Se ha desnudado de su luz el día,
en sombra su color desvanecido,
y sobre el candelabro se ha dormido
la tibia llama que de noche ardía.
en carencia de ti, no hallo sentido
Y así, en esta tiniebla muda y fría,
ni a este mundo en que vivo sumergido,
ni al alma, en lúgubre melancolía.
¿Cómo puede vivir el ermitaño
en soledad tan honda, año tras año,
si a mí ya me bordea la demencia?
qué puñal penetrante en mi costado,
Qué silencio opresor, qué negro estado,
qué nostalgia de ti, qué dura ausencia.
FRANCISCO ALVAREZ HIDALGO
Los Angeles, 9 de diciembre de 1999