miércoles, 14 de diciembre de 2016

MIRADAS



Las miradas de los niños son ventanas al mundo.

Las miradas de mis niñas son mi mundo.
 

domingo, 4 de diciembre de 2016

MI SUEGRO: UN IMPRESCINDIBLE


Escribo cuentos y poemas, invento historias , y muchas veces, le doy forma de relato a las confidencias de algunos amigos que me piden que sea su voz. Otras no, en rarísimas ocasiones comparto pedacitos reales de mi vida o de las personas que han sido o son parte de ella. Hoy es uno de esos días: voy contaros quién era ese viejo bonito que se ve en la foto usando el uniforme de teniente de la República Española.

Se llamaba Manuel Santos Heredia y era de Quentar, un pueblo muy chiquito de la provincia de Granada, al sur de Andalucía. Hoy tiene menos de mil habitantes, cuando él nació un 1 de agosto de 1920 (si mal no recuerdo) no sé si tendría más o menos que hoy. Sé, por lo que él me contaba, que eran pocos y todos se conocían, cualquier madre era buena para mandarte a casa porque hacía frío o para limpiarte los mocos si pasaba cerca y tú tenías "las velas colgando".

Fuimos familia accidentalmente, su hijo y yo nos conocimos en Granada en 1991 y nos casamos en Brasil en 1993, dónde Manuel estaba exiliado y desde dónde lloraba por su Granada natal cuando se bebía dos copas o hasta sin beber ninguna. Incluso después de separarme de su hijo y volver a casarme, seguimos siendo suegro y nuera y él llamaba nietas a mis dos hijas, la que llevaba su sangre y la que no, pues como él decía, el lazo que nos unía nos permitía obviar esos detalles civiles y legales para poder considerar a mis dos hijas nietas y que las dos lo llamaran abuelo Manolo. Este pequeño detalle ya os dice mucho sobre que tipo de hombre era mi suegro, pero voy a daros más para que entendáis porqué aprendí tanto de él y con él y de qué manera me transformó en alguien mejor.

Hace días estoy leyendo la novela de Raimundo Castro Marcelo  que habla sobre los maquis y me es imposible hacerlo sin pensar en Manuel. El libro se llama Los Imprescindibles y me está sentando muy bien leerlo, pues es uno de esos libros reconciliadores y poderosos que te ayuda a abrazar a esos hombres tan olvidados y que son, como él me dijo una noche, la versión masculina de la bien pagá, pero a lo bestia. A mi suegro y a sus compañeros España les pagó muy mal, pero que muy remalamente, usando sus palabras.

Pasaron de ser los héroes defensores de la democracia a ser unos parias, unos proscritos y casi los primos del Coco ese que se lleva niños por la noche.

Cuando la guerra española empezó en 1936, él era menor de edad y aún así se alistó en el bando republicano, lo mismo que mi abuelo Cristobal Salas, un poco mayor que Manuel y que fue guarda de asalto. Durante la guerra, mi abuelo conoció a mi abuela y comenzó los primeros renglones de una historia bella y dramática de la que hablaré otro día, por su lado, mi suegro llegó a teniente en los tres años que duró la guerra y su nombramiento salió en el último boletín del estado antes de que los nacionales tomaran Madrid.

Leyendo la novela de Raimundo Castro que arranca en una Puerta del Sol llena de indignados y nos lleva a través de los recuerdos de un viejo miliciano a revivir otros sentimientos de otros jóvenes igualmente indignados  que lucharon y perdieron nuestra guerra me he emocionado en muchas ocasiones.

No pretendo contar la trama ni fastidiar su lectura, pues lo que quiero es que la leáis y detesto leer resúmenes o reseñas que me fastidian el misterio de los buenos libros. Espero que cada página os sorprenda y os toque el corazón como ha tocado el mío y os sirva para sentir más cercanos a esos hombres, sean de vuestra familia o no y sean de vuestro bando o no.

Su lectura me reafirma en cosas que creo desde hace muchos años: Recuperar la memoria para cerrar heridas es igual de imprescindible para el mundo que contar con esos hombres que saben luchar más tiempo que los buenos o los mejores.

Tuve el honor de conocer a uno de ellos, mi suegro Manuel, que estuvo en la partida del Yatero, por lo menos hasta 1947 y que hasta muchos años después no pudo hablar sobre eso con nadie porque él, como tantos ex combatientes había seleccionado los recuerdos de la guerra y después de filtrarlos los  tenía metidos en diferentes cajones de la memoria, algunos que se abrían a la menor oportunidad y otros que permanecerían cerrados para siempre, o eso pensaba él.

