Tanto quise creer que eras mío, que lo creí a pesar de todas las evidencias en contra y todas las advertencias del mundo, de las amigas y del sentido común.
Miraba ese castillo encantado flotando en el calor del desierto y no comprendía que en los corazones desiertos, como el mío, los espejismos se clavan como si fueran agujas de verdad y no sombras flotantes temblorosas y calientes.
Como chinchetas en la manzana se clavan.
Como tú en mí, así aquel espejismo bonito se clavó en mi alma.
Yo me sentaba a mirarlo mientras tú te ibas al cine a ver otros espejismos más sofisticados, enlatados... fabricados por otros corazones más poblados y felices.
Más profesionales.
Tus palomitas eran de verdad y tu refresco, el perfume de la sala, el aire acondicionado y el asiento mullido, todo de verdad. Lo mío todo inventado por mí. Sin sala ni fresquito, sin asiento y sin entrada, pasé horas soñando con la película que yo misma rodé, dirigí y protagonicé contigo.
Sólo mis palomitas eran de verdad, como las tuyas.
Caseras, recién hechas y con el punto perfecto de sal.
Isabel Salas
Caseras, recién hechas y con el punto perfecto de sal.
Isabel Salas