Pensaemas

domingo, 13 de julio de 2025

CALIBRE NUEVE


Cuando me defiendo, 
me defiendo de todo con la misma fuerza.
Me defiendo de mí,
de ti,
de lo que se mueve,
de lo que siento malo con razón o sin ella, 
y de lo bueno,
de lo bueno raro que parece palo,
aunque no lo sea.

Sin orden ni pudor, 
sin concierto esquivador de golpes.
Sin razón.
Ataco lo que imagino 
y lo que existe.

Todo me sabe a malo y todo es peligroso.
Mi cabeza no piensa 
porque estar así es como estar dormido,
o tonto,
o peor, mucho peor,
dormido, 
triste y tonto.

Y cuando me defiendo de todo lo gris,
yo también me quedo gris
y es difícil quererme.
Lo sé.

Nunca he pedido que me quieran así.
Querer en blanco y negro no es algo que se pida.
Es algo que no pasa,
y si pasa,
el gris se pasa y vuelven los colores
 y todas las sonrisas.
 Pero eso es raro,
¿Quién va a querer amar de esa manera?
O mejor, 
¿Quién va a querer amarme así?

La manera existe, 
lo que no existe es quién la aplique en mí.
Nunca pasó,
y si pasó,
pasó tan lejos que no la sentí.

Así que normalmente,
 mi locura gris la limpio sola,
escribiendo
 hasta parar todo lo que se mueve,
o llorando 
lágrimas especiales 
calibre nueve.

Letras saladas y lágrimas sin tildes,
las dos formas,
solas o combinadas,
que dejan mi sonrisa nueva 
y devuelven la vida 
los colores muertos.

Mis dos maneras de abrillantar los ojos,
y mirar lo que pasa,
lo que existe 
y lo que yo quisiera que existiera.

Mi manera mía de mirarlo todo,
con mis ojos míos.
 
Mi mirada mía llena de palabras brillantes
escritas con tinta calibre nueve, 
que por no pensar,
a todo 
se atreve.

Isabel Salas




miércoles, 2 de julio de 2025

LA SERPIENTE SIN CASCABEL




¿Quién le pone el cascabel al gato?
No sé.
Yo se lo pongo al coronel,
y al caballito 
del carrusel.
Le pongo un cascabel 
a la barquita
sin timonel.


Al gato no, que araña,

que me regaña por ser tacaña 
y  darle el cascabel
a la serpiente,
que vive en la cabaña del capitel.
Cerca de la montaña
del desnivel,
y estaba triste
sin cascabel.



Isabel Salas




sábado, 21 de junio de 2025

NOCHE Y AURORA


Al final del final de la tarde,
llega la noche,
la  negra noche llega,
y mi piel arde.

Arde de ardor de ganas de que llegues,
de ganas de ganarte,
de tenerte,
como un premio de tómbola.

De enredarte 
en mis manos y en mi pelo,
de sentir tu lengua dentro de mi boca
como un caramelo.

De contarte secretos
de adivinarte gustos 
y darte tres mil besos
que borren tus disgustos.

La noche en carne viva 
que se pone bonita,
que se viste de estrellas,
de caracolas,
de lava de volcán,
de trigo  y amapolas.

Mi preferida hora,
la que te trae a mí y te deja ser mío
hasta la aurora.

Isabel Salas


jueves, 19 de junio de 2025

SIN SOL


 Hoy 
quiero ser caracol.
Ni mulas ni canarios tienen cascarita
y yo quiero estar dentro.
Dentro de algo,
que sea casita
por un momento grato
y haga que se me olvide 
que me salí 
de ti.

Esconderme del sol.
 Escapar 
del control.
Huir de los horarios, quedarme calladita
y volver a mi centro.
A mí.

 Mi centro de comando.
 de control.
 De poder.
De poder sobre mí. 
De poder respirar y volver a vivir.
Centro de graves decisiones,
de gravedad.

Allí gravita 
la fuerza que preciso para no llorar
  y tratar de seguir,
continuar,
poder jugar y sonreir
sin ti.

Isabel Salas


domingo, 15 de junio de 2025

SONIDOS


Hay sonidos de noche estrellada, de olor a bizcocho recién hecho, de abrazo. Sonidos que rebasan la barrera del sonido y corren a la velocidad de la luz.
Ruidos especiales, fabricados especialmente para iluminar la oscuridad con su brillo bueno de felicidad en estado puro. Algunos huelen a sombra de árbol o tienen sabor a comida preferida.