Quiso el destino que un día me dispusiera yo a enseñarle a mi hija mayor lo peligrosa que es internet y como queda allí registrado todo lo que hacemos, y al azar puse los nombres de varios famosos para que ella viese como el google nos enseñaba páginas y páginas. Quise también usar el nombre de un pariente que no usara internet para demostrarle que si nunca has estado on line y no haces tonterías virtuales el buscador te respeta y nada muestra sobre ti. (Hoy me río ante mi inocencia, dicho sea de paso).

Fatalmente escogí el nombre de mi suegro. 

Enseguida apareció un documento de la Universidad de Granada, del departamento de Historia Contemporánea que habla de la partida del Yatero y las diferentes actuaciones del movimiento antifranquista en la provincia de Granada.

En la página 257, el nombre de Manuel y su participación en el secuestro de un joven de Quentar por el que pidieron rescate. Los nombres de otros compañeros que yo le había  nombrar como protagonistas de diferentes episodios, incluso el relato de como uno de ellos, por el que él lloraba a veces,  no había muerto como Manuel pensaba, torturado en la cárcel sino que había logrado huir a Francia.

Mi primera orden a mi hija, por el respeto que yo le tenía a mi suegro fue decirle que aquel descubrimiento era accidental y no debíamos jamás mencionárselo al abuelo, era su secreto y debíamos respetarlo. Me sentía muy incómoda y casi tenía vergüenza de mirarlo a los ojos. Vivíamos en la misma calle, su casa frente por frente a la mía, y muchas veces me llamaba, a gritos desde su porche, lo mismo para decirme que quería comer sardinas en escabeche, que mi madre le preparaba, o que deseaba que me fuera a echar un ratito con él.  A veces discutíamos y nos quedábamos unos días sin hablarnos, otras veces me buscaba o lo buscaba yo porque nos queríamos mucho, pero nunca le dije que yo sabía que él había sido maqui. 

Los años pasaron y él se fue apagando poco a poco.

Le costó mucho morirse, operado del corazón, con marcapasos y con la máquina de oxigeno aún prestaba resistencia. Fue en una de esas tardes en que me fui a acompañarlo  que me preguntó si recordaba el viaje que habíamos hecho a España en el 98, lo bien que lo pasamos y el uniforme que se compró. Empezamos a reírnos de la cara de muchos parientes en Brasil al verlo asomar vestido de teniente en futuras fiestas familiares, el orgullo con el que encargó su uniforme tantos años después de haber sido ascendido. Lo guapo que se sintió con él. Nunca lo había vestido, su nombramiento fue tan al final de la guerra que no le dio tiempo de encargar que se lo hicieran y en fin, muchos recuerdos y risas, llantos y dame un poquito de agua Isabelita que se me acaban las lágrimas.

Mi suegro era de las pocas personas que me han llamado Isabelita, y recuerdo como en una de esas veces que me incliné sobre él  para darle su agua me soltó un Isabelita muy llorón que me extrañó. La verdad no quiero agua, dijo, pero me gustaría un abrazo.

Y así abrazaditos me volvió a contar de su amigo muerto en la cárcel. Aquel amigo que en realidad, como yo sabía, había huído a Francia y que como él, había sido maqui.

No pude callarme más y con mucho cuidado le dije que eso no era así, él empezó a pelearse conmigo y a decirme que era una cabezona testaruda que le discutía a un republicano cosas de antes de que yo naciera. Le tuve que pedir que me dejara contarle la verdad. 

Poco a poco le confesé cómo, por casualidad, había dado con del documento. Le expliqué porqué no le había contado nada debido a que él nunca nos había hablado de ese tiempo en el monte y le pedí muchos perdones.

No sabía si regañarle por hacerme llorar también, caso no me perdonase, en un acto desesperado de defensa propia, pero  al final lloramos los dos, nos pedimos perdón los dos y lo escuché hablar por primera y única vez sobre el Yatero, el miedo en el monte, el frío, los secuestros, los rescates y otras cosas que estaban escondidas, pero deseando salir, en alguno de aquellos cajones tan mal cerrados. Tuvimos por así decirlo una sesión sanadora de "memoria histórica", de esa que sirve para cerrar heridas y no para llenarlas de sal. Hablamos de la guerra, de las dos tías monjas de mi abuela paterna quemadas vivas por los rojos, y del hermano de su marido fusilado por los nacionales. Lloramos como seguramente se llora aún en muchas familias españolas donde murieron asesinados familiares de los dos bandos y donde hasta hoy se lamenta el horror de una guerra civil.

Al igual que con  la novela de Raimundo Castro Marcelo no voy a estropear las cosas con detalles que no interesan.

