viernes, 24 de julio de 2020

ENJALMA



Me gusta imaginarte así,
caminando helado por un lugar hostil,
pedregoso, hosco,
inhóspito bañil.

Tus zapatos mojados, 
tus pies fríos,
tus ojos blindados,
tus hombros caídos.

Y en el centro del alma
la duda eterna, 
palpitante,
del que habría pasado,
de haber tenido enjalma
y mano tierna
en aquel cruel instante
en el que para ti
haberme  amado
pasó de ser posible
a ser la opción averna.

Isabel Salas 




sábado, 18 de julio de 2020

LECHE MATERNA ¿ARTIFICIAL?


Una de las últimas tendencias mundiales desde los gobiernos y desde las corporaciones empresariales que gobiernan a nuestros gobiernos, es tratar de volvernos locos con la neolengua y todo el cúmulo de disparates  derivados de semejante práctica.

Ya no basta que tratemos de deshacer el nudo  que se nos forma en cada neurona cuando nos intentan convencer de que lo amarillo es verde o que lo rojo (si se siente verde), también lo es. Tampoco es suficiente con los despropósitos que defienden nuestros políticos  y los nuevos gurús "sabelotodo", al acatar los dictados de sus dueños, que son los que pagan y por tanto quienes mandan. No, todo eso resultó poco y ahora también tenemos las neoleyes, cuya función es decretar la realidad y no gestionarla ni facilitarnos algún tipo de  ordenamiento que permita (al menos presuntamente) vivir o convivir en relativa armonía.

En estos días, y para completar el bello cuadro surrealista que están pintando con nuestra sangre, sudor y lágrimas, en plena nueva anormalidad, del mismo basural donde brotaron los neoadjetivos, los neosustantivos, las neofobias y todos los otros desatinos coronados y plebeyos, si Dios no lo remedia, pronto nacerá también la neoleche materna.

Como si nuestras preciosas tetas de hembras humanas no fueran lo bastante maravillosas para producir la leche que nuestros hijos necesitan, nacerá próximamente otra nueva leche artificial, a la que llamarán nueva leche materna. Nos la intentarán vender como una alternativa más ecológica que las otras leches artificiales y tan materna como la nuestra porque en vez de hacerse a partir de leches animales, se fabricará usando células de nuestras propias glándulas mamarias. 

Por lo visto, Michelle Egger, una ex empleada de Bill Gates muy bien recolocada a día de hoy en otra empresa,  ha contado los pedos de las vacas que producen la leche con la que se fabrican las leches artificiales actuales y el agua que esas vacas bebieron y se ha agobiado tanto con el resultado que ha tenido la increíble idea de fabricar otra leche que le haga la competencia a las actuales, mucho menos pedorra que las otras leches de marca. Algo nunca antes considerado por los gestores de las empresas del planeta.

Los pedos de vaca, por si no lo sabías no se cuentan por unidad, sino por la cantidad de CO2 que producen, y a la buena de Michelle le ha salido que para alimentar a un niño con leche artificial durante un año se producen 5.700 toneladas métricas de CO2 y se consumen 4.400 galones de agua dulce. ¡Imagínate!

¡Hay que ver lo que bebe una vaca! Ya me di cuenta hace mucho tiempo de una cosa, estas cuentas tan raras que hace esa gente tan gananciosa nada tienen que ver con una inocente pasión por las matemáticas. Al igual que otras armas, esas cuentas, las carga el diablo.

También me di cuenta de otras cosas y una de ellas es que quien controla la natalidad controla el mundo y que controlar la natalidad, pasa por controlar la maternidad. Esto último requiere (bajo el prisma de los monstruos que nos gobiernan) controlar a las mujeres, ya que somos las que parimos. Para tal fin, no miden ni nunca midieron esfuerzos y todo les parece poco, desde obligar a las niñas a casarse, cortarles el clítoris, prohibir el divorcio bajo preceptos religiosos o penalizar el aborto incluso cuando la gestante es una niña de nueve años embarazada de su padre o de otro violador.