Entre todos ellos, me gusta mucho el ruido del agua, ya sea haciendo olas en el mar o corriendo calle abajo cuando llueve haciendo  ríos después de bailar en mi tejado, también el de la voz de mis hijas diciendo mamá y el eco de mi nombre dentro de mi boca cuando el hombre que mejor me supo besar me llamaba aún estando cerquita y adentro.

Pocas cosas suenan mejor que el viento caliente de los días de verano o las acerolas maduras que caen en mi patio recordándome que no sea perezosa y que debo cogerlas antes de caer, me dicen que no es lo mismo coger que recoger y sonríen mientras susurran que están en su punto, perfectas para ser apreciadas, como la risa dos niños riéndose juntos, otro de mis barullos preferidos, mágico, vital, que huele a vida y suena igual de bien si eres uno de los dos niños o escuchas desde fuera. 

Todas las risas me gustan, todas ... y en todas estoy riéndome contigo.

Isabel Salas 

domingo, 8 de junio de 2025

LA SEMANA

Dijiste una semana. 

Una semana llena de horas divididas en días que en un primer momento me parecieron eternos, pero aún así me preparé. Imaginé que sin ti, serían siete noches tristes y siete tristes días con sus tristes tardes casi imposibles de soportar, pero me obligué a sonreír y confiar. 

Soy una especialista en eso, en sacar sonrisas del sombrero mágico de dónde otros sacan conejos y palomas.

Así que saqué una y me la puse. 

Me preparé para esperar a que pasaran esos siete días, sabiendo en el fondo de mi alma que era mentira y no regresarías. Aún así me dispuse a contarlos uno a uno, a mano.

Y el alma tenía razón.

El siete se estiró como los cuellos de los dos millones de pollos que hay que matar para conseguir un kilo de orejas de pollo.

Mucho.

Mucha sangre, mucho dolor, muchas lágrimas de pollo y mías mezcladas y al final plumas por el suelo, tus canciones malditas que suenan en mi cabeza y tu horóscopo chino, que  debe ser rata o algo que rime bien con cabrón por si tengo que escribirte un poema que salga bonito y digas gracias por bendecirme.


Que bien rimado está.
Muchísimas gracias. Aleluya. Amén.

Pero que pena que los dos millones de pollos ya no podrán oirte porque sus orejas ya no están.
Ni yo.

Ni esas luciérnagas del bote de cristal que estaban allí para ser lamparita pero nadie aguanta brillar tantos días y están dormidas o sordas o muertas y ya no vuelan ni bailan aunque venga en persona Juan Gabriel a cantarles, con Bisbal y con todas las otras encantadoras voces masculinas del panorama musical mundial.

Isabel Salas




miércoles, 4 de junio de 2025

LOS UNOS Y LOS DEMÁS.

 
 
 
Hay gente que se va.
Se va de su país, de su relación, de su trabajo. Y después de un tiempo vuelve a su relación, a su país, a su trabajo.
Son los amores de ida y vuelta. Los emigrantes retornados.
Los empleados pródigos.
Alguien mata una cabra y se hace una fiesta para celebrar ese regreso inesperado e improbable que en realidad era inevitable porque el dueño de los pies no sabía caminar hacia otro lado.

Hay otra gente que no sabe volver.
Se obligan así a permanecer en el nuevo país. O en el nuevo trabajo. O en el nuevo amor. Siempre están llenos de dudas, sin saber si están caminando o huyendo.
Aprenden que cuando regresar no es opción, el único camino es seguir adelante. Y cambian de dirección cuantas veces sea necesario.
Como el Lute, escogiendo a la bulla entre caminar o reventar, o andando el camino llorado del caminante de Machado.


Están también los que permanecen.
Los que no se van. Los amantes de su patria chica. Los que adoran su pueblo y no lo cambian por nada.
Allí nacen y crecen
Se reproducen y mueren.
Felizmente adaptados o trágicamente amarrados, pero instalados para siempre en su ubicación mental y geográfica.
Estables como el uranio cuando está estable. Quietos por fuera y tal vez inquietos por dentro.
 
Me pregunto si los que regresaron desearían no haberlo hecho. Si los que se fueron, sueñan con la vida que habrían tenido quedándose y si los que permanecieron evitan mirar los aviones para que la pena de no haberse ido no los estrangule.

Me lo pregunto porque soy muy curiosa. Es un juego de la mente. Un invento chino. Un trivial sin quesitos, sin cabras muertas ni banquetes. Sin sonrisas ni respuestas.
Aunque tal vez con lágrimas.

