martes, 9 de abril de 2024

ADIÓS





Tras la última oportunidad, 
el adiós.

Un adiós rotundo, 

redondo, profundo.
Un adiós de calidad, 
con calidez, con humildad.

Feliz por haberlo intentado, 

de haberte conocido,
 incluso, porqué no, 
de haberte amado.

Y así, después de darte todas las llaves del candado 

y haber visto el mal uso que hacías del llavero, 
me marcho de tu lado.

Mi tren sigue viaje.

La parada en tu estación fue demorada. 
Pedacitos tuyos se van en mi equipaje.

Mi corazón empieza otra jornada.
Libre de ti, de culpas, 
de pecados.

Fuerte y capaz, 

tal vez un poco triste por tus disculpas
 y tus besos plagiados.

Me voy, me fui, 

ya era.
Te quedas en el invierno 
de tu cerebro sin primavera, 
con tu miedo de amar 
al borde del averno.

Allí te dejo.

Desde el tren, decidida, 
mecida en su vaivén
 por un segundo vuelvo a ser tu reflejo 
para decirte ven, 
ven, amor, 
ven a decirme adiós mientras me alejo.

Isabel salas

del libro
Navaja de Llavero

sábado, 6 de abril de 2024

IRSE

                                                                              

                                                                                
Escoge muy bien lo que llevas a tu viaje. Sobre todo si el viaje es necesario y no simplemente un paseo turístico. Hablo de esos viajes reales que se sabe cuando empiezan y dónde arrancan pero no tenemos idea de cuándo terminarán, ni cómo lo harán, si es que lo hacen.

Selecciona cuidadosamente cada pertenencia. Analízalas como si no fueran tuyas y las fueras a adquirir sabiendo que pesarán mucho y tal vez te estorben o te molesten cuando  tengas que acarrearlas en los próximos años.

Haz de tu viaje la oportunidad de renunciar a todo lo que sobra. Te sorprenderá  constatar la gran cantidad de cosas que no sirven realmente para nada cuando solo podemos llevarnos lo que de veras es imprescindible.

Despegarse de ellas no es fácil. Es como romperse un poquito en cada despedida y al final te vas pero no eres la misma. El equipaje puede ser ligero pero el  peso interior que arrastramos parece inmenso. Hay una parte de nosotros que nunca se despide del todo de los objetos amados que dejamos atrás.

Isabel Salas
  

viernes, 29 de marzo de 2024

LA SONRISA QUE NO VES



El eco, hace unos días,  me trajo tus palabras.

Las mismas de siempre. Las de cada vez que me hablabas de amor, las de prometer, las que decías después de jurar que nunca mentías, esas palabras mágicas que superaban todos los abracadabras y abrían todos los Sésamos de mi sangre.

Me enfadé con el eco, por su crueldad y con el viento por su complicidad, les reproché a los dos con mis palabras especiales de amonestar fenómenos naturales sobre su falta de sensibilidad y decidí ignorarlos por los próximos siglos amén.

Me retiré a un rincón y allí, sentadita, llorando,  traté de arrancar las nuevas espinas  que aquellos dos desaprensivos me habían clavado sin venir a cuento. Las mismas agujas que ya había arrancado tiempo atrás y que tanto me hicieron sangrar, pero en esta ocasión las conocía a todas y fue mucho más rápido que la primera vez, aunque dolió lo mismo para ser sinceros.

Ya estaba terminando cuando de nuevo el viento me volvió a traer tus frases, las mismas, exactas, y enseguida otra ráfaga de ecos de tu voz cantando las mismas canciones, diciendo las mismas cosas.

Casi estaba a punto de llorar de frustración o de rabia cuando el viento me rozó. No sentí hostilidad en aquel toque, al contrario, casi se diría que era un abrazo amistoso que me convidaba a prestar más atención a los detalles de aquellos ecos.

Y presté.
Coloqué todos mis sentidos en alerta máxima y comprendí que no eran palabras del pasado que volvían a mí rebotadas por la crueldad del eco, eran las mismas palabras mentirosas tuyas, sí, las que me decías a mí pero ahora dedicadas a otra mujer...a otras, a muchas.

El viento no estaba burlándose de mí, más bien quería demostrarme que lo que yo sospechaba desde hacía mucho tiempo era verdad y tú usas las mismas palabras y las mismas canciones para coquetear con otras incautas que como yo tienen sed de amor. Lo que en un primer momento me dejó tan triste enseguida se volvió medicina y al rato un gran consuelo.

