lunes, 20 de agosto de 2018

ANOCHE


Anoche 
tu voz se vistió de fiesta
 para decirme ven.
 Y yo ,
me puse mi ropa de baile
y fui.

Tu mano
 cruzó todas las fronteras
abriendo pliegues 
y atravesando ríos.
Mi piel
izó despacio sus banderas.

Mi sangre aprendió palabras nuevas
que lunan y navegan
con fuego y desvaríos.

Y yo,
te amé.

Tal vez por una noche 
o por un universo,
pero anoche
tus besos y los míos
superaron, en mucho, 
cualquier verso.

Anoche
olvidé  la poesía.

Mis suspiros cantaban
y mis caricias
brillaban de alegría.

Las estrellas
que encendieron mis ojos
cuando me amabas,
alegres, 
se retiraron al nacer el día
mientras me besabas.

Isabel Salas



domingo, 12 de agosto de 2018

CARMEN


Los ojos de mi hija, me forzaron a mirar el mundo de nuevo y a reaprenderlo. Nunca podré agradecerles ese regalo.

Para explicarles los árboles y como las hojas tiemblan aunque el viento que las zarandea sea cálido, volví a fijarme en detalles del mundo que ya no me llamaban la atención. Gracias a ellos y al placer que sentía  al hacerlos brillar con bromas y juegos, me esforcé en ser mejor persona y aprender nuevas canciones.

Por ellos y a través de ellos cambié muchas cosas que me gustaban por otras que le gustaban a ellos y comprendí que las risas y las sonrisas también pueden salir de nuestra alma atravesando la mirada de nuestros hijos.

Ellos me enseñaron a ser más generosa, mejor cocinera, menos dormilona y más valiente. Me dieron el valor para volver a ser madre y el deseo de ver esas mismas estrellas en los ojos de su hermana. Me fortalecen cuando las cosas no vienen tan bien como me gustaría y me llenan de amor incluso a la distancia.

Me gustan, los admiro y los amo, como amo todo el resto que vino con mi hija, su piel, su postura para dormir imitando un vampiro, su mal genio, sus momentos de dudas, su sentido de la justicia, su valentía, su deseo de ser feliz y hasta los tatuajes,  que nunca me entusiasmaron en otras personas me gustan más desde que mi hija decidió hacerse algunos.

Los ojos de Carmen siempre han expresado la alegría o el disgusto, la rabia o la paz de una manera especial, definitiva y poderosa. Recuerdo su "mirada de reprobación" como algo intenso y frío que podía hacer que hasta adultos bien templados se quedaran consternados. Inolvidables fueron sus miradas de furor adolescente cuando descubrió el amor y el placer de desafiar mi autoridad.

Pero sobre todo recuerdo el día en que descubrí, gracias a ellos la gran diferencia que existe entre las personas que tienen brillo en los ojos y las que tienen además, como ella, estrellas en la mirada.

Isabel Salas


viernes, 10 de agosto de 2018

LUZ


Muchas veces hay que ser capaz de criar patitas, aprender a andar, llegar hasta la solución, atreverse a buscar alternativas y arriesgarse a llevar un susto, o dos, o muchos y aún así ser osados y optar por intentarlo, antes de morir sin haberlo hecho.

Algunas veces, incluso a pesar de todo ese esfuerzo, el resultado vale tanto la pena que nos olvidamos del dolor del camino y sólo queremos festejar a la luz que nos alegra tras tanto sufrimiento.

Es de las mejores sensaciones que conozco y como todas las cosas buenas, me hace sentir gratitud por las personas especiales que me apoyaron en cada paso con su cariño, su solidaridad, su dinero, su sonrisa o esas palabras de ánimo que siempre llegan a la hora cierta cuando crees que no vas a poder más.

En eso estoy.

En la fase de aprender a caminar con unas nuevas patitas que nacieron hace unos meses.

La luz que presiento, se adivina maravillosa.

Isabel Salas

domingo, 5 de agosto de 2018

EL RUIDO DEL AGUA



El ruidito del agua del río, te obliga a parar. Te hace dejar de correr por unos momentos y te pones a mirar como corre él.

Ese ruido que corre lleno de agua.
Esa agua que corre llena de ruidos.

Un ruido  de aguas milenarias que han visto de todo, desde lenguas de dinosaurios hasta los cascos de los caballos de los hunos, han visto miles de niños nadando y han mirado a los ojos de los vikingos y de los mamuts. 

Son todos los ruidos, de risas , mugidos, juegos y muerte que escucho cuando escucho el jaleo del agua del río. Por eso me paro y lo miro. Lo miro y lo escucho. Porque un día me llevará a mí también, mis ruidos se irán con los otros y la canción del río tendrá una parte mía que alguien escuchará mirando el agua cuando yo ya no esté.

Me paro para que me mire bien y me coja el tono. Me aprenda, me entienda y un día...me cante. 

Isabel Salas