Es verdad que me gustan
varias cosas de ti.
La manera procaz
con que abordas asuntos
que alborotan y asustan.
Y esa forma eficaz,
que tienes,
sin alardes, de señalar la llaga
y poner los difuntos en cuarentena,
en cuanto vas y vienes,
de la zeca a la meca
subiendo terraplenes bajo la luna llena,
o visitando harenes,
después de haber salido
santificado,
de un templo azteca.
Y esa sonrisa franca,
llena de estrellas impredecibles,
que me regalas gratis,
sabiendo que no hay saldo
en mi tarjeta visa,
ni puchero en mi caldo
y que mis alimentos,
son perecibles.
Y ese brillo en los ojos
a veces indoloro
y otras flotando inerte,
rielando entre despojos,
en tu piscina
saturada de cloro.
Y me gusta también
esa manera suave
con que dices mi nombre,
untándolo en tu pan,
mientras no dices ven
ni me hablas sobre agua
ni me ofreces tu llave.
Pero quitas mi sed,
me quemas en tu fragua
me llevas a volar
y vuelvo a ser capaz de pilotar,
de nuevo,
de nuevo,
la desahuciada nave
que quiere regresar.
Y me gustan,
por fin,
por fin,
el tronco bendecido por tu hacha,
sacrificado para ser palanca,
y esa copa
que brinda y emborracha.
que brinda y emborracha.
Con ella izas, a la salud de Odin,
el rayo vengador,
de tu fumata bianca.
el rayo vengador,
de tu fumata bianca.
Isabel Salas