Desde ese día cuando el viento me trae las frases amorosas que dedicas a otras,  mi pelo permite que las enrede en él, son flores invisibles que me embellecen y me dan paz.

Ahora sé que no perdí nada al perderte, más bien gané y mucho. 

Que pena que el pelo no te deje ver la gran sonrisa que se dibuja en mi boca cuando esto pasa. El cabello alborotado esconde la misma boca que antes sonreía al decir tu nombre y hoy se ilumina en secreto, inmune a los zarpazos de tus mentiras.

Isabel Salas


miércoles, 20 de marzo de 2024

AHORA SÉ


Ahora sé,
por fin,
lo que es volar.

Aprendí contigo
que es lo mismo que amar.

Ahora sé,
que tocar es bailar
y dormir es soñar.


Sé que escribir
es besar,
y sonreír
lo mismo que mirar.


Que cada verbo,
desdoblado,
esconde una poesía.

Y sé, por fin,
que los cien años de males
se terminan.

Extender  las alas
es estirar los brazos 
y abrazar.

Es sacudirse el miedo,
es mirarte a los ojos
y confiar.

Isabel Salas










viernes, 8 de marzo de 2024

FÍJATE

Si te fijas bien
ni tan blanca es la perla,
ni la luna es tan blanca,
ni tan blanca es la espuma.

Si te fijas bien,
el dolor y el color,
son lo que hacen bello
el puro reflejo
que brilla el amor.

Si te fijas bien
la blancura cansa
aburre, satura.

Le falta la fuerza
de la vida pura,
que  en el agua mansa
pierde la dulzura
pudriendo el amor.

Isabel Salas

sábado, 2 de marzo de 2024

TANTO


Tantas veces gritaste tu amor, 
tantas...
Tanto prometiste ser fiel.

Tanto juraste ser la cura del dolor,
tanto...
Tanto probaste besos y miel.

Que las miles de noches abrazadas
y los cientos de lunas besadas
cierran los ojos hoy.

No quieren ver
cuando de nuevo infiel,
mentiroso y rastrero,
juras de nuevo ser,
amar, gustar 
y atravesar por alguien
el infierno entero.

Ni la luna ni las noches
te creen,
ni las canciones.

Ni los anillos ni los broches,
ni yo,
ni los tigres tristones.


Isabel  Salas

domingo, 25 de febrero de 2024

ARCHIVADO





Me hubiera gustado mucho poder dejar tu recuerdo en la repisa de los buenos amores. 

Ponerlo en un  lugar destacado. Tal vez entre aquel amor que me enseñó a decir "que tanto es tantito" con aquella sonrisa de Veracruz  que me besaba en la esquina del Copo y otro, dorado y verde, que aún huele a arena de Piura y a juegos prohibidos que marcaron mucho más que mi piel.

O lo hubiera dejado cerca de aquel amor de noche sin estrellas que me enseñó a besar labios gigantes y a hacer cebras con nuestros dedos. También hubiera quedado bonito cerca de mi amor de jabuticaba, un amor de ojos negros y sonrisa de sol que me acariciaba por dentro y por fuera con sus besos de hombre.

Que lindo hubiera quedado colocado allí, cerca de los otros amores bonitos que la vida me dio. Cerca de ellos, entre ellos, junto a ellos y en mi corazón. Traté de colocarlo, pero no encaja en ningún sitio. Demasiado llorado, demasiado triste, demasiado mentido, demasiado cínico, y sobre todo demasiado falso.

Largos o cortos, los otros todos fueron verdaderos, correspondidos y decentes. Amores que en su momento fueron amores y no dolores. El tuyo , por desgracia, sólo tiene un lugar posible donde ser archivado: en el cajón de los objetos perdidos. Junto al tiempo perdido y tantas otras cosas perdidas que se eclipsaron. Allí está ahora tu amor, junto a otras cosas inservibles  durmiendo aletargado en la penumbra de las cosas inútiles.

En cierto modo es triste pero también es justo. Para ganarse un lugar en el corazón de una mujer hacen falta más cosas que palabras vacías y miradas esquivas. Hacen falta más cosas, más tiempo y más verdad.

No sé decirte las cosas que descansan al lado de tu amor de tercera, no es discreción, ni ganas de no herirte, ni secreto, simplemente es que no las recuerdo.

Están allí por algo.

... y eso basta.


