lunes, 20 de diciembre de 2021

ERIC



Soñar contigo es despertarme con la misma sonrisa de los veinte años y sentir de nuevo tu mano en la mía. Es recordar quién soy, es recargar las pilas de mis conejitos tamborileros y es, sobre todo, sentir el inmenso placer de comprobar que el tiempo no consigue que mengüe ni un poquito aquel cariño nacido entre mangos y barcos pirata.

Me gusta que funcione el truco de pensar en ti cuando voy a dormir y escuchar como empujas la puerta de mi noche para sentarnos a mirar la luna mientras conversamos. 

Trato de sonsacarte detalles de cómo es la vida que nos aguarda después de ésta y siempre cambias de tema como cuando hace años te preguntaba sobre las cosas que preferías callar, con bromas, cosquillas, cajitas con regalos y promesas imposibles.

Soñar así, contigo, me llena de alegría, de nostalgia, de amor, de ganas de hacer pan, de higos robados, de arrullo de olas, de aroma de vainilla y de canciones. Son buenas noches las que sueño contigo. Me dejan siempre el sabor bonito de las buenas horas, que vivimos juntos.

Y como siempre, al despedirnos, tienes la frase exacta, la palabra perfecta para hacer que mis lágrimas no quemen tanto y el temblor de mis labios se transforme en sonrisa.

Esa sonrisa hermosa de los veinte años cuando ninguno de los dos guardaba, en secreto, informaciones confidenciales sobre el más allá.

Isabel Salas



viernes, 17 de diciembre de 2021

ABRIL AÑIL


Mi cuerpo cumple años; 
Y yo.
Y cada pedacito de mi piel, 
cada gota de miel
de mis entrañas.

Cumplen años
mis pies
y mis pestañas.

Cumplen años mis manos
y mis arrugas,
mis canas 
y mis verrugas.

Mis ojos cumplen años
meses y días.
Corre el tiempo en mi sangre,
y con él,
llegan caños
de dolor y alegrías.

El mes de abril me cumple
y cada año,
cumplo también con él.

Le presto cuentas, 
que a veces son de hiel
y otras de calma
tras las tormentas.

Le cuento como ha sido,
como es vivir
y sucumbir, 
levantarse y caer
amar,
perder, 
ganar, 
ceder.

Cada heridita nueva,
que me dejó el besar,
le dejo ver,
cada arañazo, 
que me trajo el llorar.

 Y los contamos juntos, 
el mes de abril 
y yo, 
discutiendo los dos,
cuales valen más puntos.

Los revisamos
en cada cumpleaños, 
año tras año.

Dos viejos enemigos, 
dos cómplices.

Mutuos testigos
de nuestros desengaños.


Mi mes de cumpleaños, 
mi abril de recontar los daños 
  y poner en papel
los versos que me sobran
escritos con palabras
vestiditas de añil, 
que en mis mares,
zozobran.

Mes de pensar
de amar la primavera que me vio florecer.
De recordar las calles
que me vieron crecer
y sonreir
por las dos hijas
que de mí vi nacer.


Miles de lluvias soplan mis velas.
Y yo
agradezco la vida,
la pasión y las fuerzas
con que  a pesar de todo
enciendo mis candelas,
año tras año
con las llamas añiles
de mis abriles.


Isabel Salas

sábado, 4 de diciembre de 2021

PRIMAVERA



Cada día me gustan más las encrucijadas, esas posibilidades desdobladas que de pronto la vida me regala cuando casi no recuerdo el olor de las sorpresas.

Esos momentos, anticipadores de derrotas aún no nacidas, en que una brisa templada llega desde la esquina del universo que queda justo detrás del valle de las promesas rotas, cerca de los inviernos sin leña, y me rodea como un abrazo.

Cuando el guionista de mi vida recobra su sentido del amor y despliega ante mí un abanico de alternativas repleto de promesas y caminos sombreados por árboles frondosos que esconden una decisión debajo de cada hojita.

La primavera decide disfrazarse de maleteros abarrotados y noches de vino tinto para alterar mi sangre por enésima vez. Calma mi alma sin que parezcan importarle las nuevas arrugas ni las últimas lesiones. Me invita de nuevo a soñar con las alegrías que se esconden en la penumbra de cada nueva curva y cada futura decisión.

Todo es posible de nuevo.

Otra vez es primavera y el regalo es estar vivo para poder elegir.

Isabel Salas

miércoles, 1 de diciembre de 2021

ALGUNAS COSAS


Algunas cosas,
al dejar de doler,
son peor que el dolor.

