Nunca he sabido hacer reseñas, pero creo que sé expresar con entusiasmo mi amor por la poesía y por los poetas que, como Juan Mantero, saben tocar mi alma, arañando algunas veces, acariciando otras, dejando palabras y versos marcados en ella y ese nudo en la garganta que sin querer se transforma en lágrimas o sonrisas, para al final dejarme ese regustito en la boca de admiración (ese eufemismo con que nos gusta llamar a la envidia "buena") y ganas de mejorar mis propias letras para que alguien al leerme sienta lo mismo que yo, al leer a los que admiro.
Y
renuncio a escribir desde mi vientre,
y
reprimo mi arcada literaria,
y
paso de hacer daño gratuito,
y
en vez de hacer terapia revisito
Sumergirme en el primer libro de Juan Mantero me recordó en cada una de sus páginas los motivos que desde niña me llevaron a preferir la poesía entre todos los otros géneros literarios, aunque Juan es un poeta que en realidad no escribe, él expulsa. A veces a chorros y otras a tirones como las muelas del juicio al ser extraídas, con un dolor vivo que a ratos se adivina caliente o nos parece helado y misericordiosamente anestesiado, pero siempre benevolente, sin condenar a ninguno de los demonios que parecen haberlo atormentado desde antes de nacer.
Los
ceros a la izquierda
también
somos humanos,
no
importa que nos muerdan,
reímos
y lloramos,
y
aun contra las cuerdas
movemos
nuestras manos,
respondemos
a ofensas
sin
pensar en los daños.
No confundamos generosidad con condescendencia, ni crueldad con crudeza. Juan Mantero es el puñal de la herida y al mismo tiempo la sangre y el paño limpio que ayuda a contener esa hemorragia que tan bien conozco porque la he reconocido en otros escritores y en mí misma también.
Sé por él, que siempre escribe con mensaje incluido, disparando directo a blancos que él determina y que los que lo conocemos podemos imaginar, y sin duda, eso le confiere un morbo extra a sus letras para los que conviven con él, pero a mí, más que intentar adivinar quienes son los destinatarios de sus letras, me interesa más apreciar el dolor, el frío, la soledad o el desconsuelo que hombres íntegros como Juan Mantero pueden llegar a sentir viviendo en este mundo tan hostil y tan cruel con los caballeros cabales como él.
Me es muy difícil escoger mi pedacito preferido, pues desde la dedicatoria sencilla y potente a la ultima letra del ultimo poema, he disfrutado, me he emocionado, he llorado, me he sentido parte de los escenarios a los que me arrastró, he olido el frío mojado de las catedrales en obra y lamentado profundamente no estar más cerquita para invitarlo a un café o pedirle que me lleve a pasar una tarde de fiesta en Huesca, aprendiendo a enamorarme de una de sus ciudades.
Y
yo que paseaba hace bien poco,
altanero,
con mi parrilla al cuello,
ahora
soy el ausente, y nada importo,
la
fiesta continúa sin resuello.
Solo
me queda levantar mi copa,
brindar
por mi patrón en la diáspora,
desear
volver a ponerme la ropa
blanca
y verde, inmaculada aurora.
Porque esa es otra, leer a Juan a Mantero es aprender a amar sus ciudades, que no son pocas, la preciosa Estella, la entrañable Pamplona y Huesca, entre otras, la ciudad donde su padre, (el papá de la dedicatoria, al que todos aprendemos a querer gracias a este libro) lo espera cada poco para sentarse en una cafetería a mirarse, a hablar o hacer como no importa tanto quererse tanto, admirarse tanto mutuamente y sentir ese orgullo mutuo que se parece tanto a unas castañas asadas en plena tarde invernal y que tantó nos hace desear ser parte de ese amor que se profesan.
Me pongo guapa para despedirme y recomendaros a todos los amantes de la poesía que os regaléis el privilegio de gandulear unas horas haciendo el ganso, entre los versos de este gañán.
Es
lo que hay,
no
pidáis a un gañán más apostura,
ni
a un ganso una pizca de cordura.
Hoy
me tocaba hablar de mí conmigo,
sólo
y, sin embargo, acompañado,
con
"buenas noches",
con
"¿todavía no has cenado?",
con
"¡qué bien me lo he pasado!".
Y
ponte guapa,
que hoy toca ganso aún en la distancia
que hoy toca ganso aún en la distancia
Juan, gracias por permitirme saborear tu libro unos días antes de salir a la luz, y gracias sobre todo por ser mi amigo en la distancia y mostrarme el lado más amable de la vida con tu generosidad y tu talento.
Un abrazo
Isabel Salas