A veces saco mi alma y la tiendo al sol.
Me gusta sentir como entra en calor, y con suerte, en color.
Escucho el ruidito que el viento provoca al zarandear sus pliegues mojaditos de sangre de corazón, pringosos, pegajosos, casi plastificados con almidón de lágrimas.
El sol me cura, mientras seca mi alma, haciendo que renazcan sus notas musicales y con mi voz especial de cantar hacia adentro, canto con él por todas esas almas mojadas, que guardadas, esperan que las saquen y las sequen.
Isabel Salas