Son la evidencia 
de lo mortal que es el amor.
De lo letal
que es la traición.

Algunas cosas
cuando no duelen,
matan igual que cuando hieren.

Son una rosa seca 
que ya no huele, 
pero aún así...
saberla muerta, 
duele.

Como el amor aquel
que yo por ti sentía,
que se murió,
matándome un poquito,
cuando aún
dolía.

Isabel Salas





jueves, 25 de noviembre de 2021

PARISES


Algunas noches, ante algunos fuegos, he sentido la necesidad imperiosa de alimentarlos quemando algunas cosas que nunca imaginé quemar. Es tan fácil dejarse llevar por ese entusiasmo piromaníaco, espontaneo y casi  infantil de ver arder algunas cosas... 

Faldas que nos recuerdan momentos grises, dibujos de niños que ya han crecido, Romas, fotos que no significarán nada para nadie ahora que ya no significan nada para mí, Troyas, zapatos, Parises, camisas, Lisboas, tickets de teatro, fábricas textiles con humos morados, cartas del banco, carnets de biblioteca, talonarios del banco Santander de alguna cuenta conjunta, otra camisa, el otro zapato, una caja de madera de guardar recuerdos y otro montón de cosas que sólo echo de menos cuando me olvido que las quemé y las busco para mirarlas a los ojos.

Y entonces no sé si algunos fuegos me convocan, sin querer, a hacer tonterías,  si algunas cosas nacieron para ser quemadas, antes o después, o si el problema soy yo, que me dejo embrujar por las llamas y termino quemando algunas cosas que no había imaginado quemar nunca y luego quiero volverlas a mirar y ya no están y me quedo desorientada y triste sin poder leer los dos nombres juntos en los putos cheques de la maldita cuenta conjunta del banco Santander, sucursal Larios, nueve.

No sé si la culpa es mía por ser una piromaniaca infantil arrebatada por entusiasmos espontáneos irresistibles o es de algunos inviernos, que son demasiado fríos y duran demasiado o de algunas noches, que se llenan de fuegos muertos de hambre, habitados por llamas que se ríen de mis fotos y de mis Parises y simplemente, se los quieren comer.

Isabel Salas

sábado, 20 de noviembre de 2021

PERTENENCIA


Tengo un amigo que siempre me decía que yo era la única persona, que él conocía, sin sentido de pertenencia. Pasamos muchas horas hablando sobre eso y nuestra percepción del asunto fue mudando a lo largo del tiempo.

Al principio, yo le decía, medio en broma medio en serio, que él conocía muy poca gente y que seguramente habría muchas personas con ese mismo sentimiento de desarraigo que tengo yo; personas que a pesar de ser muy conscientes de cual es su ciudad natal y cuales las calles donde aprendieron a jugar, a andar en bicicleta o a patinar, se sienten, al crecer, bien en cualquier lado.

Durante los primeros meses de nuestra amistad, él siempre me preguntaba si yo sentía falta de mi tierra y yo siempre le respondía que no, que todo seguía allí y que no estaba perdido como cuando una persona se muere y sabemos que nunca más podremos abrazarla. Los lugares que yo había amado en mi infancia y que todavía amaba, seguían allí y eso me bastaba. 

Hasta hoy siguen y hasta hoy me basta.

Después de muchos años de amistad, en los que ambos nos mudamos en diferentes momentos para diferentes ciudades, él dejó de preguntarme y pocas veces volvimos a tocar en el asunto. Concluyó, porque es un gran amante de las conclusiones y los veredictos, que yo era una persona sin sentido de pertenencia pero que eso no le impedía amarme.

Nuestra amistad, como todas las amistades, sufrió transformaciones a lo largo de los años, por un tiempo dejó de ser sólo amistad para ser eso que llaman amistad colorida y fue hermoso. Después el color desapareció con la distancia impuesta por las circunstancias personales de cada uno y volvimos a ser sólo amigos, si es que se puede ser solamente amigos, pues la amistad es un "todo" precioso que siempre abarca muchísimo más de lo que suponemos.

Anoche no conseguía dormir debido a la muerte de una persona que durante unos años fue mi cuñada y de quien tengo muy buenos recuerdos. Pensé en sus padres, ya fallecidos los dos, a los que tanto quise, pensé en el dolor de su familia y en el de todos los que la amaron, en la fugacidad de la vida y en todas esas cosas que pensamos cuando alguien amado se va, y lloré mucho. 

