sábado, 18 de julio de 2020

LECHE MATERNA ¿ARTIFICIAL?


Una de las últimas tendencias mundiales desde los gobiernos y desde las corporaciones empresariales que gobiernan a nuestros gobiernos, es tratar de volvernos locos con la neolengua y todo el cúmulo de disparates  derivados de semejante práctica.

Ya no basta que tratemos de deshacer el nudo  que se nos forma en cada neurona cuando nos intentan convencer de que lo amarillo es verde o que lo rojo (si se siente verde), también lo es. Tampoco es suficiente con los despropósitos que defienden nuestros políticos  y los nuevos gurús "sabelotodo", al acatar los dictados de sus dueños, que son los que pagan y por tanto quienes mandan. No, todo eso resultó poco y ahora también tenemos las neoleyes, cuya función es decretar la realidad y no gestionarla ni facilitarnos algún tipo de  ordenamiento que permita (al menos presuntamente) vivir o convivir en relativa armonía.

En estos días, y para completar el bello cuadro surrealista que están pintando con nuestra sangre, sudor y lágrimas, en plena nueva anormalidad, del mismo basural donde brotaron los neoadjetivos, los neosustantivos, las neofobias y todos los otros desatinos coronados y plebeyos, si Dios no lo remedia, pronto nacerá también la neoleche materna.

Como si nuestras preciosas tetas de hembras humanas no fueran lo bastante maravillosas para producir la leche que nuestros hijos necesitan, nacerá próximamente otra nueva leche artificial, a la que llamarán nueva leche materna. Nos la intentarán vender como una alternativa más ecológica que las otras leches artificiales y tan materna como la nuestra porque en vez de hacerse a partir de leches animales, se fabricará usando células de nuestras propias glándulas mamarias. 

Por lo visto, Michelle Egger, una ex empleada de Bill Gates muy bien recolocada a día de hoy en otra empresa,  ha contado los pedos de las vacas que producen la leche con la que se fabrican las leches artificiales actuales y el agua que esas vacas bebieron y se ha agobiado tanto con el resultado que ha tenido la increíble idea de fabricar otra leche que le haga la competencia a las actuales, mucho menos pedorra que las otras leches de marca. Algo nunca antes considerado por los gestores de las empresas del planeta.

Los pedos de vaca, por si no lo sabías no se cuentan por unidad, sino por la cantidad de CO2 que producen, y a la buena de Michelle le ha salido que para alimentar a un niño con leche artificial durante un año se producen 5.700 toneladas métricas de CO2 y se consumen 4.400 galones de agua dulce. ¡Imagínate!

¡Hay que ver lo que bebe una vaca! Ya me di cuenta hace mucho tiempo de una cosa, estas cuentas tan raras que hace esa gente tan gananciosa nada tienen que ver con una inocente pasión por las matemáticas. Al igual que otras armas, esas cuentas, las carga el diablo.

También me di cuenta de otras cosas y una de ellas es que quien controla la natalidad controla el mundo y que controlar la natalidad, pasa por controlar la maternidad. Esto último requiere (bajo el prisma de los monstruos que nos gobiernan) controlar a las mujeres, ya que somos las que parimos. Para tal fin, no miden ni nunca midieron esfuerzos y todo les parece poco, desde obligar a las niñas a casarse, cortarles el clítoris, prohibir el divorcio bajo preceptos religiosos o penalizar el aborto incluso cuando la gestante es una niña de nueve años embarazada de su padre o de otro violador.

No está en los planes de ningún gobierno (y nunca lo estuvo) cuidar a las mujeres, proporcionarles una excelente educación o garantizarles una vida sin sobresaltos ni violencias para que cuando decidan conscientemente ser madres (caso lo deseen), sean además excelentes personas, responsables, cultas, comprometidas y felices. Es decir, buenas y sanas personas preparadas para ser excelentes madres.

