
Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Como soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
jueves, 11 de diciembre de 2014
SIEMPRE EL PRIMERO
Lola miró hacia la puerta con una cierta preocupación. Ya eran casi las seis de la tarde y el viejo no había aparecido. Todos
los viernes, desde que ella trabajaba en la cafetería, ese hombre
aparecía y se sentaba a tomarse un cola-cao cuando hacía frío y una horchata
cuando hacía calor. Un viejo simpático, educado, que bebía
despacio, intercambiaba un par de frases con ella o con el otro camarero
y después decía buenas tardes y se iba.
Así había sido desde hacía once años y hoy, por primera vez, estaba atrasado. Él
no sabía que había sido su primer cliente cuando aquel viernes se
incorporó a su puesto de camarera sin haber sido nunca camarera. Tomás nunca supo la vergüenza con que ella le preguntó que deseaba tomar, sólo notó
los temblores internos que a duras penas conseguía controlar mientras le
servía el chocolate caliente. A Lola tan acostumbrada a servir a los hijos en casa, se le escurrió un "no quema" y al decirlo, una risa nerviosa que casi se le escapó, se terminó transformando en sonrisa de Monalisa.
Él no encontró nada raro en aquella sonrisa y también sonrió, pensando que la chica era un encanto, le dio las gracias y ella se sintió muy profesional a pesar del desliz maternal. Nunca comentaron como había sido un bálsamo para sus nervios de principiante aquel gracias y jamás, en todos los años que siguieron, hablaron de nada personal.
En esos once años muchas cosas habían cambiado. Ella misma era otra mujer. Once años sin palizas en casa, sin peleas. Sus hijos habían crecido y especialmente el menor parecía no tener muchos recuerdos de aquella fase de malos tratos y gritos. El
mayor no, el mayor lo recordaba casi todo, pero haciendo un gran esfuerzo
habían logrado convencerlo para que aceptase la ayuda de una psicóloga y por lo visto se había perdonado a sí mismo no haber sido tan buen chico como para merecer que
su padre tratase bien a su madre sólo por verlo feliz.
Felipe aprendió que la
mente humana es un mundo lleno de miedos y culpas sin sentido y que para algunos hombres, herir a su mujer vale mucho más que no herir al hijo, independientemente de como sea el hijo, pues el problema no está en los niños y sí en esos cabrones llenos de odio que necesitan alguien a quien maltratar. Cuando lo asimiló dejó las drogas, buscó un trabajo y le dio a su madre la mayor alegría de su vida por verlo en el buen camino.
Todo
lo que su hijo había aprendido en la terapia, ella lo aprendió en la barra del
bar, escuchando a los borrachos contar sus penas, a los novios pelearse o
a las madres con las hijas comiendo churros como locas por las mañanas mientras elaboraban planes de fuga.
Lola había comprendido con tanto drama alrededor, que el suyo era uno más y poco a poco se fue curando lo mejor que pudo.
El viejo Tomás ni sospechaba que para ella durante mucho tiempo el desafío era contar semanas sin llorar ni derrumbarse, semanas de conquistas personales que empezaban cada viernes con su llegada al bar. Imposible que él imaginase que para Lola, él era la encarnación del principio de las mudanzas. El símbolo del tiempo transcurrido desde que comenzó su vida nueva. El primer gracias. La primera sonrisa.
El primer cola-cao, en muchos años, que ella no tendría que soplar ni cambiar de vaso repetidas veces para que no quemase.
Él se admiraría si supiese como su demora en el médico podría angustiar a nadie. El pobre médico no sabía como explicarle que su estado de salud deplorable tenía ya muy poco arreglo y por no querer ser insensible y contárselo a la bulla, lo había dejado para el final.
Un chico simpático, educado, el doctor Rafael, que con las palabras más profesionales lo había informado cuidadosamente del fatal resultado que arrojaban sus últimos exámenes. Profesional y amable, intentó ser correcto y al mismo tiempo humano, pero se le notaba tanto el mal rato que estaba pasando que al final fue Tomás quien tuvo que consolarlo a él.
El viejo sonreía por la calle recordando la cara del doctor. Por lo visto, él era el primer paciente que se le moría y los dos terminaron riéndose cuando Tomás le dijo que no se preocupase, que le había comunicado con mucha habilidad su simpática sentencia de muerte, que no era culpa suya y que todos teníamos hora marcada con la muerte.
En la hora precisamente iba pensando mientras se alejaba de la clínica. Se había hecho tarde pero no quería dejar de ir al bar donde siempre entraba a tomarse algo desde aquel viernes hacía once años, cuando al volver del cementerio de enterrar a su mujer, pensó que sería muy difícil pasar su primera noche solo en casa.
Él había tenido muchas novias antes de conocer a Mercedes, pero para ella él fue el primer novio, el único. Se amaron como se aman las parejas que se aman y el día que la enterró estaba tan triste que pensó que tal vez nunca más sería capaz de volver a sonreír. Le fallaban las piernas al andar y por eso entró en aquel bar al que nunca había entrado.
La chica que lo atendió tenía la mirada triste y temblaba mientras le servía el pedido. Parecía preocupada y tenía ojos de haber llorado. Cuando ella le sonrió después de haberle soltado un inesperado "no quema", le devolvió la sonrisa tan fácilmente que él mismo se sorprendió.