Del libro deciros que es excelente y de mi suegro afirmaros que es uno de los mejores hombres que conocí, que él me enseñó a ser "republicana" y que gracias a él y a otros como él algunos poemas tienen sentido y  atraviesan el tiempo para apuntar al futuro como el escogido para abrir la novela de la que hablamos en este texto, que podría ser una reseña si yo supiera hacerlas.

Gracias Raimundo, salí ganado en el cambio, muchos besos.

Isabel Salas
Madre de Carmen, nuera de Manuel, familiar de asesinados por los dos bandos en una guerra que jamás debió suceder.


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martes, 15 de noviembre de 2016

FELICES

Se separaron y fueron felices para siempre.
Y sus gargantas,
y los vecinos...
los perros del vecino.

Todos mucho más contentos.
Y más tranquilos. 


Isabel Salas



lunes, 14 de noviembre de 2016

EL PUTO AMO

Somos muchas las personas que vivimos sintiendo la hostilidad del mundo desde la mañana a la noche. Vivimos rodeados de violencia, injusticias, malostratos contra personas y animales, bombardeos de inocentes y tantas cosas injustificables para las personas buenas.

Sin dudas yo me cuento entre ellas y puedo decir que nos sentirnos impotentes, desamparadas y desprotegidas. Parece que nosotras, las personas de buenos sentimientos, incapaces de entender la agresividad política, institucional, económica, física y judicial a la que somos sometidas continuamente, estamos absolutamente fuera la ley. 

Y así me siento, fuera de la ley, porque no hay leyes que impidan los desahucios, sino leyes que los regulan, no hay leyes que impidan que se rescaten los bancos que nos han llevado a la ruina, y sí leyes que nos obligan a darles el dinero público para que se rían en nuestra cara los que verdaderamente mandan en el mundo. 

Ese poder detrás del poder que usa a nuestros políticos como marionetas y que nunca aparece ni a dar la cara ni a darnos explicaciones. Reclamamos de las personas equivocadas, no son Rajoy, ni Trump, ni Obama, o la Merkel los que tienen la culpa de lo mal que está todo, ni siquiera son incompetentes (aunque muchos políticos lo son) o ladrones (al menos no todos), simplemente obedecen órdenes de bancos, corporaciones y grandes intereses y no hay nada que puedan hacer una vez que ganan las elecciones y el "Amo" del negocio les dice cuales son las fichas que deben mover.

Esos canallas que nos gobiernan sin mostrarnos sus caras y  sin escrúpulos incentivan el odio entre nosotros de muchas maneras, y así, el racismo, el machismo, el feminismo, los fanatismos religiosos, los patriotismos, el fútbol, las políticas de género y cualquier cosa que enfrente personas de cualquier país con otro, de cualquier color o de cualquier edad o gusto musical es llevada al extremo.

Un ejemplo claro son los espectáculos con animales como el de hoy en Medinacelli. Torturarán a un animal hermoso y sano durante una hora para la supuesta diversión de unos supuestos seres humanos en nombre de una supuesta tradición. Es absurdo, y una locura total que no se sostiene si no la entendemos dentro de ese plan mayor y global de hacernos sufrir a todos, enfrentarnos entre nosotros y que no levantemos la mirada para ver quién se esconde detrás de los hilos que mueven esos muñequitos a los que llamamos de "líderes mundiales" y que no son más que títeres.

Esta noche o cualquier noche, en Medinacelli, en Tordesillas, en cualquier estadio, en una playa donde desembarcan refugiados, en alguna ciudad bombardeada, en alguna cárcel política o no...en algún lugar donde se cometa un acto cruel, habrá dolor y muerte de animales o de personas de cualquier género o edad por las razones más absurdas. 

Así se irá repitiendo hasta que en vez de pelearnos entre nosotros levantemos juntos las cabezas para identificar quien maneja los hilos de los payasos que nos gobiernan y les pidamos cuentas a ellos.

Isabel Salas

domingo, 13 de noviembre de 2016

JÚBILO EN EL INFIERNO

Un toro menos
una vergüenza más,
otra derrota.

Otra vez la maldad
venciendo al bien.

Y otra vez tendremos 
que respirar hondo
y volver a creer
que la guerra no acaba
hasta ganar
y conquistar la paz
que los buenos queremos.

Y si eres de esos
que quiere discutir
si existe el bien o el mal,
pregúntaselo al toro
que mataron anoche
según dicen los malos
para festejar.


Isabel Salas

lunes, 24 de octubre de 2016

ESTRELLAS Y LÁGRIMAS


En Cádiz llora un peón
y en Tordesillas un toro, 
el peón se llama Andrés
y el toro tiene dos nombres, 
lo mismo que tienen dos
algunas calles
y hombres

Uno le puso el patrón
por su pelo Colorao
y otro se lo puso él
por la estrella en su costao.