No está en los planes de ningún gobierno (y nunca lo estuvo) cuidar a las mujeres, proporcionarles una excelente educación o garantizarles una vida sin sobresaltos ni violencias para que cuando decidan conscientemente ser madres (caso lo deseen), sean además excelentes personas, responsables, cultas, comprometidas y felices. Es decir, buenas y sanas personas preparadas para ser excelentes madres.

Es cierto que optar por esa vía requeriría de políticas destinadas a mejorar la sociedad y no a controlarla, como hoy. Se incentivaría, como debe ser, que sólo nacieran los niños que sus madres deseen tener, como también debe ser.  El tema de la natalidad estaría entonces, y por primera vez en la historia de la humanidad, controlado por ellas, por nosotras, las hembras humanas, y esto es algo que de ninguna forma conseguiremos las mujeres que la sociedad acepte,  sin pagar un altísimo precio. Deberemos conquistar ese derecho como se conquistan todos los derechos, luchando por él.

Una sociedad feliz formada por la suma de individuos felices que desde que abren los ojos al mundo sólo reciben cariño, besos y excelente alimentación, educación y sanidad, sería lo deseable para todos, hombres y mujeres, porque no olvidemos un detalle, las mujeres parimos machos y hembras indistintamente y todos y todas nos veríamos beneficiados. 

De momento estamos en una sociedad donde se prefiere invertir en arrancar los úteros a las jóvenes en India y en usar las glándulas de nuestras tetas extirpadas para producir leche a la que llamarán maternal, olvidándose muy convenientemente esos desalmados que lo que hace maternal  una leche no es que provenga de una glándula nuestra o de una vaca, lo que la hace maternal es que la producimos las madres para nuestros bebés.

Es muy lamentable que algunas mujeres, por alguna enfermedad o algún motivo nefasto no consigan amamantar a sus hijos, es lógico que para ellas deban existir alternativas artificiales o bancos de leche materna, que serían la mejor solución, así como existen los bancos de sangre, pero lo deseable, lo humano, lo natural, lo correcto, lo más sano y lo que hace más felices a la madre y al bebé, que será un día adulto, hombre o mujer, es la lactancia materna realizada en paz.

Yo también me puse a contar, pero en vez de contar pedos de vaca me puse a contar los meses que pasé amamantando, y me salieron cuatro años entre mis dos hijas. Las dos mamaron hasta que lo desearon y me hace muy feliz recordar esos momentos. Sé que no todas las madres pueden dedicar tanto tiempo a ese menester, muchas necesitan reincorporarse al trabajo al tercer o cuarto mes y sacarse leche con los ordeñadores es muy doloroso.

Sé que fui y soy una mujer afortunada que pudo y puede disfrutar de la maternidad en todas sus facetas, y por eso, porque sé como es importante que exista ese primer vínculo entre madre e hijo es que deseo que todas las madres y sus hijos puedan tenerlo. Ese vínculo que nace durante los primeros meses de la gestación, que se fortalece con la crianza en apego y que es imposible de romper. Quebrarlo, o tratar de hacerlo, como intentan hoy tantas leyes, es una forma de agresión comparable a la peor tortura.

Espero que un día  cambie esa mentalidad que guía a los que mandan y acepten que la única manera de tener ciudadanos y ciudadanas responsables y comprometidos con nuestra sociedad, es teniendo niños felices, bien alimentados y amados y que eso pasa necesariamente por tener mujeres dichosas en todos los sentidos, con buena salud y protegidas de cualquier tipo de violencia.

El vínculo, el apego que cualquier hembra mamífera siente por sus hijos, es lo más cercano a algo sagrado que conozco. La mirada de un bebé mientras sonríe con la teta en la boca es el tipo de experiencia inolvidable que marca a cualquier mujer para el resto de su vida. Cuando tantas voces se levantan en pro de los hijos "socializados", propiedad de los estados y gestionados como si fueran un negocio, la mía se levanta pidiendo sentido común y políticas humanizadas que permitan a nuestros niños mamar, crecer y ser protegidos por mujeres felices de ser sus madres, solas o en pareja.