Soy muy llorona y es fácil que por diversos motivos me salgan unas lagrimitas rápidas ante eventualidades de la vida, Pero llorar así a todo volumen, con mocos y sollozos,  es raro. Ese llanto está reservado para momentos que me superan. Sólo sale de forma espontanea cuando el motivo es realmente de esos que tocan mi alma, y siempre me pilla de improviso, como si ni yo misma supiera qué es lo que realmente me importa hasta que se hace evidente.

La muerte de mi cuñada me movió muchas cosas. Me trajo a la memoria mis años de casada, los cumpleaños de mi suegro, las risas en una cocina de Santo André, la pasión de mi suegra por las novelas y la de mi suegro por el curry. Me transportó a Campinas, a los fines de semana en que nuestras dos familias se juntaban y recordé su generosidad, siempre dispuesta a servir la mejor comida y a salir al mercado las veces que hiciera falta para buscar cualquier cosa que hiciese la estancia en su casa más agradable. 

Recordé también la forma en que ella conducía en aquel tráfico enloquecido de São Paulo, en aquella época en la que no había GPS y conducir en Sampa era para pocos, y temerarios,  elegidos. Terminé sonriendo por tantos buenos recuerdos y tantas memorias entrañables que parecían venir desde el pasado a darme esos abrazos que siempre necesito cuando el llanto me desborda, y en seguida, necesité hablar con alguien.

En mi teléfono tengo algunas personas (pocas) a las que puedo llamar a cualquier hora del día o de la noche en caso de necesidad y que sé que no se van a molestar conmigo, pero por alguna extraña asociación de ideas  pensé que la mejor opción era mi amigo aquel que siempre me reprochó,  entre bromas,  ser esa persona extraña sin sentido de pertenencia. 

Él siempre me escucha cuando le hablo de cualquier asunto y anoche no fue diferente, me dejó hablar, llorar y desahogarme antes de decir cualquier cosa. Me supo hacer reír y, como siempre, me hizo sentir importante y bienvenida.

Hablamos mucho, intercambiamos noticias y al final me dijo algo que me sorprendió y que yo misma jamás habría pensado, afirmó que la pertenencia tiene dos maneras de manifestarse, una, de esa manera común y no por eso menos hermosa, de sentirnos parte de un país o una región y otra, rara e incomún gracias a la cual, nos arraigamos en las personas que por un tiempo, mayor o menor, forman parte de nuestra vida, nos damos a ellos, les dejamos pedacitos nuestros y al mismo tiempo nos apropiamos de parte de su esencia y nos la llevamos para siempre con nosotros.

Como pasó con él y conmigo, o como sucede con las personas que amamos a lo largo del camino.

Él me dijo que después de tantos años de conocernos, y tras un "largo estudio" 😄, había llegado a la conclusión de que en realidad, sí tengo sentido de pertenencia, pero de esa pertenencia dos punto cero donde  lo que importa no son los lugares ni la distancia, sino el espacio precioso que las personas ocupan en nuestros corazones y el que ocupamos en los de ellas.

Te pertenece aquello que amas, simplemente.
Nos pertenece lo que amamos, pertenecemos  a quienes nos aman.

Me dormí tranquila, mucho menos sola y más feliz, invadida por esa gratitud perfecta que me embarga cuando la vida me regala alguien que tiene siempre las palabras perfectas para mí.

Gracias, amigo, por pertenecerme como yo te pertenezco y mostrarme que el amor, como la amistad o los diamantes, puede tener mucho colores y formas, y es, siempre, indestructible.

Isabel Salas






miércoles, 17 de noviembre de 2021

ME GUSTO


Me gusta mi nombre 
dentro de tus besos.

Me gusta mi luz, 
espejada en tus ojos.

Me gusta mi pelo,
cuando, feliz,  
acaricia tus dedos.

Me gusto yo contigo,
yo con tú
yo enterita.

Cuando tú estás
conmigo,
me gusto yo.

Isabel Salas

sábado, 6 de noviembre de 2021

OLORES TATUADOS



El olor de pan, 
de suelo limpio, 
de flan de abuela. 


El olor del mar, 
de zapatos nuevos, 
de bola de nieve, 
de las colonias que usaban 
las personas que nos gustaban. 

De pelo de madre, 
de coches de amigos, 
de fila de circo.

Olores buenos de momentos buenos 
que nos hacen buenos.