Mercedes y él no habían tenido hijos y la chica tenía edad de haber podido ser una de sus hijas si hubiesen sido padres. Tomás salió del bar con las piernas más firmes, mucho más gracias a la sonrisa que a la bebida caliente y desde aquel viernes todos los viernes acudió como una cita a ver a la camarera.
Con los años descubrió que se llamaba Lola, que tenía dos hijos y que descansaba los martes. Fue al bar algunos martes sólo para sacarle informaciones al otro camarero y así se enteró de lo del ex, que le pegaba, de lo del hijo mayor tan complicado, de las dificultades y las conquistas de su querida Lola con quien nunca intercambió mas de ocho frases.
Acompañó año a año sus preocupaciones y aprendió a leer en su carita si las cosas estaban bien o más o menos, le vio las noches sin dormir cuando el hijo se metió con drogas y se las arregló para que el dueño del bar le hablase de una psicóloga estupenda que precisamente estaba especializada en temas de adolescentes con drogas y que no cobraría nada porque estaba haciendo un estudio para un libro que le habían encargado de una universidad americana.
Lo de la universidad se lo inventó Tomás y Lola se lo creyó porque estaba cansada de leer siempre por aquí y por allí la cantidad de asuntos sobre los que se investiga en esas universidades. Una vez, en el dentista, había visto las fotos de unas mujeres oliendo axilas de hombres para que el estudio demostrase que a las mujeres les gusta como huelen los hombres, así que le pareció normal que otro estudio estuviese interesado en "adolescentes problemáticos de Soria", que fue el nombre improvisado con el que Tomás, que jamás le había puesto título a nada, bautizó al cable que le echó a Lola.
El chico mejoró para alegría de todos, especialmente del viejo, que pagaba el tratamiento discretamente sin que nadie lo sospechase, y él empeoró de todas sus enfermedades sin que nadie lo supiera mientras elaboraba otro plan rocambolesco al que había titulado "Cásate con Lola y déjaselo todo".
Él no tenía familia, pero tenía dos casas, la de Soria y la de la playa, un dinerito guardado y la paga que le quedaría a Lola si aceptaba casarse con él. Aunque el plan tenía cinco años, él había preferido esperar a estar seguro de que se iba a morir pronto para no enredar a Lola en más problemas de los que ya había enfrentado. La conversación de hoy con el médico le había hecho ver la urgencia de acelerar la boda y quería dejarlo todo resuelto cuanto antes.
Cuando entró en el bar, cansado y con frío estaba un poco preocupado con la manera de abordar el asunto. Lola estaba en ese momento terminando de pasar un paño en una de las mesas del fondo, y cuando lo vio parado en el quicio de la puerta, dejó su frialdad profesional para salir apresurada a su encuentro, quería decirle que había estado preocupada, preguntarle porqué se había atrasado, incluso regañarle.
Cualquiera de esas frases era tan inapropiada que cuando llegó delante de él se le atascaron todas. Parados los dos frente a frente cada uno con tantas cosas que decir y sin saber como hacerlo fue ella la que lo arregló todo con un gesto mucho mas inadecuado que cualquier frase.
Se acercó a él y lo abrazó como se abrazan las personas que se quieren. Él aceptó su abrazo con naturalidad, hacía años que no era abrazado así y los dos se fundieron uno en el otro con los ojos cerrados y el corazón abierto.
Ajenos a todo lo que no fuera ellos.
Los pocos clientes que quedaban, el otro camarero y el dueño del bar miraban en silencio y todos escucharon cuando Tomás abrazado a Lola, dijo bajito:
- Cásate conmigo
Y ella respondió
- Nunca me he casado.
Él apretó el abrazo y con dulzura le pasó por primera vez la mano por el pelo mientras susurraba para que sólo ella lo escuchase:
- Déjame ser el primero.
Isabel Salas
miércoles, 10 de diciembre de 2014
73 DÍAS
Me llamas después de 73 días y me dices que no ha funcionado, que no consigues olvidarme. Me encantaría ayudarte, pero no sé quien eres.
A mí me funcionó.
Isabel Salas
domingo, 7 de diciembre de 2014
LA ÚLTIMA MEJILLA
El Arte en el Parque: Escultura "LA OTRA MEJILLA" de James Mathisson
Ya puse todas las mejillas.
Me han dado hostias en todas.
En la primera, en la otra... en la siguiente...
En todas.
Las hostias parece que no han terminado,
sigue habiendo muchas.
Pero por suerte las mejillas sí.
Ya no me queda ninguna.
Vamos a probar otro método a partir de ahora.
Isabel Salas
Ya puse todas las mejillas.
Me han dado hostias en todas.
En la primera, en la otra... en la siguiente...
En todas.
Las hostias parece que no han terminado,
sigue habiendo muchas.
Pero por suerte las mejillas sí.
Ya no me queda ninguna.
Vamos a probar otro método a partir de ahora.
Isabel Salas
domingo, 30 de noviembre de 2014
CÉLINE Y YO
Siempre he leído mucho y de todo, desde libros considerados de calidad hasta cosas consideradas de quinta categoría pasando por el bote de champú que es una lectura muy inspiradora en ciertas horas.
