Estaba tan distraída mirando el horizonte, la belleza imponente de aquel sol de fuego que no vi la flor que crecía a mis pies, cerquita. Embobada, no sentí la caricia de sus pétalos en mi pierna conforme iba creciendo. Incapaz de mirarla continué andando con los ojos fijos en el brillo lejano.
Hasta que caí.
Y caí tan fuerte... y dolió tanto...Tanto sangró mi piel abierta que tardé mucho tiempo en limpiar la herida. Sin fuerzas para incorporarme, casi sin poder respirar, busqué un apoyo para mi espalda y miré alrededor por primera vez en mucho tiempo. Los ojos tardaron en acomodarse a las distancias cortas, pero cuando lo hicieron y reconocieron el camino de vuelta a casa, el corazón sonrió.
Las fuerzas volvieron, y al dar los primeros pasos de regreso a la realidad fue tu flor la primera cosa que me besó. Primero tu flor, después tú, y al final tu cuerpo entero que se vuelve beso para mí desde que me tocó por vez primera y sabe como decirme sin palabras lo que ninguna frase podrá nunca expresar.
Mis palabras se esfuerzan por hacerse poemas, pero tú, sin esforzarte, al abrazarme, haces poesía.
Isabel Salas