Olores tatuados dentro de nuestros recuerdos 
que sirve de moneda de rescate 
para los días grises en que la vida se levanta mafiosa 
y nos secuestra la alegría.

Para joder un poco, 
sin maldad, 
sin mala intención... 

Ya sabéis como es ella a veces, 
tan jodida, 
la jodida vida. 

Isabel Salas


DEL LIBRO: NAVAJA DE LLAVERO



miércoles, 3 de noviembre de 2021

TRISTEZA DE GOMA

He estado tantas veces triste y por tantos motivos que al final mi tristeza ha evolucionado, ya no es abstracta ni inmaterial, se transformó en algo tangible, rebota como una bola de goma y antes de que me de tiempo a sentirla, da un bote, se escapa por la ventana y sale corriendo calle abajo. Parece una de esas piedras que saltan en los ríos, sin ruido ni futuro.
Las piedras se las traga el agua y a mi tristeza se la traga el mundo, con su hambre de monstruo que todo lo engulle, hambre de cosas feas o bellas, todo le sirve.

Hasta el derecho a saborear mi tristeza intangible, me ha sido vetado con el tiempo, como si ya se hubiera gastado mi cupo de sinsabores y el Dios de las bolas de goma hubiera encontrado ese recurso milagroso para mimarme. Misericordiosamente transforma mis penas en pelotitas de colores y es todo tan rápido, que a veces tengo que esforzarme mucho si quiero mirarlas, pues dispongo de pocos segundos antes de verlas saltar alejándose de mí. Corren tanto que antes de saber porqué estoy triste, las penas malditas ya se alejan sin decirme adiós. 

Ni hola me dicen, ni cómo estás... y yo no sé que hacer...si correr detrás de ellas para mirarlas o cerrar mis ojos y empujar las lágrimas para adentro antes de que salgan a desperdiciarse  llorando penas que se van sin despedirse.

Isabel Salas


domingo, 24 de octubre de 2021

NUBES VARADAS


Hoy me acordé de una ballena que lloraba en la playa, hace muchos años, mientras se moría.

Incapaz de regresar al mar, me enseñó el significado de la palabra varada y nunca más lo olvidé. Hasta hoy esa palabra me huele a muerte y evito usarla pero sé lo que significa y sé que lo mismo se aplica a ballenas que a vidas humanas.

Yo tenía nueve años y estaba entre el grupo de curiosos que observaba su agonía sin entender porque nadie hacía nada para empujarla rodando o al menos intentarlo.

Después de unos minutos me acerqué y miré sus ojos preguntándome si las ballenas muertas van a un cielo de ballenas a ser felices con su Dios justo y bueno. Me las imaginaba a todas nadando a su derecha en un mar celestial diseñado como un teatro romano para que ninguna, accidentalmente, se pusiera sin querer a nadar a la izquierda del ser supremo celestial. 

La izquierda de los dioses es como una parada de autobús al sol.
Nadie quiere estar allí.

No sabía que decirle a la ballena.

La miré con atención. Era tan bonita como una nube de esas que parecen algodón dulce y a mí lo que me apetecía realmente era pedirle perdón o cantarle una canción. Algo que la distrajese un poco en aquella larga agonía que tenía por delante y que hiciese que el único ojo que conseguía verle dejase de llorar.

Aquel día aprendí que el llanto de las ballenas es contagioso y lloré mucho con ella sin entender porque los mayores estaban allí mirando sin reaccionar. Me juré a mí misma que cuando yo creciese empujaría las ballenas varadas con todas mis fuerzas.

Y lo cumplo.
A veces se me acaban las fuerzas, pero las ballenas no se acaban nunca.

Isabel Salas

domingo, 10 de octubre de 2021

PESOS VIVOS




 A mí, 
que me gustan tanto los colores, 
se me pone a veces 
un nudo en la garganta 
que me hace respirar 
en blanco y negro. 


Son las cosas que no digo.
Las que nunca diré.


No por vergüenza o por miedo. 

Simplemente 
porque no hay camino para sacarlas 
y se van quedando detenidas, 
atoradas
retenidas.

Yo pensaba que eran como piedras, 
pesos muertos 
que no demandaban más que fuerza 
para acarrearlas cuando me muevo.


Besos muertos...
pesos muertos.


Pero no.

Están vivas y comen.
Comen colores.


                             



jueves, 7 de octubre de 2021

FUMATA BIANCA


Es verdad que me gustan
varias cosas de ti.

La manera procaz
con que abordas asuntos
que alborotan y asustan.