Libros de aventuras para niños, para adolescentes, para adultos, prosa y poesía, pero hoy quiero hablar de uno en particular. No es una reseña, es simplemente hablaros de él.
El libro que en mis horas mas tristes siempre me hace reír y me acompaña.
Hasta hoy me sorprende recordar lo mucho que me reí leyendo los dos primeros capítulos de Viaje al fin de la noche del escritor francés L. Ferdinand Céline, la primera vez que cayó en mis manos, y desde entonces lo he releído varias veces, la última hace unos seis años, y lejos de hacerme menos gracia, me hizo más gracia que nunca.Seguramente porque he vivido más y mi capacidad de comprensión se ha incrementado junto con mi capacidad de aguantar compresión también.
En él, el protagonista se alista en el ejercito en una hora de arrebato etílico y a partir de ahí comienzan sus desgracias una atrás de otra.
Yo no he sido nunca de beber mucho pero también he hecho muchas cosas en el arrebato y las consecuencias de esas horas de idiotez extrema se han convertido en horas muy malas que se han arrastrado por años y años, como le pasa a Ferdinand Bardamu, que así se llama el infeliz héroe, que desde la mesa de un bar donde estaba de copas con un amigo, viaja hasta el fin de la noche , del pozo y de su puta madre, sin entender mucho dónde fue que la cagó exactamente para estar sufriendo tanto.
Eso digo yo, que impulso te lleva algunas veces a hacer lo que haces. Tal vez sea sadismo, pero a mí me consuela y me divierte ver esa sucesión de desastres encadenados que si bien no son paralelos a los desastres que me han pasado a mí, sí que me han servido para comparar.
Eso digo yo, que impulso te lleva algunas veces a hacer lo que haces. Tal vez sea sadismo, pero a mí me consuela y me divierte ver esa sucesión de desastres encadenados que si bien no son paralelos a los desastres que me han pasado a mí, sí que me han servido para comparar.
En el libro hay escenas tremendas de la guerra de trincheras y tan bien narradas y con un lenguaje tan crudo que entran al mismo tiempo ganas de llorar y de reír. Llorar por lo dramático, reír porque cuando el drama aprieta es casi imposible que no invada el lado de la comedia.
Y cuando eso pasa y el escritor sabe escribir, puedes verte soltando una carcajada al leer que un soldado se cabrea porque estaba hablando con un compañero y en medio de la frase le matan el amigo y hay que ver lo que jode que te dejen con la palabra en la boca, y aunque sea porque se mueren, jode lo mismo.
Y cuando eso pasa y el escritor sabe escribir, puedes verte soltando una carcajada al leer que un soldado se cabrea porque estaba hablando con un compañero y en medio de la frase le matan el amigo y hay que ver lo que jode que te dejen con la palabra en la boca, y aunque sea porque se mueren, jode lo mismo.
Dejo claro que no he estado directamente metida en ninguna guerra, he visto sin embargo de cerca varias caras de la violencia y entiendo el miedo.
Céline tiene una capacidad absurda de llevarte de su mano hasta verte en el medio de cualquier escena haciéndote al mismo tiempo protagonista y espectador. Eso para mí es una terapia, pues me permite experimentar sentimientos que conozco desde la piel de otra persona que no soy yo, a quien sin embargo le pasan cosas que puedo entender perfectamente porque se parecen mucho a las que yo he vivido, mirado desde cierto punto de vista que sólo el vínculo que se crea entre quien escribe bien y quien lee bien, explica.
Céline tiene una capacidad absurda de llevarte de su mano hasta verte en el medio de cualquier escena haciéndote al mismo tiempo protagonista y espectador. Eso para mí es una terapia, pues me permite experimentar sentimientos que conozco desde la piel de otra persona que no soy yo, a quien sin embargo le pasan cosas que puedo entender perfectamente porque se parecen mucho a las que yo he vivido, mirado desde cierto punto de vista que sólo el vínculo que se crea entre quien escribe bien y quien lee bien, explica.
Más tarde, Ferdinand decide desertar haciéndose pasar por loco y esa parte me encanta. ¿Quién no se hace el loco alguna vez para escapar de alguna situación insoportable? Yo desde luego me hago la loca estupendamente si hace falta y de nuevo comprendo esa salida rara para ver si dejan de joderme viva cuando parece que no hay compasión y la alternativa es hacerme la lista y decirle al cabrón que está jodiendo que se vaya a la mierda y allí pacíficamente encuentre un arbolito bien derecho y a ver si se ahorca un poquito en nombre de la humanidad.
Después de la guerra, de pasar por el manicomio y de un noviazgo con una norteamericana, Lola, termina en un barco camino de África. Durante la travesía también la lía parda y acaban queriéndolo matar. De nuevo se escapa pero no quiero contar los detalles para que os pique la curiosidad.
Cuando me vine de España a Brasil no me quisieron matar en el avión, dejemos eso claro, yo soy buenecita.
Sobrevive al viaje y se instala en las colonias. Esa parte del libro nos describe la vida en las colonias de una forma muy crítica. Hay mucho que criticar con tanto imbécil que se cree superior, la típica casta de enchufados amantes de la burocracia, su prepotencia al tratar a los africanos etc...
Es patética esa sociedad que enseña, y de nuevo tan parecida a lo que he vivido yo en Brasil, donde cinco pelagatos se han colocado en la cima de la pirámide social y son tan ridículos y mala gente como esos franceses degenerados que Céline retrata en su libro.
