jueves, 1 de octubre de 2015

GUSTAVO

Lo voy a contar tal y como pasó, para que veas que increíble y sobre todo para que veas que suerte. No es que yo siempre tenga mucha suerte que digamos, pero esta vez sí. Te cuento. Sabes ese chico que te comenté que a veces él y yo, ya sabes...cuando encarta,  pues nos vemos y tal y lo pasamos bien. Nos entendemos  y no nos complicamos. Tenemos libertad los dos para hacer lo que queramos hacer con otras personas, y tampoco es que yo me vaya con cualquiera, dejemos eso claro, pero no hace falta que él sepa que es el único ¿ Comprendes?

No creo yo,  que yo sea la única con quien él anda, pero no quiero que él sepa que yo no salgo con otros,  se vaya a enfadar y piense que estoy colgada o enamorada o  que le voy a dar la lata o ponerme pesada.
No quiero eso.

Yo sé que si sigue saliendo conmigo es precisamente porque no soy coñazo, entiendes. Ni siquiera siempre que me llama le digo que sí...aunque me gustaría. Me gustaría poder decirle siempre sí, sin miedo que se espantara, pero le digo no para que esté tranquilo.
Contado así, parece raro, lo sé.

Pero es así que funciona la vida hoy en día. Si quieres tener a alguien no puedes presionar. Seguramente cualquier día llega una lagarta y sí que presiona y me lo quita y hasta se casa con él y será una pena, porque él no es hombre para casarse. Le gusta estar suelto, libre, hacer lo que quiere y que lo dejen en paz. Yo sería una buena esposa para él porque le dejaría hacer lo que quisiera, como hoy, pero él ni piensa en esa posibilidad ni hemos hablado de nada de eso.
Nunca.

Nos caemos bien, tenemos sexo, pero hablamos poco. La verdad casi no hablamos, no sé  nada de lo que hace, ni de sus amigos ni de su familia. Ahora que lo pienso, no sé ni siquiera que equipo le gusta, porque el fútbol le debe gustar, digo yo, pero contándote esto me estoy dando cuenta de lo poco que lo conozco. En fin, a lo que voy, hace unos ocho días estaba yo con esas ganas locas  de besos y de un poco de cariño y pensé en llamarlo, pero nunca lo hago, siempre espero que lo haga él, y nada, no decía nada. Le mandé mensajes telepáticos, pero no funcionaron. Esperé un par de horas y como no se me pasaban las ganas pues pensé que le podía mandar un mensaje que es menos serio que una llamada, porque una nunca sabe qué puede estar haciendo la persona cuando la llamas y si puede hablar o quedarse en una situación comprometida, así que decidí que un sms sería lo mejor. Una frase clara, corta y que pudiese responder rápidamente, pero que no se me notase el desespero aunque estaba desesperada. Quería que sonase poderosa, como de una mujer segura de sí misma y también que sonase así como exigente pero no a ultimátum. Muchas cosas al mismo tiempo para una frase tan corta, es verdad.

Salió así
"Te va a sorprender este sms, pero tenemos confianza para decirte que estoy con muchas ganas de unos besos y pasar un rato contigo. NO me va a gustar si me dices que no puedes. Si me dices que no, nunca más me hables porque te mando al carajo. Cansada de ti y de que te hagas el interesante. Enfadada de esperar que me llames y tú no dices nada, ni de quedar, ni si te gusto, nada. Estoy en casa, si en media hora no apareces, dispuesto a sexo salvaje, nunca más querré verte."
La verdad que salió todo lo contrario de lo que había planeado, eso lo reconozco. Tal vez más sincero, aunque  poco diplomático y casi una amenaza de la mafia sexual, pero eso no fue lo peor. 

Verás, con la vergüenza de la situación y la prisa, al poner destinatario, me equivoqué. Hay un amigo del trabajo que se llama igual y yo, tan gilipollas, se lo mandé al Gustavo que no era. Vaya mierda. Ni me di cuenta, pensé que estaba enviado correctamente al destinatario correcto y ni lo confirmé.

Estaba caliente, nerviosa, avergonzada, pensando que la había cagado y a punto de llorar. Sabes cuando te pones tan mal que te entran ganas de cortarte el pelo, aunque sean las puntas. Pues así. Eso es fatal, siempre que me corto el pelo estando de esa manera me arrepiento, por eso  decidí ducharme a ver si se me pasaba la calentura y de camino evitaba las tijeras y pasaba la media hora maldita para comprender que lo había perdido para siempre.

Cuando salí del baño atontada de los vapores casi se me había pasado el odio,  me puse una camiseta y con el pelo mojado me fui a la cocina a comer sin hambre. Cuando sonó el timbre yo estaba pelando un plátano, y me puse tan contenta pensando que era él, mi amante amoroso y dispuesto, que ni pensé en terminar de vestirme comprendes, porque ya  hay una confianza, y la verdad que tampoco caí.

Llegué corriendo a la puerta , la abrí super feliz, y allí estaba parado el tío que trabaja en recursos humanos, uno alto con el que yo podría haber hablado unas cinco veces en tres años y que un día que llovió y yo estaba sin coche, me había traído a mi casa. Ni me acordaba que se llamaba Gustavo ni entendía que rayos del infierno estaba haciendo en mi puerta.

Me quedé como sin habla comprendes, allí en pie mojada, medio desnuda, sin bragas ni falda, solo con la camiseta que mal tapaba lo mínimo, un plátano en una mano y la cara de idiota mayor que te puedas imaginar, como esperando a ver que decía aquel hombre y qué quería y que se explicase. Entonces él dijo:

- Estoy dispuesto.

Flipante, ¿ no?  Yo iba a contestar dispuesto a qué, pero entonces caí en la cuenta.
Gustavo Diaz R.H.. Me vino a la cabeza su nombre y su cargo y comprendí lo que pasaba al tercer beso. Porque mientras yo deducía lo que había pasado él ya había entrado, ya se había lanzado y me estaba metiendo mano super salvaje, justo como me lo estaba pidiendo el cuerpo desde hacía horas y exactamente como yo pedía en el sms.

Parecía tener nueve manos el tío, que eficacia, y yo no voy a decir que resistí, sería mentir. Lo pasé de puta madre, la verdad, aquel polvo inesperado con el Gustavo que no era mientras el Gustavo que era ni lo imaginaba me puso a mil por hora. Me sentí tan moderna, tan siglo XXI, que le saqué hasta la ultima gota al salvajismo aquel.

Resumiendo, que desde ese día en vez de un amante  con el que no hablo de fútbol, tengo dos. Que para más ventajas, los dos se llaman igual y puedo gritar el nombre sin temor a equivocarme ni ofender, que una cosa es que no haya amor y otra que llames a un tipo por el nombre de otro, que eso siempre da mal rollo, comprendes.

Lo que sí he hecho es poner en la agenda una A. de alto en el Gustavo alto y en el otro he puesto una M. de morenito, para no volver a meter la pata que esta vez he tenido suerte, pero ese tipo de cosas no pasan todos los días y no quiero que se joda nada.

Nada más que yo, que nunca en mi vida he estado mejor servida, no sé si me entiendes. Fíjate que el otro Gustavo llamó al día siguiente diciendo que estaba con ganas y yo pues le dije que también, y desde entonces los voy intercalando.

Para no ponerme pesada ni  cansar a ninguno de los dos, ni que se asusten, ni que crean que estoy enamorada. Ya te lo dije al principio, increíble todo esto, ¿ verdad?
Que suerte amiga.
Que suerte.

Esto es como un milagro, entiendes.

Isabel Salas

De mi libro @ El canario y la máquina de coser

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