Pensaemas

domingo, 4 de agosto de 2019

TIERRA PURA




Allí,  dentro del kaos interno que todos somos,  en medio del desorden de ruidos y lamentos, al lado de los gritos infernales de las dudas eternas, justo detrás del grupo de demonios hambrientos, consigo ver, que algunas personas por alguna razón, consiguen preservar un pedacito intacto, como el que tienes tú.

Un pedazo de algo donde no crece nada malo, el terreno sagrado. Ese suelo perfecto al que llamo Tierra Pura y que tú, por increible que parezaca, tienes.

Tal vez lo tengan todos, pero lo dudo.

Es tan difícil conservarlo que muchos no lo consiguen. Se contamina por tantos motivos y tantas circunstancias, que llegar a  viejo y preservar cada uno el suyo es una tarea casi imposible. unos pocos lo consiguen, por suerte o por sabiduría, por habilidad o por azar, y contra todo pronóstico, mantienen su pedacito de Tierra Pura para siempre.

Yo veo la tuya.

La veo como ven los niños los dulces de la confitería, a través del cristal, sabiendo que aunque no son suyos, existen, y tal vez un día, junten las moneditas que les permitan entrar a escoger el suyo. Yo junto estrellas para ti, por si un día me dices que la puerta está libre, la entrada franca y que el cielo de tu Tierra Pura  necesita mis estrellas para brillar mejor.

Isabel Salas




















jueves, 1 de agosto de 2019

MARABUNTA



Así como el cabello,
las riendas de sujetar por dentro,
se sueltan.

Se desbocan las penas
 y a desconsuelo suelto.
 lloramos.

Disgustos anarquistas
que sin licencia
nos inundan los ojos,
 con millones de lágrimas,
hechos manojos.

Decepciones
dolores, 
traiciones,
ausencia de colores.

Todo se junta.

Todo se desamarra
y observas, desde dentro,
la marabunta.

Son momentos que pasan,
como otros,
que también pasaron,

Tu lágrimas se juntan a las de otros
que también lloraron.

Y todo sigue igual
cuando te peinas,
secas tus ojos, 
y miras los despojos.

Isabel Salas





jueves, 25 de julio de 2019

ABRAZAR


Me gusta mirar a los ojos que saben mirar a los ojos y tocar manos que saben tocar manos. Bailar con gente que adora bailar y reír junto a risas que suenan a verdad cuando se ríen. Me encanta besar bocas que adoran besar y acariciar pieles que saben acariciar. Hablar con gente que cuando habla dice cosas y abrazar.


Abrazar es tocar el alma enfundada en la piel, y la tuya, amor, abraza como me gustan los abrazos. Será por eso que mirar tus ojos, tocar tu mano y bailar contigo, siempre termina en caricias y besos, y será por eso que nos abrazamos mientras conversamos.

Y tal vez por eso, nuestra risa, a veces, se abraza también.


Isabel Salas


martes, 9 de julio de 2019

TÚ Y TU CASTILLO



Construiste un castillo en las nubes, lleno de torreones, almenas, puentes levadizos, promesas y murallas protectoras.

Precioso.

Un castillo encantado completo y funcional, perfecto, inaccesible, plantado en las alturas de la nube más amplia, protegido del mundo, de la realidad, de los olores de la vida, del sudor, de los gritos de parto y de  las lágrimas negras de la soledad.

En tu castillo todo es majestuoso, inmaculado, blanco, suave, grandioso, impenetrable, bello. Nada puede atacarlo.

Nadie puede habitarlo.

Ninguna fuerza podrá sostenerlo, cualquier día, cualquier soplo de viento lo desmoronará. Sin embargo, no tendremos que lamentar desgracias personales, las fantasías no sangran, se deshilachan zarandeadas por brisas de realidad, y sin estruendo, se diluyen en el espacio junto a otras cosas igualmente fáciles de olvidar.

Isabel Salas

jueves, 4 de julio de 2019

POESÍA DADARRIMADA


Antimeter 
sin golpear.

Desfallecer.
Arrinconar
sin esperar.

Antisocial,
antihumedad,
antesdeayer.

Redescubrir 
la gravedad
antinormal
de amanecer.

Y soportar,
sin importar,
la soledad
de despertar.

Isabel Salas


martes, 2 de julio de 2019

DEJAR DE CREER


Dejar de creer
es mucho peor 
que dejar de querer.

Más eficaz, 
más cruel, 
más letal,
mucho más poderoso.

Dejar de quererte
vendrá con el tiempo
pero tus mentiras
mataron mi fe
y nada que digas 
hará que yo pueda
volverte
a creer.