Isabel  Salas



viernes, 30 de mayo de 2025

MARIE TUSSAUD

 


Marie Tussaud es, sin duda, un personaje envuelto en una atmósfera oscura, fascinante y casi siniestra, que parece sacado de una novela gótica. Su vida estuvo atravesada por la proximidad a la muerte, no solo en sentido literal, haciendo máscaras de guillotinados y transportando posteriormente sus cabezas esculpidas por pueblos ingleses, sino también por el modo en que transformó la muerte en espectáculo, sin que eso le quitara seriedad a su arte.

Nacida en Estrasburgo en 1761 con el nombre de Marie Grosholtz, la vida de Madame Tussaud estuvo marcada desde el principio por el contraste entre el arte y la muerte. Su padre murió antes de que ella naciera, y su madre, viuda joven, entró a trabajar como ama de llaves para el doctor Philippe Curtius, un médico suizo con una extraña pasión: modelar figuras humanas en cera, no solo con fines médicos, sino también artísticos. Curtius no tardó en notar el talento de la niña, y la convirtió en su aprendiz. Juntos se trasladaron a París, donde Marie profundizó en su técnica y  su formación rodeada rostros famosos.

En la corte de Versalles, Marie enseñó arte a la hermana de Luis XVI, y su habilidad para captar los detalles más sutiles de un rostro la hizo conocida y popular entre la élite el momento. Sin embargo los vientos de la Revolución Francesa transformaron su arte en algo mucho más oscuro. Cuando comenzó el reinado del terror, se le encomendó una tarea macabra: realizar máscaras mortuorias de las víctimas de la guillotina. Así, con manos expertas, modeló los rostros de Luis XVI, María Antonieta, Robespierre, Marat y tantos otros caídos en el caos.

Estas máscaras se convertían en símbolos de victoria o de advertencia, expuestas públicamente como parte de la maquinaria revolucionaria. Cuando Curtius murió en 1794, Marie heredó su colección de figuras y un año después se casó con François Tussaud.

Según contó ella misma en sus memorias, en determinado fue arrestada por sospechas de simpatía monárquica pero con inteligencia y rápida reacción logró escapar de la muerte en 1802. Aprovechando una oportunidad de escapar del tumulto político, viajó a Inglaterra con su exposición de cera. seguramente no imaginó entonces que nunca volvería a Francia. Su destino quedó unido, irónicamente, a los rostros sin vida que moldeaba.

Durante más de tres décadas recorrió el Reino Unido con una muestra itinerante de “figuras célebres en cera” hasta que finalmente, en 1835, fundó un museo permanente en Londres que llevaría su nombre: Madame Tussauds. Allí, el público podía ver de cerca los rostros de reyes, generales, filósofos y criminales. Uno de los sectores más impactantes del museo fue la célebre Chamber of Horrors, donde se exhibían figuras de asesinos, verdugos y víctimas de la guillotina, muchas de ellas hechas con moldes reales por la propia Marie.

Su legado es ambivalente, entre lo histórico y lo morboso, lo artístico y lo macabro. Murió en 1850, a los 88 años, habiendo sido testigo y escultora de uno de los períodos más turbulentos de la historia europea. Su museo creció hasta convertirse con el tiempo en una franquicia global, con sedes hoy día en ciudades como Nueva York, Berlín o Tokio. Aunque hoy muestra  celebridades del pop y del cine, su origen fue mucho más crudo y profundo: capturar la historia en el instante preciso en que el aliento acaba de detenerse, pero el rostro tal vez, aún habla.

Madame Tussaud moldeó la memoria colectiva de una época, congelada para siempre en la quietud translúcida de la cera. Pero lo más inquietante de ella no es lo que hizo, sino la aparente frialdad con la que lo hizo. Supongo que  era una mujer práctica, meticulosa y aparentemente imperturbable, pues moldear con sus propias manos los rostros de María Antonieta recién decapitada o Robespierre desfigurado, y luego exhibirlos en una vitrina… no es algo que muchas personas podrían soportar.

Y sin embargo, lo hizo. Con gran empeño y precisión. Como si supiera que estaba conservando la historia, pero también alimentando el morbo popular. Como si hubiera entendido que la cera tiene el poder  de detener el tiempo en cierto modo.

Además, ella sobrevivió en un mundo dominado por hombres, fundó un imperio sin tener herencia ni título, y se ganó su lugar a fuerza de talento, valentía y decisión. Una mezcla inquietante entre científica, artista, comerciante y narradora del horror.

 

Isabel Salas