Al mal tiempo, buena cara,
y a los malos maridos
a los banqueros malos
y a los ciegos cupidos.
A los festejos sin algazara,
una sonrisa,
y a los mosquitos con sus zumbidos,
sonrisa y media,
mientras recuentas las once varas de la camisa,
y aprendes a reírte, sin demasiada prisa,
de la tragedia.
Y a tantos puños
que nos muelen a palos,
una de cal, otra de arena
y el suave brillo
de tu melena.
Sin ironía, una bella sonrisa
que acabe con la risa
de la maldita hiena
Y que tu buena cara
brote en la fuente clara
del agua pura de tu alma buena
y perfume tu pena
con el aroma dulce
de la azucena.
Isabel Salas