Y por ese lo llamaba
desde chico, en la dehesa:
El toro rojo Estrellao.

Lo llamaba, y él,
venía,
y tranquilo y con paciencia
le explicó lleno de amor
lo que un día llegaría.

Eres un toro de lidia,
se espera, que sin temor,
embistas los capotazos
y resistas con bravura
las aristas del dolor.

Habrá gente en una plaza,
habrá luces y esplendor
habrá un hombre con espada,
y si enfrentas esa lidia con valentía y honor,
podrás regresar un día
indultado y vencedor.
Volverás a nuestra casa,
y aquí.
te esperaré
yo


                    El martes lo vio marcharse                   
con lágrimas en los ojos
y el corazón apretao.
Se llevan a su torito
se lo llevan asustao.
Ya nadie mira su estrella,
de los dos nombres que tiene
sólo usan Colorao.

Andrés llora como un niño
la decisión del patrón,
Estrellao no tendrá suerte,
no lo llevan a la arena,
se va directo a la muerte.
Y el peón,
llora con pena.

Estrellao va confíao
Andrés nunca le mintió
y al llegar a Tordesillas
se acuerda de los consejos,
del esplendor, de la espada, 
de la lucha con honor
y trata de ser valiente
y disfrazar su temor.

Llega el día de su muerte
y echa de menos a Andrés.
Lo rodea mucha gente,
no hay arena, ni colores
no hay honra
ni pundonores.

Estrellao es perseguido,
acosado
derribado, 
traicionado y malherido.

Llora recordando al hombre
al que llamaba de amigo, 
es noble y no alberga duda,
sabe que en algún lugar, 
donde antes fue su hogar
hay otros ojos llorando.
En ellos piensa al morir,
al ir, los suyos,
 cerrando.

Isabel Salas












jueves, 6 de octubre de 2016

SUSANA SERÓN, ESPAÑA


Aquí Lady Winter con Navaja de llavero de mi gran amiga Isabel Salasrecien aterrizado en Estella-Lizarra.
Ser una de las pocas privilegiadas que lo ha leido antes de ser publicado no ha evitado que se me haya escapado alguna lagrimilla al tenerlo por fin en mis manos para poder releerlo una y mil veces.

Emoción que se ve incrementada al verme nombrada en el prólogo del gran prosista Juan Andres Pastor Almendros, que escribe muchísimo mejor que yo pero es más feo, y al que por cierto casi no quiero...
Juan Mantero Ruiz a quien quiero un poco más, me regaló el honor de ser la primera persona en opinar sobre el epílogo, majestuoso también, como no podía ser menos para estar a la altura del libro. 
Si os gustó El canario y la máquina de coser, no dejéis de leer Navaja de llavero porque Isabel se supera con creces, y si no os gustó, cosa que dudo, ya tardáis en comprobar si miento o no...

Gracias Isabel por todo eso que las dos sabemos...



NO BASTA QUERER


miércoles, 21 de septiembre de 2016

ADIÓS



La A de adiós
ganó el concurso de nudos marineros,
y siempre,
entrena en mi garganta
cuando te vas.

Isabel Salas

jueves, 15 de septiembre de 2016

BATANIA, NEORRABIOSO.


Algunos escritores nos conquistan con una novela, con un poema o con una frase, otros con el conjunto de su obra, o con uno de sus personajes, una reflexión,  una mirada, una sonrisa en una entrevista o simplemente porque nos gustan y ya está, nos tocan, nos mueven, nos conmueven y se clavan en nosotros como un injerto de limonero.

Existe una extensa lista de escritores a los que amo y admiro, las dos cosas, porque me es imposible separar amor y admiración. Gracias a eso, disfruto el cariño que aprendí a sentir por todos ellos, por mi poeta de cabecera Francisco Alvarez Hidalgo o por Gloria Fuertes, la responsable directa de haberme enseñado a leer con lágrimas en los ojos. 

Por tantos otros como Stephen king, Lorca, Ken Follet, Carl Sagan, Rubén Darío o Asimov albergo esa mezcla bonita de sentimientos que los grandes lectores sentimos por los escritores que han poblado por décadas nuestras noches de lectura. Noches en las que la soledad no existía y la cama era nuestro universo particular, las estrellas eran historias, los planetas abrazos y el vacío total era la compañía completa;


Podría hablar de otros muchos escritor@s que me han marcado, pero hoy deseo compartir un poco sobre el último que ha entrado en mi corazón, lo ha tocado y allí está. Ha entrado por la puerta grande y siento que se quedará para siempre, como Isabel Allende, Machado, Jorge Amado, Miguel Hernández o Torrente Ballester.

Es un hombre y está vivo.