Y esa forma eficaz, 
que tienes,
sin alardes, de señalar la llaga
y poner los difuntos en cuarentena,
en cuanto vas y vienes,
de la zeca a la meca
subiendo terraplenes bajo la luna llena,
o visitando harenes, 
después de haber salido
santificado,
de un templo azteca.

Y esa sonrisa franca,
llena de estrellas impredecibles,
que me regalas gratis,
sabiendo que no hay saldo
en mi tarjeta visa, 
ni puchero en mi caldo
y que mis alimentos,
son perecibles.

Y ese brillo en los ojos
a veces indoloro
y otras flotando inerte,
rielando entre despojos,
en tu piscina
saturada de cloro.

Y me gusta también
esa manera suave 
con que dices mi nombre, 
untándolo en tu pan, 
mientras no dices ven
ni me hablas sobre agua
ni me ofreces tu llave.

Pero quitas mi sed,
me quemas en tu fragua
me llevas a volar
y vuelvo a ser capaz de pilotar, 
de nuevo,
la desahuciada nave
que quiere regresar.

Y me gustan, 
por fin,
el tronco bendecido por tu hacha,
sacrificado para ser palanca,
y esa copa 
que brinda y emborracha.

Con ella izas, a la salud de Odin,
el rayo vengador,
de tu fumata bianca.

Isabel Salas

viernes, 1 de octubre de 2021

SIN CONDICIÓN



Ese momento
(glorioso)
en que el hombre
que te gusta,
te comenta
(receloso)
que un raro azar
lo atosiga.

Un tormento
(lo persigue),
lo fustiga
y lo castiga
sin que nada lo mitigue.

De él,
tan solo las más tontas
consiguen enamorarse,
seducirlo,
encapricharse
(perseguirlo)
y después, ante el descaso,
(joderlo)
y encabronarse.


Y también
te sientes tú
tonta igual
(a las demás),
antes de pestañear
y ponerte a elucubrar
si conviene persistir
o (si es mejor)
desistir.

Concentrarse en olvidar
y buscar 
alguien mejor
(con quien tus sueños cumplir)
que aún confíe
en el amor
y ajeno a la decepción,
libre de esa maldición,
te entregue su corazón,
sin ninguna
condición.

Isabel Salas

jueves, 30 de septiembre de 2021

EL PREMIO



Los encuentros marcados son, a veces, como cartas trucadas, trampas mortales o arenas movedizas, y otras, son simplemente, la justa paga con que la vida nos premia la paciencia y la resistencia.

Eso eres tú: mi premio.

(Fragmento de EL PREMIO)


sábado, 11 de septiembre de 2021

TODO LO QUE PASÓ






































Todo lo que pasó
pasó para poder pasar ahora
lo que está pasando.

Cada beso que te dieron o que diste.

Cada abrazo que perdiste.
Todos tus amores y los míos.
Cada lágrima llorada 
cada insulto, cada golpe,
cada caricia enamorada.

Todas las heridas con que heriste
o te hirieron,
herí o me hirieron.

Todos los sueños y esperanzas 
que salieron a comprar tabaco
y no volvieron.

Todo eso que pasó, que me pasó,
que te pasó,
que nos pasó por separado
sirve para intentar  ahora 
que las próximas cosas
te pasen a mi lado.

Voy de frente.
Sin trucos.
Con todas mis heridas, y  agujeros, 
mis golpes,
mis caídas antiguas  y mis nuevos deseos.
Con miles de  caricias atragantadas
y varios kilos 
de esperanzas resucitadas.

Estuve calibrando el tamaño del daño
del miedo de sufrir 
que ambos tenemos.

Pensé bastante rato 
y concluí
mirando el puto lado positivo
que tanto adoran 
los cabrones emocionalmente equilibrados,
que si es para sufrir,
ya nos pilla entrenados. 

Y si es para salir un gran amor
de todo este pasado 
tan lleno de desastres,
que sea cuanto antes.

Que sea bienvenido 
y dure lo que dure.
Como dice mi amigo Carlos Emiliano
si es para ser, que sea para mucho 
y no para un poquito
y para eso
mejor es agarrarse los huevos
 un tantito. 

Isabel Salas

domingo, 5 de septiembre de 2021

RESEÑA DE LECTORA (VENEZUELA)


DAYANA ROSAS



En mis lecturas a lo largo de mis experiencias, he leído muchos autores, nuevos y otros no tanto, pero ninguno como Isabel Salas. Esta mujer atrapa con sus pensaemas, como ella misma los llama.
Al leer su libro, El Canario y la Máquina de Coser, nos lleva a través de sus experiencias. En sus pensamientos, planteándolas de una forma muy suya, irreverente, directa, sincera y completamente lleno de personalidad. 


