Te cuento, amor,
que a mí
no siempre me fue bien.
He cantado entre sollozos
más derrotas que victorias,
y con pretendidos gozos
sufrí más penas que glorias.
Desde el inóspito andén
vi alejarse muchos trenes.
Y con miedo constaté
como, uno a uno, caían
los mangos de mis sartenes.
Mis pies dieron tropezones,
mi alma ha perdido batallas,
me han mentido mil cabrones
y he tirado, derrotada,
contra el suelo, mis toallas.
Igual debo confesarte
que por mi parte, he fallado,
he perjurado y robado.
He perdido la paciencia, la razón
y la inocencia.
También inventé patrañas.
Amé y odié sin clemencia
con la hiel de mis entrañas
salpicadas de demencia.
He conocido el dolor
del corazón traicionado,
he tolerado tocones,
he bebido, he fornicado
he fumado y vomitado
sobre el tul de mis blasones.
En fin, amor,
no soy santa.
Llego a ti damnificada,
abusada, rezongona,
asustada y afrontada.
Remolona y fanfarrona.
Mucha espina y poca flor,
pero una gran compañía
dipuesta a alegrarte el día
y a regalarte mi amor.
Isabel Salas