Aquí ellos mismos se auto denominan como integrantes de las "familias tradicionales", y creo que eso quiere decir que llegaron antes que otros y se colocaron mejor. Descendientes de pobres emigrantes que sólo traían hambre en sus barrigas pero que hoy pertenecen a una especie de aristocracia local que da asco.
Insolidarios, inmorales y canallas como los franceses de las colonias descritos en ese libro. Así que de nuevo entiendo de lo que habla, no es muy graciosa esa parte, más bien da ganas de llorar al ver como se parecen los hijos de puta estén donde estén y vengan de donde vengan.
Llorar y vomitar.
Unos pocos pisando a muchos, pagando sueldos de mierda y organizando tómbolas de caridad para recochinearse y darle ese toque cruel a la explotación del hombre por al hombre.
En el libro le pasan muchas cosas, enferma, se lo llevan preso, llega a un estado cercano a la esclavitud y al final sale de África y se da una vuelta por EEUU. Allí encuentra a su ex novia, aquella Lola de la primera parte y también se hace amigo de una puta que no recuerdo como se llama.
No se adapta a los norteamericanos y termina volviendo a Francia y ejerciendo la medicina. Yo todavía no me he ido ni sé si me iré de aquí o si regresaré a mi país, así que no puedo ver tantos paralelismos con lo que conozco en esta parte.
Entiendo las sensaciones pero ya está.
No se adapta a los norteamericanos y termina volviendo a Francia y ejerciendo la medicina. Yo todavía no me he ido ni sé si me iré de aquí o si regresaré a mi país, así que no puedo ver tantos paralelismos con lo que conozco en esta parte.
Entiendo las sensaciones pero ya está.
Esta parte del regreso es la más triste.
Te ríes poco.
Te ríes poco.
Trabaja como médico pero siente verdadero asco por sus pacientes, y no es rechazo por la enfermedad, es rechazo por las personas.
Repugnancia, desprecio...ha visto lo peor del ser humano en las trincheras, en los manicomios, en los barcos, en las colonias y en tantos sitios que sus ojos ya están saturados.
Sus ojos, su corazón, su alma, su cerebro.
Está hasta los mismísimos huevos de todo. Se queda aislado en su pozo de amargura y desde allí va sobreviviendo como puede.
Repugnancia, desprecio...ha visto lo peor del ser humano en las trincheras, en los manicomios, en los barcos, en las colonias y en tantos sitios que sus ojos ya están saturados.
Sus ojos, su corazón, su alma, su cerebro.
Está hasta los mismísimos huevos de todo. Se queda aislado en su pozo de amargura y desde allí va sobreviviendo como puede.
No me identifico con ese sentimiento, hay gente que no me gusta pero hay muchos que me gustan. Aún así trato de entender como se siente Ferdinand, aislado en ese fondo de la oscuridad de la negra noche...y puedo imaginar su dolor. Es la parte de libro en que más se llora. Al menos yo, que soy de esa gente que llora con los libros con las películas y con los anuncios cuando llega la parte de llorar.
No sé si a alguien le va a entrar ganas de leer este libro, después de leer todo esto pero desde luego yo lo recomiendo.
Te hace sentir con INTENSIDAD.
No voy a decir que es muy bonito, porque seria ridículo, es una obra de arte total y absoluta. Nadie diría que ese cuadro de EL GRITO es muy bonito, pero todos nos sensibilizamos ante ese grito de colores pintado con tanto talento.
Pues lo mismo, si yo fuera editor colocaría ese cuadro en la portada, para que se entendiese de que va el libro. Como cuando ponen una pierna de mujer con una liga para decir que el libro es sensual.
No voy a decir que es muy bonito, porque seria ridículo, es una obra de arte total y absoluta. Nadie diría que ese cuadro de EL GRITO es muy bonito, pero todos nos sensibilizamos ante ese grito de colores pintado con tanto talento.
Pues lo mismo, si yo fuera editor colocaría ese cuadro en la portada, para que se entendiese de que va el libro. Como cuando ponen una pierna de mujer con una liga para decir que el libro es sensual.
La vida de su autor también fue muy aventurera y dicen que el libro es en parte autobiográfico. Yo no sé cuanto hay de verdad y de inventado en lo que él escribió, sé que me llegó y me transportó a su mundo.
Me enseñó mucho sobre el ser humano y sobre mí misma y creo que para eso se escriben libros. Para eso y para muchas cosas más y éste libro merece todas las penas que se pasan leyéndolo.
Isabel Salas
Isabel Salas
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te contengo
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Promissão, SP, 16370-000, Brasil
jueves, 27 de noviembre de 2014
REALIDAD COJONUDA
Lo único que hay que hacer para escribir sobre la realidad es tener cojones, porque realidad tenemos todos.
Isabel Salas
FOTO: MIKEL BELTRÁN
sábado, 22 de noviembre de 2014
PALABRAS PÍSTIKAS
Todos hacemos las cosas que hacemos por razones diferentes. Los que escribimos también.