Quiero declarale mi amor, que es amor de lectora, sin coqueteos y sin faltarle al respeto. Es un cariño lleno de admiración por su talento y gratitud por las emociones que despierta en mí, sobre todo por hacerme recordar, una vez más, el privilegio inmenso que es amar la literatura en general y la poesía en particular.


Nunca he hablado con él, y él no sabe que existo, se llama Batania, firma como Neorrabioso y vive en Madrid. He visto su foto, he escuchado sus videos, he llorado, me he indignado, he sonreído, he imaginado su amor por esa mujer que lo entretiene a deshoras y estoy de acuerdo con él, el PNV manda en todos lados. Siempre lo sospeché y él, lo ha confirmado como lo confirma todo, con palabras sencillas llenas de caballos y contenedores de basura convertidos en viento para dar vida y hacer olas en el mar inmigrante de Madrid.

Con él he recordado porqué empecé a escribir y he sentido en la carne del alma lo fácil que es morir por falta de viento si eres caballo, canario o poeta.


Modestamente buscaba algo en sus letras para poder decirle un día, si mi plan funciona, que tenemos algo en común y debemos ser amigos. Encontré varios motivos, varios puntos de intersección menguante pero el más evidente y que más nos acerca es que yo también tengo cinco años siempre que nieva y eso apaga los kilómetros y convierte los contenedores en páginas de poemario que lo atraviesan todo y todo  lo juntan.

Te mando un abrazo Batania, y comparto en mi blog y con mis amigos el placer de haberte conocido y la alegría de saber que la poesía ha vuelto y la culpa no es tuya.

Isabel Salas


domingo, 11 de septiembre de 2016

POR SUPUESTO ERES TÚ.




Podría decirte que no eres tú, que soy yo. 

Decirte que nada hay en ti  que me impida quererte, que eres un hombre magnífico en todos los sentidos y que cualquier mujer estaría orgullosa de compartir su vida contigo. Podría decirte, incluso, que hay algo en mí que me impide quererte, que debo ser idiota porque otra explicación no tiene que yo deje  pasar esta oportunidad de oro que la vida me regala trayéndote hasta mí.

Podría decirlo y parecería verdad, pero una verdad hueca, simplemente una cascarita de verdad, frágil y llena de eco, pues la verdad maciza es que yo no tengo la culpa de no amarte y no sé por qué no puedo decirte que simplemente no te quiero sin temor, a que con más de cuarenta años, reacciones como un niño llorón y trates de hacer que yo me sienta mal por herir tus sentimientos.

Creo que si aún no aprendiste a  gestionar la realidad tienes un gran problema y se nota de lejos que estás acostumbrado a que tu mamaita y tus ex novias te adornen las verdades para que no sufra ese corazoncillo blandengue que tienes. Ese músculo tan poco apto para ir por el mundo como va un adulto, enfrentando las contrariedades de la vida sin hacer pucheros y sin poner cara de niño abandonado imitador del gato de Shrek.

Si yo fuera una ONG para pretendientes descartados te diría todo eso, y juraría que la culpa no es tuya, pero como no lo soy,  he decidido decirte la verdad y que es mejor que sufras del tirón todo el dolor de verte rechazado en un instante a que yo tenga que estar fingiendo que te quiero el resto del verano mientras sufro yo por tener que aguantarte.
Mejor dejarlo ahora que como aquel que dice acabamos de llegar y aún tenemos tiempo de pasar el resto de las vacaciones con alguien con quien tengamos más afinidades.

Tú búscate una Disney girl que necesite que le hablen de amor antes de  meterse en una cama para no sentirse una perdida con las culpabilidades consabidas, que a mí me duele la cabeza de escuchar tus tonterías románticas y empalagosas cuando los dos sabemos que dentro de unos meses ni sabremos quien somos, ni de donde venimos ni adónde vamos. 
Esas dudas eternas que inventaron los griegos y así nos va.

Yo me buscaré un  hombre que hable menos y haga más, menos llorón, más risueño y sobre todo  que me guste y me deje loca. pero no loca por correr en dirección contraria como me dejas tú.

Espero haberme explicado bien y que no queden dudas: La razón principal para no quererte, eres tú.

Y mejor no darle más vueltas.

No soy yo, eres tú.

Y tus circunstancias.
Aunque tienes unos dientes preciosos. Eso sí.

Isabel Salas







 




viernes, 9 de septiembre de 2016

MI ABUELA Y LAS TRES DIMENSIONES


Mi hija de ocho años se echa las manos a la cabeza al explicarle que cuando yo era pequeña, la tele era en blanco y negro.

