jueves, 28 de julio de 2022

EL TIEMPO




El tiempo pasó,
 y tú, 
con él, por fin,
 pasaste.

El amor pasó, 
y nosotros, 
pasamos con él.

Pasamos,
terminamos,
ya no estamos.

Como el viento, mi amor, 
que pasó
y me llevó con él.

El amor que era tuyo,
se fue, se terminó, 
se ahogó, 
lo eliminaste.

Como el agua del río
dañina y corriente
arañaste la roca, me dañaste,
me heriste, me olvidaste
y te fuiste.

Puñal 
que pasó por mi alma
cortándola en dos, 
así me partiste, 
sin dudar 
ni sentir mi dolor,
antes de irte.

Pero ya se olvidó.
Como el aire, 
pasó.

Como pasó el  dolor 
o el temblor 
de mi piel.

 Como mis lágrimas,
que pasaron rodando.
rodaste,
 te marchaste.

Ya no sé que decir
ni cuando pasas cerca,
yo que te amaba tanto.

Yo,
que siempre te hablaba, 
sé que ya no te amo
como te amaba.

Ni mis palabras, ni yo
ni mis derrotas,
quieren hablar contigo.

El tiempo ya pasó,
y con él admití,
que te llevó consigo.

Acepté que a pesar,
 de ser parte de mí,
tú ya no estás conmigo.

Isabel Salas

jueves, 14 de julio de 2022

DERROTAS

 

Te cuento, amor,  

que a mí 

no siempre me fue bien.


He cantado entre sollozos

más derrotas que victorias,

y con pretendidos gozos

sufrí más penas que glorias.


Desde el inóspito andén

 vi alejarse muchos trenes.

Y con miedo constaté

como, uno a uno, caían

los mangos de mis sartenes.


Mis pies dieron tropezones,

mi alma ha perdido batallas,

me han mentido mil cabrones

y he tirado, derrotada, 

contra el suelo, mis toallas.


Igual debo confesarte

que por mi parte,  he fallado,

he perjurado y robado.

He perdido la paciencia, la razón

y la inocencia.


También inventé patrañas.

Amé y odié sin clemencia

con la hiel de mis entrañas

salpicadas de demencia.


He conocido el dolor

del corazón traicionado,

he tolerado tocones,

he bebido, he fornicado

he fumado y vomitado

sobre el tul de mis blasones.


En fin, amor,

no soy santa.

Llego a ti damnificada,

abusada, rezongona,

asustada y afrontada.

Remolona y fanfarrona.


Mucha espina y poca flor,

pero una gran compañía

dipuesta a alegrarte el día

y a regalarte mi amor.



Isabel Salas














martes, 12 de julio de 2022

AMANECER


Amanecer en la playa se parece mucho a despertar contigo.

Caminar por la orilla, hablando algunos pasos, callando otros, disfrutando el momento, tocándonos con ese suave roce del que toca lo suyo. Tu piel tiene el color de la arena mojada, la mía el de la espuma, y juntos, pintamos la marea con tonos rosados que calientan el día. Somos pincel y lienzo, paleta y tinta, dos y todo, parte del paisaje y universo aparte. 

El sol huele a naranja, tu cuello a coco y el aire es un perfume de promesa imperfecta, recién nacida, que abarca todo y a nada teme, que todo quiere darlo y nada ve imposible cuando jura, segura, que será para siempre. 

Y parece mentira que pueda ser verdad tanta alegría y sin querer, aunque te enfades, lloro. 

Amanecer contigo se parece mucho a despertar mecida por las olas, suaves, impetuosas y llenas de caricias. Embestidas de agua, de hombre enamorado, de deseo que se sacude el sueño con los ojos cerrados y el alma abierta. Y te quiero tanto cuando amanece. 

Y te quiero tanto siempre. Y el mar lleno de luces de amanecer es tan igual a ti, que cuando en ti amanezco, paseo por la orilla como quien anda con los pies en las olas tocando el cielo, caminando, volando, entregándote en cada beso todo lo que me pides, mi amor, mi alma, mi confianza, mi manantial secreto y esa risa de hembra que tanto aprecias y te hace reír cuando dices que es tuya, y que sólo tú sabes desenterrarla de la arena. 

Y es verdad, esa risa de amanecer contigo, solo contigo nace y amanece. Sólo en tu boca se desborda y crece. 

Y sólo tú sabes que existe, cuando se viste con colores de ola recién pintada,  y te abrazo con la fuerza del mar que se despierta en mí, embestido por ti.



Isabel Salas
Del Libro  TE CONTENGO, 2017

sábado, 9 de julio de 2022

GONZALO





Siempre que Gonzalo salía de casa con idea de ver a su amante, Cristina lo sabía.  