Algunas veces nos gusta hacerlo para contar un cuento que inventamos o para que nos ayude a pensar en las cosas que nos preocupan. Eso es fácil, porque lo hacemos sin pensar mucho quien las va a leer, sólo las ponemos para afuera de nosotros y las dejamos volar donde quieran ir como pájaros que salen de la jaula abierta.
Algunas veces nos gusta hacerlo para contar un cuento que inventamos o para que nos ayude a pensar en las cosas que nos preocupan. Eso es fácil, porque lo hacemos sin pensar mucho quien las va a leer, sólo las ponemos para afuera de nosotros y las dejamos volar donde quieran ir como pájaros que salen de la jaula abierta.
Como globos que se van llenos de nuestro aire.
Pero hoy es diferente. Un amigo me dijo que escribiera algo para unos niños que van al mismo hospital dónde él va y he tenido que leerme el diccionario entero tres veces para encontrar las palabras más Pístikas de todas. Tal vez no sepas que son esas palabras, por eso te lo voy a explicar. Son unas palabras especiales que se esconden entre las otras y hay que saberlas buscar, porque son como los cochecitos o el bolsito de la muñeca, que aunque están dentro de la casa, algunas veces no los encontramos. Porque son pequeños y se nos olvida donde los dejamos, o porque la abuela cambia las cosas de sitio o por lo que sea.
Lo importante es que las palabras Pístikas tienen un poder especial, sirven para hablar de cosas que dan miedo o que no son demasiado buenas sin que tengamos que sentirnos demasiado mal. No te voy a engañar diciendo que son mágicas porque la magia es cosa de cuentos para niños, y aunque tú eres un niño lo que te está pasando es muy real y mereces palabras reales, de gente grande.
Sé que estás mal y que las medicinas que tienes que tomar parece que funcionan muy raro, que cuando termina la quimio sientes mareos y muchas veces ganas de vomitar. Sé que el pelo se cae y eso no es muy gracioso que digamos y sé que es muy difícil todo lo que está pasando.
Cuando las cosas no son fáciles, algunas veces nos enfadamos o nos dan ganas de llorar y eso tampoco es demasiado guay. Sentirse así. Cuando te pongas bueno y pasen unos meses te acordarás de esta fase y mirarás las fotos y a lo mejor te hace gracia, pero mientras está pasando entra poca risa.
Lo que mas fastidia es no entender porqué te esta pasando precisamente a ti y a lo mejor has intentado adivinar si lo que te pasa es una especie de castigo por haber cogido unas monedas del bolso de mamá o por haberle tirado del rabo al gato o cosas peores como hacer llorar al bebé en la cunita.
Cuando las cosas no son fáciles, algunas veces nos enfadamos o nos dan ganas de llorar y eso tampoco es demasiado guay. Sentirse así. Cuando te pongas bueno y pasen unos meses te acordarás de esta fase y mirarás las fotos y a lo mejor te hace gracia, pero mientras está pasando entra poca risa.
Lo que mas fastidia es no entender porqué te esta pasando precisamente a ti y a lo mejor has intentado adivinar si lo que te pasa es una especie de castigo por haber cogido unas monedas del bolso de mamá o por haberle tirado del rabo al gato o cosas peores como hacer llorar al bebé en la cunita.
Pues ya te voy avisando que no. Que puedes quitar eso de tu cabeza. Las enfermedades no son castigos para gente que hace cosas malas. Si fuera así todos esos políticos de los que los mayores hablan estarían ahí contigo haciendo su sesión de radio. Repito, quítate eso de la cabeza. Tú no has hecho nada malo para que te pase algo malo, sencillamente las cosas malas existen y algunas veces nos toca luchar contra ellas.
Como las cucarachas. Nadie las invita, pero de vez en cuando aparecen. Y no es que las cucarachas sean malas, es que dan asco y no nos gustan a la mayoría de la gente. ¿A mamá le dan miedo? A lo mejor sí, a muchas mamás las hace gritar como locas. A mí misma me daban miedo, hasta que me vine a vivir a Brasil. Aquí también las hay y son tan duras que no se mueren de un solo zapatazo como las que tú conoces. A estas hay que darles por lo menos siete veces para que se desmonten. Por eso, por lo difíciles que son de matar que les perdí el susto y pasé a tenerles rabia.
Tal vez eso sea bueno cuando tenemos que enfrentar algo demasiado difícil de ganar, como te pasa a ti. Que estás enfrentando una situación muy complicada y sentir un poquito de rabia tal vez te ayude a tener mas valor. Todo lo que ayude a vencer es bueno.
El valor es algo muy importante que sirve para muchas cosas. Te ayuda mucho y ayuda a los que están contigo. A los otros niños, a los padres, a las madres, a los hermanos... a todos. Es contagioso como la tos, y cuando está flotando dentro de un cuarto pasa de unos a otros y todos se ponen más valientes. Y para luchar esa lucha que estás luchando... es mejor ser valiente porque no hay alternativas. No puedes decir que no. Te ha tocado decir que sí muy pronto a cosas serias, y sé que no estás solo.
Tienes un ejercito contigo y tu valor ayuda a los demás a ser los mejores. Cualquier ejercito tiene que ser valiente. Imagínate un ejercito de llorones. Nadie los tomaría en serio.