Se ríe cuando le cuento que yo, acostumbrada a ver Bill Cosby de aquella manera, me crié pensando que los negros eran grises y que me llevé una gran sorpresa cuando descubrí que no. Que cuando llegó la tele en color fuimos a ver un programa de animales que se llamaba "El hombre y la tierra" a casa de un amigo de mi padre porque nosotros aún no la teníamos, y a seguir le hago un relato de los comentarios de las madres, la admiración de los padres y la unanimidad general al comprobar lo verde que se veían los árboles. 

Se descojona.


A ella, como a todos los niños actuales, le divierten las anécdotas y las tonterías que le narro de mi infancia pre-tecnológica. Me gusta divertirla con historietas y trato de explicarle como era la vida antes del móvil, la tableta, Internet, el Youtube o las teles de plasma. Y ahí está el punto al que voy. Las teles ahora vienen preparadas para 3D, y si tienes una de esas y te colocas las gafas de cartón con dos plásticos de colores, pues puedes ver las llamas de los incendios y casi tocar el culo de las cebras corriendo del león. 



Todo eso es muy divertido, pero nada comparado con el desafío de ver la tele a través de una hoja de papel de celofán azul.

Si, eso mismo. Si no tuviste la suerte de pasar por esa experiencia no puedes imaginarte como es, pero te lo voy a explicar ahora mismo. En mi familia esa novedad fue introducida por mi abuela materna. De dónde ella sacó la inspiración para tal artimaña o en que fundamento científico estaba basado el acto en sí, yo nunca lo supe y si me enteré, se me ha olvidado con otros traumas.


El caso es que cuando yo tenía más o menos seis o siete años, un día apareció de pronto delante de la pantalla del televisor una hoja de papel celofán azul que no se caía porque estaba estratégicamente pisada con una virgen de Fátima y una familia de elefantes que iba de mayor a menor en fila cumpliendo la misión gloriosa de mantenerla en su lugar. Recuerdo que mi abuela dijo que era para proteger la vista y nadie lo discutió. Allí se quedó la hoja no recuerdo cuanto tiempo, si fueron meses o años. 



Me pareció mucho . Nunca supe tampoco exactamente que es lo que mi abuela consideraba ser malo para vista, porque ver cualquier programa a través de aquella hoja era difícil y dolían los ojos, recuerdo haberlo comentado alguna vez y su respuesta:

- Imagínate sin la hoja. Dolería más.

Desde luego.


La cosa es que en casa de otras personas nadie puso la hoja protectora y yo siempre tan consecuente llegué a la única conclusión lógica: la tele de mi abuela era peligrosa para la vista, las otras no. Ni se me pasó por la cabeza que aquello fuera un error de mi abuela. 

Piensa en una niña que amase a su abuela, esa era yo.

Ella se llamaba Mari Tere, nos contaba historias, nos amaba, nos hacía flanes maravillosos que se deshacían en la boca y sobre todo, y hablo por mí, me hacía sentir la nieta más especial del mundo. Si ella decía que mirar la tele sin el papel celofán era malo para la vista pues se miraba la tele a través de él y ya está. Yo era feliz en mi mundo sin dudas y la verdad es que mis ojos han sufrido mucho más a lo largo de los años con cosas mucho mas graves. Y sin celofanes azules o de cualquier color que mitigaran los efectos devastadores de tantos desmanes.


Hace unos días comentando con un amigo lo increíble que son las nuevas teles 3D me vino a la cabeza aquella imagen de la tele de mi abuela y pensé que por poco no inventa ella sola y cuarenta años antes esa gran novedad.

Sólo le faltó la hoja roja. 



Me entró la risa pero no pude contárselo porque sabía que si empezaba no podría parar de reír.  O de llorar, recordando a mi abuela amada, generosa, buena, valiente e innovadora.

Uno de los pilares de mi vida hasta hoy.

Uno de mis amores más bonitos.
Amor de abuela, amor de nieta.

Por eso, para hablar de ella...mejor por escrito, de lejos y sin celofanes. Cuando nadie me ve.

Isabel  Salas


Del libro @El canario y la máquina de coser, 2015






viernes, 19 de agosto de 2016

BARRO SECO



Hay quienes piden a gritos una señal de odio.

Piden ser despreciados como una penitencia improvisada que les haga sentir que de alguna manera pueden pagar así las lágrimas que provocaron. No entienden que el barro del zapato se sacude sin amargura, se limpia y se sigue andando sin pensar dos veces en él.

No comprenden que para herir de verdad, hay que ser de verdad, haber amado y haber sabido amar de verdad aunque haya sido de forma efímera y sobre todo, haber herido verdaderamente. Ellos, pobres ilusos, no pueden llegar hondo en ningún lado y no entienden la falta de rencor.