Isabel Salas

lunes, 24 de junio de 2019

VIOLACIONES PUNITIVAS


Puedo entender la alegría por la reciente condena de la manada. La comparto y creo que es una pequeña prueba de que el sistema judicial está dejando, (muy poquito a poco), de ser tan parcial como casi siempre me parece cuando acompaño sentencias que tienen que ver con violencia o violaciones de mujeres y niños.

Está comprobado que los violadores, los pederastas y los maltratadores no tienen rehabilitación y tal vez deberíamos debatir si habría que sentenciarlos a cadena perpetua y dejar de perder el tiempo reinsertando a unos canallas que cuando salen de prisión vuelven a violar y a golpear.

Sin embargo, dicho esto, no comparto ese sadismo que observo en algunos comentarios cuando celebran las violaciones que esos cinco imbéciles, posiblemente, sufrirán en prisión. 

Si esas violaciones suceden, será por culpa del mismo sistema que permite el porno que deforma la mente de nuestros niños, incentiva y ampara la prostitución como un trabajo más, se burla de las chicas que son violadas tras ser drogadas con cualquier mierda, ridiculiza las denuncias de una mujer tras años de violencia a manos de su marido o ignora los pedidos de socorro de los niños (hijos de maltratadores o pederastas), alegando que son mentiras que la madre les inculcó.

Y es contra ese sistema que yo estoy luchando.

¿De verdad queremos que los violadores sean violados? Entonces legislemos para eso. Con valentía. Salgamos a las calles a pedir una reforma del código penal que contemple esa solución y hagamos de la violación punitiva una acción legal practicada por verdugos sindicalizados. Hasta que ese día llegue (si es que estamos tan tarados como para permitir que llegue) me repugna la idea de incentivar y aplaudir que unos reclusos violen a otros como muchos y muchas piden hoy a los presos de Sevilla. 

Se leen comentarios en las redes que, con pocas variaciones y resumiendo, quieren que les revienten el culo a los de la manada.¿Dentro de unos meses les pediremos a ellos que hagan lo mismo con el próximo violador? ¿Dejarán entonces de ser villanos para convertirse en héroes? ¿Deberemos aplaudirles entonces?

Yo he sufrido violencia y por desgracia también sé lo que es vivir en un ambiente de terror doméstico. No deseo que nadie, bajo ninguna circunstancia, se vea obligado a vivir con miedo o se vea sometido con golpes y amenazas a hacer lo que otro desea. Para mí la pérdida de la libertad es castigo suficiente, aunque repito, sin duda preferiría que los violadores fueran condenados a prisión perpetua y no a unos cuantos años. Además todos sabemos que quedarán en libertad en mucho menos tiempo con las rebajas y los beneficios.

No soy feminazi como dicen los estúpidos cuando insultan a las mujeres que defienden sus derechos. Ni siquiera creo en la justicia pero soy valiente y cuando crea que hay que golpear a alguien no pediré a los presos que lo hagan por mí. Buscaré la manera de hacerlo yo misma.

Que esta sociedad está enferma es evidente y yo ni siquiera sé si tiene cura. Sí creo, sin sombra de duda, que necesitamos una visión feminista del mundo, de ese feminismo que quiere los mismos derechos para hombres y mujeres y no de ese otro que perdió el rumbo. Creo también en nuevas soluciones que promuevan una revolución social, económica y legal que nos proporcione un mundo mucho más justo para todos y todas, y esas soluciones las debemos encontrar unidos los hombres y las mujeres.

En ese mundo nadie pedirá a los presos que se violen entre sí para atender las ansias de venganza de una sociedad cobarde e hipócrita.

En ese mundo los hijos de los violentos o las violentas no serán obligados a convivir con ellos, o con alcohólicos, psicópatas o drogadictos. Las víctimas serán escuchadas con respeto sin importar su edad y los pocos cardenales que queden irán presos por violar niños, como su Dios debería mandar.

Por ese mundo lucho.

Isabel Salas

jueves, 20 de junio de 2019

PERTENENCIA


Tengo un amigo que siempre me decía que yo era la única persona, que él conocía, sin sentido de pertenencia. Pasamos muchas horas hablando sobre eso y nuestra percepción del asunto fue mudando a lo largo del tiempo.

Al principio, yo le decía, medio en broma medio en serio, que él conocía muy poca gente y que seguramente habría muchas personas con ese mismo sentimiento de desarraigo que tengo yo; personas que a pesar de ser muy conscientes de cual es su ciudad natal y cuales las calles donde aprendieron a jugar, a andar en bicicleta o a patinar, se sienten, al crecer, bien en cualquier lado.

Durante los primeros meses de nuestra amistad, él siempre me preguntaba si yo sentía falta de mi tierra y yo siempre le respondía que no, que todo seguía allí y que no estaba perdido como cuando una persona se muere y sabemos que nunca más podremos abrazarla. Los lugares que yo había amado en mi infancia y que todavía amaba, seguían allí y eso me bastaba. 