Las batallas no las escogemos, así como tu no escogiste estar ahí, pero sí podemos escoger la manera de luchar en ellas y a mí me gustaría imaginarte como el más valiente de los valientes. Me han dicho que además de tu familia y otros niños como tú, en tu hospital hay unos médicos y unas enfermeras y enfermeros super Pístikos. Ellos saben muy bien como enfrentar lo que te está pasando. Han estudiado mucho para eso. Sé que te caen bien porque hasta a la hora de las inyecciones intentan ser simpáticos contigo. Sonríen, hacen bromas, traen caramelos en los bolsillos y algunos saben hacer trucos de magia. Es su trabajo, pero un trabajo tan importante que los convierte en personas especiales.
Por eso se llaman especialistas.
Las batallas no las escogemos, así como tu no escogiste estar ahí, pero sí podemos escoger la manera de luchar en ellas y a mí me gustaría imaginarte como el más valiente de los valientes. Me han dicho que además de tu familia y otros niños como tú, en tu hospital hay unos médicos y unas enfermeras y enfermeros super Pístikos. Ellos saben muy bien como enfrentar lo que te está pasando. Han estudiado mucho para eso. Sé que te caen bien porque hasta a la hora de las inyecciones intentan ser simpáticos contigo. Sonríen, hacen bromas, traen caramelos en los bolsillos y algunos saben hacer trucos de magia. Es su trabajo, pero un trabajo tan importante que los convierte en personas especiales.
Por eso se llaman especialistas.
Y así se llaman los niños pístikos como tú: Niños especialistas.
Niños que aprenden desde chicos a ser valientes y a tener paciencia con las cosas malas. Niños que un día podrán ser los mejores adultos para cuidar de todos, para alegrarnos. Los mejores conductores de autobús, los mejores camareros, los mejores poetas.
Los mejores amigos de las personas normales que necesitamos gente como tú para inspirarnos. Gente especialista con alma de artista.
Un beso muy grande para ti.
Isabel Salas
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lunes, 3 de noviembre de 2014
SIN PALABRAS ADECUADAS
Me encantan las palabras.
Por sí mismas, por el ruido que hacen al ser pronunciadas o al caer.
Por lo que significan.
Galleta. Barco.
Esa imagen mental que se forma en nuestra mente.
Las fotos de los pensamientos que se pintan con palabras que leemos o escuchamos.
Playa. Viento. Mango.
Palabras mágicas, como abracadabra.
Palabras crueles, como adiós.
Palabras inútiles, como alirón.
Largas , cortas, desmedidas, desmelenadas.
Palabras inciertas y verdaderas.
Floridas.
De Honor.
Palabras políglotas.
Huecas, pomposas.
Vitales.
Que dan la vida, la risa, la esperanza. Como las que siempre tenías para mí. Mortales. Que te dan la muerte. Que te dicen ha pasado algo. Algo malo. Y te pones a buscar en tu cerebro entre todas las cosas malas posibles, cual es la que te anunciarán las siguientes palabras, para ver si adivinas mal y no es eso.
Y en este momento...aunque me gustan mucho las palabras, me gustaría no tener que escucharlas, ni leerlas. Que desapareciesen los idiomas, las galletas y los barcos. Que los vientos y las playas se acabasen... Que los mangos que tanto te gustaban nunca hubiesen existido y nadie tuviera que decirme que ya no estás.
Nadie sabe, ni quiere, ser el mensajero de esos mensajes horribles y nadie quiere escucharlos, y nunca nadie consigue comunicar esas novedades con las palabras ciertas. En este momento, yo tampoco, encuentro palabras adecuadas para expresar lo que siento pues no es hora de hablar y sí de llorar.
Y eso haré.
Isabel
sábado, 1 de noviembre de 2014
EL NIÑO ROBADO
Años y años con el
pensamiento amarrado a la misma pregunta habían desgastado su cerebro y
lo habían incapacitado para pensar correctamente.
Ella lo sabía.
Ella lo sabía.
Sus habilidades intelectuales habían ido menguando conforme el tiempo pasaba y nada se resolvía. No llegaban noticias. El mundo siguió su curso indiferente a su angustia y a su pena y ella en respuesta también se volvió indiferente al mundo.
Ni vivo ni muerto.
Ni sí, ni no.
Robado, llevado. Desaparecido, arrancado de cuajo.
Desde el día que se lo llevaron se había ido muriendo un poquito cada
día roída por los sentimientos mas malos que puede albergar el corazón
de un ser humano, miedo, angustia, dolor y duda. Por separado habrían
sido terribles, pero juntos se entrelazaron en un nudo que le fue
apretando las venas, la garganta, los ojos y el alma entera hasta que se
quedó prisionera y ya no se pudo salir de aquella espiral de tormento.
Su niño.
Su luz, su cielo.
Se lo llevaron.
Alguien cuyo rostro ella no conseguía imaginar, hombre, mujer,
monstruo... se llevó a su hijo de 6 años, y ahora casi cuarenta años después,
con sus sesenta y ocho cumplidos, ella se sentó en su butaca a terminar
de morirse. Se acomodó tranquilamente a esperar el ultimo aliento
mientras se llenaba de una serenidad inédita después de tantos años de
sufrimiento extremo. Por su cabeza dañada, que ya no sabía pensar en otra cosa, por un momento pasó el resumen de su vida.