El inicio del libro es simplemente una delicia, una historia atrapante y que explica como una niña percibe su realidad y como se transforma y marca, exactamente eso es este libro, experiencia, transformación y marca. Las reflexiones siempre son necesarias y El Canario y la Máquina de coser está lleno de ellas.

Como esta excelente escritora lo dice: cuando siento que la persona es lo suficientemente valiosa para verme como soy. . . Entonces no hay cortinas. 

Tremendas palabras y muy exactas. No hay cortinas, se muestra tal y como ella es, sin importar el que dirán. Fuera tabúes, pura libertad.


No me resta más que decirles: LEAN EL LIBRO, atrévanse a conocerla, a intimidar con sus pensamientos y a ser libres a través de sus páginas. Una delicia que recomiendo a todos. Excelente libro y muchas felicidades a la escritora por su gran trabajo. 



miércoles, 1 de septiembre de 2021

EL ELEFANTE DE COLORES

























Había una vez un elefante que soñó que era un pez. Un pececito amarillo que vivía en el fondo de un mar tropical, lleno de colores y sabores.

Pasó horas y horas nadando, sintiendo la levedad de su nueva condición acuática, disfrutando aquella agilidad libre y danzante que su sueño le regaló. Se despertó feliz y agradecido. Renovado, creyéndose especial por haber tenido aquella oportunidad rara de vivir unas horas preciosas debajo del agua.

Desde entonces cuando camina por esas llanuras africanas con su manada y siente la espalda quemando y el paso cansado, él sonríe porque sabe que inesperadamente, cualquier otra noche puede suceder de nuevo. Espera ansiosamente la repetición de aquellas horas juguetonas.

Ensimismado en sus pensamientos no se fija que la sonrisa de los otros elefantes se parece mucho con la suya. Nunca han hablado de eso...Por eso no sabe que el sueño preferido de los elefantes es soñar que nadan convertidos en peces de colores.


Isabel Salas




jueves, 26 de agosto de 2021

PINCHAZOS



Pedacitos de metal helado clavados en mi abrigo son tus mentiras nuevas.

Traídas por ese viento tuyo, siempre tan musical, se mezclan con las antiguas y hacen ruido de collares desmontados mientras trato de abrigarme. Baratijas de lata que se ríen de mí, todo el tiempo, con el ruido de tren en marcha de tus palabras.

El abrigo es el mismo, como tu culpa, que es la siempre, pero yo no, aprendí a no vestir ropas con restos rotos de las perlas baratas ni arrepentimientos nuevos. Se clavan y duelen, especialmente esas bolitas blancas que pinchan.

Eres el único que conozco que anda por ahí llevando en los bolsillos perlas con espinas, y yo, la única, que yo sepa, que inventó mil maneras de sacudírselas para sobrevivir, en la medida de lo posible, a las alergias de sus pinchazos.

Isabel Salas

lunes, 23 de agosto de 2021

MIS DEDOS



Mis dedos están llenos de frases, transbordan, en ocasiones, como ríos desbordados, inundados de sensaciones. Realidades, espejismos, vivencias y fantasías producen emociones que caen, a menudo, como moneditas en la hucha.

Las ahorro y, puedo así,  gastarlas el día que me hacen falta. 

En otras ocasiones son lluvia en la tierra, que se comporta con la constancia despiadada de los fenómenos naturales, golpeando sin medir dolor ni alegrías, se va depositando hasta que, de pronto, noto que ya formó arroyos "arroyadores".

Lentos torrentes que me arrastran dulcemente al principio y con gran violencia después cuando terminen transformados en ríos buscadores de playas. Me convierten en canto rodado, redondeados, revolcados y acunados en remolinos furiosos.

Se confunden en mí el agua de siempre con el agua nueva, las lágrimas de risa y de dolor del pasado y del futuro.

Brotan poemas en los meandros y sólo me resta sentarme a escribir.

Dejo que mis dedos canten o lloren con los colores de los sentimientos y permito que mis ojos lean lo que ellos escriben. Les sonrío cuando se agrandan con la sorpresa que les provoca lo que los dedos dibujan.

Dedos escritores.

Mis dedos.

Dedos de colores.

Los míos.



Isabel Salas