Pensaemas

domingo, 2 de noviembre de 2025

JUGADOR

Cuando el fuego solo quema a los demás

 
Jugar con las pelotas, con los cochecitos, con los amigos, con los indios de plástico, con la play, con el sudoku en la lista de espera o en la desesperación, jugar con las palabras...

Con tantas cosas se puede jugar que algunos terminan creyendo que también se puede jugar con todo, incluyendo personas y sentimientos. Juegan sin límites ni control, sin medir el dolor ni las consecuencias, ni para ellos ni para los dueños de los sentimientos con los que se divierten.

Se vuelven ludópatas emocionales. Ya no buscan placer, buscan repetir la apuesta. Obligados por una urgencia psicológicamente incontrolable, se entregan al juego que los consume —bingo, póker, lotería o simplemente coleccionar corazones enamorados— con una persistencia que arrasa con todo lo demás.

Este comportamiento va erosionando (así lo espero) su vida personal, sus vínculos, su trabajo. No importa. Nada les importa mientras siga girando la ruleta, rusa o francesa.

Pero lo más trágico (a mis cansados ojos) no es que jueguen, sino que me da la impresión de que nunca aprendieron a perder.
Y debe ser por eso siguen apostando, incluso cuando ya no queda nada sobre la mesa… salvo otra persona rota.

Están de moda. Todos hablan de ellos. Algunos los llaman psicópatas integrados.

Esa manía de etiquetarlo todo me cansa. 

A estos entes no les interesa ganar, solo repetir la partida. Porque para ellos lo adictivo (tal vez) no es el otro, sino el juego que el otro permite.

Lo irónico es que mientras más juegan, menos se divierten. Y lo que alguna vez fue entretenimiento se transforma en compulsión. Lo que parecía libertad, termina siendo una celda disfrazada de parque.

Quizás el problema no es que jueguen... sino que nunca aprendieron a perder.

 

Isabel Salas