Es cierto que optar por esa vía requeriría de políticas destinadas a mejorar la sociedad y no a controlarla, como hoy. Se incentivaría, como debe ser, que sólo nacieran los niños que sus madres deseen tener, como también debe ser.  El tema de la natalidad estaría entonces, y por primera vez en la historia de la humanidad, controlado por ellas, por nosotras, las hembras humanas, y esto es algo que de ninguna forma conseguiremos las mujeres que la sociedad acepte,  sin pagar un altísimo precio. Deberemos conquistar ese derecho como se conquistan todos los derechos, luchando por él.

Una sociedad feliz formada por la suma de individuos felices que desde que abren los ojos al mundo sólo reciben cariño, besos y excelente alimentación, educación y sanidad, sería lo deseable para todos, hombres y mujeres, porque no olvidemos un detalle, las mujeres parimos machos y hembras indistintamente y todos y todas nos veríamos beneficiados. 

De momento estamos en una sociedad donde se prefiere invertir en arrancar los úteros a las jóvenes en India y en usar las glándulas de nuestras tetas extirpadas para producir leche a la que llamarán maternal, olvidándose muy convenientemente esos desalmados que lo que hace maternal  una leche no es que provenga de una glándula nuestra o de una vaca, lo que la hace maternal es que la producimos las madres para nuestros bebés.

Es muy lamentable que algunas mujeres, por alguna enfermedad o algún motivo nefasto no consigan amamantar a sus hijos, es lógico que para ellas deban existir alternativas artificiales o bancos de leche materna, que serían la mejor solución, así como existen los bancos de sangre, pero lo deseable, lo humano, lo natural, lo correcto, lo más sano y lo que hace más felices a la madre y al bebé, que será un día adulto, hombre o mujer, es la lactancia materna realizada en paz.

Yo también me puse a contar, pero en vez de contar pedos de vaca me puse a contar los meses que pasé amamantando, y me salieron cuatro años entre mis dos hijas. Las dos mamaron hasta que lo desearon y me hace muy feliz recordar esos momentos. Sé que no todas las madres pueden dedicar tanto tiempo a ese menester, muchas necesitan reincorporarse al trabajo al tercer o cuarto mes y sacarse leche con los ordeñadores es muy doloroso.

Sé que fui y soy una mujer afortunada que pudo y puede disfrutar de la maternidad en todas sus facetas, y por eso, porque sé como es importante que exista ese primer vínculo entre madre e hijo es que deseo que todas las madres y sus hijos puedan tenerlo. Ese vínculo que nace durante los primeros meses de la gestación, que se fortalece con la crianza en apego y que es imposible de romper. Quebrarlo, o tratar de hacerlo, como intentan hoy tantas leyes, es una forma de agresión comparable a la peor tortura.

Espero que un día  cambie esa mentalidad que guía a los que mandan y acepten que la única manera de tener ciudadanos y ciudadanas responsables y comprometidos con nuestra sociedad, es teniendo niños felices, bien alimentados y amados y que eso pasa necesariamente por tener mujeres dichosas en todos los sentidos, con buena salud y protegidas de cualquier tipo de violencia.

El vínculo, el apego que cualquier hembra mamífera siente por sus hijos, es lo más cercano a algo sagrado que conozco. La mirada de un bebé mientras sonríe con la teta en la boca es el tipo de experiencia inolvidable que marca a cualquier mujer para el resto de su vida. Cuando tantas voces se levantan en pro de los hijos "socializados", propiedad de los estados y gestionados como si fueran un negocio, la mía se levanta pidiendo sentido común y políticas humanizadas que permitan a nuestros niños mamar, crecer y ser protegidos por mujeres felices de ser sus madres, solas o en pareja.

Y que la protección se limite a las consecuencias de una caída, a un refriado, a una indigestión o a una lluvia fuerte, no como hoy, cuando la maternidad se ha convertido en deporte de riesgo.

Isabel Salas