Me convidaste a entrar en tu mente y entré.
Al principio con cuidado, andando de puntillas con miedos variados, de molestar, de dejar caer, de ser demasiado notada. Después de algunas semanas, se me olvidaron todos los temores y empecé a revolver. Acaricié suelos y paredes, levanté alfombras, me senté en todos tus sillones. Abrí tu nevera, me lavé en tu ducha, respiré tu aire.
Al principio con cuidado, andando de puntillas con miedos variados, de molestar, de dejar caer, de ser demasiado notada. Después de algunas semanas, se me olvidaron todos los temores y empecé a revolver. Acaricié suelos y paredes, levanté alfombras, me senté en todos tus sillones. Abrí tu nevera, me lavé en tu ducha, respiré tu aire.
Me regalaste una llave de papel y la acepté.
Con ella puedo entrar cuando yo quiero y cuando no estás mirando entro a jugar con tus cosas. Cambio objetos de lugar en la cocina, mientras escribes en el salón duermo en tu cama y cuando sales a trabajar, riego tus rosas y ordeno tus revistas.
Con ella puedo entrar cuando yo quiero y cuando no estás mirando entro a jugar con tus cosas. Cambio objetos de lugar en la cocina, mientras escribes en el salón duermo en tu cama y cuando sales a trabajar, riego tus rosas y ordeno tus revistas.
Anoche coincidimos los dos en tu pasillo.
No te enfadaste.
No me asusté.
No nos tocamos ni nos agarramos.
Convertimos tu casa en un castillo encantado y apenas paseamos. Juntos anduvimos por cada estancia, abrimos los cajones, y olimos la fragancia de nuestros corazones perfumando el espacio entre tus letras.
Convertimos tu casa en un castillo encantado y apenas paseamos. Juntos anduvimos por cada estancia, abrimos los cajones, y olimos la fragancia de nuestros corazones perfumando el espacio entre tus letras.
Me gustó ese paseo, la compañía, el ruido de mis tacones en tu eco. Me gustaron las risas de los dos bailando juntas dentro de tus huecos. Me gustó estar allí, contigo, y prometo volver mientras tenga la llave prestada de papel.
Me gustas tú.
Me gustas tú.
Isabel Salas