Lo sentía con tanta claridad como si él lo hubiera dicho con todas las palabras y aunque trataba de disimular, su corazón se rompía en todas las ocasiones en que eso pasaba

Otras mujeres sabían jugar ese juego.

Sabía que había esposas que se hacían las ciegas y las tontas esperando que la locura pasara y el marido olvidase esos escarceos extraconyugales para retornar amoroso y arrepentido.

Ella lo había intentado.

Lo seguía intentando pero no lo conseguía, y ese día, en el momento en que la puerta se cerró tras su marido se sorprendió al constatar que un nuevo deseo había nacido en su corazón.

El tiempo que le llevó a Gonzalo bajar los nueve pisos en el ascensor e intercambiar unas palabras con el portero, fue el que ella necesitó para escribir un sencillo mensaje que llegó al teléfono de él justo cuando abría la puerta del portal: "No deseo que vuelvas, dime mañana a qué dirección mando tus cosas pues no quiero dividirte más con ella, ni verte ni oírte. No eres quien yo pensaba y menos quien yo amaba. Deja la llave en el buzón y vete"

Gonzalo leyó el mensaje tres veces.

Llevaba tanto tiempo escudándose en su "confusión" para justificar sus traiciones y sus mentiras que las palabras tan claras y directas de Cristina lo descolocaron. Como siempre su primera reacción fue intentar inventar una mentira que le permitiera seguir jugando con las dos, pero al releer el mensaje por cuarta vez comprendió que sería imposible.

Era el momento de la decisión final y definitiva que tanto había temido, y sólo tenía dos opciones, subir y olvidarse del fin de semana en la playa con su "corazoncito" o marcharse y olvidarse de su mujer para siempre.

Indeciso, cobarde e infantil como era no conseguía pensar como un adulto porque no estaba preparado para asumir las consecuencias de ninguna de sus decisiones.

Por un momento pensó en irse con la llave y regresar el domingo diciendo que no había visto el mensaje, imaginó que podría funcionar pues hacerse el despistado siempre le daba una tregua para maquinar nuevas mentiras.

Sin embargo esa vez no sería así, arriba Cristina también estaba haciendo sus maletas y preparándose para dejar la casa.

Durante los siguientes diez minutos la inmovilidad de él era lo opuesto a la eficacia y la rapidez con que ella se movía arriba metiendo unas ropas en una bolsa y cerrando ventanas.

Se encontraron en el portal.

Él estaba aún con las llaves en la mano y sin haber tomado ninguna decisión, ella con todas las decisiones tomadas alargó su mano y cogió el llavero del marido, separó sin inmutarse, las llaves de casa y le devolvió el resto.

- Hasta aquí llegamos amor - Su voz sonaba clara y seca- Tú no sabes lo que quieres, lo sé, pero yo sí.

Y sin más le dio un beso en la mejilla y se fue.

Hacía años que Gonzalo no lloraba unas lágrimas tan redondas y calientes como las que lloró parado en la acera, enfrente de la que acababa de dejar de ser la suya, mirando como Cristina se alejaba calle abajo sin mirar atrás.

Isabel Salas










viernes, 1 de julio de 2022

VUELA CONMIGO




Mucho viento.

Tanto viento que hacía hasta olas cuando pasaba entre las casas. 
Olas de aire caliente que  se arremolinaba debajo de las faldas de las mujeres. Mucho viento avisando que en pocos segundos empezaría la lluvia. 

El tipo de viento que empuja a las personas para dentro de casa, que dice que va a llover. Viento de ruido, que silba canciones antiguas de desastres inminentes. 

De escóndete. 

Viento fuerte del que asusta a los bebés en la cunitas. Ese viento hacía ayer en la calle, del que se cuela por debajo de las tejas imitando fantasmas de desván, y yo tras mi cristal lo miraba curiosa con ganas de su abrazo. Salí a la puerta y lo llamé como se llama al perro del vecino, sabiendo que no es nuestro pero que nos conoce y a lo mejor, le da por venir. 

Me acerqué, por si quería entrar dentro de mi cabeza, darse sólo una vuelta entre los pensamientos que dedico a ti y consigue  arrastrarte ... lejos de aquí.

Se lo pedí pero me dijo NO.

Que no podía entretenerse en algo tan difícil,  que llevaba prisa, que no podía enredarse en misiones eternas. Que arrancar arbolillos y destrozar tejados es algo fácil, que no cansa a los vientos decentes, bien entrenados, pero borrar amores es trabajo imposible.

Si quieres, dijo, quédate quietecita, abre los brazos, cierra los ojos, levanta la cabeza, piensa en columpios, imagina que vuelas y vete lejos de ese amor que te ahoga. Yo puedo ser tu amigo, llevarte con las hojas, abre la mente:  Vuela conmigo.

Le dije sí, por eso no me ves.
Me fui con él.

Isabel Salas