Tuvo lucidez para reconocer en esas imágenes, las famosas diapositivas
que había escuchado que el cerebro dispara unos minutos antes de
apagarse para que te vayas bien consciente de tu vida. Bien jodido. Le hizo gracia pues siempre imaginó que esa historia de las diapositivas
era una soberana estupidez, como lo del ángel de la guarda o el
ratoncito Pérez.
Se vio niña, jugando con sus hermanos en el
patio del almacén de su padre. Mocita, esperando a su primer novio para
darse unos besos escondidos de todos. Enamorada y casada con sus
diecisiete y después pariendo. Sus tres partos, tres dolores
diferentes que le trajeron sus tres hijos igualmente amados, primero su
niña, la mayor, la mujer que al hacerse grande le dio el apoyo necesario
para no desplomarse camino de su locura interior.
Ella le dio nietos, le dio besos, le dio el amor de hija buena y la comprensión de su pena. Pena en cierto modo compartida, pues quien robó su hijito también le
había robado el hermano adorado a aquella nena dulce que tardó años y
años en volver a sonreír.
Seguido de la niña nació el primer
hijo hombre, que fiesta en la familia, que orgullo para el padre, que
momento feliz. Ese niño dulce que con los años se hizo policía y que
había dedicado su vida a perseguir pederastas y otros hijos de puta. No se quiso casar y siempre evitó tener hijos. Sólo de pensar que alguien se llevaba a su hijo como se habían llevado a su hermano hacía que se le llenara la boca de sangre.
Y por fin el Keko, el peor de los tres partos, el que más le costó
echar al mundo. Su niño chico que venía a completar la alegría de todos,
la de la hermana que lo veía como un muñeco vivo y fue quien le cambió
el nombre por aquel apodo. La del hermano, que desde el primer día le
metía carritos en la cuna, bolas y lagartijas para acelerarle el
crecimiento y que pronto pudiese jugar con él.
La del padre, que lo
miraba y no podía esconder una sonrisa al ver en el bebé una copia del
abuelo al que tanto había querido y que ya no estaba allí para disfrutar
de aquel biznieto de venía con su cara. Y la de ella, que lo quiso
desde el momento de la primera falta y que al tenerlo en brazos por
primera vez lo llenó de besos de bienvenida casi avergonzada de aquel
amor excesivo por el bebé que acababa de llegar.
La siguiente diapositiva ella saliendo de los veintidós y entrando en los veintitrés con sus tres hijos y una vida por delante para
verlos crecer y hacerse hombres. El marido a ratos bueno, a ratos
regular, pero un hombre que no dejaba faltar nada en casa y que por
encima de todo compartía con ella la pasión por los tres hijos y el afán
por sus cuidados.
Todo iba a bien hasta que un día cuando fue a
llamar a los niños para que entrasen a merendar, entraron los dos
mayores y el chico no. Salieron a buscarlo y no estaba. Al
principio sin pánico, pensando que se hubiera escondido para jugar...
que se hubiera dormido, que se hubiera ido a casa del primo, que se
hubiera ido con el padre.. y así fueron descartando hipótesis hasta que
comprendieron que alguien se lo había llevado.
Llevarse un niño es llevarse la vida de una familia entera.
Es un acto tan vil que lo modifica todo de una manera tan intensa que nunca más las personas se recuperan de ese dolor. Ella se fue transformando en otra persona, perdió la fe en todo, la
esperanza, la caridad, perdió las ganas de reír, las ganas de comer, las
de dormir y las de vivir.
Todas las ganas de todo.
Su
concepción del bien y del mal había ido cambiando conforme ella se
volvía de esponja por dentro. Había llegado a sentir envidia de las
madres a las que se le moría un hijo por enfermedad o por accidente pues
por muy duro que fuera llorar esa perdida, al menos ellas tenían un
cuerpo muerto al que enterrar. Podían escoger una caja, meterlo dentro,
velarlo, llorarlo, blasfemar, insultar al destino y después llorar su
tristeza el resto de la vida. Una tristeza bonita en cierto
modo porque al lado del dolor por la perdida estaba la seguridad de
saber que el sufrimiento del ser amado había cesado.
En su caso no fue así. No sabía qué destino había corrido su hijo, que crueldades podrían haberle infligido, que manos lo agarraron y con qué fin.
Ya no había más diapositivas, o todas era igualmente negras.
Una noche perpetua de dolor eterno. Estaba sentada en paz, sintiendo el alivio adelantado que sería para ella la liberación de la muerte. Por un segundo imaginó si sería verdad que había otra vida después de
la muerte, y fue en ese momento que le volvió la Fe de pronto y rezó con
mas fervor que nunca pidiendo una única gracia.
Pidió
compasión a aquel Dios sádico que había permitido que alguien se llevase
a su hijo y le pidió por favor que no la dejase vivir una vida eterna
en aquel tormento. Ella quería apagarse para siempre y dejar de sufrir. Un descanso perpetuo de verdad, sin conciencia y sin recuerdos.
Con esa esperanza soltó su último aire y dejó de respirar.
TARTA DE HIELO
Receta:
Mi hija menor que es una fuente inagotable de imaginación y
creatividad, anoche inventó una receta inédita para el mundo culinario. Imposible de comer pero maravillosamente refrescante en este calor
horrible que hace días que enfrentamos. Como podéis observar, cogió un
montón de pedacitos de zanahorias, cebollas, pepinos y otras cosas
irreconocibles y las congeló.
