sábado, 3 de febrero de 2024

HORMIGAS Y LÁGRIMAS


Hay ovejas que parecen nubes y psicólogos que parecen manchas de flujo en bragas de putas. Parece raro, pero así es.

No suelo comentar esas cosas con nadie porque la mayoría de la gente que conozco es capaz de tumbarse en un prado a mirar las nubes y buscarles parecido con corderos y elefantes pero jamás se ponen a mirar ovejas con la misma intención (y mucho menos observan psicólogos tratando de ver a que mancha se parecen).

Por lo que sea, así son las cosas. 

Por eso me callo, para no molestar, para no ser siempre la "rara" que comenta lo que los otros ni se atreven a pensar. Por bondad, también por poseer un cierto grado de altruismo protector. No quiero que se la gente se asuste, prefiero que los que me rodean sigan buscando ovejas en el cielo, tan tranquilos, mientras yo busco nubes en los erizos o en las hormigas del patio.

Por cierto, por mi acera también pasan todos los días varias hormigas y una de ellas, chiquita y fuerte, me llama siempre la atención. Me recuerda, en cierto modo, una de esas nubes de tormenta cargada de rayos. En la fila de hormigas suele ser la tercera y siempre pasa sonriendo arrastrando pedacitos de hojas o gotitas de agua. Si te fijas bien la verás haciendo un saludo  medio militar con su bracito libre.

Tengo ganas de inventarle una religión para que pueda tener un día de fiesta a la semana y descansar como otros animales hacen, pero no sé si puedo inventarme una religión así porque sí, sin más, lo mismo hay que tener diploma o algo, no lo sé.

Si un día puedo, lo haré, le inventaré una religión bonita llena de leyes y días de fiesta que ayude a mi hormiga a ser feliz, la guíe hacia su cielo y me quite a mí esa pesadumbre gris de ver como trabaja los domingos y los viernes santos como si el descanso no existiera.

La diferencia de tamaño entre nosotras, impide que ella y yo nos podamos fundir en unos de esos abrazos navideños tan entrañables. Una pena. Me encantaría abrazarla mirándola a los ojos acto seguido para que vea cuanto la quiero. Nuestras miradas se llenarían de lágrimas y tal vez se oyesen violonchelos.

Nos sentaríamos después ella y yo a mirar las lagrimitas con mucha atención y trataríamos de adivinar a qué se parecen. Ya sabéis que las hay que parecen ballenas con patines y otras psicólogos pintores.

Lo pasaríamos genial.

Isabel Salas