Isabel Salas

lunes, 19 de febrero de 2024

S.O.S. MATERNIDAD








Como siempre he hecho, busco en la lectura compañía, consuelo, sabiduría o diversión, y como suele suceder, encuentro un poema que pone mis sentimientos en palabras.

Seguramente, Rubén Darío no estaba pensando en la maternidad cuando escribió esos versos, pero yo, que vengo luchando desde hace años por el derecho de las madres a proteger a sus hijos, encontré en sus palabras el fiel reflejo de lo que tantas mujeres están viviendo por culpa del tratamiento que se da a la maternidad en los juzgados de familia. Especialmente cuando se trata de familias donde se han vivido situaciones de violencia y de malos tratos y se tiene la mala suerte de caer en las manos de un sistema machista y patriarcal que, cruelmente, finge defender los derechos de los niños imponiendo el contacto no deseado de estos con sus padres abusadores.

A la violencia doméstica, verbal, física o sexual, previamente sufrida en casa se une entonces la violencia institucional.

Una justicia lenta y colapsada que  hace que a los años de terrorismo intrafamiliar le sigan, despues, otros años de sufrimiento y de desgaste emocional, psicológico y patrimonial con los que el maltratador encuentra la manera de seguir maltratando a su familia.

Miles de mujeres acuden al sistema buscando protección para ellas y sus hijos, tal y como las campañas incentivan y en vez de ser protegidas, son acusadas de mentir e incluso de estar enfermas y sufrir el trastorno que inventó un pederasta llamado Richard Gardner en la década de los ochenta,

Obligan a los niños a callarse y los dejan imposibilitados de pedir ayuda amparándose en algo llamado el secreto de justicia y también obligan a las madres a guardar silencio sobre los procesos judiciales, negándoles así la posiblidad de pedir ayuda o hacer una denuncia pública de lo que están sufriendo.

En los juzgados de familia de varios países, se usan inventos como la constelación familiar o el inexistente síndrome de alienación parental para obligar a los niños y a sus madres a pedir perdón a sus maltratadores bajo la amenaza de ser separados caso no colaboren, se insta a las madres a desmentir sus acusaciones de violencia y abuso intrafamiliar, se asusta a los niños con apartarlos para siempre de sus madres si insisten en decir que no quieren ver a sus padres, se burlan de sus sentimientos y a ambos les aplican, en fin, la cruel terapia inventada por Gardner y que él mismo llamó terapia de la amenaza, sin intentar disimular cómo y de qué manera actúa la supuesta y maldita aberración que se sacó de la manga para proteger el mayor interés de los pederastas como él.

A muchas personas les cuesta creer que esto sea posible y lo entiendo, a mí misma me costaría hacerlo si no fuera porque lo estoy viviendo muy de cerca.

Me preguntan a menudo porqué publico tantas cosas sobre violencia doméstica e intrafamiliar si podría estar escribiendo otras cosas, y la respuesta es muy sencilla, escribo sobre lo que me interesa, sean orgasmos, besos, o malostratos y  lo hago espontáneamente y cuando el cuerpo me lo pide, sin un plan específico o un objetivo determinado.

A veces la inspiración llega recordando un beso, comiendo un helado con mi hija en la playa o leyendo poesía.

Como hoy, leyendo a Rubén Darío, sin poderlo evitar pensé en como la relación madre e hijos está siendo enlodada en  algunos juzgados por profesionales sin escrúpulos y como esos niños y esas madres conocen el valor de su amor, ese diamante que los demás tratan de dejar churretoso y sucio. Un amor precioso del que se burlan llamándolo enfermizo y al que amenazan sin compasión.

Dicen en Brasil que la boca habla de lo que el corazón siente y yo añado que los dedos escriben de lo que el alma padece. La poesía siempre es una puerta que me transporta a mi mundo interior y muchas veces, como hoy, me sirve de inspiración  para escribir.

La maternidad es parte de mí, como los besos que he dado y los que aún tengo guardados, como es parte de mí escribir y como también es parte de mí luchar por lo que creo justo. No tengo ejércitos pero tengo palabras y sustituyo soldados por textos, sean prosas como hoy o poemas como otros días.

Y me vienen a la cabeza, para terminar, otros dos versos mientras escribo; los he repetido mucho en mi cabeza estos días, como un mantra gandúl, son versos de Juan Mantero, poeta oscense, que me hacen recordar que la necesidad de ser valiente para defender aquello en lo que creemos, es indispensable: 

                                       porque las podré pasar canutas
                                       pero a corrales no me devolvieron nunca

Isabel Salas