Ese momento
(glorioso)
en que el hombre
que te gusta,
te comenta
(receloso)
que un raro azar
lo atosiga.
Un tormento
(lo persigue),
lo fustiga
y lo castiga
sin que nada lo mitigue.
De él,
tan solo las más tontas
consiguen enamorarse,
seducirlo,
encapricharse
(perseguirlo)
y después, ante el descaso,
(joderlo)
y encabronarse.
Y también
te sientes tú
tonta igual
(a las demás),
antes de pestañear
y ponerte a elucubrar
si conviene persistir
o (si es mejor)
desistir.
Concentrarse en olvidar
y buscar
alguien mejor
(con quien tus sueños cumplir)
que aún confíe
en el amor
y ajeno a la decepción,
libre de esa maldición,
te entregue su corazón,
sin ninguna
condición.
Isabel Salas