Ni como barro ni como puñalada, no hieren ni molestan, pues nada son  sino una sombra fría que tapa por segundos el sol, y su efecto es superficial, fugaz, tenue y finito.

Hay quienes sueñan con ser perdonados y después olvidados, como si fueran parte de una historia de intensos sentimientos y no comprenden que son ecos sin peso ni volumen. No se conforman siendo lo que son y demandan a gritos  castigos inmerecidos.

Piden ser perdonados sin entender que para eso hay que saber tocar donde ellos ni sueñan poder llegar. Que poder herir no es para quien quiere hacerlo,  y sí para quien puede,  incluso sin querer.

Barrito seco, miga de pan en la bufanda, que ni quema ni mancha.

Se sacude.

...Y se avanza.

Isabel Salas

viernes, 12 de agosto de 2016

DA-ME TEU NOME


Fola corria pela estrada de terra entre todos os demais. Não carregava quase nada, apenas seu bebê de cinco meses, que protegia dos vai e véns de sua corrida com seu braço direito. O esquerdo usava para segurar a mãozinha de sua filha de quatro anos enquanto tentava apagar o medo da menina com olhares de serenidade fingida e palavras suaves que se perdiam no estrondo dos tiros longinquos e choros próximos.

Olhados por fora, era uma família africana a mais, uma família despedaçada por guerras inúteis e cruéis, arrancada de sua vida, correndo ao fugir de sua aldeia.

Sem destino.

Olhando por dentro era uma mulher extremamente assustada. Uma mãe que colocava todo seu empenho e suas forças em levar seus filhos para longe daquele inferno.


Ela tinha um destino sim: o mais longe possível.

Até algumas semanas Fola, seu marido e seus quatro filhos tinham uma vida mais ou menos agradável onde chegavam, às vezes, ecos de guerras longinquas, porém em poucas semanas os ecos fizeram-se vozes e por fim, presença viva.

Seu marido havia partido dois dias antes tratando de por a salvo os dois filhos maiores, um de catorze anos e outro de doze, para evitar que fossem recrutados como tantos outros meninos e obrigados a se transformarem em assassinos precoces.
Meninos soldados como são chamados.


Concordaram os dois, apos conversarem por várias horas, e decidiram que não era isso que desejavam para seus filhos amados. Sendo assim, o marido tentaria passar a fronteira com os filhos e ela se juntaria às mulheres com bebês que esperariam os caminhões da Cruz Vermelha para reunir-se com eles no campo de refugiados, que diziam haver a cento e quarenta quilômetros ao norte.

Parecia um bom plano e como não tinham outras alternativas, se despediram serenamente tratando de não demonstrar pânico. Não queria provocar mais dor nem medo as crianças e, por isso, este homem e esta mulher, que se haviam olhado tantas vezes durante longos minutos, nos olhos, ao fazer amor em suas noites de intimidade e carinho, apenas se olharam um pouquinho na hora de se despedirem, talvez para sempre, com medo que seus olhares os prendessem e os impedissem de se separarem.


Ao abraçá-la ele lhe disse:

- Já sabe tudo...O que posso acrescentar?

E ela respondeu-lhe:

- Claro que sei, vá tranquilo. Está tudo dito, meu amor.

Que outra coisa pode dizer uma mulher a seu homem em uma hora tão ruim?

Depois do último beijo e o último toque cada um se concentrou em sua missão e nos filhos dos quais se encarregaria. Ela o viu afastar-se com passo animado, um menino de cada lado, sem dar-lhes a mão para que se sentissem homenzinhos, carregando cada qual uma sacola com o mínimo.

Só o menor se voltou uma vez para olhá-la, e ela que estava preparada para isso, fez-lhe um gesto alegre de despedida enquanto engolia as lágrimas daquele adeus tão tremendo.

Depois preparou suas coisas.

Diziam que os caminhões chegariam pela manhã para recolher as mulheres, porém os que chegaram foram uns carros  carregados de homens que disparavam em tudo o que se movia.


Fola teve sorte porque uns minutos antes de começar aquela matança ela havia sentido a necessidade de aproximar-se da entrada do bosquezinho onde o dia anterior havia se despedido do marido e dos filhos. A menina estava acordada desde muito cedo, ansiosa e perguntando quando iriam juntar-se aos irmãos, e ela decidiu que em vez de esperar em casa, os três podiam esperar dando um passeio para amenizar a situação.

Por isso, quando começaram os tiros, ela se encontrava fora do alcance deles. 

Não pensou em nada, nem nas amigas ou vizinhas, apenas saiu correndo em disparada arrastando a menina. Por momentos a fazia correr ao seu lado, segurando forte, e quando o desespero apertava a carregava uns metros junto com o bebé até o brazo doer cheio de caimbras pelo peso da filha.

