miércoles, 5 de junio de 2019

MUERTE INSTANTÁNEA


Al doblar la esquina de la zapatería, justo al lado de la puerta de la farmacia, hay unas palabras pintadas a ciento diez centímetros del suelo. Están pintadas con bolígrafo rojo y en el punto de la i, la misma mano dibujó unos ojitos y una sonrisa. La niña que las pintó ha pasado miles de veces por esa fachada al ir o al volver del cole... y siempre las ha mirado de reojo.

Sin pararse, para que nadie sospechase que fue ella, pero sin dejar de saludarlas una sola vez. A veces  ha sonreído recordando como sacó la puntita de la lengua para concentrarse mejor en el dibujo...el ruido de su corazón por el miedo de ser sorprendida.

TIC TAC

El reloj de carne.
El susto tan grande.
El orgullo de ser tan radical. Tan grafitera. Fue en pleno verano a la hora de la siesta. Ni un alma en la calle. Buena hora para salirte de la ley. Ha pasado en bici, con patines...de la mano de su padre. Con las amigas, con hambre y con un helado en la mano. Pero hoy por primera vez, ha pasado con zapatos de tacón.

Sus primeros zapatos de mujer. Hipnotizada con el ruidito de sus tacones en la acera ni se ha acordado de mirar hacia la pintada.

TIC TIC 

Cada latir de sus zapatos nuevos la aleja de su infancia. Su mente sueña sueños nuevos, y cada nuevo deseo empuja los recuerdos de niña hacia atrás. Se aleja caminando,  sintiendo como su corazón adapta su ritmo al de los pasos,  estrenando nueva banda sonora mientras en  la pared, el corazón de la carita de la i,  se queda apretado escuchando como se aleja esta mujer desconocida.

La sonrisa que aguantó tantos años con su tinta roja se apaga de pronto. Los ojitos se cierran al no encontrar por vez primera la mirada de su niña... y la muerte llega.

Por la mañana, el barrendero que barre las hojas y las colillas ni se da cuenta, pero entre lo que barre están las letras caídas de aquel  T E  Q U I E R O   J O R G E, asesinado cruelmente de un taconazo directo al corazón.

TOC.


Isabel Salas
Del libro
EL CANARIO Y LA MÁQUINA DE COSER