Hasta hoy siguen y hasta hoy me basta.

Después de muchos años de amistad, en los que ambos nos mudamos en diferentes momentos para diferentes ciudades, él dejó de preguntarme y pocas veces volvimos a tocar en el asunto. Concluyó, porque es un gran amante de las conclusiones y los veredictos, que yo era una persona sin sentido de pertenencia pero que eso no le impedía amarme.

Nuestra amistad, como todas las amistades, sufrió transformaciones a lo largo de los años, por un tiempo dejó de ser sólo amistad para ser eso que llaman amistad colorida y fue hermoso. Después el color desapareció con la distancia impuesta por las circunstancias personales de cada uno y volvimos a ser sólo amigos, si es que se puede ser solamente amigos, pues la amistad es un "todo" precioso que siempre abarca muchísimo más de lo que suponemos.

Anoche no conseguía dormir debido a la muerte de una persona que durante unos años fue mi cuñada y de quien tengo muy buenos recuerdos. Pensé en sus padres, ya fallecidos los dos, a los que tanto quise, pensé en el dolor de su familia y en el de todos los que la amaron, en la fugacidad de la vida y en todas esas cosas que pensamos cuando alguien amado se va, y lloré mucho. 

Soy muy llorona y es fácil que por diversos motivos me salgan unas lagrimitas rápidas ante eventualidades de la vida, Pero llorar así a todo volumen, con mocos y sollozos,  es raro. Ese llanto está reservado para momentos que me superan. Sólo sale de forma espontanea cuando el motivo es realmente de esos que tocan mi alma, y siempre me pilla de improviso, como si ni yo misma supiera qué es lo que realmente me importa hasta que se hace evidente.

La muerte de mi cuñada me movió muchas cosas. Me trajo a la memoria mis años de casada, los cumpleaños de mi suegro, las risas en una cocina de Santo André, la pasión de mi suegra por las novelas y la de mi suegro por el curry. Me transportó a Campinas, a los fines de semana en que nuestras dos familias se juntaban y recordé su generosidad, siempre dispuesta a servir la mejor comida y a salir al mercado las veces que hiciera falta para buscar cualquier cosa que hiciese la estancia en su casa más agradable. 

Recordé también la forma en que ella conducía en aquel tráfico enloquecido de São Paulo, en aquella época en la que no había GPS y conducir en Sampa era para pocos, y temerarios,  elegidos. Terminé sonriendo por tantos buenos recuerdos y tantas memorias entrañables que parecían venir desde el pasado a darme esos abrazos que siempre necesito cuando el llanto me desborda, y en seguida, necesité hablar con alguien.

En mi teléfono tengo algunas personas (pocas) a las que puedo llamar a cualquier hora del día o de la noche en caso de necesidad y que sé que no se van a molestar conmigo, pero por alguna extraña asociación de ideas  pensé que la mejor opción era mi amigo aquel que siempre me reprochó,  entre bromas,  ser esa persona extraña sin sentido de pertenencia. 

Él siempre me escucha cuando le hablo de cualquier asunto y anoche no fue diferente, me dejó hablar, llorar y desahogarme antes de decir cualquier cosa. Me supo hacer reír y, como siempre, me hizo sentir importante y bienvenida.

Hablamos mucho, intercambiamos noticias y al final me dijo algo que me sorprendió y que yo misma jamás habría pensado, afirmó que la pertenencia tiene dos maneras de manifestarse, una, de esa manera común y no por eso menos hermosa, de sentirnos parte de un país o una región y otra, rara e incomún gracias a la cual, nos arraigamos en las personas que por un tiempo, mayor o menor, forman parte de nuestra vida, nos damos a ellos, les dejamos pedacitos nuestros y al mismo tiempo nos apropiamos de parte de su esencia y nos la llevamos para siempre con nosotros.

Como pasó con él y conmigo, o como sucede con las personas que amamos a lo largo del camino.

Él me dijo que después de tantos años de conocernos, y tras un "largo estudio" 😄, había llegado a la conclusión de que en realidad, sí tengo sentido de pertenencia, pero de esa pertenencia dos punto cero donde  lo que importa no son los lugares ni la distancia, sino el espacio precioso que las personas ocupan en nuestros corazones y el que ocupamos en los de ellas.

Te pertenece aquello que amas, simplemente.
Nos pertenece lo que amamos, pertenecemos  a quienes nos aman.

Me dormí tranquila, mucho menos sola y más feliz, invadida por esa gratitud perfecta que me embarga cuando la vida me regala alguien que tiene siempre las palabras perfectas para mí.

Gracias, amigo, por pertenecerme como yo te pertenezco y mostrarme que el amor, como la amistad o los diamantes, puede tener mucho colores y formas, y es, siempre, indestructible.

Isabel Salas