Y que la protección se limite a las consecuencias de una caída, a un refriado, a una indigestión o a una lluvia fuerte, no como hoy, cuando la maternidad se ha convertido en deporte de riesgo.

Isabel Salas




martes, 14 de julio de 2020

HEROÍNAS



Las dos juntas, comiendo mandarinas,
en nuestra intimidad compenetrada,
cuidamos la salud debilitada
compartiendo las dulces vitaminas.

Luchamos por hacernos heroínas
abrazaditas cada madrugada,
esperando la luz de la alborada
que atraiga a las oscuras golondrinas.

Nos acompañan risas y poesías, 
la perra Kika y la gata Pandora
que alivian la inquietud de nuestros días.

Y aunque la oscuridad sea opresora,
compartimos sueños y fantasías
sabiendo que pronto vendrá la aurora.

Isabel Salas




viernes, 10 de julio de 2020

DESDE LA LUNA



Que cansados deben de estar los de la luna de mirar la muralla china, o los plásticos de Almería (que ahora se llaman mar) o cualquier cosa de esas que dicen que se ven desde allí. Que lo mismo es mentira, como casi todo lo que nos cuentan de la luna y de otros asuntos menos lunares y tal vez es sólo un deseo perverfantil de presumir de que tenemos "algo"  más grande que los demás.  

A lo mejor cada país se saca un monumento, o lo que sea,  de la manga para poner ese ejemplo ridículo y dejarnos a los demás avergonzados porque nuestra pirámide o nuestro obelisco fálico, no alcanza esas magnitudes cosmológicas que permiten a los que van a la luna (si es que van) deleitarse admirando el tremendo murallón de la dinastía Qin o algo de parecido porte.

Yo también estoy cansada, no de la muralla china ni de ir a la Luna, lo mío es un cansancio más casero y menos interestelar. Un cansancio muy de andar por casa, muy (digamos) básico. Nacido del hastío que me provoca ver la cantidad de imbéciles que detecto, sin moverme del planeta, a plena luz del día o incluso de la noche. Esto es posible gracias a que algunos de estos miles de gilipollas brillan en lo oscuro como esos muñequitos de plástico que tanto me gustaban de niña.

Mi cansancio, a ratos,  lo abarca todo. Desde la agenda del nuevo orden mundial (que también se ve desde la luna) hasta esos abrelatas modernos que no sé usar pero me encanta comprar para  buscar el tutorial y tratar de abrir una lata de palmitos siguiendo unas instrucciones que no funcionan porque ese artefacto lo diseñó el diablo cuando se cansó de cargar pistolas.

Es decir, un cansancio universal, sin esperanza, de conductor que está derrapando en la curva y desiste de intentar enderezar el coche porque ya no hay remedio, el desastre es inminente y la muerte te espera vestida de novia. Un agotamiento espiritual que huele a sacristía y deja en la boca un gusto raro de caucho recalentado.

Cansancio de encontrar los poemas condecorados en los concursos literarios, llenos de palabras que hacen referencia a personajes míticos y tanto ayudan a que sus autores parezcan tan eruditos y premiables. Agotada de tener que poner cara de ajedrez, de póquer, de parchís, de corrección política, de yo no fui, ni soy, ni seré y de despedirme atentamente o sentarme en un rincón a mirar con curiosidad científica mis uñas hasta que la muerte me separe y me salve.

Cansada de los monosílabos, que  no se acentúen a veces y otras sí y de que las sartenes baratas arruinen mis tortillas. De los reyes del mundo y de las princesas del inframundo. De la humedad, del calor excesivo, del frío extremo, de las políticas de Monsanto, de los que dicen que los extranjeros violan más que los nacionales y se quedan tan tranquilos como si la estupidez fuera un derecho de cuna y no el resultado de la degeneración.

Un cansancio, en fin, que se vería desde la luna si alguien tuviera la gentileza de ir hasta allá y mirar hacia el lado correcto.

Isabel Salas












martes, 7 de julio de 2020

MIS LIBROS


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