Descansavam quando sentia que ia morrer pelo esforço e depois seguiam avançando. Queria chegar à outra estrada, a que haviam construído para transportar o coltan uns meses antes.

Assim o dia inteiro.

Mais tarde passaram a noite agachados os três juntos. Ela agradecendo a seus seios o leite que lhe permitiu alimentar o bebê e à menina e analisando prudentemente se seria boa ideia rezar, ou melhor, não chamar a atenção dos deuses. Decidiu manter-se calada porque ante aqueles deuses tão cruéis que permitiam tantas barbaridades, parecia boa ideia passar despercebido.

Ao amanhecer saíram do bosque e encontraram outras pessoas assustadas que se moviam na mesma direção. Ninguém cumprimentou ninguém, ninguém perguntou nada. Era uma fila mais ou menos ordenada de mulheres e velhos que levavam suas crianças com o único objetivo de salvá-las e salvar-se.

Parecia que tudo poderia terminar razoavelmente bem quando, de repente, ouviram uma avioneta que se aproximou rapidamente.

Alguns saudaram alvoroçados pensando que era a ajuda que esperavam, outros olharam calados e outros, como Fola, regressaram ao bosque que bordeava a estrada pelo medo que tudo lhes provoca há alguns dias.


A avioneta baixou e abriu fogo contra a fila.

Fola tapou as orelhas de seus filhos enquanto os apertava contra ela e mentalmente espantava as balas com a força de seu pensamento.

Imaginou que uma bolinha de proteção a rodeava, uma bem brilhante, parecida a essas que fazemos brincando com sabão, e ali, dentro dela permaneceu balançando-se com seus filhos como quando nos dói um dente ou uma criancinha chora sem consolo. Balançar a dor e o medo é um recurso humano que não sabemos porque funciona, porém todos o praticamos alguma vez.

E sempre consola um pouquinho.

Quando acabaramm os tiros e a avioneta se afastou, foram saindo aos poucos do bosque os que haviam se salvado. A estrada era um riacho de corpos vestidos com cores alegres e posturas impossíveis. Quase todos mortos, alguns feridos.

Fola decidiu ingnorá-los, não podeia fazer nada e sua única prioridade era salvar aos seus.

Segurando a mãozinha de sua menina e acanhando o bebê que estava enrolado em um pano amarrado ao seu pescoço, acelerou o passo evitando corpos.

Tudo ia bem até que seus olhos encontraram os de uma mulher ferida.

Uma mulher mais jovem que ela, que tratava de erguer-se e a chamava com sua mão ensanguentada. A moça conseguiu juntar umas palavras e quase as suspirou:

- Ajuda-me. Vem.

Fola não queria ajudar. Não queria ir.

Só pensava em seus filhos e não queria perder seu tempo, porém a jovem a havia olhado, a havia chamado e ela se aproximou com uma desculpa preparada, que a outra pudesse entender ao negar-lhe ajuda. A mulher estendida no solo se levantou um pouquinho e então Fola viu que estava encurvada sobre um bebê.

Um bebê intacto debaixo de uma mãe moribunda em uma estrada cheia de pessoas assustadas.

Justo o que ela necessitava.

Aproximou-se sem dizer uma palavra e sem soltar sua filha agachou-se ao lado da outra mãe, olhando-a sem falar.

Que se pode dizer a uma mulher que está morrendo banhada em seu proprio sangue em um mundo hostil deixando um filho desamparado?

As duas se entreolharam.

Os olhos da jovem iam do bebê a menina e ao rosto de Fola de novo. Talvez buscando palavras também.

As mesmas palavras que serviram horas antes para despedir-se de seu marido lhe pareceram adequadas para dirigir-se àquela desconhecida e por isso as deixou sair com suavidade:

- Sei de tudo. Está tudo dito. Fica tranquila, meu amor.

E soltando um instante a mãozinha de sua filha, pegou o bebê da outra e o acomodou no mesmo pano onde estava o seu.

Em seguida voltou a segurar a mão de sua menina que esperava parada no ar. Era o momento da despedida e as duas sabiam que era para sempre.

A jovem conseguiu sorrir e Fola esforçou-se para pedir-lhe:


- Dá-me teu nome, para que eu possa ensiná-lo a seu filho um dia.

Porém a garota já não tinha nada mais para dar. Havia dado tudo e seus olhos já estavam fechados.

Fola não parou para ver se estava desmaiada ou apenas morta.

Levantou-se e com seus três filhos seguiu seu caminho. Agradecendo a seus peitos o leite que garantiam a vida.


Isabel Salas


Dedicado a todas as mulheres do Congo.