Después de congeladas y desformadas, se colocan en un plato bonito y se miran. Sientes como el fresquito te invade y te devuelve la vida. También se puede hacer una foto para ponerla en el Facebook y compartir con los amigos.
Reírse un ratito de tanta tontería, ya que como le dije a ella, hay muchas
fotos de cosas lindas supuestamente comestibles en internet que no hay
huevos de comerlas de malas que están. Fotos de comidas tan caras que no se pueden comprar los ingredientes, o de comidas tan feas que aunque sean buenas para la salud no hay quien se encante con ellas.
Ésta idea es económica de hacer y preciosa de mirar.
Como dijo su hermana cuando la vio, "Por Dios, ha quedado una célula culinaria muy bonita, sí".
Su idea era principalmente
cachondearse de la gente que hace frutas cristalinas, pues simplemente
las odia y las escupe de los panetones o de cualquier sitio donde encuentre una.
Ahí tenéis el resultado
de su crítica a los cristalizadores de frutas para ver si paran de
estropear los panetones con esas frutillas incompetentes.
Isabel Salas
viernes, 31 de octubre de 2014
DOS ACIERTOS
He cometido muchos errores en la vida.
De cálculo.
Por impulso.
Por ignorancia o por tozudez.
También he tenido grandes éxitos.
De casualidad.
Por ignorancia o por suerte.
Pero dos aciertos se destacan entre todos.
Mis dos hijas.
Siempre quise criarlas con alas, para volar, y no con anclas ni raíces que las sujeten. Siempre las imaginé libres. Libres de ir. De volver. Libres de ideas preconcebidas, de miedos, en la medida de lo posible. Libres de la esclavitud de las opiniones de los demás y del miedo a ser juzgadas. Libres para desear sin miedo, para intentar metas propias, equivocarse y reconocer el error con risas.
Aprender a la bulla...a lo loco.
Con prisas.
Todavía estoy aprendiendo y ni de lejos soy ese ejemplo que me gustaría ser. Espero que ellas un día lo comprendan y sepan ser indulgentes con su madre aprendiz, que perdonen mis arrebatos... y recuerden tantas horas de convivencia donde las tres aprendimos juntas a perder los miedos y hacernos valientes.
Deseo que esos recuerdos sirvan de inspiración para las horas malas que
vendrán, porque la vida es así, y ni siempre nos ofrece el lado dulce. Un día tal vez se rían al comprender que era yo la que aprendía con ellas y no al contrario y ese día tal vez admiren lo buena actriz que era su madre...y me den un Oscar.
Isabel Salas
DIA DE LOS ENAMORADOS
Una fecha que me jode tanto como el día de la madre, del padre,
la navidad y todos esos días inventados para incentivar el
consumo desmedido de las ovejitas bien pastoreadas. Por supuesto sé que hay gente que se quiere, que vive enamorada y es correspondida
con sinceridad, imagino que por ser una minoría se deben sentir
muy raros en este mundo de apariencias donde la mayoría de las parejas
que conozco mal se soportan y rarísimamente se tocan. Algunas fingen quererse en público,
respetarse e incluso van por la calle de la mano cuando en realidad se detestan y ni ellos recuerdan la razón por la que un día se juntaron.Viven jugando ese juego patético de las apariencia, felices porque creen dar envidia.
A la gente que se quiere y tiene algo que celebrar pues que celebre. Ellos no necesitan un día especial, pues todos los días son buenos para festejar por tener quien te quiera y a quién querer. Les deseo que el día de los enamorados, pasen una buena noche y se regalen cualquier cosa si les sobra el dinero.
A los que están sin pareja y como yo, se pasan el día escuchando que deberían buscarse un novio, pues que no
hagan caso. Que disfruten de la libertad que tenemos de hacer lo que
queremos cuando queremos, con quien queremos y aquí paz y después
gloria. Si un día nos volvemos a enamorar y sentimos que vale la pena abrir el corazón a ese nuevo amor, pues muy bien, será bienvenido, pero si nunca más nos enamoramos, pues que le vamos a hacer, el corazón obedece razones que la razón desconoce y no mandamos en él.
Y a esos que viven una relación de apariencias, esos
que hace años que duermen en la misma casa sin sentir ni el mínimo deseo
por comerse vivo al otro, que siempre están deprimidos o con
dolor de cabeza, nerviosos, tristes pero acobardados para mandarlo todo a
la mierda y empezar de cero, les deseo que encuentren fuerzas para dejar de ser idiotas. Hay que espabilarse, la vida se pasa rápido y vivir con quien no nos hace feliz
es lo peor que hay. Lo sé de primera mano porque tuve mi ración de relación tóxica y es tremendo pasar por eso. Les deseo que
tengan el valor de salir de esas relaciones envenenadas y se regalen en
este día la libertad. Que se enamoren de si mismos y conmemoren ese
amor diciéndole a la persona con quien mal viven: hasta la vista baby, ahí te quedas, me voy.
Que nadie merece malgastar los días así. Que la vida corre, los días vuelan, las mariposas mexicanas van y vuelven de Canadá, y cuando quieres ver has pasado un montón de años prisionero de una payasada hueca.
Enamórate de ti.
Isabel Salas
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