alas rotas vuelan tan alto,
que las manos de uñas rotas 
acarician mejor
o que las bocas partidas por mil golpes 
saben besar como ninguna.

Nadie me dijo 
que las velas rotas 
de los barcos fantasma
saben atravesar los mundos 
y nadar entre sueños.

Mi corazón roto 
aprendió a dar cariño perfecto,
 mis ilusiones rotas 
han aprendido a brillar con las luciérnagas
y ya no queman.
Vuelan.
 
 Como  podía imaginar 
que romperse es bueno para escribir poemas,
para quererte
y para besar.

Soy el lobo de Caperucita.
Vuelo mejor, nado mejor
beso mejor. 

Quién lo diría...
Que mi sonrisa de alma rota
parece nueva
y canta por alegrías.

Isabel Salas

viernes, 6 de septiembre de 2024

MAÑANA, MÁS

Siempre me desconcierta un poco pasear por la calle a esas horas del día en que la luz  me invita  al interior de las casas de los vecinos. Esos momentos en que los reflejos están tomando café en las hojitas de la plaza y los vidrios respiran o bostezan permitiéndome vislumbrar escenas intimas de las que jamás debería ser testigo. 

Hace un rato vi a Marcela, la de la esquina, que está limpiando su sala en camiseta y no se puso los pantalones. Empujaba el sofá con una pierna y tenía cara de disgusto, parecía haber llorado. En verdad tiene lindas piernas para una mujer de su edad y tal vez de cualquier edad, lindas piernas y punto.

Después giré a la derecha y crucé. Hay que tener cuidado en ese lado de la calle porque las raíces de los árboles han roto la acera y es fácil caerse.  Pude ver durante unos segundos al niño de Juana, la del porche lleno de hortensias, que estaba vaciando con una cucharita la maceta del aparador  con cara de pilluelo. Debe imitar a su madre que siempre anda ocupada plantando y trasplantando sus amadas plantitas. Mientras yo vislumbraba ese pasajero fotograma, él se detuvo durante un breve instante y pensé que tal vez por algún motivo sintió mi mirada en sus manitas o me intuyó inconscientemente. Nunca lo sabré.

Seguí caminando y saludé al cartero, ha estado varios días sin venir porque se estuvo operando un problema de rodilla. Su sustituto también era un buen cartero, pero creo que todos estamos aliviados y contentos de ver a Nicolás recuperado. Él no solo sabe nuestros nombres y dónde vivimos, también regaña a los niños cuando cruzan sin mirar y sabe en que casa se suelen esconder los gatos del barrio cuando sus dueñas los buscan pensando que están perdidos.  

Cuando terminé mi charlita con él me metí por la calle de la higuera vieja y puede ver como el matrimonio recién mudado a la antigua casa de la señora Carmela, estaba colocando un cuadro en la pared. Él sostenía el marco y ella le indicaba desde lejos si estaba derecho ya o había que mover alguna mano. Se reían los dos, parece que se quieren. Que sean felices. Son muy amables y ya se están haciendo parte de nosotros.

Regresé a casa justo a tiempo de ver a mi gata regresar de su paseo mañanero. Bajó de un salto del tejado y entramos juntas. Ella siempre se restriega contra mi pantorrilla cuando vuelve de sus excursiones.

Al girarme para cerrar la puerta pude vez que la luz ya había mudado y los reflejos ya estaban instalados en sus lugares. Acomodados para hacer su trabajo de camuflaje. La cortina se cerró. Mañana más. 

 

Isabel Salas